lunes, 27 de julio de 2009

De la emoción al desencanto. Cómo se acaba con una empresa.

Hoy me enteré de más cosas de una empresa de lo que uno debería saber en toda su vida.

Tuve frente a mí, a dos jóvenes profesionistas, egresadas de las mejores escuelas del país, con todas las credenciales que podría soñar alguien y con una tristeza que Usted, mi querido lector, no puede imaginar.

Las dos, preparadas, las dos, expertas en su área. Las dos, separadas por un capricho de su jefe, por cierto, el mismo. O bueno, la misma. Las dos, con derecho a una liquidación formal, con todas las de la ley pues ninguna incurrió en causal de rescisión, de los que establece el artículo 47 de la Ley Federal del Trabajo.

Sin embargo, a una ya le dieron siete mil pesos por su separación, con una antigüedad superior a dos años y con un salario cercano a los diecinueve mil pesos mensuales. Si Usted es abogado y sabe cuantificar un despido injustificado, pues eso es, sabrá que le pagaron una miseria. Y así se lo hice saber y le dije que cuenta con dos meses para demandar y obvio, está en tiempo.

La otra, apenas va por su liquidación. Nadie le ha avisado que la van a correr. No existe acta ni aviso ni investigación ni motivo ni causa ni fundamento alguno pero ella ya sabe que ya presentaron al nuevo jefe de la oficina y si ella era… ¿qué puede pensar?

Está viendo la forma en que liquidan a todos los de su entorno laboral y claro, ya presentía el golpe.

Lo más triste es que todos los separados, todos los rescindidos, no habían dado motivo para su separación. Lo más triste es que los separados son los que habían logrado los mejores estándares en la compañía a nivel nacional.

Pareciera que se castiga la eficiencia.

Imagínese Usted, mi querido lector, a un recién egresado, con toda la ilusión del mundo, con ganas de quedar bien, que cambia su domicilio pues las empresas les piden: “disponibilidad para cambiar de residencia” sin saber que a lo que van, es sólo a que los tengan trabajando todo el día, pues como no tienen familia en el lugar al que van, fácilmente pueden con un horario de más de doce horas al día. Son jóvenes, inexpertos, con ganas de quedar bien, con la ilusión de crecer. Son mexicanos en plenitud y la empresa así les paga…

Por eso, cuando van creciendo, los empleados se van volviendo difíciles, se van volviendo exigentes, se van convirtiendo en seres que reclaman todo, pues ya los han lastimado y sin motivo.

Por eso, el mexicano no confía en el patrón. Ya sabe que sólo busca explotarlo, sin pagar lo justo.

La verdad, me da tristeza pero más me da coraje de ver la forma en que se acaban las empresas y sobre todo, la forma en que entre todos, vamos acabando con esa gran empresa nacional que nos corresponde a todos: México.

¿Cómo quiere Usted que me sienta si las vi llorar frente a mí, por un despido sin razón ni fundamento?

¿Qué les puedo decir? ¿Qué vendrán tiempos mejores? ¿Qué confíen en la justicia, si la autoridad se presta a entregar liquidaciones ajenas a derecho y me lo reclamaron a mí? ¿Qué les puedo decir?

Yo sé que Usted sí cumple en su empresa. Usted si paga conforme a derecho y nunca evade sus responsabilidades.

De otro modo, más temprano que tarde, se quedará sin empresa, como les pasa a todas las que actúan apartadas a un recto proceder, que terminan siendo devoradas por la competencia o por inversionistas ajenos, que por supuesto, van a cuestionar sus actuares ajenos a derecho y ellos, los que se apartan de la ley de los hombres, tendrán lo que merecen, según las leyes eternas.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

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Monterrey, N.L., 26 de julio de 2009.

jueves, 23 de julio de 2009

De la cultura de la legalidad…, en los bueyes de mi compadre.

Es famoso el dicho: “Hágase la voluntad de Dios, en los bueyes de mi compadre”.

Con eso queremos decir que sabemos lo que las normas dictan, lo que ha de hacerse pero no queremos hacerlo en lo nuestro, más bien, queremos que sólo se cumpla en los demás.

