martes, 17 de febrero de 2009

El multiculturalismo y la globalización.

¿Qué es cultura? ¿Cómo podremos definirla? ¿Hay quién tiene más o menos cultura que otros?

Cuando tratamos de acercarnos a una definición de cultura, de inmediato pensamos en lo que resulta ser educación, conocimiento o instrucción, los que son sólo una parte de la cultura.

Efectivamente, para la Real Academia Española de la Lengua, cultura popular, que es la que nos interesa, quiere decir: Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.

Ahora bien, ya con esa definición a cuestas, vamos a referirnos a las partes de la cultura.

Educación es la forma de comportarnos ante los demás, sin que el mayor o menor grado de esa educación nos convierta en mejores personas. Son los valores que aprendimos desde pequeños.

Conocimiento, es la manera de hacer las cosas, con independencia de que sea formal o no lo aprendido, de que tenga o no metodología el aprendizaje y por tanto, que haya sido o no valuado.

Instrucción, es el conocimiento académico formal en un área determinada, que nos permite obtener un grado académico y así, poder desempeñarse como perito en alguna materia.

Luego entonces, la cultura la forman la educación, el conocimiento y la instrucción. Es decir, es la suma de todo lo que hayamos logrado aprender a lo largo de nuestras vidas.

En casa nuestros padres nos educan con valores, como el respeto, la disciplina, la honestidad y más.

El conocimiento, lo vamos adquiriendo de nuestro propio actuar en la vida, con nuestros amigos, compañeros, con los ejemplos de vida que vamos teniendo y ahora, con lo que los medios masivos de comunicación estiman prudente. Claro, en la medida en que cada quien tenga firmes sus valores.

La instrucción formal, el saber metodológico, lo logran quienes avanzan en la vida académica, cosechando triunfos que les van a permitir usar cada vez más su cerebro, cada vez menos sus manos y en consecuencia, tener cada vez mejores ingresos.

La cultura, en cambio, se adquiere desde el nacimiento. Si nos educan con orden, tendremos orden, en cambio, si lo que recibimos son escenas de violencia, eso consideraremos normal.

Si sabemos que tenemos que acudir cada determinada fecha a dar gracias a la Virgen, a purificarnos en las pirámides, a buscar el apoyo de los dioses mediante los sacrificios rituales, asistir cuando menos una vez en la vida a la Meca, entonces, esa será nuestra cultura.

Y la identidad de los pueblos se logra en base a una cultura similar, a una cultura común, a una formación homogénea.

Los rusos beben vodka y están acostumbrados al frío; los italianos son festivos y alegres; los argentinos comen bifes con chimichurri y están ciertos de ser el país elegido por Dios; los Ingleses son flemáticos, muy propios y toman el té a las cinco de la tarde.

Esas son formas muy someras de identificar unas culturas.

El problema surge cuando surge la aldea global.

Nuestras imágenes encuentran competencia en otras imágenes, de otras tierras, todas de gran respeto, pero ahora todas importantes.

Las pirámides que conocimos, las que cargaban de energía a los pueblos prehispánicos, ahora sirven lo mismo para purificar al ruso que al argentino, al eslavo que al danés.

Ya todos creen en lo mismo.

Se van creando nuevos ídolos que llenan la necesidad de la gente de tener un ser superior en quien confiar y surgen los deportistas que arrasan multitudes, hasta que se descubre que utilizan sustancias prohibidas, aparecen los artistas que logran que toda una generación los siga y llegan a decir que son más famosos que Jesucristo; aparece aquél que logra cambiar la forma de vestir del mundo y los hace adoptar un paso de baile aunque luego sea acusado por sus conductas sexuales altamente impropias.

Entonces sí, en un mundo global, en un lugar donde no existen resquicios que queden exentos de los embates de los medios masivos de comunicación, se van entretejiendo las conductas de las personas hasta lograr una cultura universal. ¡Qué bueno!, podría decir alguien, pero… ¿y la identidad de cada pueblo? ¿El respeto a lo que nuestros ancestros nos enseñaron? ¿Nuestra forma de ser?

¿Y lo singular de nuestra cultura? Esa es la identidad de un pueblo.

Ahora lo importante, el reto, será conservar la identidad que como pueblo tenemos cada uno de los que participamos en el concierto mundial de naciones.

Debemos saber por siempre, que como mexicanos tenemos una herencia cultural que debemos preservar, para tener una identidad como nación y también, saber que cada uno como individuo ha de poder insertarse en el mundo globalizado a efecto de obtener las mayores ventajas posibles.

Eso, se logra sumando educación, conocimiento, instrucción y en consecuencia, teniendo una cultura propia. Se logra teniendo firmes las raíces de nuestra identidad y abiertos los brazos a los cambios globalizadores.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

Comentarios:
jmgomezporchini@gmail.com
http://mexicodebesaliradelante.blogspot.com/

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