domingo, 24 de enero de 2010

De la Democracia.

Con especial afecto a todos los interesados en lograr un mejor México.

El hombre es un ser gregario por naturaleza. Esto significa que el hombre tiende a juntarse con sus semejantes para poder defenderse de sus enemigos comunes, para tener una convivencia mejor, para disfrutar la vida.

Todos hemos escuchado cuando la gente habla de congregarse, es decir, cuando se junta. Igual hemos tomado conocimiento de cuando segregan a alguien, es decir, cuando lo hacen a un lado. También de cuando se agregan. Todos son derivados del mismo término.

Para poder vivir en comunidad, el hombre ha debido dejar a un lado algunos derechos que podrían considerarse muy suyos, pues ha de sujetarse a las reglas que la sociedad le dicta. Por tanto, si bien es cierto cada uno es libre de hacer al interior de su domicilio lo que le plazca, también es cierto que no puede andar por la calle sin más ropajes que su inmoralidad y sus vergüenzas, pues ello lo lleva a quebrantar las reglas que el mismo hombre se ha impuesto.

Lo mismo sucede desde que se es niño. Va aprendiendo a jugar, y debe aprender a compartir sus juguetes, como también aprende a jugar con los demás, aún cuando el juego no sea el que él haya propuesto.

En el caso de una colonia o barrio, en el que conviven diez o más niños, siempre hay un líder que propone los juegos. Los demás, o lo secundan, o se segregan.

Más adelante, ya en etapas de estudiantes, se reúnen aquellos que tienen intereses comunes: por un lado van las niñas estudiosas, muy bien portadas. Por otro, el grupito de deportistas, que lo mismo juegan fútbol callejero, que participan en torneos formales de béisbol, o de cualquier otro deporte. Más allá, tenemos a los vaguitos, que fuman todo lo que se encuentran, y así, una pluralidad de grupos.

Cada uno en su fuero interno, va determinando a qué grupo se une, a fin de formar equipos.

Ya dentro del grupo, no todos tienen las mismas ideas, aún siendo afines en sus preferencias. Por ejemplo, en el grupito de deportistas, un día alguien propone acudir al cine después del juego y otro sugiere acudir a tomar un refresco en la cafetería de moda.

Deben someter las propuestas a la decisión del equipo en su integridad, y del resultado, dependerá la actividad a realizar. Por supuesto, si son miembros de un mismo equipo, todos, absolutamente todos, deberán acatar la decisión de la mayoría, pues tuvieron oportunidad de proponer su oferta cada grupo, de explicar las razones del por qué una era mejor que la otra, y también, tuvieron la oportunidad de votar y ser votados. Esos son los rudimentos de la democracia.

En los adultos sucede igual.

La democracia, el gobierno del pueblo para el pueblo, como lo definen los que de eso saben, es tan sólo la posibilidad de que los ciudadanos, ya no niños, determinen qué actividad desean realizar, a qué equipo desean incorporarse, y luego, dentro del equipo o ahora, partido político, tratar de convencer a sus correligionarios que sus propuestas son las mejores.

Sin embargo, cuando se pertenece a un equipo o partido político, no se vale descalificar al grupo que ganó, cuando se tuvo la oportunidad de hacer propuestas, de someterlas a debate, de cabildearlas, en suma, de hacer lo posible por obtener el triunfo.

En la actualidad tenemos varias ofertas políticas. Tenemos varios partidos políticos que pretenden alzarse con el triunfo en cada elección.

De Usted, querido lector, depende que el juego que nos toque, sea el que nos interesa jugar. De Usted, amable lector, depende que los intereses que perseguimos resulten triunfadores.

Cada uno de nosotros tenemos nuestro fuero interno, es decir, aquella parte de nuestra capacidad de decisión en la que nadie puede ni debe influir. Si Usted decide pertenecer a tal o cual partido político, hágalo. Lo felicito. Desde el momento en que Usted participe, gritando, pegando cartelones, ofreciendo discursos, acompañando a sus candidatos, Usted tiene derecho a reclamar y decir que no es el juego o la propuesta por la que Usted votó.

Si Usted se abstiene de votar, si Usted decide no participar en el juego político, si Usted decide no apoyar a ninguno de los actores de la arena pública, entonces, Usted no tendrá autoridad moral para reclamar. Es así de fácil. Como en los niños.

Si cuando niño los demás no quisieron jugar a lo que Usted proponía, y el resultado fue que recogió la pelota y los guantes, pues eran suyos, tal vez se habrá alzado con una victoria pírrica, mas nunca habrá conseguido despertar en sus compañeritos de juego las ganas de seguir jugando con Usted.

Es exactamente lo mismo en la esfera de los adultos. Cuando uno de los que juegan a la política se considera dueño del bate y de las pelotas, y decide que los demás han de jugar a lo que él propone, sólo habrá de lograrlo en cuanto los demás lo permitan. Eso es un dictador o un tirano.

Un grupo de niños en los que exista cohesión, que tengan intereses comunes; un grupo de ciudadanos concientes de su destino y afanes, una sociedad participativa, no podrán nunca ser sujetos de la voluntad de aquél que se irroga la potestad de declararse dueño del bate y de las pelotas.

Es tan fácil como considerar que el campo de juego es nuestro país, que es de todos nosotros y que si como sociedad no queremos que juegue alguno, tan fácil como segregarlo. Tan fácil como separarlo de la comunidad. En el caso de los políticos, eso se logra votando por otro partido distinto a aquél que consideramos que nos hace daño.

Pero, ojo, un político no es un partido.

Un ciudadano, cualquiera que sea, no es más que otro, por más cargo público o dinero que tenga.

Ante los ojos de la sociedad, somos iguales.

La manera de demostrar esa igualdad, es participando activamente en los juegos que nos corresponden de acuerdo a nuestra edad e intereses.

Aquellos que excedan los dieciocho años, los que ya son ciudadanos, tienen el deber, la obligación y el derecho de votar y ser votados.

Sólo participando activamente podremos tener el derecho a reclamar a los gobernantes por aquellas actitudes en el juego que nos molesten.

Si no somos más que simples espectadores del juego de la política, si no participamos con nuestro voto, ¿a título de qué podremos reclamarle a los malos políticos por sus acciones?

Si nosotros no vamos al parque a jugar cuando somos niños, ¿por qué habremos de quejarnos de que tal o cual niño hizo esto o lo otro?

Sólo quienes participan tienen autoridad moral para reclamar.

Ojalá Usted, mi caro lector, participe y gánese el derecho de opinar y gritar sus verdades a los cuatro vientos.