Así creo que resulta la Cultura de la Legalidad.

En todas partes nos enseñan que debemos cumplir las normas y por supuesto, los primeros interesados en ello son los que deben dar el ejemplo: Maestros, funcionarios, empresarios.

Ahora bien, imagínese a un oficial de tránsito que ordena que todos cumplan con las normas al conducir pero que él, que utiliza una motocicleta propiedad del estado y que pagamos con nuestros impuestos, no usa casco, cruza cuando tiene la luz roja del semáforo… ¿Verdad que no sería correcto?

Ahora bien, imagine al patrón exigiendo puntualidad pero no paga salarios el día fijado, pues “no llegó la de nómina” o “el cheque salió equivocado”; piense si sería correcto que el patrón obligue a los trabajadores a vestir uniforme pero él va en ropa deportiva; el obrero con ropa especial y el patrón y sus secuaces en pantalones cortos… ¿Sería correcto?

A eso es a lo que me refiero.

¿Cómo va a ser posible que el patrón pretenda encuadrar la actuación del obrero en la cultura de la legalidad, si el primero que se aparta de las normas es él? El ejemplo que proporciona, es totalmente diverso de lo que dice frente a sus trabajadores.

Y fíjese bien: el trabajador no es tonto. Sabe lo que le conviene y sabe lo que hace. Que a veces, de manera taimada, haga como que no sabe, es sólo para meter hilo y sacar hilaza.

Si a Usted, mi querido lector, su patrón llegara y le dijera que lo va a cambiar de oficina y que le va a liquidar su antigüedad, pues según son empresas distintas y diversas… pagándole como si Usted hubiera renunciado y no como que lo están corriendo, como así es, en efecto, sin motivo ni fundamento alguno, ¿lo aceptaría?

Imagine Usted que le piden se cambie de ciudad o de oficina pero sólo consigue perder su antigüedad en la empresa y llegando a la nueva lo corren, ofreciéndole la tercera parte de lo que le corresponde, por conducto de un litigante de esos que denigran la profesión y le dicen: pues si no te gusta, demándame que para eso me pagan.

¿Qué debe hacer Usted?

¿Seguirles el juego, aceptar la miseria que le ofrecen y permitir que todo siga como siempre?

¿Negarse a aceptar la ofensa que le pretenden endilgar, declararse como muy digno y presentar una demanda ante la autoridad competente?

¿Pararse frente al centro de trabajo con pancartas haciendo saber a sus compañeros que lo corrieron a la mala?

¿Avisarles a los clientes para promover un boicot en contra del producto que venda la empresa que lo corrió sin razón?

¿Ir al sindicato a pedir apoyo, sabiendo que el líder le va a pedir un veinte por ciento de lo que le recuperen, que siempre será mucho menos que lo que el patrón pretende esquilmarle o robarle? Piense que por eso existen los sindicatos, pues defienden al trabajador de los abusos del patrón.

Son muchas interrogantes y no existe una respuesta única.

Eso es lo que invito a Usted a hacer conmigo. A estudiar juntos el caso, a que me dé su opinión y me ayude a encontrar una salida digna, decorosa, que le permita a Usted seguir con la frente en alto y con su orgullo y dignidad en paz y a salvo. Que los pesos del patrón no pesen más en el ánimo del juzgador que la dignidad del empleado.

Eso es lo que debemos buscar.

Otra vertiente sería que los patrones, para despedir a un trabajador, hicieran lo que es correcto: que le paguen conforme a derecho.

Si el trabajador incurrió en una causal de rescisión, que lo despidan cubriendo sólo las partes proporcionales de vacaciones y aguinaldo pendiente, así como los salarios devengados. Contra eso, no existe defensa alguna.

Pero si el despido obedece simplemente a un capricho del patrón, a un afán de demostrar que se tiene poder, lo que se hace cuando no se tiene ni nivel ni categoría ni dignidad ni nada que le de valor a una persona, cuando la separación obedece simplemente a nepotismo o a conductas ajenas a lo correcto, lo que además, le permiten y solapan sus directivos, el patrón debe pagar hasta el último céntimo de su deuda. Es a capricho y los caprichos, cuestan. Hacer cualquier otra cosa, es permitir una vejación al obrero, lo que origina irritación social.

