jueves, 23 de junio de 2016

Las razones para ser Maestro




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante


Existe un poema del mexicano Abraham Rivera Sánchez o Sandoval, de ambas maneras aparece el dato, que se llama “Maestrito de pueblo” y que puede usted encontrar en el enlace que aparece al final de esta nota (Rivera S. , 2013). Ahí, el hijo pide el permiso de su padre para ser maestro de escuela y éste se lo niega, por la baja ubicación en el estrato social de los maestros de pueblo. Sin embargo, cuando escucha las razones del hijo, con lágrimas en los ojos concede su autorización y más adelante, incluso muestra su orgullo por la profesión elegida por su hijo.

Yo no soy maestro normalista, pero confieso que si hubiera tenido más valor, lo hubiera sido. Estudié leyes y me ha gustado mi profesión. Tuve la fortuna de poder ejercerla en un ambiente donde me permitieron estudiar, prepararme y me exigieron mucho, por lo que debí aprender, lo que ahora trato de transmitir a mis alumnos en los diversos centros educativos donde tengo el privilegio de impartir cátedra.

Pero soy nieto e hijo de maestros normalistas, conozco de cerca los problemas de la profesión y entiendo perfectamente sus ilusiones y temores. Además, como abogado, conozco de leyes y sé perfectamente los alcances de una relación laboral.

La Reforma Educativa que tanto han publicitado, no maneja contenidos, no utiliza ni propone métodos ni tampoco busca mejorar la enseñanza. Va solo en pos de la forma de trabajar de los maestros y lo más triste de todo, es que lo hace atendiendo directrices de allende nuestras fronteras. Eso es lo que menos se dice pero lo que más duele.

A raíz de que nuestro México se incorporó de lleno a la modernidad y trató de ser punta de lanza en todo, ha buscado imitar, copiar, seguir lo que otros mercados dictan pero no, nunca, atendiendo lo que sus propios hijos le dicen.

Al llegar al siglo XXI con tratados internacionales, con esquemas de colaboración amplios y con dictados de organismos internacionales, de pronto nuestra cultura toda, nuestra idiosincrasia, nuestra forma de ser comienza a ser trastocada de tajo al pretender imponernos modas y estilos que nos son ajenos. De pronto, por instrucciones del tratado de libre comercio, nafta por sus siglas en inglés, México debe abandonar su tradición jurídica romanística para importar un mal traducido sistema common law que nada tiene que hacer frente a la sapiencia de los verdaderos hombres de letras de Latinoamérica.

Cuando nuestro Gabino Barreda, el que fue a abrevar de Saint-Simon y Comte directamente el positivismo y lo trajo a México, para que lo conociera Vasconcelos y lo aplicara, había en México políticas educativas ciertas, planes por lograr y apoyos (Garza Salas, 2011). Cierto, luego siguieron el constructivismo, el conductismo y hasta llegar a la ahora fuente increíble de riquezas, la llamada “Educación basada en competencias”, cuyo principal apoyo está en las políticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que es un foro en el que los gobiernos de 30 países tratan de aprovechar los retos sociales y económicos de la globalización y que ha logrado hacer multimillonarios a quienes han creado los libros que les imponen a todos los maestros en México.

Pero México es el más pobre de todos, el único que no está en posibilidades reales de competir y en lugar de hacerlo crecer de manera integral, la brecha entre los que todo lo pueden y lo saben, con estudios en universidades privadas y en el extranjero, con lo que han aprendido nuestros hermanos, en instituciones públicas en las que el principal objetivo no es estudiar, cada día es más grande. De hecho, yo mismo soy egresado de instituciones públicas, en las que no he encontrado acomodo para impartir cátedra, pero sí en las mejores instituciones privadas. He ahí una más de las incongruencias del sistema.

De pronto, las empresas comenzaron a imponer su criterio a las universidades y éstas a producir lo que el patrón requiere: ahora necesito expertos en apretar el tornillo izquierdo… ahora que sepan prender el motor desde afuera y cosas así de puntuales, por lo que las universidades comenzaron a especializar, costándole al propio alumno, el enfoque de las carreras y así se creó biotecnología, mecatrónica, editor de medios y muchas más, que responden a necesidades específicas de las empresas.