Yo, lo estoy haciendo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: josegomezporchini@yahoo.com


Monterrey, N.L., a 01 de diciembre de 2005.

viernes, 22 de enero de 2010

El Estudiante.

Abordar un tema, para describirlo, explicarlo y exponerlo a los ojos del público, implica escogerlo, analizarlo, saber, estudiar y muchas otras cosas. A veces, al escribir, me doy la licencia de no ser erudito en la materia pero sí, lo hago con emoción, con ganas, con la intención de transmitirle a Usted, mi querido lector, lo que veo, pienso o sueño.

En términos mayúsculos ha de ser el problema para quien ante un papel en blanco empieza a desarrollar una idea hasta darle forma en detalles, escenografía, voces, matices, historias, argumentos, diálogos, fotografía y todo lo necesario para crear una película. Es un trabajo inmenso y así lo dicen quienes participan de la dicha de incursionar en el cine.

Acabo de ver la película El Estudiante, que tiene como protagonistas a Jorge Lavat, Norma Lazareno y José Carlos Ruiz. Bueno, los de los créditos principales, en letras grandes. Pero lo cierto es que cada uno de los que intervienen tiene una historia propia, tan importante, que cada una de ellas podría ser la trama completa de una obra. Así de cálidas, humanas y completas son.

La forma de trasladar a la pantalla los problemas humanos más profundos: drogas, aborto, discriminación por edad y otras razones, petulancia y la mayoría de los vicios y defectos de los humanos así como la importancia del amor, la cultura, la instrucción, la voluntad, las ganas de ser y hacer más, la emoción al hacer las cosas y el deseo de seguir vivo y seguir sintiéndose vivo a pesar de los años, la necesidad de los jubilados de hacer algo productivo, que fácilmente puede ser tocar un trombón, una tuba, un violín, guitarra o cualquier otro instrumento, hasta dedicarse a desfacer entuertos como émulos o seguidores del Quijote, aquél Caballero de la triste figura que inmortalizara el Manco de Lepanto.

Es maravillosa la manera en que va tomando de la mano a los personajes y los logra introducir en la mente del espectador, hasta que cada uno se siente parte de la trama, te da coraje por la manera en que la embarazan y luego, te enterneces de ver el amor que brota entre dos adultos mayores que lo único que podría distinguirlos de los demás, son sus ganas de seguir aprendiendo.

Todos los temas, ninguna ofensa. Todo se expone, con elegancia y categoría, con delicadeza, con respeto, como siempre se debe cortejar a la dama, que no “vieja” según Chano y por supuesto, como se ha de buscar hacer la vida. Eso y nada más, es lo que deja como enseñanza la película El Estudiante.

Aprender que decir “la música está muy bonita” equivale a decir “la rola está chida”, es sólo cuestión de formas, de tiempos y por supuesto, de ganas de querer seguir compartiendo.

Saber que estar en un grupo de jóvenes te permite seguir abrevando juventud, es lo que hace que El Estudiante sea intemporal, sea una película fuera de serie, algo para disfrutarse una y otra vez.

Si no la ha visto, se la recomiendo ampliamente. Y lo mejor que puede hacer, es verla en familia.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

jueves, 21 de enero de 2010

Casa Tamaulipas en Nuevo León.

Necesitaba con urgencia un acta de nacimiento mía. Claro, registrado en Ciudad Victoria y por ende, tamaulipeco a mucha honra, hasta donde yo sabía, lo lógico era acudir a mi Tamaulipas a tramitar la copia certificada respectiva. En cuanto empecé a pensar en los costos, el tiempo a invertir, el viaje, sentí que el mundo se me venía encima. De repente alguien me dijo: Oiga, mejor vaya a la Casa Tamaulipas aquí en Monterrey y ahí le hacen el trámite.

Yo había oído hablar de la existencia de la representación del Gobierno de Tamaulipas en Nuevo León, pero la verdad, no sabía los alcances de esa oficina.

Fui y con la mayor diligencia posible, obtuve las actas que me urgían, sin mayor costo que lo que hubiera sido en Ciudad Victoria. Me ahorré el viaje, el tiempo, comidas, viáticos y todo lo demás. Claro, me hubiera gustado ir para saludar a tantos amigos que allá dejamos, pero no se puede todo en la vida.

Como ya estaba en la Casa Tamaulipas, empecé a preguntar por los demás servicios que ofrecen y me enteré que a los jóvenes nacidos en Tamaulipas que están estudiando en las escuelas de esta capital regia, su gobierno los apoya.

Otorga becas, hace festivales, los tiene en grupos de las redes sociales y muchas cosas más. A veces me pregunto por qué no tuve yo esas oportunidades, pero ahora veo que mis hijos pueden acercarse a ese pedacito de su patria chica aquí y la verdad, siento que es un gran logro.

Que los apoyen con tantos beneficios es un esfuerzo del Gobierno de Tamaulipas que vale la pena destacar.

No es válido que sólo se busque lo negativo para hacerlo saber. Se requiere también, tener la voluntad de manifestar que muchas veces nos quedamos callados ante las cosas buenas que conocemos.

Hoy, ante Usted, mi querido lector, quiero contarle lo que me consta. Que el Gobierno de Tamaulipas tiene en Nuevo León, una representación que funciona, que sirve, que atiende a los tamaulipecos y además, lo hacen por conducto de un personal atento, servicial y dispuesto. Hasta parece que disfrutan su trabajo, que debería ser la constante de todos los trabajadores, no sólo de los tamaulipecos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

miércoles, 20 de enero de 2010

Del saber quejarse. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

El abogado José Manuel Gómez Porchini cuestiona la cultura de servicio y queja, lo relaciona con la actitud que tuviera el defensor de la ley, Benito Juárez.


Un día, cuando me dirigía a mi lugar de trabajo cotidiano, me topé con un tráiler, que circulaba como si fuera a recibir herencia el chofer.

El tramo al que me refiero lo era la calle Ruiz Cortines, entre Félix U. Gómez y hasta el entronque con la vía del tren, donde lo perdí de vista. Viajaba a exceso de velocidad, con los faros "castigadores" o como se denominen, encendidos. Son los que apuntan hacia el carro de atrás. Alcancé a leer los datos de identificación de la unidad y me comuniqué vía telefónica con los propietarios, al teléfono que aparecía en la puerta de la unidad. ¿La respuesta? Omito decirla. ¿Usted obtuvo algo? Yo tampoco.

Apenas entrado el año tuve oportunidad de viajar a Reynosa y cruzar "al otro lado". Yo, fiel a mis ideas y principios, reacio a hacerlo. Mi hijo, emocionado pues habría de conseguir los regalos que se merece por haber aprobado sus asignaturas escolares y que puedo pagar.

