El derecho, como creación humana, responde a las necesidades de la gente.
El hombre, conforme lo maneja Juan Jacobo Rousseau, ha firmado un Contrato Social y en consecuencia, ha de sujetarse a las reglas que él mismo ha creado.
Creó al Gobierno, como una ficción jurídica ajena y distinta al mismo hombre pero encargada de manejar los destinos de las personas, de los pueblos, de las naciones y por ende, se obliga a someterse a lo que el gobierno, su creación, vaya dictando. Y es válido. Sólo si el hombre sabe que está sujeto a reglas y las conoce, puede desempeñarse a plenitud.
Esas reglas del juego son las leyes que el mismo hombre va creando y por supuesto, va modificando cuando lo estima prudente. Modifica las leyes, modifica los gobiernos y por consecuencia lógica, si él los inventó, si él los diseñó, el hombre puede modificar la forma de integrar los gobiernos.
Existen y han existido a lo largo de los tiempos diversas formas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia, como formas perfectas y tiranía, oligarquía y demagogia, como formas imperfectas de esos mismos gobiernos.
México decidió, al convertirse en un país independiente, que habría de ser democrático y determinó la forma federal como su manera de manejarse, mediante elecciones libres y universales. Así quedó establecido y así se ha venido haciendo.
Sin embargo, a pesar de que ya se dio la alternancia en el poder, a pesar de que después de más de 70 años de gobierno de un solo partido, que por cierto, creó las instituciones que ahora existen, el que ocupa el poder no ha estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos.
Tal vez, el problema no sea de los partidos ni de los gobiernos. Tal vez, sea de la propia gente, que a pesar de que tiene a su alcance los medios para participar, no confía en los árbitros electorales ni en las instituciones del país y por lo tanto, simplemente no interviene en los asuntos públicos.
Ahora, ¡por fin!, al parecer la ciudadanía está despertando, está dejando atrás la apatía y quiere participar pero obvio, quiere hacerlo a su modo, pues no encuentra espacios en los ya establecidos por nuestra forma de gobierno.
Ahí es donde a los partidos políticos, legisladores, gobernantes y demás les ha faltado sensibilidad política y están arriesgando la estabilidad del país al negar los espacios que la población, la gente, demanda.
Y al no contar con las oportunidades necesarias para participar en la lucha política dentro de los cauces establecidos la sociedad civil ha buscado una nueva forma de participar y la ha encontrado en las candidaturas ciudadanas.
No existen en la ley, no aparecen en la constitución ni hay la forma legal de hacerlas valer, pero la gente las exige.
Así como se está demandando se eliminen los nuevos impuestos creados, que por cierto ya son ley pero al fin, creación humana y por ende, se pueden modificar, así las candidaturas ciudadanas han de crearse para permitir se desfogue la inquietud que priva en la ciudadanía.
Sin embargo, debemos recordar que la ley establece las formas de elegir representantes populares, Presidente de la República, Senadores, Diputados, Gobernadores y todos los demás cargos de elección popular. Y debemos acatar la ley… o por supuesto, cambiarla.
Eso es lo que está en juego. La forma de elegir a los representantes populares, que la gente ya no quiere sea sólo de los que pertenecen y participan en los partidos políticos, pues se han alejado de las necesidades de la propia gente. Ahora, se pretende el cambio de la ley para que sea válido y efectivo el derecho constitucional de votar y ser votado, sin necesidad de someterlo al estrecho campo de una ley secundaria, que limite a nuestra Carta Magna.
Se requiere encontrar la forma de lograr que junto a lo establecido, es decir, participar desde dentro de los partidos políticos, sea válido hacerlo como candidato independiente, ajeno a los partidos establecidos, lo que puede ser abriendo espacios en la ley a quienes deseen participar.
Empero, los privilegios que la ley ha establecido a favor de los candidatos de los partidos, no han de otorgarse a quien desee participar de manera independiente, pues podría prestarse a un juego perverso de participar sólo para lograr ingresos legales pero muy cuestionables desde el punto de vista moral, social, ético y político.
