martes, 29 de septiembre de 2009

Para que las cosas estén en orden. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

Cuando queremos saber cuánto tenemos o cuántos lápices nos quedan o si todavía le quedan hojas al cuaderno, nos vamos a la fuente directa, es decir, al bolsillo, a la lapicera o al cuaderno y contamos lo que tenemos y ¡listo!, tenemos información correcta y confiable.

Lástima que no todo en la vida sea tan fácil.

Cuando somos niños, traemos en el morral la carga completa de canicas y sabemos cuántas nos quedan y por cuántas hemos de ir. Incluso, clasificadas. Tirito matón, centro de barro y demás joyas.

Ahora, ya como adultos, cuando empezamos a darnos cuenta de lo que hace el gobierno, pues también queremos saber cuánto tenemos, para qué es y cómo se va a usar.

Es decir, necesitamos, como gobernados, tener la certeza de que nuestros impuestos tienen el destino que aparece en los libritos, léase leyes, que nos dan a conocer.

Efectivamente, cada año el gobierno propone, primero, una relación de lo que va a gastar, que se llama presupuesto de egresos y luego, ya sabiendo lo que necesita gastar, hace una cosa distinta, que se llama Ley de Ingresos, donde dice cómo le va a hacer para obtener el dinero que necesita.

Ahí aparece que tanto de IVA, tanto de ISR, tanto de venta de petróleo, tanto de gasolina, tanto más de cerveza y alcoholes e impuestos especiales, que mucho por ventas de exportación, en suma, todo lo que ha de recaudar el gobierno.

He seguido con interés, desde hace varios años, el comportamiento declarado públicamente por nuestras autoridades y sé, que en 2004 la captación por IVA fue de alrededor de doscientos cincuenta mil millones de pesos y declararon una evasión y elusión, ambos son términos fiscales, de aproximadamente ciento treinta y cinco mil millones de pesos.

Es decir, dejaron de recibir un poco más de la mitad de lo que reconocieron haber captado.

El año pasado, en 2008, dijeron haber captado un poco más de seiscientos cincuenta mil millones de pesos y habían dicho que las fugas, por evasión y elusión, eran del orden de trescientos mil millones, pero hace unos días dijeron que eran poco más de cuatrocientos mil millones.

Si hacemos una pequeña división, conste, no soy muy bueno para los números, podremos saber que un punto de los quince o diez que componen el IVA, pues existen ambas tasas, en 2004 era de aproximadamente veinte mil millones de pesos y ahora, un punto es de un poco más de sesenta mil millones. Así de fácil

Sin embargo, el dos por ciento contra la pobreza, según lo que manifiesta el gobierno, será de aproximadamente setenta mil millones de pesos, cuando según yo, con base en las cifras de gobierno, un punto de IVA debe andar en poco más de sesenta mil millones. No me cuadran las cifras.

De hecho, según quien escribe, si la gente busca que aparezca cobrado el IVA, lo que no se logra con el dos por ciento contra la pobreza (de los funcionarios, ¿será?), puede subir la captación por cada punto a casi noventa mil millones o un poco más, pero ya no sé cómo se escribe ese número.

Es decir, si no tenemos la certeza, que sólo la transparencia y las cuentas en orden nos pueden proporcionar, ¿a poco Usted va a dejar que le quiten su dinero?

Si Usted sabe que los impuestos no se aplican en aquello para lo que están programados, pues se gastan en viáticos, choferes y cosas que los mortales no tenemos, pero que además, no nos permiten saber cómo y en qué los gastan, ¿Usted va a querer pagar?

Si Usted llega a hacer fila a una dependencia de gobierno y existe el “turno” o numerito de esos que están en la pared y se forma y se van atendiendo como fueron llegando, Usted está muy tranquilo. Se tardan, pero bueno, es parejo y va en orden.

Pero cuando frente a Usted atienden a uno que va llegando, sólo porque es amigo de alguien, no se vale.