Nos formamos en la fila. Larga, como si la gente no tuviera otra ocupación más que viajar al extranjero. Comentamos lo que implica en fuga de divisas al país, tanto carro que sale. Sin embargo, a pesar de la parsimonia, del orden en que se supone se conducen ahora quienes viajan al extranjero, con las adecuaciones que le hicieron al puente internacional en Reynosa, los "vivos" de todas partes, incluyendo vehículos con placas de Nuevo León, se introducían sin recato alguno a la fila, mas con las ofensas que bien merecidas tenían. Sentí pena ajena.

Hace más días, invité a mi esposa a comer a uno de los mejores restaurantes de carnes asadas de la ciudad, emblemático, con mariachis, por la avenida Gonzalitos.

Sin embargo, a pesar de la calidad de que hace gala, de los precios que ahí se manejan, la comida la sirvieron fría, cruda y muy tarde. Me molesté, se enojó mi esposa, pagué los refrescos y abandonamos el lugar. ¿El Capitán de meseros? Ni se dio por aludido a pesar de que exigí mi exigua feria, pues el billete con que se cubrió el refresco y la limonada apenas mereció unas monedas de vuelto. Además, ¡el mesero quería propina!

Otro día me presenté en el territorio de una empresa de telefonía celular a cubrir mi adeudo, es decir, a pagar por un servicio que me proporciona. La cajera, con cara de pocos amigos, me levantó la voz para exigirme que firmara el documento que me ponía a la vista, sin haber realizado la operación que yo solicitara. Al pretender de ella que primero realizara a lo que está obligada, se ofendió. Se ofendió como si me estuviera haciendo un favor, cuando lo cierto es que con mi dinero y el de otros, como tal vez sea el suyo, viven las empresas de servicios.

La noche vieja, unos vecinos se pusieron a tronar cuetes. Muchos, incluyendo algunos que podrían haber sido utilizados como armas en guerra. Ante el estrépito que producían y una vez que lastimaron a un niño vecino de apenas tres casas de distancia, que personas de la tercera edad les solicitaron que suspendieran su escándalo, hablé a la policía.

Marqué el 066, que técnicamente está disponible a cualquier hora. Logré comunicarme después de múltiples llamadas en que me dejaron colgado de la línea e hice saber el problema.

El resultado fue que enviaran a la patrulla 202, así como otras, incluyendo una en la que venía uno que después supe era "el comandante".

El famoso comandante se dirigió con las personas rijosas, les habló, se entrevistaron y se retiró del lugar. Obvio, yo me sentí satisfecho y pensé marcar para agradecer el detalle. Sin embargo, no habían transcurrido ni dos minutos, cuando los vecinos volvieron a las andadas, mas ahora gritando a voz en cuello que ya "tenían permiso del comandante de la policía" para seguir tronando cuetes, pues ya estaban "arreglados". Hablé a la policía, les hice saber aquello y la respuesta de la operadora, de quien me reservo el nombre, fue: -el comandante es un hombre que no tiene esos defectos-.

Créame, se siente uno desesperado en todos y cada uno de los casos que he narrado y Usted, mi querido lector, debe conocer cientos más. Por cierto, todos los tengo documentados. No sé para qué, pero viene siendo parte de mi forma de ser.

Lo que ahora me pregunto y le pregunto a Usted es lo siguiente: ¿Debemos poner la otra mejilla, soportar cuanta ofensa y agravio nos sea infligido, como dice la moral que aprendimos o por el contrario, asumir una defensa a ultranza de nuestros derechos?

Uno no puede ser más que lo que ha vivido. Somos la suma de las experiencias, propias y ajenas, que conocemos. No podemos añorar algo que nunca hemos conocido. Empero, el sentido de justicia es algo innato, es natural sentirse agredido cuando uno se da cuenta que no es merecedor de los desplantes, las ofensas, las diatribas que recibe.

Luego entonces, ¿Es correcto que me enfade? ¿Es válido que eleve mi voz para protestar? ¿Es normal que sea "peleonero"?

Si aprendí, tanto en el hogar paterno como en la escuela, con formación de abogado, que los derechos son para ejercerse, que siguiendo al Benemérito de las Américas, "El respeto al derecho ajeno es la paz", ¿Debo continuar, desfaciendo entuertos por la vida, como quijote? O, ¿debo aceptar como mi sino el ser ultrajado a diestra y siniestra?

Una vez, ante un hecho injusto, escuché decir: -mira, yo no me voy a enojar, lo voy a hacer a él que se enoje-. Y, efectivamente, haciendo ver su gran molestia, defendió un derecho que tenía y el receptor de su furia (que Usted y yo sabemos era fingida), no tuvo más que rectificar su yerro y otorgarle la razón.

Esa lección me quedó muy grabada, tanto, que ahora la comparto con Usted.

No se enojó, hizo que el agresor se enojara, lo que es distinto. Le hizo ver que había incurrido en grave error y defendió su derecho. Claro, debió alzar la voz, poner cara de enojado, manotear, hacer aspavientos, es decir, toda una escena. Al terminar su actuación, digna de un actor griego, volteó a verme, le recuerdo era yo apenas un infante y me dijo sonriendo: -¿qué tal estuve?

No recuerdo mi respuesta, si es que atiné a proferir alguna. Sí recuerdo el hecho y tan lo recuerdo, que yo mismo he actuado así en múltiples ocasiones.

La pregunta ahora es: -¿Vale la pena?

¿Será necesario que pongamos cara de enojados en cada actuación de la vida, por cada trato indigno que recibamos, por cada dependiente que incumple sus labores?

Ahora bien, ante la autoridad, que se supone es quien ha de ser garante de que los derechos de cada uno sean respetados, no podemos acudir, pues es fama pública el nivel de desprestigio en que se encuentran, sin que ello implique que la totalidad de los servidores públicos estén carcomidos por la corrupción. Ejemplos vemos a diario, tanto de hechos heroicos y dignos de ser esculpidos en letras de oro, como de actos deleznables que sobajan la autoridad de la autoridad. ¿Cómo ha de acudir Usted, mi querido lector, ante el Señor Autoridad, cuando a la primera de cambios le piden una dádiva para no lastimarlo? ¿Será posible que para recuperar un cuerpo de alguien fallecido, deba Usted dejar perder los bienes que sabe portaba su familiar? ¿Será válido que un simple agente de tránsito, o un policía, primer contacto de la autoridad con el ciudadano, tengan la facultad de permutar sanciones por unos cuantos pesos, cuando esos pesos van a significar metros más adelante la pérdida de una vida?

