sábado, 21 de febrero de 2015

Reforma para facilitar el acceso al trabajo a personas con discapacidad o el verdadero significado de letra muerta.




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              

El día jueves 19 de febrero de 2015, la Coordinación de Comunicación Social del Senado de la República publicó el boletín No. 168 por el cual da a conocer, entre otras cosas, lo siguiente:

Por unanimidad, la Cámara de Senadores aprobó un dictamen que reforma diversos artículos de la Ley Federal del Trabajo, para incorporar la noción de trabajo digno o decente, prohibir cualquier tipo de discriminación en el ámbito laboral y regular, en igualdad de oportunidades, el acceso al empleo de personas con discapacidad.

En el dictamen se establecen como obligaciones de los patrones adecuar las instalaciones de trabajo, eliminar barreras físicas o rediseñar las áreas de empleo, a fin de que las personas con discapacidad cuenten con condiciones óptimas de accesibilidad, seguridad y libre desplazamiento para desarrollar sus actividades.

Es decir, nuestros ínclitos, que significa “ilustre, esclarecido, afamado”, decía, nuestros ínclitos legisladores por decreto han ordenado que se incorpore el trabajo digno o decente y también, que se destierre y se prohíba cualquier tipo de discriminación en el ámbito laboral, ordenando con ello la verdadera igualdad de oportunidades en el acceso al empleo de personas con discapacidad.

Y viene lo mejor: a partir de hoy pobre de aquél patrón que no tenga rampas, señales para invidentes, hipoacúsicos, personas con falta de movilidad motriz y otros más. Vamos, al buscar el término “hipoacúsicos” o su raíz “hipoacusia” resulta que no aparecen en el diccionario, es decir, el problema es tan poco, que no merece ni siquiera mención en los libros.

Sin embargo, cuando es usted el que sufre un problema, para usted es el fin del mundo. Para los demás, tal vez no sea más que un pequeño inconveniente. Cierto, en modo alguno voy a tratar yo de minimizar el problema de nadie. Lo que me interesa es dejar claro que quienes deberían proteger a la sociedad en su conjunto, lo único que están logrando es polarizar más los problemas y así, evitar soluciones. Trataré de explicarme.

Antes, hasta donde tengo entendido, es decir, lo que hasta hoy es válido, es que las empresas que han buscado apoyar a las personas con discapacidades, han obtenido apoyos de gobierno, tanto en materia fiscal como en descuentos de todo tipo. Además, las empresas que se han promocionado como “empresas incluyentes” se han ganado el respeto del público y ese, permítame decirlo, no se consigue por decreto.

Ahora, cuando van a hacer obligatorio algo, lo único que van a lograr es que la gente busque la manera de no cumplir, de darle vuelta a la ley o de actuar como se le ha hecho en México desde las Leyes de Indias: se acata pero no se cumple. Vamos, será letra muerta que al cajón del desperdicio legal irá a parar.

Lo que se debe encontrar es cómo eliminar la discapacidad de la gente, aclarando que no es discapacitado aquél a quien le falta un brazo, una pierna, un ojo o cualquier problema físico. Discapacitado es aquél que no es capaz de hacer las cosas, pero por su forma de ser, por su falta de disposición o su apatía, a esos son a los que se debe atender, tratar, buscar y ayudar a que sean mexicanos completos, íntegros y capaces. Los que tienen problemas físicos lo que necesitan es una oportunidad, no una ley que más los va a relegar. Y si no me cree, espere a ver resultados. Lo que están haciendo es crear una etiqueta más que a nada bueno conduce.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

lunes, 9 de febrero de 2015

El futuro de los sindicatos



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante       

En las redes sociales uno puede encontrar las mejores opiniones, a pesar de lo que acerca de ellas se dice. Eso me sucedió hoy, que opiné en el muro de un amigo acerca de los problemas de los trabajadores y las preguntas que ahí formulé, las copié y pegué en mi muro, habiendo conseguido unos comentarios excelentes.

Lo publicado era: ¿Y por qué nuestros jóvenes más preparados abandonan la seguridad de un empleo formal? R.- Por la pobreza de los sueldos, por las miserables condiciones de trabajo, por el desprecio del patrón al trabajador... ¿A qué te quedas con un patrón que te baja el sueldo cada vez que quiere? ¿Que no respeta tu dignidad como persona? ¿Que la seguridad que ofrece no garantiza nada?

Venía al caso por el tema a manejar, relativo a la falta de seguridad social de los empleos, a que ahora los jóvenes prefieren su independencia a entrar a un empleo formal y así, luchan por no tener ataduras.

