domingo, 26 de abril de 2009

Las ventajas de trabajar

Ya hemos comentado que no es lo mismo tener un “trabajo” que tener un “empleo”. Al menos, espero que Usted lo recuerde.

Ahora, ante Usted trataré de explicar la razón de por qué es mejor tener un trabajo que un empleo.

El que tiene un empleo, tiene también la seguridad de que está seguro el salario, que no debe quedar bien con nadie y si acaso, estará sujeto a apoyar a su sindicato, que es quien en muchas ocasiones le ha conseguido los privilegios de que goza.

Quiero aclarar, que en mi particular opinión, las formas de organización del ser humano, casi todas, son positivas.

Yo veo correcto que el hombre, como lo definiera Juan Jacob Rousseau, sea un ser gregario por naturaleza, es decir, que sea un ser que se congrega con sus semejantes para lograr lo que por sí sólo no podría conseguir.

Se juntó para cazar al mamut, se unió para hacer el viaje de un continente a otro y se ha reunido con sus semejantes para crear, desde la familia, célula de la sociedad, hasta el Gobierno, pasando por instituciones de servicio, sindicatos, cooperativas y cuanta forma de organización pudiera conocer.

De hecho, si repasamos en los tiempos, podremos ver que apenas hace unos cuantos instantes, en el tiempo, que el hombre ha podido organizarse.

Desde aquellos que crearon las primeras culturas, con su auge, esplendor, madurez, decadencia y posterior desaparición, como les pasó a Atenas, a Roma y por supuesto, a las civilizaciones como las de los Aztecas y Mayas, en suma, a todas las que en el mundo han sido, podremos ver que han existido formas de gobierno y uniones de personas, que siempre el hombre se ha preocupado por sus hermanos, eso si, con los elementos a su alcance en una época y lugar determinados.

Para la materia que nos ocupa, nos interesa apenas cuando el hombre empieza, a raíz de la Revolución Industrial, a formar los gremios.

Se empezaron a dar cuenta los obreros de una misma rama que juntos, podrían lograr mejores precios y oportunidades para sus productos y es así como nacen los gremios o asociaciones de zapateros, de artesanos, de mineros, de herreros, es decir, todos, de personas que tenían un oficio o arte mediante el cual podían subsistir.

No se unieron las amas de casa, como tampoco lo hicieron quienes tenían como único común denominador, el ser seres vivos, pensantes, actuantes en las sociedades pero con intereses dispares a los de los demás.

La unión quedó sólo para los que compartían intereses comunes.

Y dado que todos tenemos necesidad de trabajar, tal como ya lo hemos definido, resulta ser que se llama “uniones de trabajadores” y no “uniones de empleados” a los gremios, sindicatos, cooperativas y demás formas de convivencia humana que tienen como fin obtener provecho del esfuerzo conjunto.

Se le ha llamado Derecho del Trabajo, Derecho Laboral, Derecho de los Obreros, en suma, varias definiciones que abarcan a la protección que se otorga a la parte débil en la relación productiva, es decir, al que aporta su esfuerzo físico, no su capital monetario.

Debemos recordar también, que capital es aquello que nos permite generar riqueza. Se dice que alguien tiene capital cuando es dueño de dinero que le sirve para producir más dinero.

Pero también se denomina capital a la posibilidad de que alguien sea capaz de generar riqueza a partir de su intelecto, a partir de su esfuerzo intelectual, vamos, en cuanto más se usen las manos, menos se usa la mente y menos se gana.

A mayor uso de la inteligencia, menor esfuerzo físico y mejores ganancias. Esa debería ser la premisa válida para todos.

A pesar de lo expuesto, a aquellos que utilizan su capital intelectual, a los que producen de manera distinta al esfuerzo físico, supervisados por un patrón, no se les reconoce el carácter de trabajadores.

Se les llama “empleados de confianza”, como si la característica de los que no tienen ese mote, sea la desconfianza… Aquí debería haber una mayor reflexión, pero no es el tema.

A donde quiero me acompañe, querido lector, es a determinar que a todos aquellos que no son empleados formales de una fábrica, de una compañía, del propio gobierno en cualquiera de sus esferas, de un patrón establecido “conforme a la ley” (Ley Federal del Trabajo), no se les reconoce el carácter de trabajadores y por ende, se les niega toda posibilidad de acceder a las “prestaciones” que disfrutan los que son de desconfianza.

El empleado de la fábrica, tendrá derecho a una jornada máxima de ocho horas, a un aguinaldo anual, a un horario y sí, qué bueno.