Por eso, se les deben impartir cursos de legalidad a los patrones, para decirles y enseñarles cómo y cuándo es válido rescindir la relación laboral a los trabajadores, para que la empresa sea ejemplo ante la sociedad y no su burla. Es decir, que las leyes se cumplan de manera correcta y no sólo cuando el patrón así lo determine.

A mí, se me ocurre lo anterior. A Usted, ¿qué se le ocurre?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

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domingo, 19 de julio de 2009

De la geometría política.

Cuando, como es mi caso, se tiene el privilegio y la responsabilidad de poder pararse frente a un grupo de gente ávida de conocimiento, con ganas de ser el cambio en sus vidas y en su entorno, cuando tienes de interlocutores a unos muchachos que buscan transformar su realidad de vida por una distinta, una con horizontes sin límites, estás obligado a entregarte completo, a buscar la forma de hacerles saber aquellos conocimientos que has podido recoger en la vida. Tanto a nivel licenciatura como posgrado, cada vez son más inquisitivos, cada vez tienen más ganas de aprender, de saber, de informarse.

Hoy quiero reafirmar un conocimiento ya discutido, que para mí, en lo personal, está claro luengos lustros ha pero que me he dado cuenta que no es del dominio popular.

Me refiero a la geometría política.

La gente sabe que los de izquierda son malos y los de derecha son buenos… cuando menos, así se vende el producto político y así lo compra la población.

Los de centro, pues claro, no son ni malos ni buenos, son… ¿sin chiste sería válido?

Lo cierto es que uno debe definir su ideología y para poder hacerlo, primero que nada, debe uno conocer y saber de lo que está hablando.

Hace muchos años, allá cuando el parlamento francés apenas se instauraba, los conservadores, los que buscaban el status quo, es decir, que las cosas se mantuvieran como estaban, pues a ellos ya les había ido bien y no querían perder lo que habían logrado, se sentaron a la derecha del Presidente de Debates; los liberales, por el contrario, se sentaron a la izquierda de dicha presidencia. Obvio, los liberales, los que querían liberar las cadenas de opresión en que los habían tenido sometidos, buscaban un cambio completo de programas pues los que conocían y bajo los cuales habían vivido, no les servían ya que les negaban todo tipo de libertades y derechos.

De ahí que a los que buscan conservar el poder que ya detentan, los que buscan que las cosas permanezcan como están pues ya lograron sus propósitos de vida, se les llame de derecha o reaccionarios.

Los que buscan algo, tener algo, lograr algo, tener un mínimo de derechos y prerrogativas, de bienes e ilusiones, son los que no han disfrutado de nada y apenas lo van buscando. Son los liberales o reformadores.

En este México nuestro, conservadores fueron los que pidieron un Príncipe Europeo para que nos gobernara y trajeron a Maximiliano de Habsburgo con Carlota, la Emperatriz que creyó haber llegado a un pueblo que la iba a querer y cuya realidad la llevó a enloquecer.

Liberales, fueron los que buscaron la independencia de México, los que separaron la Iglesia del Estado, los que crearon las Leyes de Reforma y promulgaron la Constitución de 1917.

Conservadores han sido los que se oponen a conceder al campesino, al obrero, al menesteroso, al necesitado, de lo necesario para que pueda subsistir, aduciendo que es el tipo de vida que les gusta y que no hacen nada por cambiarlo.

Liberal es el que se da cuenta que los hombres de su entorno no hacen valer sus derechos pues no los conocen y buscan entonces, la forma de darle al pueblo el valor más grande: la educación.

Liberal también, es aquél que pugna por lograr una mayor igualdad en el estado de las cosas, que lo que existe, se distribuya entre todos y no sólo entre los que tengan la forma de pagarlo.

Conservador es el que niega el pan al famélico y luego, lo encarcela por el abominable delito de robar para alimentar a su familia.