Pregunte por los operativos que se supone van a restringir el consumo de alcohol. La verdad, sólo han servido para elevar el nivel de la corrupción. No porque estén mal diseñados, si no porque están mal aplicados y controlados. La intención es buena, pero si se comportan como "el comandante" de los cuetes, se retiran de inmediato con los bolsillos cargados, aunque la operadora de la institución diga que "el comandante no tiene esos defectos".

En caso de que no tuviera esos defectos, entonces que alguien explique cómo es que pueden tripular vehículos ostentosos, de los que tienen valor de cientos de miles de pesos, si el salario legal que perciben no es suficiente para ello. Es muy fácil detectar la corrupción. Cuestión de comparar ingresos con egresos y podrá Usted sacar sus propias conclusiones.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

nota publicada en:

http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=107585

martes, 19 de enero de 2010

Los golpes que más duelen.

Conforme va creciendo la gente se va dando cuenta que hay de golpes a golpes, que hay unos que duelen apenas un momento y otros, que te hacen llorar por días. Que algunos golpes te regresan a la misma situación que tuviste hace muchos años o a una peor.

La diferencia estriba en que algunos son al cuerpo y esos, dejan de doler en un rato. Otros, son al alma y pueden durar mucho. Los que son al bolsillo, son los que no se pueden paliar o mitigar.

Imagínese nada más a un padre de familia que trata de sacar a su familia de la crisis y de repente, la gran empresa que le vende el agua o el gas o la luz o cualquiera de sus suministros básicos aumenta sus costos un veinte o un treinta por ciento cuando a él su salario se lo aumentan sólo un cuatro por ciento.

O que pretenda pagar sus impuestos, para estar dentro de la ley y que “lolita” no lo moleste y resulta que además de habérselos aumentado, ahora le ponen más trabas y problemas, lo que implica que ahora pague un contador que cobra como si contara con un ábaco de oro, que de todas formas no le garantiza que su declaración satisfaga al gobierno.

O que vaya Usted a pagar la famosa “tenencia”, un impuesto para solventar los juegos olímpicos de 1968 y resulta que se duplicó pues los costos de su coche se incrementaron para Hacienda, no para el mercado, donde bajó de precio.

Esos golpes son los que más daño hacen, los que más duelen y son los que más seguido le dan al ciudadano.

Lo que van a conseguir los que los proporcionan, es que la sociedad decida un día ya no aguantar y entonces tendremos una situación fuera de control que a nada bueno habrá de conducir.

Más o menos podríamos comprender que algunos empresarios voraces y sin sensibilidad social incrementen sus precios de manera desorbitada… más o menos, pues se supone que lo que está en boga son las empresas socialmente responsables.

¿Pero el gobierno? ¿Por qué, si se supone que el gobierno es la propia sociedad organizada, incrementa así sus precios? Algo está mal y puede ser la forma en que gasta… así como la forma en que recauda sus ingresos.

Los gastos, será cuestión de que cierre la llave de egresos, que baje el costo de lo que está comprando, incluyendo los salarios de espanto que ganan sus funcionarios y ahí recuperamos una gran parte.

Los ingresos, ese tema lo dejamos para mejor ocasión, pues ahí tenemos una propuesta formal para incrementar la recaudación casi al doble sin afectar a nadie.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

sábado, 16 de enero de 2010

Candidaturas Ciudadanas. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.



El derecho, como creación humana, responde a las necesidades de la gente.

El hombre, conforme lo maneja Juan Jacobo Rousseau, ha firmado un Contrato Social y en consecuencia, ha de sujetarse a las reglas que él mismo ha creado.

Creó al Gobierno, como una ficción jurídica ajena y distinta al mismo hombre pero encargada de manejar los destinos de las personas, de los pueblos, de las naciones y por ende, se obliga a someterse a lo que el gobierno, su creación, vaya dictando. Y es válido. Sólo si el hombre sabe que está sujeto a reglas y las conoce, puede desempeñarse a plenitud.

Esas reglas del juego son las leyes que el mismo hombre va creando y por supuesto, va modificando cuando lo estima prudente. Modifica las leyes, modifica los gobiernos y por consecuencia lógica, si él los inventó, si él los diseñó, el hombre puede modificar la forma de integrar los gobiernos.

Existen y han existido a lo largo de los tiempos diversas formas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia, como formas perfectas y tiranía, oligarquía y demagogia, como formas imperfectas de esos mismos gobiernos.

México decidió, al convertirse en un país independiente, que habría de ser democrático y determinó la forma federal como su manera de manejarse, mediante elecciones libres y universales. Así quedó establecido y así se ha venido haciendo.

Sin embargo, a pesar de que ya se dio la alternancia en el poder, a pesar de que después de más de 70 años de gobierno de un solo partido, que por cierto, creó las instituciones que ahora existen, el que ocupa el poder no ha estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos.

Tal vez, el problema no sea de los partidos ni de los gobiernos. Tal vez, sea de la propia gente, que a pesar de que tiene a su alcance los medios para participar, no confía en los árbitros electorales ni en las instituciones del país y por lo tanto, simplemente no interviene en los asuntos públicos.

Ahora, ¡por fin!, al parecer la ciudadanía está despertando, está dejando atrás la apatía y quiere participar pero obvio, quiere hacerlo a su modo, pues no encuentra espacios en los ya establecidos por nuestra forma de gobierno.

Ahí es donde a los partidos políticos, legisladores, gobernantes y demás les ha faltado sensibilidad política y están arriesgando la estabilidad del país al negar los espacios que la población, la gente, demanda.

Y al no contar con las oportunidades necesarias para participar en la lucha política dentro de los cauces establecidos la sociedad civil ha buscado una nueva forma de participar y la ha encontrado en las candidaturas ciudadanas.

No existen en la ley, no aparecen en la constitución ni hay la forma legal de hacerlas valer, pero la gente las exige.

Así como se está demandando se eliminen los nuevos impuestos creados, que por cierto ya son ley pero al fin, creación humana y por ende, se pueden modificar, así las candidaturas ciudadanas han de crearse para permitir se desfogue la inquietud que priva en la ciudadanía.

Sin embargo, debemos recordar que la ley establece las formas de elegir representantes populares, Presidente de la República, Senadores, Diputados, Gobernadores y todos los demás cargos de elección popular. Y debemos acatar la ley… o por supuesto, cambiarla.

Eso es lo que está en juego. La forma de elegir a los representantes populares, que la gente ya no quiere sea sólo de los que pertenecen y participan en los partidos políticos, pues se han alejado de las necesidades de la propia gente. Ahora, se pretende el cambio de la ley para que sea válido y efectivo el derecho constitucional de votar y ser votado, sin necesidad de someterlo al estrecho campo de una ley secundaria, que limite a nuestra Carta Magna.