Debemos proteger al que no sabe de la voracidad del injusto. Pero, al campesino, que empieza a trabajar cuando el sol sale y regresa a casa ya entrada la noche, al taxista que paga una renta por el coche y debe desquitarla, mediante jornadas de más de dieciocho horas diarias, al comunicador que empieza a dar noticias antes de que empiece el día y debe permanecer activo hasta ya entrada la noche, al profesionista independiente, ese que soñó que con un título profesional tendría garantizado su futuro y se sintió capaz de establecerse por su cuenta, a cada uno de los nombrados, ¿quién los protege?

Los proyectos, planes y sistemas del gobierno, ya federal, ya estatal o municipales, que son de apoyo a los que gozan de una relación laboral, se restringen a quienes gozan de una relación laboral formal y están dados de alta en un sistema de seguridad social.

¿Y a todos los demás? Al niño, al estudiante, al joven, al que se tiene que ir a otras latitudes para sacar la vida, al taxista, al taquero, a la señora que ayuda en las casas, a la madre que vende productos de puerta en puerta, convencida de que se ganará un carrazo último modelo, al profesionista, ya sea médico, arquitecto, abogado, dentista, ingeniero, veterinario, en suma, de cualquier profesión que trabaja por su cuenta, a cada uno de ellos, que sí trabajan, que sí producen, que sí participan de la sociedad, ¿quién va a brindarles los servicios de seguridad social?

Vamos, a cada uno de ellos, que para nuestro gobierno y nuestros genios de las finanzas, son desempleados formalmente pero que si se fija bien, son los que están sacando a México adelante, ¿quién habrá de protegerlos?

¿Cómo podremos lograr que todos los mexicanos, por el sólo hecho de serlo, tengan acceso a los privilegios de un empleo en razón de su trabajo?

Aquí trataré de retomar mi afirmación que da nombre a esta nota. Las ventajas de trabajar se dan cuando el hombre, léase hombres y mujeres, niños y ancianos, cultos e ignorantes, léase todos, encuentre en el esfuerzo, que es lo que implica trabajar, la posibilidad de obtener una justa retribución por ese afán.

Actualmente la gente necesita trabajar para obtener los satisfactores que antes, sin saberlo, tenía al alcance de la mano.

En el campo, que era el lugar donde residía la mayoría de la población, satisfacer el hambre era tan fácil como agarrar una gallina y guisarla, la tierra entregaba generosa sus frutos, incluyendo el maíz y frijol que constituyen la dieta básica, incluso ahora.

Para el desayuno, tan sencillo como hurgar en el gallinero y buscar un par de huevos.

La leche la daban las vacas, que siempre había cuando menos una en cada casa. No existía la pobreza extrema.

Pero los tiempos cambian y el espejismo de las grandes ciudades movió a muchos a tornar su ambiente bucólico en el trajín de la urbe, en soñar que una casa en la ciudad era sinónimo de progreso.

Y se abandonó al campo. Quedaron yermos los patios, horras las tierras y la producción de alimentos cayó.

Debemos recordar que hace apenas un siglo no existían los hospitales, como ahora sabemos que son, que no existía la expectativa de vida que ahora tenemos, que el promedio de vida era inferior a los cincuenta años y ahora excede los setenta, que los medicamentos han alargado la vida pero la pobreza ha reducido la calidad de esa propia vida.

Y aquí es donde entra lo más triste de todo. Que no ha existido un gobierno capaz, a pesar de ser una reación del propio hombre, de proteger a sus habitantes de manera cierta en contra de los avatares de la vida, de los infortunios que lleva implícito el estar vivo.

Cierto, para aquellos que disfrutan de una relación laboral formal, de los que están en un sistema de seguridad social, el peor yerro estriba en abandonarlo, si bien ello implica que esa misma permanencia en defensa de sus privilegios, implique una renuncia a la posibilidad de crecer como persona.

Vea Usted, querido lector, al taxista, cuando era empleado del dueño del taxi: jornada de ocho horas, aguinaldo, vacaciones, horas extras y demás.

¿Pensión? A veces, a cargo del Seguro Social. Eso sí, se quedaba con propinas, con lo de las “dejadas”, se le ponchaban las llantas, casi siempre, sin factura o nota, gastaba gasolina en exceso, total, la paga el patrón, en suma, lo que Usted y yo sabemos que ocurría.

¿Ahora? Ese mismo taxista renta el carro y paga una cantidad diaria por él, úselo o no lo use.

Y por supuesto, como sabe que la productividad depende de su esfuerzo, está al volante hasta dieciocho o veinte horas diarias, con apenas descansos para mal comer.

Raro, muy raro que se descomponga el carro. No produce. Eso, la verdad, no es vida.