Sin embargo, la vida no es sólo blanco y negro, alto y bajo, liberal y conservador. Existen los matices, es decir, la forma en que se conjugan en una sola persona características de ambos extremos y entonces, nos confundimos con lo que estamos viendo.

Y voy a tratar de ser claro.

Por su formación e ideología, por el monto de sus fortunas, por la forma de vida a que están acostumbrados a vivir, podría decirse que los grandes industriales de casi cualquier ciudad de México deberían, por fuerza, ser de derecha. Y tal vez lo sean, cuando menos, en cuestiones políticas.

Pero en los hechos, algunos de los principales capitanes de industria de este nuestro México surrealista, han aportado grandes, increíbles ideas a nuestra forma de vida, superando lo que el más avanzado izquierdista pudiera haber soñado.

Capitán de industria y no liberal fue al que se le ocurrió otorgar casas a sus trabajadores, para que pudieran vivir en paz, tranquilos y pudieran laborar sin distracciones. Tal vez buscaban su propio beneficio, pero lo cierto es que lograron un avance de muchos pero muchos años, a lo que el mundo estatuiría después.

También Capitán de Industria, representante de los industriales del norte del país, fue el Gobernador que en 1906, antes de la Constitución de 1917 y de que en otros países se manejaran, estableció el reconocimiento de los Riegos de Trabajo como un derecho de los obreros, lo que décadas después, recogiera la Ley del Seguro Social.

Izquierdistas y por ende, en teoría progresistas, han sido los líderes de opinión que una vez que logran ascender en la escala social, cuando menos un peldaño, abominan de su origen y se entregan a los excesos del que todo tiene, sin saber que no los aceptan entre los conservadores y que los liberales ya no los reciben.

Es decir, a veces se confunde la línea que separa las ideologías, tanto por la formación de las personas como por la confusión de valores.

Los valores universales, los que son metapolíticos, es decir, que van más allá de lo estrictamente político-electoral, son inherentes al ser humano y en consecuencia, se dan tanto en los de izquierda como en los de derecha. De ahí la confusión.

Los vicios, tanto ocultos como visibles, también son cosa común en ambos extremos de la geometría política. Nada garantiza que una persona de derecha o una de izquierda sea moral, sea ético, sea honrado, como tampoco nada garantiza que no sea ladrón, que no medre con los bienes de la nación o que se abstenga de corruptelas.

Eso es lo que ha dañado a nuestra América Latina.

Que aún no somos capaces de entender que son distintas las ideologías, la izquierda y derecha, de los hombres, que pueden lo mismo ser decentes que ser bandidos, sin importar la corriente política a la que pertenezcan.

Además, es necesario indicar que extrema izquierda se le llama a los que pugnan por cambios radicales de manera inmediata, es decir, que están dispuestos a llevar a la lucha armada a sus hermanos con tal de lograr sus objetivos. Ejemplos: Ernesto, el Che Guevara; el Comandante Fidel Castro, los hermanos Ortega, en Nicaragua y muchos otros más. En México, los “alzados” de Villa, Zapata, Lucio Blanco y otros, son gente sin esperanza que se fue a la lucha por lograr el cambio violento de las cosas, que eso es la definición de revolución. Ellos fueron los revolucionarios, los liberales, los de izquierda.

Los conservadores, obvio, eran los que estaban en el poder, desde Porfirio Díaz y para abajo, pues ellos ya estaban satisfechos con lo que tenían y así querían que siguieran las cosas. Son los que querían empresas extranjeras manejando el petróleo, los que ofertaron la energía eléctrica a los gobiernos extranjeros y vendieron los caballos de acero, la columna vertebral del transporte de mercaderías del país, los ferrocarriles, al mejor postor. Conste, los ferrocarrileros fue uno de los gremios que más vidas aportó a la Revolución Mexicana, que más hombres entregó en la lucha armada y que se portaron, siempre, a la altura de las circunstancias.