En cambio, si Usted presenta su promoción y lo inscriben en un libro, le dan sello y folio y se van desahogando conforme la entrada, Usted se va tranquilo, sabiendo que tiene los mismos derechos que los demás y que su asunto está en buenas manos, conste, son las de gobierno, pero entonces sí, las considera Usted buenas manos.

Mi pregunta es: ¿no habrá quién le diga a los señores del gobierno que los mexicanos ya queremos una vida mejor? ¿Qué ya no queremos seguir así?

Cuando menos, yo, quiero que cambien las cosas.

Tengo dos hijos y me inquieta sobremanera el México que les estamos legando.

Me mortifica que aquí, ni siquiera exista certeza en los datos oficiales, en los datos de gobierno, en lo básico, pues jefe que llega, jefe que cambia la forma de organizar los archivos y los procedimientos, cuando existen estudios especializados en la materia, cuando existe una carrera que se ocupa de eso, cuando tenemos en México, personal altamente capacitado para poner en orden nuestros registros, nuestros archivos, nuestros procedimientos y por supuesto, nuestras memorias.

Que no le hagan como digo yo, a veces, que mis libros los clasifico por colores. Claro, los alumnos no me quieren creer. Les digo que compro un metro de libros rojos y otro de libros verdes, para que se vea muy bonita la biblioteca, aún cuando nunca los lea.

Es más, creo que así le hacen algunos de nuestros nuevos próceres, pues si los hubieran leído, tendrían conocimientos. O sabrían de temas como vergüenza, decoro, dignidad, autoestima, amor a la patria y eso que a ellos no les mortifica.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

sábado, 19 de septiembre de 2009

Los errores del gobierno y cómo resolverlos.

Hoy tuve oportunidad de ver los encabezados de los periódicos. Todos tratan el mismo tema. El rechazo unánime de la sociedad, de la población, de los mexicanos, al engendro o bodrio o eso que pretenden hacer pasar como panacea fiscal para arreglar los problemas de México.

Conste, no soy yo quien califica la actuación del gobierno. Es Fuenteovejuna.

Y por eso es que me preocupa.

Fuenteovejuna, es decir, el pueblo todo, no es responsable en lo individual de nada. Es como la muerte del angelito. Es culpa del sistema social, no de una persona en particular.

Y si no se cuidan las formas, si no se protege al pueblo, va a haber problemas muy serios.

Aquí debemos recordar que no es lastimando al mensajero como se suspenden las noticias. No es silenciando a Mercurio la forma en que desaparecen los problemas. Que calle el heraldo, no implica desaparecer la noticia.

Lo que debe hacer la autoridad es por un momento pensar como personas, darse cuenta que en beneficio propio y de su supervivencia, deben lograr que el pueblo crezca, que haga más, que sea más, que pueda más.

Si el gobierno y sus dirigentes siguen oprimiendo al pueblo, van a lograr reventarlo y entonces, habrán despertado a ese México bronco que ya antes sirvió para asustar a más de uno.

La gente ya se siente peor que en tiempos del Sheriff de Robin Hood, aquél que obligaba a todos a darle todo el dinero y consiguió que Robin Hood creciera como figura popular. Era el pueblo.

Y es el pueblo ahora al que hay que proteger.

¿Subir los impuestos? Mejor bajen los sueldos en los puestos de gobierno.

¿Sacrificios fiscales? Para el gobierno, ya no para el pueblo.

Que busquen los genios fiscalistas una mejor forma de lograr ampliar la base de contribuyentes, para no seguir lastimando a los de siempre, a los cautivos.

Además, no pensar que todos los contribuyentes son deshonestos, ladrones, pillos, acuérdense que el león cree que todos son de su condición.

Creo que lo más decente es lo más sencillo.

Mientras traten, a ultranza, de lograr imponer una reforma fiscal sólo con fines recaudatorios, no van a lograr absolutamente nada.

Lo interesante y para lo que estamos dispuestos y comprometidos, es a ayudarles a crear y diseñar un sistema impositivo que permita el crecimiento empresarial, que brinde seguridad jurídica a los pobladores de la nación, que permita a los olvidados por la diosa fortuna, conocer la oportunidad de salir adelante y saber lo que es tener alimentos en la mesa.