El asalariado en el campo, igual. Sabe que tiene derecho a jornada máxima, a salario mínimo, a esfuerzo no medible.

En cambio, cuando eres dueño de la tierra, siempre tienes tiempo para atenderla y además, te das tiempo para reparar las cercas.

Los rancheros entienden de eso.

Estamos atrapados en medio de dos extremos igualmente dolorosos: el de aquél que tiene derecho a casi todo y lucha para no ser retirado y el del que no goza de derecho alguno pero es quien realmente produce.

Lo interesante, será encontrar el justo medio. Por razón de espacio, suspendemos esta colaboración.

La respuesta a lo planteado, queda pendiente para siguiente entrega, si logro gozar del favor de su atención.

Mi trabajo, será plantearlo. El suyo, ayudarme a difundirlo.

Ojalá logre interesarlo. Siempre trataré de estar dispuesto a atenderlo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.


Nota publicada en El Porvenir en el enlace:

miércoles, 22 de abril de 2009

Del transporte institucional

Hoy vengo ante Usted, mi querido lector, para comentarle un problema que creo sí tiene solución pero que requiere, como todo en la vida, de la voluntad de los actores involucrados para lograrla.

Me refiero a los vehículos que pertenecen a flotillas, los que se pueden identificar por colores o formas o por traer el logotipo o la marca que los identifica, que son los primeros que se notan a la hora de las quejas de tránsito pero que estimo son los que menos interés tienen, o cuando menos, algunos de sus choferes, en cambiar su forma de manejo.

Para empezar, los vehículos de la propia autoridad. Es lo más común ver que los trabajadores del municipio, de cualquiera de los municipios que aquí colindan o en su caso, en su ciudad, es lo mismo, en motocicletas, carros, camionetas y camiones con el logotipo del gobierno, se estacionen en lugares prohibidos, rebasen sin respetar los señalamientos de tránsito, abusen de saber que son “el señor autoridad”, así, con minúsculas, pues no han conquistado el respeto de la sociedad, ya que sabemos que el respeto se conquista, no se pide.

De manera frecuente y espero Usted me dé la razón, vemos que las patrullas de tránsito y las de policía, así como de los múltiples servicios particulares que por traer sirena y foquitos ya se sienten dueños de las calles, están aguardando junto a uno y de repente prenden la sirena, avanzan como que van a recibir herencia y los vemos dos o tres cuadras adelante, atacados a carcajadas, comiendo tacos o tomando refrescos.

Es un verdadero insulto a la población, que aún quiere confiar en ellos y que de verdad, quisiera respetarlos.

Caso aparte son los vehículos de esos que como deben mover dinero, se imaginan que todo mundo los va a asaltar. Son todo un caso. Se estacionan frente a los bancos, frente a las negociaciones de donde van a sacar o depositar dinero, con unas pistolas, rifles y carabinas que ya los quisieran nuestros guardianes del orden, con el dedo en el gatillo y apuntando a diestra y siniestra, con caras de malosos pero temblando de miedo, pues ya los han asaltado. Esa misma adrenalina los sitúa en una condición de extremo peligro para la gente, pues al no saber reaccionar, al no estar capacitados, son capaces de disparar “porque pensé que me habían atacado”, cuando lo cierto es que nadie se ocupa de ellos y cuando lo hacen, por supuesto que los malos ganan, pues ellos siempre están mucho mejor equipados.

Los repartidores de taquitos, de tortillas, de pan, de agua, de bebidas, de refacciones, de pizzas, en suma, los hombres y mujeres que van buscando ganarse la vida de manera honesta pero que nunca han recibido capacitación para el trabajo, de igual forma incurren en una serie de yerros que a la larga, son los que convierten en caótica la circulación de nuestra ciudad.

Fíjese Usted, mi amable lector, que normalmente fuera de los estanquillos, a media calle, están varios vehículos que transportan las mercaderías que han de ofertarse en las tiendas, vehículos cuyos conductores luchan por caminar menos, pues han de transportar sus productos que por lo general, pesan y mucho.

Buscan acomodo en la esquina aún cuando obstruyan el paso, se estacionan en doble fila a pesar de que impidan la libre circulación, se atraviesan en las banquetas, vamos, no dejan pasar a nadie.

Y todos, son vehículos de algún grupo industrial, comercial o de servicios que gasta de verdad en pretender capacitar a sus conductores. Algunos incluso insertan en las cajas de sus transportes leyendas como “El conductor ha sido capacitado” o algo así.

