-Ya es hora de que vayas por los niños- -Necesitas recoger tu traje en la tintorería- -Papá, me consigues la biografía de Corregio, por favor- y cosas por el estilo.
-Señor, no tengo detergente.
Vamos, los asuntos de todos son más importantes que los míos.
Y por supuesto, voy por los niños, paso a la tintorería, consigo la biografía y claro, ¿cómo dudarlo?, traigo el detergente.
Cada uno tiene sus propios afanes y el mío, ahora, es tratar de escribir. Tal vez lo que plasmo sólo sean ideas que fluyen solas, que no tienen control, que a nadie interesan. Tal vez.
Algún día habré de tomar un tema formal, como de adulto responsable, desarrollarlo y haré un libro de texto, de esos de verdad.
He visto tantos textos que parecen de mentiritas que para qué le cuento. ¡Y los venden!
Por de pronto, ahora, escribo a media noche, cuando todos están dormidos, en el rato que queda entre la tintorería y la biografía, pasando por el detergente, en el lobby del hotel, en el aeropuerto… donde se puede.
Según todos, una casa puede vivir sin escritos, ¿pero, sin detergente? Nadie, en su sano juicio, coincidiría conmigo.
Ahí está el quid del asunto.
Yo no estoy en mi sano juicio.
Yo me siento con ganas de ser y hacer más. Yo tengo ganas de ver que mi país crece, de ver cómo mis compañeros de casa, es decir, los mexicanos, que me acompañan en la casa común, en la casa de todos, van logrando crecer en todos sentidos.
Yo tengo ganas de hacer saber a los demás, que sí existe forma de cambiar el estado de las cosas. Que no es válido que sigamos soportando a los que, seguros de su superioridad, pues nadie los ha desafiado, lucran con todo y con todos, hasta el día en que alguien se cansa y entonces, ocupan los titulares de los diarios. Uno, como homicida y el otro, como víctima, cuando un estudio sociológico cambiaría el papel de los implicados.
Yo quiero contarle a Usted, mi querido lector, que con sus mensajes me alienta a seguir, que el sueño de que el estado de las cosas puede cambiar, no debería ser una locura. Debería ser el estado natural. De hecho, es la forma correcta de ser, según yo.
Lo triste es cuando la gente pierde el interés por ser y hacer más. Cuando están ciertos, como el elefante del cuento, que por más que intenten, no podrán romper las ataduras que los ligan, a pesar de que éstas sean sólo ataduras mentales.
Eso es lo más triste. Que las más de las veces, lo que nos impide hacer las cosas es sólo la predisposición que tenemos de que no se puede y el cantito ese de “si se puede”, yo lo veo sólo como un reforzar la idea de que no podemos. Claro, cuando se sabe que se es incapaz, nunca se va a poder. Ese es el problema de los paradigmas y no atrevernos a romperlos.
Cuando en nuestra locura no sabemos que tenemos límites, cuando el horizonte está muy lejano, cuando nuestros sueños son increíbles, de lo ambiciosos, entonces será cuando podremos lograr las cosas.
Y, mi querido lector, créame. Yo sueño muy alto. Y sé que se puede cambiar todo, empezando por lo más difícil: nosotros mismos.
Sólo se necesita dejar de lado la cordura.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U.A.N.L
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la U.A.T.
Socio del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C.
Miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.
Catedrático de licenciatura y posgrado en diversas Universidades.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
http://mexicodebesaliradelante.blogspot.com/
-Señor, no tengo detergente.
Vamos, los asuntos de todos son más importantes que los míos.
Y por supuesto, voy por los niños, paso a la tintorería, consigo la biografía y claro, ¿cómo dudarlo?, traigo el detergente.
Cada uno tiene sus propios afanes y el mío, ahora, es tratar de escribir. Tal vez lo que plasmo sólo sean ideas que fluyen solas, que no tienen control, que a nadie interesan. Tal vez.
Algún día habré de tomar un tema formal, como de adulto responsable, desarrollarlo y haré un libro de texto, de esos de verdad.