Se requiere encontrar la forma de lograr que junto a lo establecido, es decir, participar desde dentro de los partidos políticos, sea válido hacerlo como candidato independiente, ajeno a los partidos establecidos, lo que puede ser abriendo espacios en la ley a quienes deseen participar.

Empero, los privilegios que la ley ha establecido a favor de los candidatos de los partidos, no han de otorgarse a quien desee participar de manera independiente, pues podría prestarse a un juego perverso de participar sólo para lograr ingresos legales pero muy cuestionables desde el punto de vista moral, social, ético y político.

Se debe impedir que una persona busque un puesto de elección popular sólo para recibir las inmensas cantidades establecidas en la ley para los candidatos y partidos. Además, se debe regular de manera muy estricta lo que pueda recibir como donativos. Ese no ha de ser el fin de la reforma.

Se propone que en caso de que alguien, sin limitación alguna, desee participar para optar por un puesto de elección popular mediante el voto, pueda hacerlo, pero sin recibir prestación alguna del gobierno. Si gana, sólo si gana, podrá recibir un porcentaje de lo que haya invertido. Eso será una limitante para evitar que los políticos busquen cargos sólo para lograr los beneficios legales, pues se trata que quien luche por ganar una elección, lo haga pensando en que va a ganar, que tiene el respaldo del pueblo y en consecuencia, que su lucha es válida.

Créame que ver ganar a alguien, que realmente tiene ganas de participar en beneficio de sus compatriotas, va a ser una nueva forma de ver la vida en México.

Debemos recordar que la responsabilidad de guiar al país es compartida, que no tenemos un rey o emperador infalible, pues lo que México decidió fue una forma de gobierno representativa y a eso es a lo que debemos atenernos. A lograr una presidencia que marque los rumbos, con un poder legislativo que construya los acuerdos necesarios para llevar a puerto seguro al país y un poder judicial que goce de la confianza, credibilidad e independencia que merece nuestra patria. Todos electos y de buena forma.

Créame, habremos de lograrlo. Vamos todos juntos en esto.

Y cada vez somos más, somos muchos,
muchos más, SOMOS MÉXICO, SOMOS TODOS.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

jueves, 14 de enero de 2010

Don Eugenio Garza Sada.

Empresario, visionario y filántropo.

El Regiomontano que sin duda enarbola la bandera del progreso
y además de símbolo, es ejemplo a seguir.


Eugenio Garza Sada, Don Eugenio, como se le conoció en Monterrey, su tierra natal, se adelantó a su tiempo. Cierto, nació en 1892, el 11 de enero, pero conforme a lo que emprendió y realizó en su vida, debió haber nacido cuando menos cincuenta años después.

La seguridad social es el escudo que el Gobierno ha de brindar a las personas para protegerlas de los vaivenes de la fortuna, pero apenas ahora se empieza a reconocer a nivel internacional que todo individuo ha de tener un techo que lo cubra, un lugar para hacer deporte, un hospital que lo cure y teatros y escuelas para cultivarse.

Antes del Seguro Social y el Infonavit, Don Eugenio ya tenía la Colonia Cuauhtémoc, programa de vivienda para los trabajadores y la Clínica Nova. El Gobierno aún no garantizaba la educación y él ya había creado el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, que se ha asumido como líder en la educación privada.

Si se trata de obras de teatro, siempre apoyó a los talentos locales. Además, estableció orfanatorios, creó hospicios y manejó deportes. Apoyó las causas sociales, sin que nadie pudiera decir de él que fue un socialista. Buscó siempre que la vida del hombre gravitara en torno al trabajo, pero al trabajo fecundo, al que permite crecer como persona y desarrollarse cada día como un mejor padre de familia, hijo y por supuesto, empleado y ciudadano. El trabajo que respeta a la dignidad de la persona.

Ese fue precisamente su mérito: entender que el trabajo decente, creador de oportunidades de vida, es el que debe prevalecer. No la búsqueda de la ganancia inhumana, ni medrar con el dolor y la necesidad ajenos.

Don Eugenio Garza Sada murió el 17 de septiembre de 1973 cuando aún no le tocaba, porque tenía mucho que dar y murió por que hubo quien no soportó verlo brillar. Ojalá pudiéramos seguir su rumbo, pues vale totalmente la pena tomarlo como ejemplo.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com


Nota publicada en la Revista Players of Life edición ENERO 2010 PÁG. 12.

A partir de enero de 2010, con el orgullo de estar impartiendo cátedra en el ITESM.

miércoles, 13 de enero de 2010

SOMOS MÉXICO.


Los mexicanos hemos estado cambiando. Lo que un día fue sólo abatimiento, tristeza, desánimo, apatía, empieza a cambiar y va tomando un nuevo rostro en las figuras de los líderes sociales que solos han ido germinando.

Son muchos y nombrar a cada uno, implicaría olvidar por fuerza alguno, lo que no es mi intención. Pero si le digo a Usted, mi querido lector, que cada día hay un nuevo grupo social que presiona para lograr los cambios que México reclama y exige con urgencia.

Hace poco más de cinco años, cuando empecé esta aventura de comunicarme con Usted, ni por asomo existían las redes sociales que la modernidad ha ayudado a crear. De hecho, mis comunicaciones sólo eran por prensa escrita y correo electrónico y ahora, mis notas viajan a la velocidad de los “enlaces” de Facebook, Netlog, Hi5 y otros.

De igual modo, mi blog, MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE, recibe visitas diariamente y ahí está casi todo lo que publico en los diversos medios escritos en que reciben mis esfuerzos, principalmente El Porvenir de esta regia ciudad de Monterrey.

Ahora veo con emoción que se empiezan a organizar las fuerzas vivas de la sociedad, los que participan en las redes sociales, en los grupos sociales que sin una persona o institución oficial que los dirija, han venido realizando esfuerzos que rebasan y con mucho lo que el gobierno instituido viene haciendo.

De entrada, iniciar una encuesta para conocer la opinión de la gente respecto de los incrementos a los impuestos, implica un verdadero esfuerzo. Y lo hicieron. Lograr que 20,600 ciudadanos en todo el país, con nombre, dirección y demás datos de identificación, para soportar la seriedad metodológica del esfuerzo, participaran, es de reconocerse. Igual, que de ese universo, el 97.3% manifieste su absoluto rechazo, es una situación que debería atender el Gobierno.

Así mismo, que más del noventa por ciento de los encuestados haya estado a favor de eliminar el alza de impuestos, la tenencia vehicular y las curules plurinominales de ambas Cámaras; también, reducir el 50% el financiamiento a los partidos políticos; en 30% los emolumentos a los funcionarios de los primeros 3 niveles de gobierno; y, por supuesto, instaurar las candidaturas independientes a nivel Federal.