Esos mismos vehículos son los que a primera hora por las mañanas, salen de sus centros de encierro y parece que se reproducen y juegan carreras entre ellos. En una ocasión me encontré con muchos de ellos, todos de la misma marca, color y creo que hasta modelo, todos nuevecitos, pintaditos igual, que iban saliendo. Se me figuraron niños saliendo de una escuela pero sin dirección ni control ni manejo de un adulto.

Se esparcieron por las avenidas aledañas que era un gusto. Deben de haber sido más de cincuenta carritos y algunos, llegaron apenas a dos o tres cuadras a comer tacos, otros se fueron a sus labores, otros se veían melancólicos. Creo que hasta un carrito triste vi. Creo.

Pero no se vale que el nombre y la buena fama de la empresa, que gasta en posicionamiento como la mejor, ande en los pedales de unos cuantos carritos dando lástimas y levantando irritaciones. No se vale.

Recién me he enterado, ahora que he empezado a comentar este asunto, que incluso, una empresa muy grande, con muchas unidades de reparto, no cubre seguros pues aducen sus directivos que prefieren gastar en capacitar a sus empleados y sí, al parecer, ahora que me lo mencionan, es raro ver a los vehículos de esa empresa, involucrados en choques o problemas viales. ¿Verdad que portarse bien sí reditúa?

Ahora bien, circule por cualquiera de las avenidas de esta ciudad y verá que otros vehículos institucionales, los camiones de pasajeros, compiten por ver quién hace las mayores tropelías. Cierto, se ha modernizado el equipo mecánico, cierto, algunos camiones ya hasta parecen, por fuera, sacados de aquella película “México 2000” que protagonizaran don Chucho Salinas y Héctor Lechuga, pero el servicio… el servicio… ¿qué le puedo decir al respecto si Usted lo sufre a diario? Ya dije todo.

Casi a diario un camión de pasajeros se lleva los titulares de la prensa, pues participan en accidentes que lesionan a la sociedad. La pérdida en horas-hombre es inmensa, los daños materiales son cuantiosos y cuando desgraciadamente se pierden vidas humanas, es cuando se grita a los cuatro vientos que ahora sí se va a corregir todo. De hecho, comentando esta nota con directivos de una ruta de camiones, me indican que sus unidades ya están equipadas con localizador satelital y que incluso, ya cuentan con sensores para conocer la forma de manejo de sus conductores. Vamos avanzando.

Por eso dije al principio que creo que sí tiene solución el problema de los vehículos institucionales.

Si Usted, como dueño o gerente de una de las empresas le pregunta a sus trabajadores, a sus choferes, todos le van a decir que jamás infringen el reglamento de tránsito, que nunca se estacionan en doble fila, que son los mejores y más atentos y más amables conductores del mundo.

Pero si Usted le pregunta a la sociedad, si Usted efectivamente hace caso cuando alguien le avise que su unidad placas tal o cual o le informan del número económico, está mal estacionado o ha infringido alguna norma de tránsito, podrá hacer algo.

Vamos, los que sufren a diario es la gente común. El que sabe cuáles son los más bravos, es la población en general. Quien conoce a los que ignoran todo, es el ciudadano que debe sufrir a los conductores, que reitero, están perfectamente identificados, pues manejan la unidad “número económico tal” y el patrón sí puede saber a quién llamarle la atención.

Yo, Usted ya me conoce, he hablado a los números que traen las unidades. Claro, no he obtenido respuesta, salvo una o dos ocasiones.

Pero, ¿Y si se creara una comisión de ciudadanos, ajenos al gobierno, patrocinada por los mismos empresarios, para recibir las quejas, anónimas?

¿Si el empresario les dijera a los conductores que va a llevar registro de las quejas y cumpliendo tal o cual número de reportes se le manda investigar?

¿Si el departamento de tránsito pudiera saber de las unidades con mayor número de quejas? ¿Y si la información sirviera como parámetro para expedir o negar licencias de conducir?

Lo empecé a comentar con varios de los amigos que tengo cerca y todos, han sido de la opinión que como idea, vale la pena analizarla, comentarla y por qué no, llevarla a la práctica.

Es decir, crear un ente ajeno al gobierno, pagado por los mismos empresarios que realmente quieren saber qué sucede con sus unidades y permitirle al público en general, avisar cuando sean lastimados u ofendidos por un vehículo de los descritos.

Imagínese Usted, querido lector, que pudiera tener la tranquilidad y seguridad que si habla al número tal o envía un mensaje a tal o cual dirección electrónica, alguien, va a tomar nota, va a llevar un registro y cuando esa unidad, la que Usted reportó, incurra en algún accidente vial, alguien le va a avisar a las autoridades de Tránsito o incluso judiciales, la conducta de los operadores.