Mientras no piensen los gobernantes que el pueblo puede exigir cosas como esas, seguirán tratando de esquilmarlo como apacibles corderos, hasta que despierte y entonces, tendrán frente a sí, una bestia incontrolable.

Por cuestión de seguridad propia, por un prurito de vergüenza, por su propia familia, señores funcionarios: piensen en México como nuestra casa común, no sólo como un coto de caza.

Descubrirán que es mucho mejor tener una estancia abierta, de libre tránsito, sana, que una buhardilla atestada de bienes pero sin salida.

Es cuestión de pensar.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.

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viernes, 11 de septiembre de 2009

La carta que, como mexicano, me gustaría que leyera el Presidente Calderón.

Sr. Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Don Felipe Calderón Hinojosa:

Le escribo, de manera atenta y respetuosa, con fundamento en el artículo 8º. Constitucional, para hacerle saber el sentir de muchos que, como yo, amamos a este país del que Usted tiene el altísimo honor de ser su guía y su dirigente.

Quiero, como la inmensa mayoría de los que conozco, que México sea el país líder, el hermano mayor que siempre ha sido para América Latina y por supuesto, el contrapeso en cuestiones internacionales a los embates externos que pretenden doblegarnos. Para lograrlo, necesitamos, que Usted tenga éxito en sus planteamientos, que Usted sepa con certeza lo que le conviene al país y por supuesto, que logre hacerlo.

Sólo se necesita un poco de inteligencia, un mucho de agudeza y más, mucho más de patriotismo.

Pensar que uno solo va a resolver los problemas del mundo, se llama mesianismo y eso, debe estar como al parecer está, muy lejos de sentirlo.

Saber que uno puede afrontar los problemas y tratar de salir adelante, es mucho más fácil. Cuestión de saber, primero, lo que nos afecta y luego, encontrar la forma de atacarlo.

El sentido común nos dice que si el dinero no alcanza, tenemos dos cosas que hacer: gastar menos o ganar más. Así de fácil.

Y, Sr. Presidente, está a nuestro alcance, como mexicanos, lograr las dos cosas como país.

Para gastar menos, debemos empezar por reducir la obesidad del gobierno y permitir tanta iniciativa privada como sea posible. Es decir, sin rendir los rumbos de la nación, permitir que los particulares intervengan cada vez más en los procesos productivos. Pero mucho cuidado: particulares son mexicanos, no extranjeros. Particulares son empresas establecidas, que produzcan y generen riqueza aquí y que aquí, en su país, paguen impuestos, no entes ajenos que sólo busquen chupar nuestra sangre, así sea prieta o morena y luego, ya saqueados y asqueados, nos dejen como cosa que no sirve. Mucho cuidado.

La otra, ganar más, es tan simple como lograr interesar a todos en un juego ganar-ganar. Es lograr que la población, toda, sepa que al pagar impuestos va a tener una contraprestación que le interese.

Nosotros, los mexicanos, estamos acostumbrados a ver llegar individuos sin cultura, ignorantes pero con la medalla de la amistad pegada al pecho, amigos de los que “ya la hicieron” y eso, les da derecho de robar a manos llenas.

Son esos malos funcionarios los que denigran la política, arte de servir, y la convierten en lema de mercenarios, ansia de servirse.

Por eso no pagamos impuestos y menos aún, si sabemos que los quieren sólo para cebarse en nuestro esfuerzo. Por eso no convence a nadie. Y menos con esos impuestos que atacan la razón, ofenden la inteligencia y dudan del contribuyente. Nadie los va a cumplir, ni por la buena ni por la mala. Si se aferra, Sr. Presidente, va a tener un estallido social.

Pero ofrezca Usted algo justo, algo lógico, algo simple y puede cambiar, de una vez por todas, los derroteros de la nación.

Eleve la ganancia mínima para presentar declaración de impuestos, léase Impuesto sobre la renta, a un millón anual. Que sólo quien gane más de un millón esté obligado a presentar declaración de impuesto sobre la renta. Así de fácil y de tajo, deja de perseguir como criminales a más de la mitad de los supuestos defraudadores fiscales.

