Hay encargos de todos tipos, los que se hacen con dolor, los que se hacen con coraje, aquellos que hacemos con alegría y los que hacemos con gusto.
Hace unos días recibí de PLAYERS OF LIFE el encargo de redactar una nota en que tratara la vida de algún personaje relevante de Monterrey, Nuevo León, la tierra en que se hospeda mi Alma Mater, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la tierra de donde mi esposa es oriunda, la tierra en donde tengo amigos, muchos amigos y donde mis hijos están estudiando.
Hoy, con un gran gusto y emoción debo cumplir ese encargo y de inmediato, entre los muchos regiomontanos de buena cepa y elevada alcurnia, vivos o que ya nos adelantaron en el viaje sin retorno de los que tengo conocimiento, brotó a mi mente la imagen de uno de ellos, a quien tuve la fortuna y el inmenso placer de conocer, un personaje de la política, del derecho, de la judicatura, vamos, un prohombre de Monterrey.
Me refiero al Maestro Carlos Francisco Cisneros Ramos, de quien, en un lugar común, podría decir que fundó el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que ocupó múltiples cargos en la administración pública, desde Presidente Municipal en funciones o como director jurídico en diversos municipios, como funcionario judicial o bien, como catedrático universitario.
Yo quiero ir un poco más allá. A mí, me gustaría que lo que trato de plasmar en la nota, lo que trato de explicar, es que Don Carlos Francisco Cisneros Ramos fue un hombre que supo prodigarse sin reservas, a pesar de que más de uno de sus amigos y muy cercanos, lo criticó en vivo, incluso en mi presencia, por ser tan desprendido de su conocimiento.
Creo que lo que hace grande al hombre es eso, precisamente. El saber darse sin reservas, sin pensar en que el día de mañana cómo habrá de cobrar el favor que hace o cómo podrá recuperar lo gastado.
Cuando el hombre se brinda todo, de manera íntegra, a cabalidad, entonces logra trascender, como lo hizo el Maestro Cisneros Ramos. Yo no lo conocía, pero en la primera ocasión en que convivimos, en la Editorial Elsa G. de Lazcano que dirige Omar Lazcano y que tantos libros le publicara, me tendió la mano, me invitó a seguirle, me ofreció ser parte de su mundo y me llevó con él, tal como lo deben haber hecho los mecenas de la edad media o en cualquier época, los hombres bien nacidos.
Y eso fue Carlos Francisco Cisneros Ramos, un hombre bien nacido que se vistió con la gala que implica ser noble, ser generoso, darse más que dar y obtuvo a cambio, una cauda de discípulos a cual más agradecido. Comenté mi intención de esta nota con algunos de los que convivieron con él y todos coincidieron en que lo más importante de él, fue su forma de ser.
Murió a los 75 años, cuando la vida le sonreía plenamente, con la muerte del justo que no sufre, que se va sin dolor y sin tristezas, apenas unos días después de que el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que él fundara, le hiciera un homenaje, en vida, hermano, en vida, como dijera la insigne poetisa Ana María Rabatté. Y sí, en vida, su Colegio le dejó saber que somos muchos los que soñamos con seguir sus pasos, los que nos hacemos ilusiones por algún día llegar a tener su altura de miras, su forma de vida, su entrega en el oficio del jurista.
Creo que si logro llegar a Usted y hacerle sentir que la vida del Maestro Cisneros Ramos es un ejemplo para los abogados y para la sociedad, entonces podré decir: Maestro: su vida valió la pena.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
www.mexicodebesaliradelante.blogspot.com/
Monterrey, N.L., 15 de julio de 2009.
Hace unos días recibí de PLAYERS OF LIFE el encargo de redactar una nota en que tratara la vida de algún personaje relevante de Monterrey, Nuevo León, la tierra en que se hospeda mi Alma Mater, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la tierra de donde mi esposa es oriunda, la tierra en donde tengo amigos, muchos amigos y donde mis hijos están estudiando.
