domingo, 17 de febrero de 2013

¿Eres Maestro para reprobar o para enseñar?





José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              




Encargué un ensayo a mis alumnos hace unos días y señalamos una fecha límite para entregar los trabajos. Obvio, hubo un consenso entre ambas partes, maestro y alumnos y claro, se anunciaron las penas y requisitos para el trabajo. Aquí, en confianza y solo para usted, déjeme decirle que desde que empecé a impartir cátedra hace muchos años, tantos que ya casi suman veinte pues lo vengo haciendo desde 1994, he encargado ensayos y he obtenido casi siempre, excelentes resultados.

Entre mis alumnos se cuentan ya comerciantes, profesionistas y toda suerte de carreras de vida, que en muchos casos he seguido pues me han distinguido con su amistad. Entre todos ellos, hay maestros y esos son mi mayor orgullo, cuando he tenido oportunidad de platicar con ellos y me han dicho que aún recuerdan mis clases. Nada como una conversación con un ex alumno para alimentar el ego.

Sin embargo, regresando al tema que hoy traigo ante usted, es para comentarle que los ensayos que encargué para este parcial, superaron todas mis expectativas. Siempre hay dos, tres o tal vez, cuatro trabajos excelentes de igual número de alumnos y otros, a los que aprendes a darles una palmadita en el hombro para hacerles saber que deben seguir poniendo atención, haciendo esfuerzos en sus estudios porque tienen grandes áreas de oportunidad.

Ahora, absolutamente todos los ensayos que recibí son maravillosos y eso va mucho más allá de lo que podía imaginarme. Yo no sé si se pusieron de acuerdo o consiguieron quien se los redactara o qué fue lo que pasó, pero en realidad, esta nota es un reconocimiento formal a la calidad de mis alumnos.

A la hora de estar revisando los textos, por más que me esforcé, no logré identificar el nombre del autor con las caras que recuerdo del salón. Así que no puede hablarse de que hice algo a favor de alguien en especial porque me cae bien o por alguna otra razón.  

Y creo que la razón básica que establece la diferencia entre que los muchachos hagan un trabajo para salir del paso y uno en el que se nota que pusieron el corazón en lo que estaban haciendo, es precisamente que yo no busco reprobar a los alumnos. Lo que siempre he tratado, es hacerlos que piensen, que cuestionen todo lo que escuchan, que pongan en tela de juicio lo que se maneja en clase y claro, siempre se somete a discusión el conocimiento, pues lo que se busca es el pensamiento. Sostengo que un burro cargando una enciclopedia y dos computadoras puede llevar todo el conocimiento a cuestas, pero no va  a saber qué hacer. Quien es capaz de pensar, de cuestionar lo que aparece como cierto hasta encontrar una mejor opción, es quien va a cambiar al mundo.

Y puedo asegurar a usted, que quienes van a modificar lo que está establecido, son los alumnos de lujo con quienes he tenido el honor de compartir el aula. Es un reconocimiento de corazón y no tiene mayor alcance.

Y que quede claro: al alumno se le debe enseñar, se le debe poner la verdad ante los ojos y no, nunca, buscar la manera de reprobarlo. Eso es de espíritus muy pequeños, tan pequeños, que ni nombre merecen.

Vale la pena. Me gustaría conocer su opinión.


lunes, 4 de febrero de 2013

Los robos de todos los días.





José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              

Las familias, las empresas, el gobierno, todos los días son sujetos de pequeños robos, todos los días sufren de la pérdida de parte de sus patrimonios a manos de gente que, muchas veces, piensa que lo que hace no es un robo, más bien, creen que están haciendo justicia o que lo que hacen, es bien visto y es lo correcto. Me refiero al pequeño robo, al robo-hormiga, al sustraer a diario, por partes, lo necesario para que ese entero que es la familia o la empresa o el gobierno, funcionen bien.
En verdad, es muy fácil pensar que las herramientas y útiles de trabajo de la oficina son propiedad comunal y, antes de que se los lleven los demás, pues lo mejor es que uno mismo lo haga. Así, cada mexicano va llevando a su casa grapas, cintas adhesivas, perforadoras, hojas de máquina y un sin fin interminable de objetos que no son de su propiedad pero que estima que es correcto apropiárselas.
Igual, en familia, todos dicen: Tu tienes dinero, tú pagas, cuando en verdad, usted está batallando para solventar sus gastos y no puede cubrir esa erogación adicional. Llega el hermano o el sobrino o cualquiera de la familia y ve las llantas de su coche y piensa que como él no puede pagar unas nuevas, es correcto tomar las que usted acaba de comprar. O la batería o los tapetes o cualquier objeto del vehículo o más aún, cualquier cosa que se encuentre en la casa, si la necesita, estima prudente tomarla, al fin y al cabo usted tiene dinero para comprar otra.
Igual, cuando van a la tienda y toman de los anaqueles lo que les parece correcto y salen sin pagarlo: Al cabo el dueño de la tienda tiene muchos y tiene mucho dinero, es lo que dicen, sin saber cómo es en realidad la situación del tendero, que igual que usted, puede estar pasando por una muy mala racha.
Y es lo mismo, en el gobierno, en la empresa y en la familia. Cuando  alguien toma algo que no le pertenece, está cometiendo el delito de robo, ya que así lo define el Código Penal. Y los delitos tienen sanciones y esas sanciones habría que cubrirlas.
Lo malo, lo grave de nuestro México es que ya a nadie le parece indebido que usted robe algo, al cabo todos lo hacen. Y ahí, en ese medio en el que lo indebido toma visos de normalidad, ahí es donde más duele ver que aún quien está lastimado en sus propiedades, en sus derechos, viola los de los demás aduciendo que todos lo hacen. En ese perder el rumbo de lo que es correcto, es donde está la falla de México como país, como sociedad.
Se impone que se vuelva a dar valor a los principios que siempre han sido: honestidad, valentía, congruencia, honradez y demás. Hacerlo es la diferencia que todos buscamos. Olvidarlos, es seguir el camino al precipicio que vamos tomando. Usted decide.
Vale la pena. Me gustaría conocer su opinión.