jueves, 1 de enero de 2009

Una propuesta diferente en Seguridad Social.

Ya hemos comentado Usted y yo, que no es lo mismo tener un empleo que trabajar. Ya sabemos que son dos cosas muy distintas. Ahora bien, ¿cómo podremos hacerle para que el trabajar nos sea redituable a todos, con todas las ventajas de los empleos?

La tecnología, que no es otra cosa que la aplicación de herramientas de diversa índole a efecto de hacer más sencillo el trabajo a desarrollar, no siempre ha sido bien vista por los juristas, pues su propia formación intelectual los convierte en seres reacios al cambio, al no alcanzar a comprender los vericuetos de los aparatos modernos, así se llamen en su tiempo: ábaco, imprenta, máquina de vapor, computadora y demás.

Hoy existen, y son fáciles de usar, con los conocimientos técnico-científicos apropiados, equipos de computación con programas de software que permiten una amplia gama de aplicación, que van desde llevar inventarios en cadenas de supermercados, hasta ofrecer “puntos” por acumulación de consumos, por ejemplo, en aerolíneas que ofrecen vuelos gratis al acumular tantas “millas”, restaurantes que ofrecen comidas gratis al acumular “puntos”, tarjetas de crédito que intercambian “puntos” por productos y aún por dinero en efectivo en los propios supermercados.

De hecho, una empresa de tarjetas de crédito y débito anunció hace ya tiempo haber logrado cien millones de cuentas en América Latina. Es decir, ya existe el programa de computación suficiente para manejar más de cien millones de cuentas, número igual al de los mexicanos todos.

A lo que voy y a donde trato de llevarlo conmigo, querido lector, es a pensar, a imaginar que nuestro México puede ser punta de lanza, puede ser de nuevo, modelo a seguir en cuanto a instrumentos jurídicos.

Imagine Usted, sólo imagine, que la actual forma de contratación laboral ya quedó obsoleta. Piense Usted que las empresas están en posibilidad de otorgar a los empleados la posibilidad de desempeñarse desde sus casas.

Sólo piénselo y ahora, recuerde la inmensa cantidad de empresas que ofrecen que Usted trabaje desde su casa, que obtenga ingresos por realizar operaciones desde su equipo de cómputo, ya sea que esté en la oficina, de manera presencial o bien, en algún café, en la plaza, en los aeropuertos, en suma, en cualquier lugar Usted puede estar conectado al mundo.

Es decir, las necesidades de los patrones han cambiado y mucho, así como las formas de trabajar.

Para adecuarnos a los nuevos tiempos, debemos ser capaces de crear una forma distinta de proteger a quienes realizan esfuerzos en la vida para sacarla adelante.

Ya no es necesario que cada uno tenga un empleo formal, uno de esos en los que estás sujeto a reglas rígidas. Ahora se puede ser más flexible en toda la extensión de la palabra. Antes, el obrero vivía cerca de la fábrica, su tiempo de traslado era mínimo y su horario, le permitía compartir con su familia las tardes o las mañanas, según fuera su turno.

Ahora, para llegar a la fuente de trabajo, el empleado invierte dos o más horas en un tráfico infernal, claro, en trasporte colectivo, lo que le obliga a salir de casa a horas muy tempranas y la propia carga laboral lo obliga a regresar, después de dos o más horas en el transporte, totalmente cansado, exhausto, sin ganas de convivir con su familia y en un completo estado de desesperación.

El empleado de cuello blanco, el “de confianza”, ese que entrega todo al patrón y que éste no es capaz de reconocer como un verdadero trabajador, igualmente debe sacrificar lo que realmente vale, la familia, en aras de conservar su empleo.

Acabo de enterarme de otro más que apenas frisando los cincuenta años de edad, ya sufrió un infarto. O aquél que tiene una depresión crónica pues no es capaz de conseguir los satisfactores que su familia le implora, a pesar de todos los esfuerzos que ha hecho, incluyendo obtener una Maestría y un Doctorado, que de nada le han valido ante un patrón que sólo ve por quienes son recomendados, pero que no puede abandonar el puesto de empleado por no perder su antigüedad en la empresa. Es muy triste.

Imagine Usted que cada uno pueda ser titular de su propia seguridad social, con el Estado únicamente como garante. Imagine Usted, que en base a lo que Usted gasta, va acumulando lo suficiente para obtener una pensión en cuanto arribe a una determinada edad, podríamos decir, sesenta años.

Pero que fuera como derecho, no como limosna, ni como dádiva graciosa, ni como compromiso político, ni como regalo. Un verdadero derecho.

Que estuviera inserto en la Constitución, con el juicio de amparo como medio de hacer valer ese derecho.

Que cada vez que Usted adquiera algo, lo que sea, una parte de lo que paga de Impuesto al Valor Agregado, IVA por sus siglas, se abonara en una cuenta de ahorros a su nombre, obviamente, ligada a la Clave Única de Registro de Población, CURP también por sus siglas, de manera que Usted tuviera derecho a seguridad social por el sólo hecho de ser mexicano, por el sólo hecho de comprar en su país, por el sólo hecho de participar en la sociedad. Vamos. Por ser un mexicano.

