sábado, 31 de enero de 2009

El ser Padre

En otros tiempos los padres no deseaban ni cambiar pañales,
hoy se interesan por sus hijos, se convierten
en fanáticos de rock y adoptan otros habitos.


Eran mas de las doce de la noche, aquella romería parecía la salida de clases de un colegio, de la cantidad de padres de familia que esperaban a sus hijos.

Los hijos, en su mayoría frisaban apenas de los catorce a los diecisiete años. Casi todos menores de edad, adolescentes.

Los padres, como yo, cuarentones. Jóvenes de otra época. Acostumbrados a cosas distintas.

"A mí nunca me llevó mi padre a un concierto". "Yo no sé que hago aquí". Eran los comentarios de quienes se pusieron a platicar conmigo.

Todos quejándose. Y, así es. Son otros tiempos. La figura del padre ha cambiado de manera definitiva.

Yo no sé si para bien o para mal, pero la verdad es que se ha relajado. Jamás se me ocurrió a mí o a ninguno de mis contemporáneos pedirle a los padres que nos esperaran a la salida de un concierto.

Vamos, no tuve la suerte o desdicha, según se quiera ver, de ir a un concierto en mis mocedades.

Ahora he ido con mis hijos a ver a cuanto grupo de gritones (para mí) aparece en la ciudad.

O de grandes grupos (aburridos para mis hijos) como Eagles, Alan Parsons, etc., a los que me han acompañado.

Quiero platicarles, en confianza, que en una ocasión en que se presentaba un grupo muy importante para mi hijo aquí en Monterrey, yo me encontraba fuera de la ciudad, pugnando en el aeropuerto para que me dejaran regresar.

"Es que le prometí a mi hijo llevarlo al concierto que hoy da Rata Blanca", (Si Usted no lo sabe, déjeme decirle que Rata Blanca es un grupo muy importante de rock, según mi hijo) le comenté al encargado de registrar a los pasajeros.

-Si va a ir con su hijo a un concierto, Usted se va-, me aseguró.

Efectivamente, se quedaron otros pasajeros que no esgrimieron tan buen argumento como el mío, de hecho, José ya había convencido a su madre que si yo no llegaba a tiempo para acompañarlo, que ella fuera.

Imagínense a una seguidora de Los Beatles, catedrática universitaria, acudiendo vestida de negro, el uniforme de los muchachos, como se lo pidió mi hijo, a un concierto.

Sin embargo, llegué a tiempo, acudí al concierto y participé activamente. Mas no nos dimos cuenta, mi José y yo, que en la mesa de atrás, nos observaba el conductor del programa Distorsión, uno de pura música de ruido, que al finalizar el concierto se acercó a decirme que qué era lo que me movía a acudir con mi hijo a un concierto, si a leguas se notaba que yo no soy fanático de esos grupos.

-Me intereso en mi hijo y lo apoyo en sus gustos- creo que fue la respuesta que alcancé a proferir.

Ello me valió ser invitado al programa a que me entrevistara. Me cuestionó el porqué lo dejaba participar, si dicen que en los conciertos hay marihuana y esas cosas.

Lo cierto es que si la quisiera conseguir, lo haría sin necesidad de ir a ninguna parte, pues en la propia escuela podría hacerlo.

¿O no? Igual, con Daniel he tenido que ir al Estadio Universitario a ver a los Tigres.

Soy Tigre de corazón, pues soy egresado de mi Universidad, pero no soy tan deportista como para ir a ver los partidos.

Nunca lo fui, ni de estudiante.

Si acaso, un domingo cualquiera en casa, frente al televisor, con alguna botana y algún elíxir mágico, los soporto.

Pero ir al Estadio, a la muchedumbre, a los gritos, a los saludos no muy ortodoxos, creo que se aparta de mi estilo.

Sin embargo, fui. Y participé y grité lo mismo que mi Dany, quien me explicaba los fueras de lugar, los pases al centro, los errores del árbitro, que por cierto no resulta ser muy apreciado por el público, o al menos así me lo pareció.

Creo que a los árbitros de la televisión no les dicen tantas cosas, o al menos no se escuchan.

-Papá, es que el ambiente sólo se vive en el Estadio-, alega Daniel. Y ahora, ando consiguiendo los dichosos abonos para ir a TODOS los partidos, como si no tuviera otras cosas que hacer.

Más me vale conseguir entradas para el juego del Barcelona, por que ya me sentenció Daniel: -o las consigues o no sé que va a pasar-.