El problema con esos “expertos” es que no pueden salirse del campo al que han sido confinados. Usted no les puede otorgar otra área de trabajo porque no la conocen ni tienen la capacitación necesaria para afrontar nuevos retos. Las universidades están generando “expertos” o “producto terminal” que tiene conocimiento, pero no pensamiento.

Claro, si usted elimina las materias “difíciles”: ética, lógica, etimologías y otras así, el muchacho no va a batallar, pero no tendrá las bases para pensar. Así lo he comentado ya antes (Gómez Porchini, 2011).

Ahora, a las maestras que ingresaron a la Secretaría con la mira puesta en lograr una jubilación, que es la llamada “Reyna de las prestaciones laborales”, después de 28 años de servicios, de pronto les dicen que no, que ahora han cambiado las cosas y que deberán laborar dos, tres, cinco años más… y comienza el desazón.

Esa misma maestra o profesor, que ahora frisa los cuarenta-cincuenta años de edad, que tiene una vida comprometida con el magisterio y que conoce la forma de operar del sindicato y de la Secretaría, que son las únicas que México les ha enseñado, de pronto comienzan a recibir cambios que a ellos les resultan ajenos, lejanos, imposibles… -ahora vas a aprender computación… -debes recabar evidencias y exhibir las rúbricas… y otras cosas así de extrañas, de ajenas, con las que no logran compenetrarse y que tal vez, solo tal vez, ya nunca van a entender.

Por lo general el maestro de más de cincuenta años está cansado, cada día tiene más carga de trabajo de la Secretaría y lo último que quiere es tener que llenar éste o aquél nuevo plan o participar en eventos para los que no está preparado.

Y llega el gobierno con su cara de perdonavidas, con sus aires de grandeza y suficiencia y lo ataca con malas razones, con armas, con despidos y con ofensas.

Si usted estuviera a punto de perder su trabajo, su forma de vida, su posible jubilación… si usted viera una amenaza real, a pesar de que todos los días le dicen que no pasa nada… ¿usted qué haría?
¿No estima usted que esos maestros merecen una explicación clara? ¿No cree usted que los maestros merecen un mejor trato, así sea para modificar sus condiciones laborales? En la forma está el fondo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.


Garza Salas, M. (31 de 07 de 2011). ¿Vocación docente o empleo ante la crisis? (J. Gómez Porchini, Editor) Recuperado el 22 de 06 de 2016, de México debe salir adelante: http://goo.gl/nMgtqx
Gómez Porchini, J. (16 de 07 de 2011). Importancia del Docente dentro de la Institución Educativa como factor de cambio. (J. Gómez Porchini, Editor) Recuperado el 22 de 06 de 2016, de México debe salir adelante: http://goo.gl/r5t2tI
Rivera S. , A. (24 de 01 de 2013). Vale la pena. (J. Gómez Porchini, Editor) Recuperado el 22 de 06 de 2016, de http://goo.gl/IgrprJ

lunes, 20 de junio de 2016

Regalo del Día del Padre 2016



Allá por 1969-1970, cuando sonaba la música por todos lados y yo tenía 12 años, empezó a escucharse fuerte “Your song” y después, “Daniel” y “Goodbye Yellow Brick Road” y muchas más. Fue creciendo en el ánimo del público, en fama y por supuesto, en dinero y escándalos.

Elton John hizo su vida y yo la mía. Pero siempre he disfrutado su música.

Cuando vino a México quise ir a verlo. Diez mil dólares en el Castillo de Chapultepec… no fui.

Hoy, en el Día del Padre 2016, mis hijos nos regalan a Tina y a mí boletos para ir a verlo a McAllen. Es la primera vez en mi vida que voy a ir con gusto!!

domingo, 12 de junio de 2016

El ambiente laboral



José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

Definitivamente, desde siempre, la actitud de la gente es la principal característica de las condiciones de trabajo. Recuerdo perfectamente la película en la que vienen los siete enanitos de Blanca Nieves de su trabajo, en la mina, todos cantando y muy alegres, a excepción de uno, Gruñón creo es su nombre, que de todo se queja. Es decir, al mismo medio ambiente laboral la respuesta de los trabajadores es distinta dependiendo lo que cada uno carga de penas y alegrías.