El propio Seguro Social tendría una menor carga, pues podría crearse una forma más, pero mucho más ágil de generar la vigencia de derechos, que la arcaica que actualmente se usa.

Todos nos sentiríamos dueños de un derecho, no estaríamos esperando una limosna que ofende a quien la recibe y denigra a quien la otorga. Máxime, cuando para otorgar esa limosna, esa dádiva, se gasta más en publicitarla que el propio costo de la limosna. Cuestión de ver las “grandes obras” de los mayores empresarios del país. Siempre son noticia en la televisión, lo que no dicen es que de ahí se pagan los gastos de sus hijos, de sus esposas, de sus amistades, para decirlo en términos eufemísticos. Y además, Usted, el pueblo, todavía colabora para que ellos se alcen el cuello.

Que cuando el gasto se hiciera a nombre del gobierno, cualquiera que sea su denominación o a nombre de una empresa privada, siempre, pero siempre, el porcentaje se destine a la cuenta del gobierno o de la propia empresa privada. Así, tendríamos la seguridad de que lo que la empresa gasta, sirva para garantizar impuestos. Y que cuando sea el gobierno el que consuma, el porcentaje se destine a garantizar la seguridad social de los que nunca compran o que no alcancen a soportar su pensión.

Ya lo he publicado en anteriores ocasiones en estas mismas páginas. Ya lo he llevado ante legisladores, léase diputados y senadores, que me han manifestado que parece interesante la propuesta, pero muy ambiciosa.

Ya lo comentado con comunicadores, de los que aparecen en la televisión o que ocupan las principales columnas en los periódicos nacionales. Igual, manifiestan su conformidad pero me hace falta su apoyo. El de Usted, mi querido lector.

Imagínese que Usted pueda buscar horizontes nuevos en su vida laboral, sin el temor de perder lo que haya acumulado en algún sistema de seguridad social. Imagine que Usted puede tratar de progresar, sin miedo al propio progreso.

Voy a presentarle un solo ejemplo, que sirve para que Usted valore el tamaño de la propuesta.

Los miembros de un sindicato, por más poderoso que sea, una vez que han obtenido su autorización para ingresar a laborar en la empresa, deben congraciarse con su sindicato, para que los proponga ante el patrón, ya sea gobierno o persona de derecho privado, a efecto de que les otorgue la plaza y en consecuencia, un puesto de trabajo.

Un día, de pronto se da cuenta que lo mandan a la guerra sin fusil y con la amenaza de que si no le gusta, renuncie. Ese darse cuenta se da a los cinco, diez o más años de lucha y entonces, el sindicalizado toma conciencia que es muy tarde para pretender una nueva vida. Que fuera de vivir halagando a sus líderes sindicales, no tiene otra opción de vida, a menos que esté de acuerdo en renunciar a la posibilidad de la seguridad social. Que sabe que si se cambia a otro empleo, no podrá aspirar a luchar por ser inscrito en el Seguro Social como medio de obtener seguridad social, pues el patrón fácilmente lo reemplaza por otro con menos aspiraciones… y entonces, eso… ¿a qué nos lleva?

A que se llega al error de confundir al patrón, con el sindicato, que deja de ser una unión de trabajadores para tornarse en una camarilla de asalariados que buscan su lucro personal y olvidan que su misión es defender a sus compañeros.

Igual ha sucedido en las empresas privadas, en aquellas en que en el afán de arropar al obrero, las propias leyes han permitido que se pierda de vista que el objetivo primordial de cualquier relación humana, es luchar por mejorar la vida, en todos sus aspectos, no por convertir en simples máquinas de producción a los obreros, ni tampoco en despojarlos de su dignidad en su afán muy legítimo de obtener los satisfactores para sus familias.

Lo que debemos hacer ahora, es utilizar los mecanismos tecnológicos que están a nuestro alcance con inteligencia, precisamente para que la tecnología sea nuestra esclava y entonces sí, usar esa misma tecnología para que podamos pertenecer a cuantos grupos de seguridad social nos sea posible, que podamos tener a la mano la portabilidad de nuestra antigüedad de empresa, que se pueda luchar por obtener mejoras en los salarios, pensando siempre en las personas como lo que son: seres humanos dignos de respeto y no mercancías de fácil manejo.

Ojalá logre interesarlo. Siempre trataré de estar dispuesto a atenderlo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U.A.N.L
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la U.A.T.
Miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.

Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Publicado en El Porvenir de Monterrey el día 19 de junio de 2008.

1 comentario:

  1. Esta nota se publicó en El Porvenir el día 19 de junio de 2008 en el siguiente enlace:
    http://www.elporvenir.com.mx.notas.asp?nota_id=226148

    ResponderEliminar