Los partidos políticos en México y en la mayoría de los países del mundo, no pueden ser propiedad de nadie por su naturaleza propia, por su esencia misma, que implica la suma de los esfuerzos de un grupo de ciudadanos en busca de alcanzar el poder por la vía más o menos democrática.
Sin embargo, tampoco es cosa de que Usted llegue a un partido y diga: “Quiero ser presidente municipal o diputado o senador o algo así” para que el partido le haga caso. De ninguna manera. Lo cierto es que Usted debe ingresar a las filas del partido a “hacer talacha”, es decir, a hacer carrera en el partido, que va desde empezar pegando fotos de los candidatos en los postes hasta pertenecer a la élite que piensa y elabora discursos. Luego, muchos años después y en muchos casos, nunca, Usted podrá optar por un puesto de elección popular.
Sin embargo, como no existen suficientes puestos en los que se pida la opinión de los votantes, lo cierto es que cuando un candidato de tal o cual partido gana, lo que hace es aprovechar la estructura formal de gobierno para acomodar a sus amigos y a los que han demostrado que trabajan por el partido.
Así es la cosa pública y así debemos entenderlo. Querer que sea de otro modo o es ingenuo o es perverso… o vamos logrando algo nuevo.
Sin embargo, el hecho de que así sean las cosas y así se hayan hecho siempre, no quiere decir que así se deban seguir haciendo. Encontrar la forma de intervenir en una elección sin recurrir a los partidos políticos, es el reto que muchos mexicanos, ya cansados y hastiados de los partidos formales, han lanzado. El sistema, obvio, no da respuesta pues iría en contra de su propia supervivencia… si no sabe cómo enfrentarlos sin salir dañado.
Ahora, Usted y yo, mi querido lector, vamos a tratar de encontrar una solución que permita a todos los interesados salir en paz y a salvo de este asunto. Vamos a tratar de encontrar una vía que permita la participación de candidatos independientes a los partidos y que al mismo tiempo, soporte la estructura de los propios partidos.
Crear, administrar y posicionar un partido político cuesta mucho dinero y en México, más. Aquí, cada ápice de democracia nos ha costado, en pesos y centavos, cantidades inconmensurables. No es cuestión de tirar por la borda lo invertido. Debemos defender al IFE y sus logros.
Sin embargo, no son los partidos la respuesta eficiente a lo que muchos ciudadanos quieren, lo que los convierte en entes casi inservibles y anacrónicos. ¿Qué podemos hacer?
La respuesta va en dos vertientes distintas que pueden y deben coexistir de manera paralela.
Una, que siga la vida institucional de los partidos como están. La gente se encargará de generar democracia a su interior en cuanto el partido vea que tiene un verdadero rival al frente.
Dos, crear la figura de los candidatos independientes que sin apoyo oficial alguno, se les permita participar. Lo anterior implica que si Usted o el señor de más allá quiere ser Presidente Municipal o diputado de tal o cual ciudad y tiene dinero para participar en la contienda, en contra de los candidatos oficiales de los partidos que cuentan con la infraestructura completa, que participe. Que gaste su dinero y que disfrute su lucha.
Si pierde, que sin llorar por lo perdido y gastado en campaña se vaya para su casa y listo. Se acabó la tracalada.
En cambio, si el voto popular le favorece y le gana a los candidatos de los partidos oficiales o reconocidos, de cualquier color que sean, que el sistema le reconozca sus gastos de campaña y le cubra una muy alta proporción de los mismos, descontando lo cubierto de las futuras entregas a los partidos que perdieron.
Vamos, si en San Pedro de los Ángeles, pueblo ficticio, existe candidato de cuatro partidos subvencionados por el gobierno y Don Juanito, el ranchero del pueblo decide participar porque ya no aguantan a los que “ponen” los del gobierno, que le entre y si gana, que el gobierno le restituya lo que gastó y a la siguiente elección, lo que se le haya entregado, se descuente de manera proporcional entre los partidos que contendieron contra Don Juanito.
En ese momento, los partidos sabrían que la voluntad del pueblo cuenta y se cuidarían mucho de buscar que los candidatos tengan conexión con la gente, con el pueblo, que sean de los mismos ciudadanos, no uno “bonito” que jamás ha pisado el rancho pero que es compadre “del de arriba”.
Es decir, que el único requisito para que el precepto constitucional que garantiza “votar y ser votado” sea válido, sea cubrir la condición de ciudadanos, ya no de miembros de un partido político, pues la ley fundamental en modo alguno establece como limitante al derecho citado “ser miembro de un partido político” o “bailar en Chalma” o cosas así. La Constitución no establece límites y la ley secundaria tampoco debe establecerlos. Tal vez, no permitir que todos jueguen a costa del gobierno, que es lo que más de uno busca.