Los de la extrema derecha, a su vez, son los que desean que no haya un solo avance más de los necesitados, son los que desean, a ultranza, un regreso a la mejor forma de vida para aquellos que alguna vez lo tuvieron todo y buscan mercenarios, es decir, hombres que venden o alquilan su fuerza física y sus propias vidas por defender una causa ajena, a fin de lograr impedir cualquier avance social.

Claro, siempre habrá un izquierdista “tibio” o un derechista “moderado” que prefieran que los identifiquen con el centro de la geometría política, así no comenten pecados políticos.

Además, quiero que sepa Usted, que tengo excelentes amigos y múltiples conocidos en todo el espectro de la geometría política, pues lo mismo he tenido coincidencias con un perredista que con uno del PRI, he sabido ser amigo de panistas como de socialdemócratas, pues lo que busco, lo que trato de encontrar en la gente, es su estatura moral, su valor como personas y no, la pantalla en que se escudan.

Por eso estimo que la gente está tan decepcionada de los partidos políticos: porque ni los de izquierda representan al que quiere progresar ni los de derecha son símbolo de los que ya ganaron. Creo que todos están confundidos en sus valores, en sus expectativas, en sus ideales. O tal vez, ni siquiera saben a qué están jugando y eso, señores, sería mucho más triste.

Sin embargo, sin definir mi propia ideología, sin indicar a Usted, mi querido lector, con todas sus letras, cuál es mi preferencia política y social, sí quiero advertirle que antes que todo, soy mexicano, que vivo y sueño en América Latina, en la América poderosa que soñó Bolívar y que hubieran podido lograr algunos de nuestros próceres, si no les hubieran ganado sus vicios ocultos, sus defectos internos, su falta de valores éticos.

Muchos de nuestros gobernantes, en toda nuestra Latinoamérica, pudieron haber sido el catalizador para lograr una región poderosa, una zona económica que pudiera enfrentarse y con ventaja, a cualquier otra economía del mundo pero no, nuestra mezquindad no ha tenido límites y nos hemos vistos subyugados por nuestros propios defectos.

Es hora de reconocer que lo que nos falta, a todos los pueblos de esta zona del mundo, que hace menos de cien años estábamos por encima de la mayoría de los países asiáticos y africanos y ahora los vemos para arriba, es gente de valor intrínseco, gente que respete los valores y derechos humanos fundamentales y que estén comprometidos con alturas de miras, no con la mezquindad del que sólo busca el pan de hoy, perdiendo el banquete de mañana.

Yo, amigos, veo a la gente y me doy cuenta de lo que le falta. Hago lo que está a mi alcance y busco ser y hacer más, no tener más. Yo me comprometo con todos y para muestra, está lo que escribo, lo que digo en mis clases y lo que pongo en la mesa.

Pienso que lo primero que nos falta, es educación. Y a eso me he tratado de dedicar: a explicar la razón y el por qué de las cosas a los alumnos, lo que siempre hago con todo el corazón.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

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Monterrey, N.L., 19 de julio de 2009.

sábado, 11 de julio de 2009

Para acabar con una empresa... un caso real.

Hace rato me enteré que en la empresa… me reservo el nombre, por ahora, pero es de carácter nacional, según líder en su ramo, prestadora de servicios y que vive de los clientes cautivos que mes tras mes le pagan sus servicios, se presentó nuevo personal de mando medio, pues ni siquiera tiene carácter de gerente o algo así, reitero, personal de mando medio y empezó a despedir trabajadores.

Cierto, el patrón tiene la facultad de terminar o rescindir la relación laboral de sus empleados en el momento que él quiera, pero, siempre hay un pero, existe una cosa que los que saben conocen como principio general de derecho, que establece la estabilidad en el empleo.

Vamos, ha habido grandes luchas por años, para lograr que el patrón reconozca y acepte que la estabilidad en el empleo es un derecho del trabajador y sólo puede dar por terminada la relación de trabajo, cuando el trabajador incurra en alguna de las causales que establece el artículo 47 de la Ley Federal del Trabajo o en los supuestos del artículo 53 del propio cuerpo de leyes. Fuera de esos casos, se llama capricho, se llama de otro modo pero es ilegal, inmoral, injusto, indebido y además, sujeto a la reprobación de la sociedad.