Hoy, con un gran gusto y emoción debo cumplir ese encargo y de inmediato, entre los muchos regiomontanos de buena cepa y elevada alcurnia, vivos o que ya nos adelantaron en el viaje sin retorno de los que tengo conocimiento, brotó a mi mente la imagen de uno de ellos, a quien tuve la fortuna y el inmenso placer de conocer, un personaje de la política, del derecho, de la judicatura, vamos, un prohombre de Monterrey.
Me refiero al Maestro Carlos Francisco Cisneros Ramos, de quien, en un lugar común, podría decir que fundó el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que ocupó múltiples cargos en la administración pública, desde Presidente Municipal en funciones o como director jurídico en diversos municipios, como funcionario judicial o bien, como catedrático universitario.
Yo quiero ir un poco más allá. A mí, me gustaría que lo que trato de plasmar en la nota, lo que trato de explicar, es que Don Carlos Francisco Cisneros Ramos fue un hombre que supo prodigarse sin reservas, a pesar de que más de uno de sus amigos y muy cercanos, lo criticó en vivo, incluso en mi presencia, por ser tan desprendido de su conocimiento.
Creo que lo que hace grande al hombre es eso, precisamente. El saber darse sin reservas, sin pensar en que el día de mañana cómo habrá de cobrar el favor que hace o cómo podrá recuperar lo gastado.
Cuando el hombre se brinda todo, de manera íntegra, a cabalidad, entonces logra trascender, como lo hizo el Maestro Cisneros Ramos. Yo no lo conocía, pero en la primera ocasión en que convivimos, en la Editorial Elsa G. de Lazcano que dirige Omar Lazcano y que tantos libros le publicara, me tendió la mano, me invitó a seguirle, me ofreció ser parte de su mundo y me llevó con él, tal como lo deben haber hecho los mecenas de la edad media o en cualquier época, los hombres bien nacidos.
Y eso fue Carlos Francisco Cisneros Ramos, un hombre bien nacido que se vistió con la gala que implica ser noble, ser generoso, darse más que dar y obtuvo a cambio, una cauda de discípulos a cual más agradecido. Comenté mi intención de esta nota con algunos de los que convivieron con él y todos coincidieron en que lo más importante de él, fue su forma de ser.
Murió a los 75 años, cuando la vida le sonreía plenamente, con la muerte del justo que no sufre, que se va sin dolor y sin tristezas, apenas unos días después de que el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que él fundara, le hiciera un homenaje, en vida, hermano, en vida, como dijera la insigne poetisa Ana María Rabatté. Y sí, en vida, su Colegio le dejó saber que somos muchos los que soñamos con seguir sus pasos, los que nos hacemos ilusiones por algún día llegar a tener su altura de miras, su forma de vida, su entrega en el oficio del jurista.
Creo que si logro llegar a Usted y hacerle sentir que la vida del Maestro Cisneros Ramos es un ejemplo para los abogados y para la sociedad, entonces podré decir: Maestro: su vida valió la pena.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
www.mexicodebesaliradelante.blogspot.com/
Monterrey, N.L., 15 de julio de 2009.
Esta nota aparecó, palabras más, palabras menos, en la edición correspondiente al año 2, No. 35, octubre de 2009, de la revista Players of Life.
A su disposición las heramientas que pueden ser de utilidad para cambiar la forma de gobierno en México, basados en el artículo 39 constitucional.
ResponderEliminarSr. Jose Manuel le invito amablemente a visitar los sitios siguientes:
http://constituyentecivil-mexico2010.blogspot.com
http://gacetaconstituyente-mexico2010.blogspot.com
Saludos
Alfredo Loredo.
San Luis Potosí. S. L. P.
Don Alfredo: Ya los vi. Estoy a sus órdenes.
ResponderEliminar¿Qué puedo ayudarle a hacer por México?
José Manuel
Hola, soy nieta del licenciado Cisneros. Me quedo sin palabras cada vez que escucho o leo comentarios como el de usted sobre mi abuelo. Me da mucho gusto y me siento honrada cuando alguien lo recuerda con cariño. Gracias!
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