Vamos, que el patrón pueda tener la certeza de que alguien, ajeno a él mismo, le va a avisar sin componendas de ninguna especie, que su unidad número tal o cual lleva tantos reportes en la semana o mes, o bien, que de todas sus unidades, ninguna ha sido reportada.

Imagine Usted que es dueño de una empresa y puede Usted anunciar a los cuatro vientos que sus unidades jamás participan en problemas viales, al menos, no como culpables.

Hasta el costo de los seguros les sería más favorable.

Podrían cambiarse muchas cosas, empezando por la cultura de la gente.

Piénselo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U.A.N.L
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la U.A.T.
Miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.
Catedrático de licenciatura y posgrado en la Universidad del Valle de México, Campus Monterrey.


Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

martes, 21 de abril de 2009

De la Filantropía.

Que tu mano derecha no sepa
nunca lo que hace tu mano izquierda. Evangelios

Uno de los sentimientos íntimos más agradables es el de ayudar. Cuando te presentas ante otro a resolver algún problema y lo logras, la sensación que te queda es impresionante.

Dígalo si no el hecho de que ayudes a tu hermano, a tu amigo, siendo niño, a arreglar la bicicleta, a obtener un lugar en la fila, a lograr terminar una tarea pendiente.

Tú te sientes bien y todos a tu alrededor, cuando se dan cuenta de tu acción, te felicitan.

Creces y entonces, logras la misma sensación cuando ayudas al desvalido, al enfermo, al que necesita de ayuda.

Es parte de la naturaleza del hombre y es motor que lo ha impulsado a lograr grandes hazañas.

También, algunas que no significan hacer mucho por la humanidad, pero que son suficientes para lograr que el fuero interno alcance una plenitud excelsa.

Tenemos unos ejemplos maravillosos en las narraciones mensuales del libro “Corazón, Diario de un Niño”, de Edmundo de Amicis, italiano.

Ese fue libro de texto en gran parte de América y debería ser referente obligado aún.

El problema lo encontramos cuando esa ayuda, es sólo para demostrar a los demás que nosotros somos capaces de ayudar.

Es decir, hoy quiero tratar de explicar a Usted, mi querido lector, la gran farsa que significan muchos, no todos, los grandes esfuerzos de ayuda que se realizan en nuestro país por las grandes corporaciones.

Cuando surgieron las ONG’s, es decir, los Organismos No Gubernamentales, del tipo de la Cruz Roja, lo hicieron de manera paralela al poder establecido, sin contar con presupuesto oficial y ajenos a los dictados de la política.

Quienes participaron en los inicios de los Organismos de ayuda, lo hicieron de manera desinteresada, donando su tiempo, las más de las veces y en algunos casos, brindando también su dinero.

Al pasar los años, los dueños de los grandes capitales se dieron cuenta que “viste” ser un filántropo, es decir, un “amante de los hombres” por su etimología.

Ese amor lo demuestran socorriendo al necesitado, estableciendo casas de reposo para ancianos, hogares para niños menesterosos, becas para estudiantes sin fortuna, socorro a los indigentes, clínicas para discapacitados, en suma, una muy amplia gama de formas de ayudar a los demás.

Excelente, podría decirse.

El problema lo encontramos en que el gobierno, según para lograr que hubiera más apoyos, permitió que los donativos a los Organismos No Gubernamentales, es decir, al aparato ajeno al Gobierno que realiza funciones que deberían corresponderle al poder público, fueran deducibles de impuestos.

Si Usted, mi querido lector, regala cien pesos a una institución de beneficencia, podrá obtener a cambio un recibo que es deducible de impuestos.

Ello significa que cuando a Usted le corresponda presentar su declaración de Impuesto sobre la Renta, podrá decir: “Debo mil pesos, pero acompaño un recibo deducible de impuestos por cien pesos y por tanto, ya sólo debo pagar novecientos”.

Excelente, podría decirse. Es un ciudadano que colaboró a solventar necesidades de nuestros hermanos.

El truco, en algunos casos, está que quienes manejan formalmente esos centros de “ayuda”, son los amigos, hijos, esposas y demás parentela de los pudientes que, así, a pesar de no tener capacidad alguna, obtienen un puesto directivo en una empresa muy poderosa, con sueldos estratosféricos, que obviamente, al ser parte de los gastos de la empresa de “ayuda”, son deducibles de impuestos.

Así, el dueño de la empresa, que debería pagar, digamos, un millón de pesos de impuestos, le dice al Gobierno que sus donativos alcanzaron un millón cien mil pesos y que por tanto, el poder público, el Gobierno, le debe cien mil pesos, mismos que le son devueltos, pues realizó grandes “donativos”.