En otras palabras, para que el patrón pueda terminar una relación laboral, debe acreditar que el obrero incurrió en alguno de los supuestos previamente acordados que tienen validez para dar por terminada dicha relación o ubicarse en los supuestos del artículo 53.

De otra suerte, quedaría al arbitrio del patrón quién se queda, quién se va, cuándo, cómo y todas esas pequeñeces, para el patrón, pero que para el trabajador son la principal fuente de angustias.

Piénselo. Imagínese Usted, mi querido lector, que Usted es obrero o alto ejecutivo, da lo mismo, en una empresa y Usted sabe, que el día que el patrón quiera, lo pone “de patitas en la calle”. Imagínese Usted la angustia, el miedo diario que habría de padecer, sólo de pensar que el señor que encarna al patrón amaneció crudo, le duele la cabeza, tiene dolor de estómago o simplemente, se peleó con la esposa.

O piense que su futuro y la comida de sus hijos, la seguridad y tranquilidad de su casa, la paz de su esposa, depende del nivel hormonal de la tipa esa que tiene poder para despedir personal. ¿Aguantaría Usted esa forma de vida?

Vamos, piense Usted, por un momento, si todos los días tuviera Usted que poner en juego todas sus buenas artes para conquistar al sujeto de medio pelo, al empleado de oficina ascendido a gerentillo, al tipo o tipa, según sea el caso, que por haber subido a un ladrillo, se siente con poder para correr al personal a su mando.

Si Usted tuviera que vivir esa pequeña muerte todos los días, le garantizo que no duraría mucho.

Lo correcto es que el obrero o trabajador, tenga las reglas claras, que le explique el patrón qué es lo que debe de hacer, previamente establecido, para que entonces sí, ya con parámetros correctos, con metas establecidas, con decisiones firmes, Usted como trabajador sepa a ciencia cierta qué es lo que va a hacer y el patrón también, conozca de antemano qué les puede exigir a sus obreros.

Pero si cada día el patrón amanece con molestias y gustos distintos, si cada día ha de jugar con el sentimiento del obrero, lo único que va a lograr será una animadversión que le puede ocasionar que ninguno quiera trabajar para él.

Además, existen los reglamentos interiores de trabajo, los contratos colectivos, las normas de trato, vamos, debe existir por escrito qué es lo que el patrón puede esperar de sus empleados y qué es lo que el trabajador está obligado a realizar.

Por eso, cuando en una empresa, de servicios o la que sea, una persona de nivel medio llega y rescinde, sin soporte jurídico alguno, la relación laboral de varios trabajadores, incurre en lo que la propia legislación laboral ya ha contemplado y que aparece en los artículos 434 y 439 del Código Obrero y que literalmente rezan:

Artículo 434. Son causas de terminación de las relaciones de trabajo:
I. La fuerza mayor o el caso fortuito no imputable al patrón, o su incapacidad física o mental o su muerte, que produzca como consecuencia necesaria, inmediata y directa, la terminación de los trabajos;
II. La incosteabilidad notoria y manifiesta de la explotación;
III. El agotamiento de la materia objeto de una industria extractiva;
IV. Los casos del artículo 38; y
V. El concurso o la quiebra legalmente declarada, si la autoridad competente o los acreedores resuelven el cierre definitivo de la empresa o la reducción definitiva de sus trabajos.

Artículo 439. Cuando se trate de la implantación de maquinaria o de procedimientos de trabajo nuevos, que traiga como consecuencia la reducción de personal, a falta de convenio, el patrón deberá obtener la autorización de la Junta de Conciliación y Arbitraje, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 782 y siguientes. Los trabajadores reajustados tendrán derecho a una indemnización de cuatro meses de salario, más veinte días por cada año de servicios prestados o la cantidad estipulada en los contratos de trabajo si fuese mayor y a la prima de antigüedad a que se refiere el artículo 162.