Lo que deja de recibir no es nada comparado con lo que recibirá si logra hacer que paguen, como es debido, las empresas grandes. Así de fácil.

Deje el impuesto al valor agregado en el 15% actual. No lo mueva. Pero destine dos puntos de esos quince a una cuenta individual de cada uno de los mexicanos y ofrézcales derecho a pensión y servicio médico al cumplir sesenta años. Al cabo cada uno va a velar por su propia cuenta.

Rebasa Usted y por la izquierda el mejor sueño del más populista de los de izquierda.

Imagínese un México en el que todos sus hijos, sin importar color o condición social o preferencias de cualquier tipo, pudiera tener como derecho la seguridad social y sus logros. Imagínese ser el primer país del mundo en lograrlo. Como derecho, como el más excelso de los derechos humanos.

Ya lo tenemos preparado y listo para entregárselo a quien Usted disponga.

Tal vez no lea nunca mi carta.

Tal vez la vea un diputado o un senador, de cualquier partido, no importan los colores, importan el amor a México y ese la proponga. Ojalá.

Tal vez Usted, mi querido lector, que me ha venido siguiendo, no tenga, como no lo tengo yo tampoco, el peso suficiente para hacerle llegar este mensaje al Presidente Calderón.

Pero tal vez, si Usted se lo reenvía a alguien más, tal vez ese sí conozca al Presidente Calderón y le pueda hacer llegar una copia.

Ese tal vez me sostiene y por eso sigo. Quiero un México mejor.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Tristeza y pena ajenas.

Usted, mi amigo lector que ya me conoce y sabe que México y la suerte de los mexicanos es lo que me mueve, debe haber sentido la misma desilusión que yo al escuchar a los altos funcionarios del país decir que se va a implementar un impuesto nuevo del dos por ciento como combate a la pobreza.

Claro, es un impuesto global, sin destino definido, sólo “la pobreza”, sin especificar quién es el pobre a quien se va a ayudar, pues de inmediato surgieron voces, no mal intencionadas, sólo realistas, que dijeron que “los pobres” a proteger son los que no han tenido antes un puesto en gobierno.

Avisan también, que Hacienda podrá intervenir las cuentas bancarias para cobrar lo que se le deba de impuestos, es decir, podrá atracar sin miramiento alguno los ahorros de la gente… claro, hasta que la gente ya no deposite sus ahorros. Entre esa nueva disposición y el ilegal impuesto del IDE o como se llame ese que afecta los depósitos en efectivo, van a lograr que todas las transacciones en México se hagan en efectivo, de manera paralela a los bancos y sin atender la captación formal… van mal.

Por otro lado, me entero que ya es un hecho que se eliminan algunas materias inútiles de los planes de estudio de las universidades… cosas inservibles, como la filosofía, la ética, la lógica, las etimologías y todo eso que ni siquiera saben los altos funcionarios qué materias son. Por eso las eliminan… nunca las necesitaron, no las conocieron y entonces ¿para qué sirven? Si ellos están millonarios, si no saben lo que es sufrir por hambre, si así tienen esas fortunas, ¿para qué han de querer esas cosas inservibles?

Y entonces es cuando dan ganas de llorar, de rebelarse, cuando tienes ante tí a una gente que exige hables bien de su feudo, cuando lo cierto es que tú sabes que sólo se dedica a robar, que quieren que los eleves en tus comentarios, cuando tú sabes que su valor como persona no llega ni siquiera al valor de una Josefita… si es que todavía existen.

¿Qué me ganan el dolor y la desesperación? Sí. ¿Qué tengo tristeza y pena ajenas? Sí. ¿Quién no, si volteas a ver los próceres que ni siquiera saben distinguir cuando los ensalzas de cuando los fustigas? ¿Qué me duele mi México, de verlo en esas manos? Sí.

Cierto, México tiene grandes oportunidades de mejora, que Usted y yo sabemos lo que eso quiere decir. Cierto. Pero también es cierto que en México, estamos los mexicanos, los que podemos vernos la cara ante el espejo sin darnos asco, pues nunca hemos medrado con los bienes de la nación, aún cuando se hubiera podido.