Se debe impedir que una persona busque un puesto de elección popular sólo para recibir las inmensas cantidades establecidas en la ley para los candidatos y partidos. Además, se debe regular de manera muy estricta lo que pueda recibir como donativos. Ese no ha de ser el fin de la reforma.
Se propone que en caso de que alguien, sin limitación alguna, desee participar para optar por un puesto de elección popular mediante el voto, pueda hacerlo, pero sin recibir prestación alguna del gobierno. Si gana, sólo si gana, podrá recibir un porcentaje de lo que haya invertido. Eso será una limitante para evitar que los políticos busquen cargos sólo para lograr los beneficios legales, pues se trata que quien luche por ganar una elección, lo haga pensando en que va a ganar, que tiene el respaldo del pueblo y en consecuencia, que su lucha es válida.
Créame que ver ganar a alguien, que realmente tiene ganas de participar en beneficio de sus compatriotas, va a ser una nueva forma de ver la vida en México.
Debemos recordar que la responsabilidad de guiar al país es compartida, que no tenemos un rey o emperador infalible, pues lo que México decidió fue una forma de gobierno representativa y a eso es a lo que debemos atenernos. A lograr una presidencia que marque los rumbos, con un poder legislativo que construya los acuerdos necesarios para llevar a puerto seguro al país y un poder judicial que goce de la confianza, credibilidad e independencia que merece nuestra patria. Todos electos y de buena forma.
Créame, habremos de lograrlo. Vamos todos juntos en esto.
Y cada vez somos más, somos muchos,
El hombre, conforme lo maneja Juan Jacobo Rousseau, ha firmado un Contrato Social y en consecuencia, ha de sujetarse a las reglas que él mismo ha creado.
Creó al Gobierno, como una ficción jurídica ajena y distinta al mismo hombre pero encargada de manejar los destinos de las personas, de los pueblos, de las naciones y por ende, se obliga a someterse a lo que el gobierno, su creación, vaya dictando. Y es válido. Sólo si el hombre sabe que está sujeto a reglas y las conoce, puede desempeñarse a plenitud.
Esas reglas del juego son las leyes que el mismo hombre va creando y por supuesto, va modificando cuando lo estima prudente. Modifica las leyes, modifica los gobiernos y por consecuencia lógica, si él los inventó, si él los diseñó, el hombre puede modificar la forma de integrar los gobiernos.
Existen y han existido a lo largo de los tiempos diversas formas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia, como formas perfectas y tiranía, oligarquía y demagogia, como formas imperfectas de esos mismos gobiernos.
México decidió, al convertirse en un país independiente, que habría de ser democrático y determinó la forma federal como su manera de manejarse, mediante elecciones libres y universales. Así quedó establecido y así se ha venido haciendo.
Sin embargo, a pesar de que ya se dio la alternancia en el poder, a pesar de que después de más de 70 años de gobierno de un solo partido, que por cierto, creó las instituciones que ahora existen, el que ocupa el poder no ha estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos.
Tal vez, el problema no sea de los partidos ni de los gobiernos. Tal vez, sea de la propia gente, que a pesar de que tiene a su alcance los medios para participar, no confía en los árbitros electorales ni en las instituciones del país y por lo tanto, simplemente no interviene en los asuntos públicos.
Ahora, ¡por fin!, al parecer la ciudadanía está despertando, está dejando atrás la apatía y quiere participar pero obvio, quiere hacerlo a su modo, pues no encuentra espacios en los ya establecidos por nuestra forma de gobierno.
Ahí es donde a los partidos políticos, legisladores, gobernantes y demás les ha faltado sensibilidad política y están arriesgando la estabilidad del país al negar los espacios que la población, la gente, demanda.
Y al no contar con las oportunidades necesarias para participar en la lucha política dentro de los cauces establecidos la sociedad civil ha buscado una nueva forma de participar y la ha encontrado en las candidaturas ciudadanas.