Vinieron los comentarios: “Todo lo que se logró por medio de los sindicatos para protección al empleado -seguridad en el trabajo, semanas laborales de 40 Hrs, negociación de sueldo digno- se ha perdido con los nuevos servicios de "contratistas" donde los "no-empleados" son "libres" de "escoger" sus horarios, todo porque se vendió la idea que los profesionistas están por encima de los sindicatos, y se le ha restado autoridad a los sindicatos”, dijo Melba Langley y por su parte, Mauricio Martínez, expresó: “…Como conclusión, sí considero que los sindicatos son importantes y que son necesarios para mantener un estable ámbito laboral, sin embargo, hay un problema serio al que han optado por permanecer ciegos y que considero el problema más serio que deben acatar: En su afán individual por velar por sus propios intereses están ignorando la delicada naturaleza simbiótica en la que están, donde el perjuicio del otro invariablemente conlleva el perjuicio de sí mismo. Si el sindicato de patrones se limita a otorgar las prestaciones de ley y el salario mínimo en el afán de mantener alzadas sus utilidades, sus empresas tendrán un alto índice de rotación y bajos índices de productividad causados por la inconformidad de los trabajadores; de la misma manera, los sindicatos de trabajadores que exigen horarios holgados y prestaciones alzadas sin considerar que las utilidades de la empresas determinan su supervivencia, condenarán a muerte a su propia fuente de trabajo”.

De lo anterior tenemos dos posiciones que, sin ser divergentes, si son distintas para referirse a un mismo tema: el futuro de los sindicatos.

1.- Los profesionistas, los “freelance” son mejores porque pueden “escoger” horario, condiciones y casi todo, pero no tienen ni buen salario y ni siquiera las prestaciones de ley de un empleo formal.

2.- Los sindicatos (de patrones o trabajadores) que solo buscan aumentar sus conquistas, sin pensar que debe ser una política ganar-ganar, están logrando acabar con su “contrario” y al hacerlo, acaban consigo mismo. Cada paso que le ganan al otro, es un avance al precipicio para ellos mismos.

Ahora sí, voy a externar mi opinión. Yo he sabido de empresas que buscan pagar poco y mal, es decir, haciendo fraude a la seguridad social le dicen el obrero: “te doy de alta en el seguro con poco salario para que no pagues mucho de impuestos” cuando en realidad lo que hacen es evadir la carga que deberían pagar para tener la seguridad social que merecemos. Sin embargo, son los mismos que se quejan de que el Seguro Social es pésimo, que nunca hay medicinas, que el servicio es muy malo. ¿Cómo va a mejorar, si no pagan lo que se requiere?

Ahora, el joven que piensa que nunca va a necesitar seguridad social, que no se va a enfermar, ese joven busca que le paguen más, aun cuando no esté dado de alta ante el Seguro Social. El resultado es que a pesar de que en realidad tiene una relación de trabajo, tanto él como el patrón lo tratan de hacer pasar como “contratista” o como “freelance”, solo para no pagar impuestos ni uno ni otro. Claro, son los que más atacan al gobierno porque nunca sirven los servicios públicos.

En el fondo, hacer lo correcto, no exactamente lo que dice la ley, sino lo correcto, lo que sea moralmente válido, es lo que nos va a ayudar a salir del problema. Hace muchos años, las mujeres no podían votar, así decía la ley, así era lo legal, pero no era justo. Hubo protestas, gritos y se cambió el sistema para que pudieran votar. Ahora, a cualquiera se le hace lo más normal que las mujeres voten así como la igualdad de derechos.

Así ha de pasar con todo lo relativo a la ley. Es de sentimientos. Usted sabe, usted “siente” cuándo una orden, una disposición es justa y cuándo no. Muchas veces usted la acata porque es orden, pero sabe que es ilógica, que es contraria a la ley natural y también, que está produciendo resquemores en la sociedad.

Eso están logrando los sindicatos, de patrones y trabajadores. La molestia de la gente. En la forma en que han manejado sus relaciones, cuando a efecto de bajar los salarios, los patrones otorgan a los líderes premios en efectivo, vehículos, alhajas y demás signos exteriores de riqueza que a todos ofenden, en especial, a los propios sindicalizados.

Y claro, los trabajadores que aceptan esos estímulos, que saben que van en contra de los intereses de sus agremiados pero en favor de los suyos particulares, están logrando un beneficio inmediato que a la larga, será la causa de que se acaben el sindicato y también, la empresa.