Sin embargo, ahora que he tenido oportunidad de conocer varios centros de trabajo de diferente índole, he podido ver que aquellos en los que el obrero es valorado, en donde se le brinda confianza, se le respeta y se le dan oportunidades de crecimiento, es donde mejor está el trabajador.

Las empresas que escatiman reconocimiento, salario, prestaciones y demás derechos que corresponden a la clase menos favorecida, lo único que logran es el desprecio del obrero y que éste sienta y sepa que no existe afinidad con el patrón, que nada le debe y por lo tanto, que no hay razón para que haga su mejor esfuerzo.

Ahí, cuando los obreros se niegan sistemáticamente a hacer lo posible, a dar lo mejor de sí, nos encontramos con el mismo problema de los ejércitos: se dice que el ejército trabaja con tres cosas: un jefe, armamento y alimentos. ¿De cuáles dos puedes prescindir y el ejército seguirá funcionando? La respuesta es: puedes dejar de comer y de tener armas pero jamás un ejército funcionará sin un general al cual la tropa idolatre.

Así debe ser la empresa. Un lugar donde el trabajador quiera llegar, donde sepa que su esfuerzo será valorado, el lugar al que puede entregar sus afanes sabiendo que tendrá, más tarde o más temprano, el reconocimiento que le corresponde que se ve materializado en diplomas, trofeos, aumentos de sueldo, viajes, premios, en suma, un lugar donde hacer lo mejor cada día sea la constante y que el patrón lo vea y lo reconozca, también.

Sin embargo, he visto morir funcionarios cada vez más jóvenes, entregados totalmente al trabajo, sin tener una vida, por el temor de que, teniendo un yerro, el patrón lo despida. Hablo concretamente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tal vez uno de los patrones más despiadados en México. Meritorios sin sueldo por años, Magistrados que llegan y traen a la esposa, a la querida, a los hijos y hasta a los sobrinos y los acomodan en las mejores plazas de trabajo y nadie se queja, porque el que lo hace sale.

Y así podría seguir diciendo de muchas de las dependencias oficiales de nuestro país, donde la corrupción no es solo aceptar un peso del ciudadano, sino también permitir y alentar que los reglamentos de trabajo sean violados sistemáticamente sin pudor alguno.

También se debe destacar que las empresas privadas, esas que pertenecen a un patrón determinado, no quedan exentas de los vicios ya descritos. Hace unos días llegó uno de mis alumnos, profesionista y con estudios de posgrado, quejándose amargamente del hijo del patrón, que a cada orden que él daba, el hijo del dueño impartía una distinta y en sentido contrario. No obstante que el verdadero dueño, el papá, el señor grande, lo ha apoyado siempre, mi alumno me decía: ya no aguanto tanta intromisión, tanto afán de molestar.

Y a raíz de que los problemas en las oficinas, en los empleos se han agudizado, han comenzado a surgir unos “memes” como les llaman ahora, que de entrada han tomado un apellido “Godínez”, de suyo respetable, para convertirlo en sinónimo de empleado vejado, maltratado, sin reconocimiento ni respeto y peor aún, sin una vida propia que valga la pena. 

La cereza en el pastel, digo, para el caso de que usted sea patrón y esté leyendo la nota, son las “outsourcings” que han convertido la vida del obrero en el peor sistema de esclavitud humano que pudiera concebir el hombre.

Sin derecho a participación de los trabajadores en las utilidades de la empresa, PTU por sus siglas, sin obligaciones patronales, sin relación con el lugar donde prestan sus servicios, sin conexión con la empresa en la que se supone debería tener un sentido de pertenencia, ahora existe la renta descarada de seres humanos, a pesar de estar prohibida por el artículo tercero de la Ley Federal del Trabajo, mediante la ya autorizada “tercerización” o “outsourcing” en la que el obrero recibe órdenes de uno pero le paga otro, al que no respeta, no admira y no le guarda ningún tipo de estimación.

Ya con esa información, ¿Usted cree que un obrero va a cuidar a la empresa que le está negando su propia realización? Por favor, medite su respuesta. En ello nos va el futuro.

Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.