Entonces, empresas que deberían ser las garantes de la recaudación fiscal, resultan ser las más beneficiadas con los donativos realizados y además, obtienen del erario devolución de grandes cantidades.

Además, algunas empresas solicitan ayuda del público en general, vía diversos mecanismos de “donación”, que les permiten recaudar grandes cantidades y luego, las enteran a las propias empresas de ellos como donativos.

Acuérdese que ahí tienen a sus hijos, esposas y amigos en puestos directivos, con grandes sueldos que se deducen de impuestos.

Cuando enteran al erario de los “donativos” realizados, lo hacen a nombre propio la mayoría de las veces, salvo honrosas excepciones.

Algunos de los “donativos”, inclusive, son duplicados por las empresas, que así, deducen lo que recaudaron del público en general y lo que ellos aportaron, que de cualquier manera les son deducidos de sus impuestos.

Los donativos en cajeros bancarios, los redondeos en tiendas departamentales, el “boteo”, en suma, la totalidad del dinero que es recaudado del público en general, se deduce de impuestos.

Había olvidado decirle que cuando Usted comete el “crimen” de decir que no desea apoyar tal o cual causa, los que están a su alrededor lo miran como si fuera bicho raro, como si fuera un ser de otro planeta, como alguien ajeno a la sensibilidad humana.

Lo cierto es que si Usted realmente quiere apoyar una causa noble, pague sus impuestos.

Verá que a pesar de los pesares, si el gobierno tiene dinero para sus fines, habrá de realizarlos.

O cuando Usted quiera dar una limosna, una dádiva graciosa, un regalo, páguelo con su dinero, no con el de los contribuyentes.

Eso no es moral, no es ético y además, es indigno. Debería ser delito.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

Comentarios: josegomezporchini@yahoo.com

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Mensaje de Navidad (21/12/2008)


Los primeros 50 (22/10/2008)


Cambio de rumbo (07/10/2008)

sábado, 11 de abril de 2009

De la 49 Asamblea de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.

Hoy, aquí en casa, en la paz y tranquilidad de mi hogar, donde parece ser que puedo tomar decisiones, estoy tratando de poner en claro mis ideas para explicarle a Usted, mi querido lector que siempre va un paso más allá de lo que yo puedo andar, lo que sucedió en la 49 Asamblea de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social celebrada en la Ciudad y Puerto de Tampico los días del 05 al 08 de abril de 2009.

Primero, tratando de ir en orden, un día tomé conocimiento que allá habría de celebrarse la Asamblea, lo que me dio mucho gusto, como tamaulipeco que soy y me siento, que se hubiera escogido el puerto donde tantas aventuras he pasado y que se quedó grabado en mis recuerdos.

Preparé mi ponencia, hablé con mis alumnos de aquí y de allá para invitarlos, le hice saber del evento a varios amigos tomando las providencias del caso. Que hacer reservaciones de hotel, enviar e imprimir las ponencias, juntar algo de dinero y todo lo que se requiere para que de nuestra parte el evento fuera un éxito.

Hablé con mi esposa y mis hijos. Tina y Daniel me acompañaron. Como José ya es productivo, resulta ser que tenía que cumplir con sus deberes, así que se quedó en casa, en Monterrey, con el miedo de la mamá. Para qué les explico que las llamadas fueron para preguntarle que si había comido, que si estaba bien, que si atendió a Miel, la perrita de casa y cosas así. Que si cerró la reja, que si el carro tenía llave y todo lo que una mamá puede encargarle a un hijo que se queda solo, pero que demuestra con creces que es acreedor a la confianza que en él se deposita.

Llegamos el domingo cinco a medio día y nos registramos en el Hotel sede, que fue el Posada de Tampico. Por cierto, magnífico y cada día más grande. Sólo nos faltó el laurel de la India que lo adornaba en la entrada.

El registro como asambleístas, el saludo con los amigos de varias asambleas, el abrazo con los compañeros de oficina que tuve el enorme placer de saludar, las deferencias y atenciones de quien fuera mi superior jerárquico muchos años, total, fue una tarde-noche de gozar, de saludos a diestra y siniestra y de grandes alegrías.

También, una que otra noticia de esas que nunca se deberían recibir. Los que se nos adelantan en terminar la vida. Sin embargo, cuando la vida fue buena, cuando el hombre se ganó a pulso el respeto, cariño y admiración de los demás, cuando la vida fue productiva, vale la pena.