He visto tantos textos que parecen de mentiritas que para qué le cuento. ¡Y los venden!
Por de pronto, ahora, escribo a media noche, cuando todos están dormidos, en el rato que queda entre la tintorería y la biografía, pasando por el detergente, en el lobby del hotel, en el aeropuerto… donde se puede.
Según todos, una casa puede vivir sin escritos, ¿pero, sin detergente? Nadie, en su sano juicio, coincidiría conmigo.
Ahí está el quid del asunto.
Yo no estoy en mi sano juicio.
Yo me siento con ganas de ser y hacer más. Yo tengo ganas de ver que mi país crece, de ver cómo mis compañeros de casa, es decir, los mexicanos, que me acompañan en la casa común, en la casa de todos, van logrando crecer en todos sentidos.
Yo tengo ganas de hacer saber a los demás, que sí existe forma de cambiar el estado de las cosas. Que no es válido que sigamos soportando a los que, seguros de su superioridad, pues nadie los ha desafiado, lucran con todo y con todos, hasta el día en que alguien se cansa y entonces, ocupan los titulares de los diarios. Uno, como homicida y el otro, como víctima, cuando un estudio sociológico cambiaría el papel de los implicados.
Yo quiero contarle a Usted, mi querido lector, que con sus mensajes me alienta a seguir, que el sueño de que el estado de las cosas puede cambiar, no debería ser una locura. Debería ser el estado natural. De hecho, es la forma correcta de ser, según yo.
Lo triste es cuando la gente pierde el interés por ser y hacer más. Cuando están ciertos, como el elefante del cuento, que por más que intenten, no podrán romper las ataduras que los ligan, a pesar de que éstas sean sólo ataduras mentales.
Eso es lo más triste. Que las más de las veces, lo que nos impide hacer las cosas es sólo la predisposición que tenemos de que no se puede y el cantito ese de “si se puede”, yo lo veo sólo como un reforzar la idea de que no podemos. Claro, cuando se sabe que se es incapaz, nunca se va a poder. Ese es el problema de los paradigmas y no atrevernos a romperlos.
Cuando en nuestra locura no sabemos que tenemos límites, cuando el horizonte está muy lejano, cuando nuestros sueños son increíbles, de lo ambiciosos, entonces será cuando podremos lograr las cosas.
Y, mi querido lector, créame. Yo sueño muy alto. Y sé que se puede cambiar todo, empezando por lo más difícil: nosotros mismos.
Sólo se necesita dejar de lado la cordura.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U.A.N.L
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la U.A.T.
Socio del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C.
Miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social.
Catedrático de licenciatura y posgrado en diversas Universidades.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
http://mexicodebesaliradelante.blogspot.com/
En una ocasion yo hablaba de que teniamos que cambiar a este pais, y una femenina de edad avanzada me dijo: eres muy joven por eso piensas asi, lo dijo con desprecio pensando que mañana cuando tenga 50 años ya no pensare asi.
ResponderEliminarY me doy cuenta que sii que seguire pensando asi, porque la juventud de las ideas y de la mente no envejecen y la prueba es que usted piensa como un joven de 20 años. Claro que podremos cambiar a nuestra nacion y al mundo entero pero con la unidad. Yo tambien deseo ver que crezcamos.
Joven:
ResponderEliminarEstoy a sus órdenes.
NO cabe duda, los pensamientos van más alla de uno, y estos se lograrán realizar cuando los tengamos siempre en acción, con firmeza y nunca desistir de ellos. Por tal motivo, creo que unidos hacemos la fuerza, y el difundiar las ideas propias, auntenticas y reales hacemos un click en el control remoto de las virtudes. Jesús Vallejo
ResponderEliminarMuchas gracias por su apoyo. Y con personas como usted si habrá un cambio en todos los mexicanos. Usted a logrado hoy que yo reflexione en mi vida y que debo ya de comenzar a cambiar.
ResponderEliminarSaludos desde Cuernavaca.
Juan Manuel M.