O sea, si por el capricho simple del patrón, encarnado en uno de sus empleados directivos, decide correr a varios trabajadores, sin dar explicación alguna, deberá entenderse que tiene nuevos métodos de trabajo y por ende, deberá cubrir lo que estipula el artículo anteriormente transcrito.

De otro modo, el caprichito del patrón no podrá llevarse a cabo, salvo que sea en trabajadores de confianza, los que a la perfección detalla el artículo noveno de la propia ley laboral y que dice así:

Artículo 9. La categoría de trabajador de confianza depende de la naturaleza de las funciones desempeñadas y no de la designación que se de al puesto.
Son funciones de confianza las de dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, cuando tengan carácter general, y las que se relacionen con trabajos personales del patrón dentro de la empresa o establecimiento.

Luego entonces, si no son trabajadores de confianza, si no han incurrido en alguna de las causales de rescisión que establece el artículo 47 de la Ley Federal del Trabajo, si tienen más de un año de servicios, el patrón está obligado a sostener al trabajador en su puesto, pues claramente así lo ordena el artículo 53 de la ley laboral, que así establece:

Artículo 53. Son causas de terminación de las relaciones de trabajo:
I. El mutuo consentimiento de las partes;
II. La muerte del trabajador;
III. La terminación de la obra o vencimiento del término o inversión del capital, de conformidad con los artículos 36, 37 y 38;
IV. La incapacidad física o mental o inhabilidad manifiesta del trabajador, que haga imposible la prestación del trabajo; y
V. Los casos a que se refiere el artículo 434.

Si no existe el mutuo consentimiento, si no ha muerto el trabajador, si no ha concluido la obra ni se ha vencido el término o se ha agotado el capital y además, si el trabajador no ha quedado imposibilitado, el patrón no podrá separarlo de su encargo, pues en eso consiste la estabilidad en el empleo.

Ahora imagine Usted una empresa en la que los trabajadores laboren como abejitas, que produzcan un servicio al público que les permita destacarse como líderes, pero que una persona de medio pelo llegue a cometer todas esas arbitrariedades… ¿en qué papel queda? Además, ¿lo sabrán sus jefes de oficinas centrales? ¿Sabrán, conocerán y aprobarán las trapacerías o engaños o fraudes o estafas que en su nombre comete un empleado de medio rango?

Si en sus manos estuviera hacer algo para impedirlo… ¿lo haría?

Si los trabajadores cruel y a la mala corridos por una empleada que además, va a otorgar los puestos de trabajo a sus amigos, sin que se conozca el compromiso previo contraído, son padres de familia, son personas con necesidades previas y definidas, son seres humanos con penas, con logros, con sueños, con afanes, ¿Usted lo permitiría?

Yo le estoy avisando a Usted. Yo no estoy de acuerdo en una bajeza así. Yo no creo que una canallada como esa sea lo correcto para una empresa que se anuncia a nivel nacional. Una que quiere ser ejemplo y hasta tiene sus propios manuales y sistemas incurre en esa falta de consideración, para no decirlo con las palabras que merece, es una empresa que mañana, se va a arrepentir de no haber hecho lo correcto.

Se va a arrepentir pues pronto quedará sin lo que los que manejan empresas denominan el principal valor: los clientes.

Recuerde Usted, mi querido lector, que el cliente siempre tiene la razón y si el cliente sabe que el patrón, que el dueño de la empresa ha despedido a quien le atendía y que además, ha ganado varias veces el nombramiento de “empleado del mes”, si el cliente toma conciencia que ya no son los mismos prestadores de servicios con los que inició, va a buscar otros horizontes.

Recuerde Usted que como cliente, una atención, la tomamos como obligación del empleado; un desplante, lo hacemos público. Nada hay que se maneje a mayor velocidad que el rumor, el descrédito, el poner en entredicho la honra de alguien y en tratándose de empresas, avisarse unos a otros, los consumidores, de cuál de los prestadores de servicios es un asco. De inmediato se sabe.

Cuando el patrón pierde el piso y se olvida que sus servidores y empleados son seres humanos, no mercancías, cuando sus sistemas se pierden en lo absurdo y se alejan del valor humano, entonces esa empresa está destinada al fracaso.