Por eso ahora la idea es buscar el justo medio donde empresa y sindicato realmente busquen una relación ganar-ganar, en la que ambos vayan por la mejor fórmula para defender al que siempre debió ser el punto focal: el empleo.

Para el patrón, tener cubiertos con personal capacitado los puestos de trabajo que necesita, es un logro. Para el empleado, poder conseguir un buen puesto de trabajo, también es un logro. Por lo tanto, hacer que ambos logros sean una realidad para las dos partes, es la función de los sindicatos. Y la manera de lograrlo es haciendo que los beneficios vayan directamente a los trabajadores, que ya no se queden en los líderes. Y para la empresa, lo mejor es hacer público lo que otorga, para que todos los empleados sepan cuánto es lo que se está percibiendo. Mientras exista la opacidad en el manejo de la relación y también, de los fondos que otorga la empresa al sindicato, seguirá habiendo dudas, tentaciones y malos manejos. Y eso, ya no debe ser.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

lunes, 2 de febrero de 2015

Mesa de trabajo y recuerdos




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      

En septiembre de mil novecientos setenta, así, con letra para que no quede duda, ingresamos a la Escuela Secundaria Federal Lic. y Gral. Juan José de la Garza, en mi muy querido Matamoros, Tamaulipas, un grupo de niños de doce años o de once para cumplir doce, con la ilusión de aprender, de crecer en la vida, de ser gente de provecho y muchos sueños más.

El pasado sábado treinta y uno de enero de dos mil quince, apenas cuarenta y cinco años después, tuvimos la oportunidad de reunirnos una parte de aquellos niños en un restaurante de aquí de Monterrey. Faltaron los muchachos de Matamoros, es muy difícil viajar, como faltaron los que están fuera, en otras partes. Tenemos compañeros en Estados Unidos, en San Luis Potosí, en Guadalajara, vamos, hasta en Cancún anda alguno. Así que fuimos unos cuantos, diez para ser exactos, pero creo que estuvieron a punto de sacarnos del restaurante pues parecíamos exactamente los mismos niños de hace apenas cuarenta y tantos años…

¿Te acuerdas cuando a noséquién le pasó esto? ¿Tú estabas cuando al otro le pasó esto otro? Así, de ese tenor eran las preguntas y las respuestas casi siempre fueron carcajadas.

Claro, nos acordamos de los maestros y no sé si el tiempo que todo lo arregla o si nuestra memoria es selectiva pero al paso de los años, el juicio acerca de ellos es maravilloso. Desde el elogio a las maestras de inglés que tuvimos, con excelente dicción y además, guapísimas, hasta el reconocimiento a la sabiduría del maestro de matemáticas, Manuel C. de Gárate Guerrero, a lo que transmitía el Profe. Lupito, que sabía todo de biología pero que además era el papá de uno del salón, hasta la admiración a la Directora, la maestra Martha Rita, que suponemos debe haber salido de un cuartel o algo así para poder lidiar con tanto chamaco. Eso sí, cuando alguno tenía una pena, la misma maestra Martha Rita nos escuchaba y además, la maestra Amparito siempre estaba dispuesta a decirnos corazón. Para un niño de doce-trece años que un adulto ajeno a tus padres te atienda, creo que es la base en la que descansan los profesionistas que ahora somos.

Y empezaron los temas. Yo nada más tomo ocho pastillas al día. Mi nieto está más bonito. A mi hija le ofrecieron un empleo en sabrádiosdónde y cosas así.

Que los chamacos no se casan. Que se casan muy jóvenes. Que no se quieren casar. Que los van a rifar. Que ya tengo edad para ser abuelo pero mis hijos no tienen edad para casarse. Que yo no puedo ser amigo de ustedes que son abuelos, pues yo tengo todavía el corazón joven. En fin, cada uno quería, exigía la atención de los demás y cada uno trataba de complacer a todos. Hermoso, muy hermoso el espectáculo.

Usted que me conoce sabrá que estuve quietecito, observando y tomando apuntes, esperando que alguno cometiera un desliz para contárselo a usted en privado, aquí en estas líneas. Aclaro: ninguno se portó mal. No se pelearon ni se jalaron los cabellos ni se dieron de patadas, todo estuvo muy bien.

Además, algunos nos habíamos visto. Con unos más de cerca que con otros. Pero algunos tenían de no verse desde que salimos de la escuela, en junio de mil novecientos setenta y tres, hace escasos cuarenta y dos años. Les pedí que no se tardaran otro tanto para la siguiente reunión.

Nos despedimos con la promesa de volvernos a ver muy pronto. Ya luego le avisaré la fecha y lugar de la próxima reunión.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.