Cierto, estamos los mexicanos, Usted y yo, que lo único que necesitamos es una voz con presencia suficiente para hacerle saber a los gobernantes que la gente que quiere progresar, la que busca lograr mejoría para todos, la que se duele de ver el dolor ajeno, es la que busca hacer un mejor México.

Y esos somos Usted y yo.

Por México, por nuestros hijos y nuestras raíces, vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini.

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Curvas peligrosas.

Más de una vez, Usted ha de haber visto en las carreteras de este nuestro México los letreros que anuncian: Curvas peligrosas.

Y la gente, a veces, le hace caso al letrero. Las más de las veces, los ignoran y el resultado es un accidente que puede llegar a costar muchas vidas. O bueno, una, que para los deudos ese uno es todo. Total, un muerto más, según la autoridad, no importa, si cada una de esas curvas ya debe muchos muertos.

El problema es que todos hemos visto esos letreros, que todos los hemos sufrido, que a veces, reducimos la velocidad y otras no, con las consecuencias ya anotadas.

Sin embargo, lo que está mal, de fondo, es que aparezca un letrero que diga “curvas peligrosas”, cuando lo correcto debería ser “carretera mal diseñada” o “errores de diseños en el camino” o algo así. Es decir, que reconozca los constructores sus errores.

Efectivamente, piénsele Usted, mi querido lector y verá que si el camino estuviera bien trazado, no sería peligroso, aún a velocidades altas. Si la carretera no estuviera “boluda”, “arriscada” o como Usted le quiera decir, no habría accidentes o serían muchos menos.

Vamos, aún dentro de nuestras ciudades, existen calles en las que todo mundo sabe que son “peligrosas”, por decirles de algún modo, pues lo cierto es que están mal diseñadas.

¿Cómo va a ser posible que diez o veinte o treinta conductores choquen en el mismo punto, en fechas distintas? ¿Cómo se explica Usted que haya que reducir la velocidad porque si no el carro “se jala” en la curva?

Eso quiere decir que el contratista o constructor o ingeniero o alguien responsable, no hizo lo correcto y pretende disfrazar su yerro con un letrerito “curvas peligrosas”.

Simplemente, viaje Usted por la avenida Miguel Alemán de este Monterrey, bueno, de Ciudad Guadalupe y podrá ver la cantidad de cruces a la vera del camino. Son cruces que reflejan unas vidas truncadas, unos afanes sin logro, una pena muy honda pero que para la autoridad, sólo implican un número más en la estadística.

“Venían tomados”, “venían a exceso de velocidad”, “corren mucho” son algunos de los pretextos o excusas que utilizan quienes son responsables de que no ocurran accidentes en las calles. Es decir, culpan al efecto, no a la causa.

Y el efecto son los daños, los muertos, los mutilados, los heridos. ¿La causa? Que nuestras autoridades permitan que se hagan obras mal hechas. ¿La causa? Que nosotros, Usted y yo, no alzamos nuestra voz a pesar de estar viendo lo que sucede todos los días. Y le puedo apostar que Usted, mi amigo lector, conoce al menos, un crucero, una curva, una esquina, un camino, que por peligroso ya hasta han de tener corrido.

Vamos, existen puentes y barandales y postes y hasta maquinaria de la autoridad abandonados a media calle que ocasionan todo tipo de tragedias. Estorban al paso, causan accidentes, son motivo de vergüenza y no pasa nada. Ahí están y ahí se quedan.

Lo invito a denunciarlos. Lo invito a que haga valer su voz, diciéndonos a todos dónde está una falla de construcción, una causa de problemas.

Total, ¿qué puede pasar? Si logramos prevenir otra muerte, sería magnífico. Si logramos que una autoridad, una al menos, escuche al pueblo, sería maravilloso. Si no, cuando menos mañana tendremos la autoridad moral de decir: se los dije.

Vale la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

José Manuel Gómez Porchini

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