No existen en la ley, no aparecen en la constitución ni hay la forma legal de hacerlas valer, pero la gente las exige.
Así como se está demandando se eliminen los nuevos impuestos creados, que por cierto ya son ley pero al fin, creación humana y por ende, se pueden modificar, así las candidaturas ciudadanas han de crearse para permitir se desfogue la inquietud que priva en la ciudadanía.
Sin embargo, debemos recordar que la ley establece las formas de elegir representantes populares, Presidente de la República, Senadores, Diputados, Gobernadores y todos los demás cargos de elección popular. Y debemos acatar la ley… o por supuesto, cambiarla.
Eso es lo que está en juego. La forma de elegir a los representantes populares, que la gente ya no quiere sea sólo de los que pertenecen y participan en los partidos políticos, pues se han alejado de las necesidades de la propia gente. Ahora, se pretende el cambio de la ley para que sea válido y efectivo el derecho constitucional de votar y ser votado, sin necesidad de someterlo al estrecho campo de una ley secundaria, que limite a nuestra Carta Magna.
Se requiere encontrar la forma de lograr que junto a lo establecido, es decir, participar desde dentro de los partidos políticos, sea válido hacerlo como candidato independiente, ajeno a los partidos establecidos, lo que puede ser abriendo espacios en la ley a quienes deseen participar.
Empero, los privilegios que la ley ha establecido a favor de los candidatos de los partidos, no han de otorgarse a quien desee participar de manera independiente, pues podría prestarse a un juego perverso de participar sólo para lograr ingresos legales pero muy cuestionables desde el punto de vista moral, social, ético y político.
Se debe impedir que una persona busque un puesto de elección popular sólo para recibir las inmensas cantidades establecidas en la ley para los candidatos y partidos. Además, se debe regular de manera muy estricta lo que pueda recibir como donativos. Ese no ha de ser el fin de la reforma.
Se propone que en caso de que alguien, sin limitación alguna, desee participar para optar por un puesto de elección popular mediante el voto, pueda hacerlo, pero sin recibir prestación alguna del gobierno. Si gana, sólo si gana, podrá recibir un porcentaje de lo que haya invertido. Eso será una limitante para evitar que los políticos busquen cargos sólo para lograr los beneficios legales, pues se trata que quien luche por ganar una elección, lo haga pensando en que va a ganar, que tiene el respaldo del pueblo y en consecuencia, que su lucha es válida.
Créame que ver ganar a alguien, que realmente tiene ganas de participar en beneficio de sus compatriotas, va a ser una nueva forma de ver la vida en México.
Debemos recordar que la responsabilidad de guiar al país es compartida, que no tenemos un rey o emperador infalible, pues lo que México decidió fue una forma de gobierno representativa y a eso es a lo que debemos atenernos. A lograr una presidencia que marque los rumbos, con un poder legislativo que construya los acuerdos necesarios para llevar a puerto seguro al país y un poder judicial que goce de la confianza, credibilidad e independencia que merece nuestra patria. Todos electos y de buena forma.
Créame, habremos de lograrlo. Vamos todos juntos en esto.
Y cada vez somos más, somos muchos,
muchos más, SOMOS MÉXICO, SOMOS TODOS.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Dos cosas que me parece importante mencionar, porque son en las que discordo:
ResponderEliminar1.- El Gobierno no es el encargado de manejar los destinos de las personas. Ni el hombre lo creó para eso. La verdad, debería ser el Gobierno el árbitro del partido, que vigile que se cumplan las reglas y que no nos matemos los unos a los otros y nada más. Yo, personalmente, no dejó mi destino en manos del gobierno.
2.- Las leyes. Es verdad que existen "leyes" (con minúscula) como esas a las que Ebrard nos tiene acostumbrado. Yo diría privilegios. Esas son modificables, de acuerdo al político en turno, pero existen unas Leyes que están ahí. El hombre las ha descubierto pero no las ha inventado. Esas son las importantes. Esas no se deben modificar.
Excelente artículo.
Saludos.