Si Usted quiere participar, que lo dejen hacerlo pero que a Usted le cueste. Si gana, tendrá derecho a que se le restituya. Si pierde… siga participando.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Sin embargo, tampoco es cosa de que Usted llegue a un partido y diga: “Quiero ser presidente municipal o diputado o senador o algo así” para que el partido le haga caso. De ninguna manera. Lo cierto es que Usted debe ingresar a las filas del partido a “hacer talacha”, es decir, a hacer carrera en el partido, que va desde empezar pegando fotos de los candidatos en los postes hasta pertenecer a la élite que piensa y elabora discursos. Luego, muchos años después y en muchos casos, nunca, Usted podrá optar por un puesto de elección popular.
Sin embargo, como no existen suficientes puestos en los que se pida la opinión de los votantes, lo cierto es que cuando un candidato de tal o cual partido gana, lo que hace es aprovechar la estructura formal de gobierno para acomodar a sus amigos y a los que han demostrado que trabajan por el partido.
Así es la cosa pública y así debemos entenderlo. Querer que sea de otro modo o es ingenuo o es perverso… o vamos logrando algo nuevo.
Sin embargo, el hecho de que así sean las cosas y así se hayan hecho siempre, no quiere decir que así se deban seguir haciendo. Encontrar la forma de intervenir en una elección sin recurrir a los partidos políticos, es el reto que muchos mexicanos, ya cansados y hastiados de los partidos formales, han lanzado. El sistema, obvio, no da respuesta pues iría en contra de su propia supervivencia… si no sabe cómo enfrentarlos sin salir dañado.
Ahora, Usted y yo, mi querido lector, vamos a tratar de encontrar una solución que permita a todos los interesados salir en paz y a salvo de este asunto. Vamos a tratar de encontrar una vía que permita la participación de candidatos independientes a los partidos y que al mismo tiempo, soporte la estructura de los propios partidos.
Crear, administrar y posicionar un partido político cuesta mucho dinero y en México, más. Aquí, cada ápice de democracia nos ha costado, en pesos y centavos, cantidades inconmensurables. No es cuestión de tirar por la borda lo invertido. Debemos defender al IFE y sus logros.
Sin embargo, no son los partidos la respuesta eficiente a lo que muchos ciudadanos quieren, lo que los convierte en entes casi inservibles y anacrónicos. ¿Qué podemos hacer?
La respuesta va en dos vertientes distintas que pueden y deben coexistir de manera paralela.
Una, que siga la vida institucional de los partidos como están. La gente se encargará de generar democracia a su interior en cuanto el partido vea que tiene un verdadero rival al frente.
Dos, crear la figura de los candidatos independientes que sin apoyo oficial alguno, se les permita participar. Lo anterior implica que si Usted o el señor de más allá quiere ser Presidente Municipal o diputado de tal o cual ciudad y tiene dinero para participar en la contienda, en contra de los candidatos oficiales de los partidos que cuentan con la infraestructura completa, que participe. Que gaste su dinero y que disfrute su lucha.
Si pierde, que sin llorar por lo perdido y gastado en campaña se vaya para su casa y listo. Se acabó la tracalada.
En cambio, si el voto popular le favorece y le gana a los candidatos de los partidos oficiales o reconocidos, de cualquier color que sean, que el sistema le reconozca sus gastos de campaña y le cubra una muy alta proporción de los mismos, descontando lo cubierto de las futuras entregas a los partidos que perdieron.
Vamos, si en San Pedro de los Ángeles, pueblo ficticio, existe candidato de cuatro partidos subvencionados por el gobierno y Don Juanito, el ranchero del pueblo decide participar porque ya no aguantan a los que “ponen” los del gobierno, que le entre y si gana, que el gobierno le restituya lo que gastó y a la siguiente elección, lo que se le haya entregado, se descuente de manera proporcional entre los partidos que contendieron contra Don Juanito.
En ese momento, los partidos sabrían que la voluntad del pueblo cuenta y se cuidarían mucho de buscar que los candidatos tengan conexión con la gente, con el pueblo, que sean de los mismos ciudadanos, no uno “bonito” que jamás ha pisado el rancho pero que es compadre “del de arriba”.
Es decir, que el único requisito para que el precepto constitucional que garantiza “votar y ser votado” sea válido, sea cubrir la condición de ciudadanos, ya no de miembros de un partido político, pues la ley fundamental en modo alguno establece como limitante al derecho citado “ser miembro de un partido político” o “bailar en Chalma” o cosas así. La Constitución no establece límites y la ley secundaria tampoco debe establecerlos. Tal vez, no permitir que todos jueguen a costa del gobierno, que es lo que más de uno busca.
Si Usted quiere participar, que lo dejen hacerlo pero que a Usted le cueste. Si gana, tendrá derecho a que se le restituya. Si pierde… siga participando.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Habrá alguien que ya aya ganado de esa manera? y si no lo hay pues porque no empezar y poner el ejemplo. Pues entonces investigaré los requisitos para aparecer en la boleta. saludos
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