El lunes vino la primera ceremonia togada. La Inauguración formal, muy académica, el saludo a los nuevos miembros, algunos, como Raquel y Jesús viejos amigos y compañeros de aventuras, otros nuevos como Juan Carlos que ahora suma un logro más a los muchos que lo visten y muchos otros nuevos académicos que no alcanzo a recordar. Ya ven como soy. Y por supuesto que les ofrezco una disculpa.

Y empezaron las conferencias magistrales. El Docto, que significa erudito, sabio, conocedor, Mario Pasco Cosmópolis, que pareciera que exageró en la dedicación con que preparó su tema. Excelente y magnífico. Don Pedro Ojeda Paullada, cuya sola mención implica evocar a un gran conocedor de las entrañas del poder, que sabe de pesca, de justicia, de trabajo, en suma, que sabe todo lo que un jurista debe saber, además, académico desde hace mucho; el Doctor Ángel Guillermo Ruiz Moreno, que casi puede ser sinónimo de Seguridad Social, pues es de los que más saben del tema y actualmente es Presidente de la Junta Directiva Internacional de la Asociación Iberoamericana de Juristas del Derecho del Trabajo y la Seguridad Social ‘Dr. Guillermo Cabanellas’ (AIJDTSSGC), entre otros muchos méritos académicos.

Por supuesto, el Doctor Néstor de Buen Lozano, que me brindó la oportunidad de hacerle entrega de un ejemplar del texto donde narro la historia de la asamblea de Chihuahua, en la que participó, con todo lo que ello implica. Baste y sobre decir que demostró por qué está en el sitial más alto de los Ius laboralistas en México. Lo acreditó a la perfección, como siempre lo hace.

Don José Dávalos Morales, autor del libro, para que lo ubiquen, nos regaló su saber en su intervención; el Doctor Román M. Velasco González, de Puerto Rico, quien también me permitió explicarle la propuesta que por Usted, por mi familia, por mis amigos y por México, he seguido tratando de hacer valer y he seguido impulsando.

Claro, entre conferencia y conferencia hubo las Mesas de Trabajo, las que son el filtro para las ponencias que han de discutirse en las plenarias y en las que, sobre todo los muchachos, los estudiantes, demostraron de qué están hechos.

Hubo uno que cuando escuchó la intervención del Dr. Rubio de Chihuahua, con su voz tronante, con su elocuencia y además, con todo la sabiduría con que se expresa, me comento a sotto vocce: si ese señor habla en contra mía, ahí me desmayo. Claro, ni se desmayó ni nada. Pero bueno, así es el encuentro con la academia, con enfrentarte a quien disiente de tu opinión pero lo hace con respeto, con ganas de que de tesis y antítesis, surja siempre una síntesis que permita perfeccionar el conocimiento. Eso es la academia.

Además, hubo comidas. Fueron en uno de los salones del propio hotel sede y fueron aderezadas con mariachis, en donde algunos de los muchachos y hasta algunos de los que ya acumulan mucha juventud, se animaron y saltaron a la palestra a entonar sus canciones. A algunos más les vale que se sigan perfeccionando en el derecho y dejen eso de la cantada a los que nacieron con ese don. Lo que natura no da, Salamanca no presta. Otro día, amenizó un conjunto regional y todos, universitarios.

Almuerzos. Tuve el honor de compartir mesa con los Doctores Fernández Arras, Ruiz Moreno, Pasco Cosmópolis, Ascencio Romero; saludé a muchos amigos, nuevos y ya de tiempo.

Tuve oportunidad de comentar con el Dr. Luis Moral, compañero de editorial sin que lo supiéramos, con el Maestro y ahora Académico de Número Juan Carlos Ley Fong, quien incluso me hizo el honor de invitarme en próxima fecha a regresar a Tampico a platicar con los alumnos, distinción que en mucho me honra y que por supuesto, acepté.

Saludé al autor de la nota por la que se propone un seguro en caso de robo o daños a cargo de los Ayuntamientos, con el sólo pago del impuesto predial, Dr. Luis Enrique Mendoza Barrientos, con quien comenté muchas cosas de actualidad.

También, platiqué con alumnos de muchas escuelas y vaya que saben preguntar. Además, como que ya no se conforman con las respuestas de siempre y quieren respuestas a preguntas que yo nunca había escuchado.

De repente, apareció frente a mí un muchacho, alumno de sexto semestre de derecho y me dijo: -Soy Sebastián Castillo Jiménez y yo a Usted lo conozco-. De inmediato supe que era hijo de mis compadres Sergio y Gladys, a pesar de que su voz, su cara y su aplomo ya no eran de niño, como lo dejé de ver, sino de todo un caballero. Me dio mucho gusto verlo y tuve oportunidad de platicar con su padre, quien fue a saludarnos y platicamos de los escasos diez años que teníamos de no vernos. Así es la vida. A veces se va sin que nos demos cuenta.

