Uno de los cuestionamientos más sentidos que me realiza la gente, -como si yo tuviera la respuesta- es respecto a quiénes van o han de gobernar el país, este México nuestro que cada día confía menos en sus dirigentes o que de plano, ya no considera como “sus” dirigentes a quienes ocupan cargos directivos en partidos políticos, sindicatos, asociaciones, iglesias y todas las demás formas de convivencia social y humana a que habíamos estado acostumbrados.
He tenido la fortuna de enterarme de mucha gente que quiere un cambio en México y más de uno lo propone violento, lo que no me parece en lo absoluto la medida correcta para el país. Existe también y tengo el modo de acreditarlo, quien solicita se restituya la vigencia de la Constitución de 1857, lo que por cierto no estaría nada mal, amén de establecer un completo nuevo orden de las cosas.
Además, muchos mexicanos más me han hecho saber de su intención de que las cosas en el país cambien, de algún modo, pero que cambien y muchos, me consta que si se les permitiera, serían muy distintos a como son ahora.
Sin embargo, también he sabido de verdaderos lobos de mar que buscan, en las aguas revueltas, obtener las ganancias que ya se imaginan. Quieren todos los puestos, con las canonjías establecidas y además, ya están buscando otras nuevas que van a dejar cortos a nuestros actuales próceres.
Por otra parte, existen también los apátridas, los que piensan que por el sólo hecho de ser bonitos, tienen derecho a marcar los nuevos rumbos del país y obvio, pretenden sojuzgarnos bajo una égida extranjera, pues quien nunca ha tenido patria ni sabe lo que es amar un pedazo de tierra, no va a entender lo que La Rosa Blanca significaba para sus propietarios ni por qué la defendieron con tanta bravura. Usted que conoce la historia del petróleo en México si recuerda que es la Hacienda donde aparecieron las primeras chapopoteras y que le dieron origen a lo que ahora es Petróleos Mexicanos.
Pensando en voz alta, comentaba con un amigo de los nuevos líderes y cuáles habrían de ser sus características y orígenes, y empecé a descartarlos: miembros de sindicatos, no, por lo desprestigiados que están, incluyendo al más politizado de los sindicatos, el de los Maestros de México, que siempre había brillado por sus conocimientos y no como ahora, que se han tornado en blanco de burlas de Juan Pueblo y con sobrada razón, pues dan elementos para ello.
De los demás sindicatos… los ferrocarrileros ya no existen, los telefonistas ahora están muy apagados y los de la luz están desconectados, así que ahí no encontramos material humano.
De los líderes de opinión, de los comerciantes, de los industriales, banqueros y demás, habrá si acaso uno o dos, pues los demás ignoran lo que es un “baño de pueblo” y son capaces de hacer gestos de repugnancia ante un niño que no haya sido previamente esterilizado para presentarlo ante sus castos ojos.
¿Quién nos queda?
Jóvenes. Invitemos a los jóvenes a interesarse en nuestro, en su México, hagámosles saber la responsabilidad que tienen de regir sus propios destinos, invitémoslos a descubrir dentro de ellos, sus capacidades ocultas y que surjan a la vida pública.
Nuestros jóvenes, señores, son los dueños del futuro. Son los dueños del presente y así hay que entregárselos: como un presente, como un regalo que saben cuesta mucho pero vale más. Un regalo que vale la libertad de México, la posibilidad de tener nuevos horizontes para todos, la dicha de lograr algún día, no muy lejano, un país que sea capaz de albergar a sus hijos, de prodigarse completo y además, que todos queden satisfechos.
Hacer el esfuerzo por lograrlo, es el reto que tenemos las generaciones de ayer y hoy. Si no hemos logrado corregir el rumbo, cuando menos tengamos, señores, la altura de miras de entregar el país a nuestros jóvenes. Ese será su país. Ese será nuestro México.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
He tenido la fortuna de enterarme de mucha gente que quiere un cambio en México y más de uno lo propone violento, lo que no me parece en lo absoluto la medida correcta para el país. Existe también y tengo el modo de acreditarlo, quien solicita se restituya la vigencia de la Constitución de 1857, lo que por cierto no estaría nada mal, amén de establecer un completo nuevo orden de las cosas.
Además, muchos mexicanos más me han hecho saber de su intención de que las cosas en el país cambien, de algún modo, pero que cambien y muchos, me consta que si se les permitiera, serían muy distintos a como son ahora.
Sin embargo, también he sabido de verdaderos lobos de mar que buscan, en las aguas revueltas, obtener las ganancias que ya se imaginan. Quieren todos los puestos, con las canonjías establecidas y además, ya están buscando otras nuevas que van a dejar cortos a nuestros actuales próceres.
Por otra parte, existen también los apátridas, los que piensan que por el sólo hecho de ser bonitos, tienen derecho a marcar los nuevos rumbos del país y obvio, pretenden sojuzgarnos bajo una égida extranjera, pues quien nunca ha tenido patria ni sabe lo que es amar un pedazo de tierra, no va a entender lo que La Rosa Blanca significaba para sus propietarios ni por qué la defendieron con tanta bravura. Usted que conoce la historia del petróleo en México si recuerda que es la Hacienda donde aparecieron las primeras chapopoteras y que le dieron origen a lo que ahora es Petróleos Mexicanos.
Pensando en voz alta, comentaba con un amigo de los nuevos líderes y cuáles habrían de ser sus características y orígenes, y empecé a descartarlos: miembros de sindicatos, no, por lo desprestigiados que están, incluyendo al más politizado de los sindicatos, el de los Maestros de México, que siempre había brillado por sus conocimientos y no como ahora, que se han tornado en blanco de burlas de Juan Pueblo y con sobrada razón, pues dan elementos para ello.
De los demás sindicatos… los ferrocarrileros ya no existen, los telefonistas ahora están muy apagados y los de la luz están desconectados, así que ahí no encontramos material humano.
De los líderes de opinión, de los comerciantes, de los industriales, banqueros y demás, habrá si acaso uno o dos, pues los demás ignoran lo que es un “baño de pueblo” y son capaces de hacer gestos de repugnancia ante un niño que no haya sido previamente esterilizado para presentarlo ante sus castos ojos.
¿Quién nos queda?
Jóvenes. Invitemos a los jóvenes a interesarse en nuestro, en su México, hagámosles saber la responsabilidad que tienen de regir sus propios destinos, invitémoslos a descubrir dentro de ellos, sus capacidades ocultas y que surjan a la vida pública.
Nuestros jóvenes, señores, son los dueños del futuro. Son los dueños del presente y así hay que entregárselos: como un presente, como un regalo que saben cuesta mucho pero vale más. Un regalo que vale la libertad de México, la posibilidad de tener nuevos horizontes para todos, la dicha de lograr algún día, no muy lejano, un país que sea capaz de albergar a sus hijos, de prodigarse completo y además, que todos queden satisfechos.
Hacer el esfuerzo por lograrlo, es el reto que tenemos las generaciones de ayer y hoy. Si no hemos logrado corregir el rumbo, cuando menos tengamos, señores, la altura de miras de entregar el país a nuestros jóvenes. Ese será su país. Ese será nuestro México.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
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