¿Se imagina Usted una empresa que atienda, por ejemplo, niños, y que éstos les tengan miedo a los empleados?

Yo, como padre de familia, sacaría a mis hijos.

Usted, ¿qué haría?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

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Monterrey, N.L., 11 de julio de 2009.

sábado, 4 de julio de 2009

Presea "Dr. Ignacio Burgoa Orihuela" como Investigador Jurídico 2009

Mis amigos:

Les ruego disculpen que no personalice para cada uno el mensaje, pues trato de hacerlo llegar a la mayor cantidad de gente que puedo. He compartido con Ustedes momentos muy agradables, propuestas y ahora, una gran alegría.

He buscado hacer valer mis ideas, lo que se me ocurre y lo que he visto, siempre tratando de ser objetivo y aderezándolo con mis puntos de vista, adornando la realidad con algo de emoción, para que exista un agregado.

Además, mis notas se van nutriendo de lo que Ustedes mismos me hacen llegar, de los conflictos que los aquejan, de sus ideas y por supuesto, de sus alegrías.

He tratado de ser positivo y propositivo en mis propuestas y escritos.

Busco, casi siempre, el lado bueno de las cosas. Existen tantas personas que sólo se dedican a destacar el error de los demás, que creo salgo sobrando en ese camino. No quiero ser uno más, uno del montón de los que sólo buscan el desánimo, la derrota, el desprestigio y que además, pareciera que gozan con ello. Yo no puedo. No es mi estilo.

Si analizan lo que plasmo en mis notas, verán siempre un tinte de esperanza, un aliciente a seguir luchando, un deseo de ser y hacer más, no de tener más.

Me mueve la ilusión de que las cosas pueden cambiar para bien, de que cada uno de nosotros puede hacer la diferencia en este mundo, cuando menos, en tu entorno, en la gente que te rodea, en las personas que tocas con tu vida.

Y quiero creer que ese, no otro, fue el lado que vieron los miembros del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., Institución en la que he encontrado excelentes amigos y a la que me permitiera el acceso Don Carlos Francisco Cisneros Ramos (Q.E.P.D.), invitado por el Maestro Rosalío Quintero, en la época de la Presidencia del Sr. Lic. Juan Manuel Hernández Magallanes, hombre probo y caballero de los que ya no se usan y, luego, mi amigo Isaac Rodríguez me permitió darme gusto en las reuniones del Colegio.

Ahora, la Lic. Lupita Palomares, primera mujer que dirige la Institución, me informa que he sido distinguido por el Colegio, con la presea “Dr. Ignacio Burgoa Orihuela”, como Investigador Jurídico del año 2009.

Para mi familia es un honor y para mí, en lo particular, además, esa distinción ha hecho que tome mayor conciencia del compromiso que tenemos, los que tenemos la fortuna de entender algunas cosas, de ser partícipes en los cambios que han de darse en la sociedad, de la responsabilidad que recae en nuestros hombros como parte del engranaje que ha de formar a los nuevos mexicanos, como Maestros de nuestros jóvenes, como punto de referencia a los que vienen detrás de nosotros.

Haber sido acreedor a que una Institución de tanto lustre y prestigio entre abogados, entre la gente de Nuevo León y además, de tanto reconocimiento en la sociedad de esta zona metropolitana, es un orgullo que por más que busco lo forma de disimularlo, no puedo.

Me siento muy contento, tengo un mayor compromiso, estoy con bríos redoblados y por supuesto, la felicidad de haber sido distinguido no puede comprarse, es algo que viene solo, llega justo en el momento en que debe ser, no antes, pues te haría perder el piso, no después, cuando ya no tengas aliento para hacer las cosas.

Llega cuando te toca. Y ahora, sólo me resta agradecerle a Dios, a mi esposa Tina y a mis hijos, José Manuel y Daniel Ernesto, a mi Madre y a la vida, poder estar aquí y ahora para darme cuenta que alguien, al menos, consideró que mis afanes valen la pena.

Ese orgullo ya es mío, señores.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini

Julio de 2009.