Es decir, a preguntas concretas de los grupos sociales, la población respondió de manera también concreta y ahora sí, tenemos una propuesta formal de la población: desean que cambien las cosas.

Existe además, una VISIÓN formal de los grupos sociales y consiste en la instauración de la democracia participativa en México como contrapeso a la democracia de partidos. Vamos, los partidos políticos han quedado ya sólo como una vasija que contiene a aquellos que se han divorciado del verdadero pueblo, de la verdadera sociedad, de la gente que hace a México con el día a día.

Al gobierno le toca atender ese clamor popular. Al gobierno le corresponde dar cauce a la inquietud social pues de no hacerlo, será incapaz de contener la irritación social. Y cada vez somos más, somos muchos, muchos más, SOMOS MÉXICO.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

sábado, 9 de enero de 2010

De candidatos y partidos. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

Los partidos políticos en México y en la mayoría de los países del mundo, no pueden ser propiedad de nadie por su naturaleza propia, por su esencia misma, que implica la suma de los esfuerzos de un grupo de ciudadanos en busca de alcanzar el poder por la vía más o menos democrática.

Sin embargo, tampoco es cosa de que Usted llegue a un partido y diga: “Quiero ser presidente municipal o diputado o senador o algo así” para que el partido le haga caso. De ninguna manera. Lo cierto es que Usted debe ingresar a las filas del partido a “hacer talacha”, es decir, a hacer carrera en el partido, que va desde empezar pegando fotos de los candidatos en los postes hasta pertenecer a la élite que piensa y elabora discursos. Luego, muchos años después y en muchos casos, nunca, Usted podrá optar por un puesto de elección popular.

Sin embargo, como no existen suficientes puestos en los que se pida la opinión de los votantes, lo cierto es que cuando un candidato de tal o cual partido gana, lo que hace es aprovechar la estructura formal de gobierno para acomodar a sus amigos y a los que han demostrado que trabajan por el partido.

Así es la cosa pública y así debemos entenderlo. Querer que sea de otro modo o es ingenuo o es perverso… o vamos logrando algo nuevo.

Sin embargo, el hecho de que así sean las cosas y así se hayan hecho siempre, no quiere decir que así se deban seguir haciendo. Encontrar la forma de intervenir en una elección sin recurrir a los partidos políticos, es el reto que muchos mexicanos, ya cansados y hastiados de los partidos formales, han lanzado. El sistema, obvio, no da respuesta pues iría en contra de su propia supervivencia… si no sabe cómo enfrentarlos sin salir dañado.

Ahora, Usted y yo, mi querido lector, vamos a tratar de encontrar una solución que permita a todos los interesados salir en paz y a salvo de este asunto. Vamos a tratar de encontrar una vía que permita la participación de candidatos independientes a los partidos y que al mismo tiempo, soporte la estructura de los propios partidos.

Crear, administrar y posicionar un partido político cuesta mucho dinero y en México, más. Aquí, cada ápice de democracia nos ha costado, en pesos y centavos, cantidades inconmensurables. No es cuestión de tirar por la borda lo invertido. Debemos defender al IFE y sus logros.

Sin embargo, no son los partidos la respuesta eficiente a lo que muchos ciudadanos quieren, lo que los convierte en entes casi inservibles y anacrónicos. ¿Qué podemos hacer?

La respuesta va en dos vertientes distintas que pueden y deben coexistir de manera paralela.

Una, que siga la vida institucional de los partidos como están. La gente se encargará de generar democracia a su interior en cuanto el partido vea que tiene un verdadero rival al frente.

Dos, crear la figura de los candidatos independientes que sin apoyo oficial alguno, se les permita participar. Lo anterior implica que si Usted o el señor de más allá quiere ser Presidente Municipal o diputado de tal o cual ciudad y tiene dinero para participar en la contienda, en contra de los candidatos oficiales de los partidos que cuentan con la infraestructura completa, que participe. Que gaste su dinero y que disfrute su lucha.

Si pierde, que sin llorar por lo perdido y gastado en campaña se vaya para su casa y listo. Se acabó la tracalada.

En cambio, si el voto popular le favorece y le gana a los candidatos de los partidos oficiales o reconocidos, de cualquier color que sean, que el sistema le reconozca sus gastos de campaña y le cubra una muy alta proporción de los mismos, descontando lo cubierto de las futuras entregas a los partidos que perdieron.

Vamos, si en San Pedro de los Ángeles, pueblo ficticio, existe candidato de cuatro partidos subvencionados por el gobierno y Don Juanito, el ranchero del pueblo decide participar porque ya no aguantan a los que “ponen” los del gobierno, que le entre y si gana, que el gobierno le restituya lo que gastó y a la siguiente elección, lo que se le haya entregado, se descuente de manera proporcional entre los partidos que contendieron contra Don Juanito.

En ese momento, los partidos sabrían que la voluntad del pueblo cuenta y se cuidarían mucho de buscar que los candidatos tengan conexión con la gente, con el pueblo, que sean de los mismos ciudadanos, no uno “bonito” que jamás ha pisado el rancho pero que es compadre “del de arriba”.

Es decir, que el único requisito para que el precepto constitucional que garantiza “votar y ser votado” sea válido, sea cubrir la condición de ciudadanos, ya no de miembros de un partido político, pues la ley fundamental en modo alguno establece como limitante al derecho citado “ser miembro de un partido político” o “bailar en Chalma” o cosas así. La Constitución no establece límites y la ley secundaria tampoco debe establecerlos. Tal vez, no permitir que todos jueguen a costa del gobierno, que es lo que más de uno busca.

Si Usted quiere participar, que lo dejen hacerlo pero que a Usted le cueste. Si gana, tendrá derecho a que se le restituya. Si pierde… siga participando.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

viernes, 8 de enero de 2010

El compromiso social de los Artistas. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

Una de las formas de expresión más influyentes, que más ha participado en los movimientos sociales que en el mundo han sido, es la de los artistas. Efectivamente, cosa de recordar que siempre, como avanzada en cada cambio social, ha existido un artista que lleve la batuta y vaya marcando el ritmo de los cambios.

No necesariamente ha de ser un músico. Artista es el pintor, el cantante, el trovador, el juglar, el actor, el muralista, el orfebre, el danzante, el escritor, el poeta, el monero y todos los que de algún modo interpretan la realidad para hacer ver lo que a su muy leal saber y entender consideran correcto.