Por supuesto, debo conseguirlas. Veo todo eso, los padres haciendo fila para recoger a sus hijos a medianoche, después del concierto, todos quejándose pero todos ahí, las madres diciendo: -para qué llevas al niño al Estadio, si va a aprender puras peladeces-, veo la forma en que los padres se involucran en las actividades de sus hijos, y veo que ha cambiado el concepto del padre.

Antes, ningún padre cambiaba pañales, ni le daba biberón al niño, ahora cuando menos por lo que a mí concierne, me tocó bañarlos, vestirlos, peinarlos -ve pregúntale a tu mamá que si quedaste guapísimo o sí- es decir, la única opción válida era el guapísimo.

Y mis chatos iban con su mamá a cuestionarla: -Mamá, quedé guapísimo o sí?- con la inocencia de sus pocos años.

Ya sabrán que la respuesta de la mamá siempre fue el sí. Aún hoy, que ya son adolescentes (chicos peladotes sería más correcto), que llegan con sus amigos y dejan la casa oliendo a rayos después de no sé cuántas horas de ensayar en casa de Ramón a hacer ruido o que regresan de jugar una cascarita, siguen siendo mis niños y los sigo adorando y participo con ellos en sus gustos.

Claro, no les puedo decir eso porque se van a creer y van a querer que todo se les dé, así que por favor no les digan.

Pero vale la pena hacer un alto para reflexionar.

Mi Padre, que murió hace muchos años, más de los que yo quisiera, cuando aún me hacía falta, como me sigue haciendo falta aún hoy, se interesó por nosotros ¿se trataba de nadar?, estaba a las cinco y media de la mañana llevándonos a la alberca a practicar cuando menos una hora diaria.

Creo que yo no lo haría. ¿jugar béisbol? Participó hasta hacerse Presidente de la Liga Pequeña de Béisbol Matamoros A.C., la tierra que me vio crecer junto con mis hermanos, y nos acompañó a todos los juegos, incluyendo los campeonatos nacional y latinoamericano, en Gary, Indiana, como si no hubiera tenido que trabajar.

A mis dos hermanos y a mí. ¿Salidas nocturnas? Nos llevó a presentar en la mayoría de los verdaderos lugares de diversión (hoy los llamarían antros) y nos dejó encargados con los dueños.

Si eso no es haberse sabido interesar por sus hijos, entonces no sé cómo habría que describirlo.

Nos llevaba al rancho, aprendimos a amar la naturaleza, la vida al aire libre, los juegos sanos, no sé, aprendimos a vivir.

Le dije una vez que yo quería ser abogado como él para poder tener un rancho. Esa es la herencia que tengo: su ejemplo, su recuerdo y un rancho.

No muy grande, pero es mío y fue de mi padre. Nos legó un ejemplo de ganas de hacer las cosas, de amor a la vida, que se materializa en hacer las cosas con interés, como si fuera lo más importante del mundo, aún sea sólo estar en el parque de Tamatán en Ciudad Victoria, viendo a los niños pasear en el pequeño tren una y otra vez, sin límite de tiempo.

O de preparar una carne asada en la que no voy a participar, pues me dicen: -papá, ni salgas porque somos pura raza-, sin que importe que yo me sienta raza como el que más.

Pero creo que cuando existe amor, cuando existe la voluntad de ofrecer algo más que el común denominador, cuando las cosas se hacen de corazón y no trazando signos de tanto por ciento, como diría Rudyard Kipling, los hijos algún día se dan cuenta del valor de sus padres, a veces, demasiado tarde.

Lo único malo es que el Padre debe competir con la figura materna, la heroína, la que cura corazones rotos con un beso, la que defiende al hijo del niño ajeno como fiera, la que siempre tiene una respuesta para todo, la que colma los anhelos del hijo de tal manera, que a los padres sólo nos resta estar a la salida del concierto, quejándonos de lo noche que es, cuando en realidad damos gracias de que tenemos hijos y sabemos dónde están.

O la otra, acudir a un estadio pletórico, a regañar al niño por que le dijo no sé qué al árbitro o al jugador contrario, predicando con el ejemplo.

De eso se trata. De dar ejemplo. Si tiene a su Padre, dele un beso. El Viejo lo va a aguantar y le va a dar las gracias.

Ojalá yo tuviera al mío.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel

Publicada en El Porvenir el 09 de junio de 2006

http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=69808

2 comentarios:

  1. wow! profesor magnifico escrito, me ah dejado sin palabras, se ve que usted es un gran padre y sabe el significa, me llevo mucho de esta enseñanza....

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  2. profesor me ah parecido magnifico su escrito, me ah dejado sin palabras, con muchas enseñanzas

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