Lo demás, fueron la disco, que no se para que van los muchachos si al otro día no pueden ni hablar. Vamos, casi no podían respirar. Quisimos ir, pero la cambiaron de sede, a otra en la que ofrecieron espuma y con todo lo que cargo en los bolsillos y lo cerca que estoy de enmohecerme, si me mojo no sé que pueda suceder. Nos quedamos con ganas de bailar música de los viejitos, que por supuesto, no me cuento entre ellos. Yo, por cortesía.

Los paseos de los acompañantes, de los que lo único que puedo comentar es que cuando menos tres de las esposas de académicos que fueron el lunes, no se pudieron levantar hasta que les quitaron el suero de la intoxicación que sufrieron y que además, ¡les cobraron! Tal vez hubo más, no lo dudo, pero no me enteré. Conste, no digo más por ser la Universidad Autónoma de Tamaulipas la anfitriona. Sé que no fue la responsable de los paseos.

Al final, pasaron las ponencias que fueron aprobadas en las mesas de trabajo, la mía entre ellas y empezó la Plenaria. Al frente, como desde casi siempre, el Doctor Raúl Enrique Arriaga Reséndiz, quien tiene todas las tablas del mundo y un conocimiento perfecto de la naturaleza humana. Presiona cuando es necesario, aclara cuando debe hacerlo y logra que las sesiones sean tersas, como planchaditas.

Por supuesto, la primera vez que nos enfrentamos a él, los nuevos sentimos la desesperación de ver que nuestro esfuerzo no fructifica pero el tiempo es el mejor maestro. El Dr. Arriaga apenas tiene como cincuenta años de manejar derecho laboral. Además, con soltura pues se sabe de todas, todas.

En mi turno, pasé, resumí al máximo El Homicidio Laboral y me dirigí a la audiencia: los estoy viendo y han de ser mis alumnos, así que más vale que voten en mi favor. Y lo logré. En la mesa obtuve 96 votos a favor y 33 en contra, con el apoyo de mi amiga Felícitas, de Coahuila.

En la plenaria, no hubo votos en contra. Claro, estaban apercibidos. Pasó sin oposición y por abrumadora mayoría.

Casi para terminar, en ceremonia togada, se dio la imposición de la Venera Guillermo Hori Robaina a quienes cuentan con méritos académicos suficientes para conseguirla, entre otros, trabajo de muchos años. Se impuso a Don Héctor S. Maldonado Pérez, neoleonés de la mejor cepa quien ha sido todo en materia de derecho laboral, catedrático y directivo de mi Facultad, amén de Secretario General de Gobierno y cosas por el estilo. A él le agradezco que me invitara a ser miembro de la Academia.

Se impuso también al Dr. Roberto Rubio Uribe, que dijo que los últimos treinta y tres años sólo ha faltado a dos asambleas y que le ha tocado organizar tres en Chihuahua, su tierra. La Universidad de Chihuahua es su campo de trabajo y ha visto florecer su trabajo en académicos y abogados de éxito. Yo ya tuve oportunidad de acudir a una organizada por él y conste, resultó perfecta.

Terminó el evento con la clausura a cargo del Sr. Lic. y Académico, titular de la mesa de derecho burocrático, ex Presidente de la República, Don Miguel de la Madrid Hurtado. Cabe aclarar que las ovaciones que se le prodigaron, siempre fueron muy respetuosas. El Señor tiene su lugar.

En la foto oficial, salimos los que estábamos y parafraseando a Don Fidel, los que se movieron no salieron en la foto.

El regreso fue el jueves, según de madrugada y salimos casi a las cinco de la tarde.

Nos encontramos a los muchachos de Chihuahua, el Dr. Roberto Rubio Uribe al frente, con Luis, Karla, el Lic. Portillo y otros, que sufrieron un desperfecto menor en su unidad. Salieron del apuro en Victoria y no cenamos juntos porque el restaurante lo cerraron. Nos monitoreamos por “mensajitos” hasta saber que llegaron con bien.

Mis amigos Omar y Lidia, de la Editorial Elsa G. de Lazcano, ofrecieron y vendieron libros, los míos entre ellos y tuve oportunidad de ver la forma en que se me fueron de las manos. Es un orgullo saber que alguien se interesa en tu esfuerzo.

Existe la voluntad de vernos en Morelia el próximo año.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U.A.N.L
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la U.A.T.
Miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.

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