Cosa de recordar a Picasso con Guernica, a Rivera con sus murales, las calaveras de Posadas, a Nacha Guevara cantando a Benedetti, a Wilde de avanzada en la diversidad sexual y muchos otros más.

Quien tiene la capacidad de entender lo que viene y además, sabe la forma de transmitirlo a los demás, tiene un compromiso moral que va más allá de lo que podría considerarse válido: no es un compromiso consigo mismo o con alguien en lo individual, sino que es con su propio destino.

Ese conocimiento de que las cosas van mal y deben cambiar, ese estar seguro que algo debe hacerse y además, proponerlo, es lo que mueve a los intelectuales y todos los artistas que logran convencer a las masas o cuando menos, a una persona: su prójimo. Con uno a la vez que se vaya logrando cambiar, habremos cambiado al mundo.

Hoy, México tiene grandes oportunidades de mejora y algunos nos hemos dado cuenta. Es nuestro compromiso como seres humanos hacer saber lo que estimamos digno de ser corregido y también, por qué no, lo que deba cambiarse.

Hoy y ante Usted, insisto en que tenemos que entregar a nuestros jóvenes la tierra que les debemos, lo más sana, lo más humana y sobre todo, lo más justa que sea posible. Es sólo cuestión de querer.

Cierto, el trabajo es la fuente de riqueza y corresponde a los particulares generarlo y lograrlo. Pero al Estado compete velar por que sus efectos sean benéficos y en su momento, proteger tanto al obrero de las injusticias, como al patrón de los abusos. Nada hay que justifique injusticia alguna.

Si deben cambiarse leyes, que se cambien. Si ha de cambiarse la Constitución, por algo será. Y deberá hacerse.

No sólo es cuestión de saber y entender que las cosas andan mal. También habrá que proponerse la forma de corregirlas y de cambiarlas para que resulte cada día un poco mejor el mundo que compartimos. Por eso ofrecemos soluciones.

Lo invito a reflexionar en el tema.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

miércoles, 6 de enero de 2010

Los nuevos líderes de México.

Uno de los cuestionamientos más sentidos que me realiza la gente, -como si yo tuviera la respuesta- es respecto a quiénes van o han de gobernar el país, este México nuestro que cada día confía menos en sus dirigentes o que de plano, ya no considera como “sus” dirigentes a quienes ocupan cargos directivos en partidos políticos, sindicatos, asociaciones, iglesias y todas las demás formas de convivencia social y humana a que habíamos estado acostumbrados.

He tenido la fortuna de enterarme de mucha gente que quiere un cambio en México y más de uno lo propone violento, lo que no me parece en lo absoluto la medida correcta para el país. Existe también y tengo el modo de acreditarlo, quien solicita se restituya la vigencia de la Constitución de 1857, lo que por cierto no estaría nada mal, amén de establecer un completo nuevo orden de las cosas.

Además, muchos mexicanos más me han hecho saber de su intención de que las cosas en el país cambien, de algún modo, pero que cambien y muchos, me consta que si se les permitiera, serían muy distintos a como son ahora.

Sin embargo, también he sabido de verdaderos lobos de mar que buscan, en las aguas revueltas, obtener las ganancias que ya se imaginan. Quieren todos los puestos, con las canonjías establecidas y además, ya están buscando otras nuevas que van a dejar cortos a nuestros actuales próceres.

Por otra parte, existen también los apátridas, los que piensan que por el sólo hecho de ser bonitos, tienen derecho a marcar los nuevos rumbos del país y obvio, pretenden sojuzgarnos bajo una égida extranjera, pues quien nunca ha tenido patria ni sabe lo que es amar un pedazo de tierra, no va a entender lo que La Rosa Blanca significaba para sus propietarios ni por qué la defendieron con tanta bravura. Usted que conoce la historia del petróleo en México si recuerda que es la Hacienda donde aparecieron las primeras chapopoteras y que le dieron origen a lo que ahora es Petróleos Mexicanos.

Pensando en voz alta, comentaba con un amigo de los nuevos líderes y cuáles habrían de ser sus características y orígenes, y empecé a descartarlos: miembros de sindicatos, no, por lo desprestigiados que están, incluyendo al más politizado de los sindicatos, el de los Maestros de México, que siempre había brillado por sus conocimientos y no como ahora, que se han tornado en blanco de burlas de Juan Pueblo y con sobrada razón, pues dan elementos para ello.

De los demás sindicatos… los ferrocarrileros ya no existen, los telefonistas ahora están muy apagados y los de la luz están desconectados, así que ahí no encontramos material humano.

De los líderes de opinión, de los comerciantes, de los industriales, banqueros y demás, habrá si acaso uno o dos, pues los demás ignoran lo que es un “baño de pueblo” y son capaces de hacer gestos de repugnancia ante un niño que no haya sido previamente esterilizado para presentarlo ante sus castos ojos.

¿Quién nos queda?

Jóvenes. Invitemos a los jóvenes a interesarse en nuestro, en su México, hagámosles saber la responsabilidad que tienen de regir sus propios destinos, invitémoslos a descubrir dentro de ellos, sus capacidades ocultas y que surjan a la vida pública.

Nuestros jóvenes, señores, son los dueños del futuro. Son los dueños del presente y así hay que entregárselos: como un presente, como un regalo que saben cuesta mucho pero vale más. Un regalo que vale la libertad de México, la posibilidad de tener nuevos horizontes para todos, la dicha de lograr algún día, no muy lejano, un país que sea capaz de albergar a sus hijos, de prodigarse completo y además, que todos queden satisfechos.

Hacer el esfuerzo por lograrlo, es el reto que tenemos las generaciones de ayer y hoy. Si no hemos logrado corregir el rumbo, cuando menos tengamos, señores, la altura de miras de entregar el país a nuestros jóvenes. Ese será su país. Ese será nuestro México.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

martes, 5 de enero de 2010

El destino del país.

Cada día oigo, veo, leo y siento que más gente está inconforme con la forma en que se manejan las cosas en nuestro país. Nadie confía ni en el gobierno, al que tildan de corrupto, sin saber que muchos mexicanos de primera laboran ahí y cumplen sus funciones de manera excelente, como nadie confía en las formas organizadas de control político y social.

Aquí me refiero a los partidos políticos, unos de derecha, de izquierda, de centro, de la orillita de acá o de la orillita de allá, todos encasillados en un buscar el poder por el poder mismo y sólo para lograr sus propios fines, totalmente divorciados del sentir del pueblo, como me refiero a las organizaciones supuestamente civiles, que de igual forma se han alejado de lo que la gente busca: sobrevivir.

Ningún órgano que tenga relación con el gobierno es bien visto, como ningún organismo que participe en la vida pública queda exento de dudas. Todos han sido vilipendiados y descalificados, incluyendo iglesias, clubes de servicio, fundaciones altruistas y demás formas de participar en la vida pública.

Ahora bien, las preguntas son: ¿Será válido descalificar a todo lo organizado sólo porque no han cumplido con los fines para los que se supone fueron creados? ¿Será necesario arrancar todo de raíz, con los costos que implica, para iniciar un nuevo modelo que no sabemos si habrá de funcionar?

La gente, la del pueblo que vive con uno o dos salarios mínimos, la que compra en las tiendas de los abonos chiquitos, la que acude a los mítines a cambio de una camiseta y la promesa de unas láminas para su tejaban, esa gente, en su ignorancia, se dan cuenta que las cosas ya no funcionan.

La gente que trata de rescatar las glorias pasadas y ya idas, la que sabe que algún día tuvo pero ya no más, la que aprendió dos o más idiomas pero no a ganarse la vida, esa sabe que todo se está yendo por la borda.

El nuevo intelectual, que por haber leído un texto de un autor medio agresivo se siente autorizado para lanzar cuanto epíteto conoce, ofendiendo a sus contrarios y a sus propios amigos con palabras que ni siquiera comprende y que si se le tratan de explicar se ofende, ese también siente que el país está rebasado o incluso, invocando a Chomsky dice que estamos en un “Estado fallido”, cuando no alcanza a comprender que la sociología comprensiva se rebasó por las teorías de Abraham Noam y sus frases deben ubicarse en otros contextos.

Ese es el México que siento. Uno en el que cada uno trata de encontrar el camino para cambiar a México pero desde fuera de lo establecido, fuera de lo trillado, ajenos a lo formal.

Entonces va a surgir un nuevo problema: Si no confiamos en quien hace las elecciones y califica los comicios, si no creemos en luchar dentro de lo que existe, si de entrada, les negamos el derecho a expresarse a quien haya participado alguna vez en un partido político… ¿En quién vamos a confiar? ¿Quién va a calificar nuestros afanes? ¿Cómo habremos de arribar a un nuevo destino, si de inicio le negamos credibilidad a todo?

Aquí quisiera que Usted, mi amable lector, me ayudara a comprender el alcance de lo que está en juego: ¿Sólo la titularidad del control político o una nueva forma de vida?

Si se trata de quítate tú para ponerme yo y hacer lo mismo, nuestras luchas serán estériles y a nada habrán de conducir.

Si se trata de cambiar de fondo la manera de hacer las cosas, con reglas consensadas pero dentro de lo que ya existe, dentro del marco de la ley, dentro de lo que se ha construido y con muchos sacrificios a lo largo de toda una vida de México independiente, entonces creo que nuestro país estará en posibilidad de brindar un nuevo y mejor futuro a sus hijos.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com

domingo, 3 de enero de 2010

Carlos Francisco Cisneros Ramos. MÉXICO DEBE SALIR ADELANTE.

Hay encargos de todos tipos, los que se hacen con dolor, los que se hacen con coraje, aquellos que hacemos con alegría y los que hacemos con gusto.

Hace unos días recibí de PLAYERS OF LIFE el encargo de redactar una nota en que tratara la vida de algún personaje relevante de Monterrey, Nuevo León, la tierra en que se hospeda mi Alma Mater, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la tierra de donde mi esposa es oriunda, la tierra en donde tengo amigos, muchos amigos y donde mis hijos están estudiando.

Hoy, con un gran gusto y emoción debo cumplir ese encargo y de inmediato, entre los muchos regiomontanos de buena cepa y elevada alcurnia, vivos o que ya nos adelantaron en el viaje sin retorno de los que tengo conocimiento, brotó a mi mente la imagen de uno de ellos, a quien tuve la fortuna y el inmenso placer de conocer, un personaje de la política, del derecho, de la judicatura, vamos, un prohombre de Monterrey.

Me refiero al Maestro Carlos Francisco Cisneros Ramos, de quien, en un lugar común, podría decir que fundó el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que ocupó múltiples cargos en la administración pública, desde Presidente Municipal en funciones o como director jurídico en diversos municipios, como funcionario judicial o bien, como catedrático universitario.

Yo quiero ir un poco más allá. A mí, me gustaría que lo que trato de plasmar en la nota, lo que trato de explicar, es que Don Carlos Francisco Cisneros Ramos fue un hombre que supo prodigarse sin reservas, a pesar de que más de uno de sus amigos y muy cercanos, lo criticó en vivo, incluso en mi presencia, por ser tan desprendido de su conocimiento.

Creo que lo que hace grande al hombre es eso, precisamente. El saber darse sin reservas, sin pensar en que el día de mañana cómo habrá de cobrar el favor que hace o cómo podrá recuperar lo gastado.

Cuando el hombre se brinda todo, de manera íntegra, a cabalidad, entonces logra trascender, como lo hizo el Maestro Cisneros Ramos. Yo no lo conocía, pero en la primera ocasión en que convivimos, en la Editorial Elsa G. de Lazcano que dirige Omar Lazcano y que tantos libros le publicara, me tendió la mano, me invitó a seguirle, me ofreció ser parte de su mundo y me llevó con él, tal como lo deben haber hecho los mecenas de la edad media o en cualquier época, los hombres bien nacidos.

Y eso fue Carlos Francisco Cisneros Ramos, un hombre bien nacido que se vistió con la gala que implica ser noble, ser generoso, darse más que dar y obtuvo a cambio, una cauda de discípulos a cual más agradecido. Comenté mi intención de esta nota con algunos de los que convivieron con él y todos coincidieron en que lo más importante de él, fue su forma de ser.

Murió a los 75 años, cuando la vida le sonreía plenamente, con la muerte del justo que no sufre, que se va sin dolor y sin tristezas, apenas unos días después de que el Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., que él fundara, le hiciera un homenaje, en vida, hermano, en vida, como dijera la insigne poetisa Ana María Rabatté. Y sí, en vida, su Colegio le dejó saber que somos muchos los que soñamos con seguir sus pasos, los que nos hacemos ilusiones por algún día llegar a tener su altura de miras, su forma de vida, su entrega en el oficio del jurista.

Creo que si logro llegar a Usted y hacerle sentir que la vida del Maestro Cisneros Ramos es un ejemplo para los abogados y para la sociedad, entonces podré decir: Maestro: su vida valió la pena.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
www.mexicodebesaliradelante.blogspot.com/

Monterrey, N.L., 15 de julio de 2009.

Esta nota aparecó, palabras más, palabras menos, en la edición correspondiente al año 2, No. 35, octubre de 2009, de la revista Players of Life.