martes, 22 de junio de 2010

Los niños de Tamaulipas.

En el norteño Estado de Tamaulipas, allá donde vi la luz primera y donde radica parte de mi familia, la gente está acostumbrada a trabajar y a luchar contra la tierra para arrancarle sus frutos. Sabe, en consecuencia, que las cosas no son gratuitas y sabe, también, que debe uno aventurarse si desea lograr algo.

Como cualquier norestense, la gente sabe que todo cuesta. Y por supuesto, la vida vale y mucho.

Cuando ha habido pleitos por tierras o por mercancías o por cualquier otro problema, los grandes los resuelven a su modo: bravo, bravío, bragados. Es la forma de defender la vida y lo que va en ella.

Pero siempre se ha respetado a la familia, como lo hacía la gente de antes y lo hace aún, la gente que a pesar de sus desviaciones de conducta ante el Estado, conservan valores supremos como lealtad, integridad, valor y valía.

La familia siempre ha estado al margen del actuar de los del pleito.

Por eso es la ofensa ahora tan grande que existe entre la gente que, sin dedicarse a actividades de las que el Estado ha decretado sean ilegales, es decir, de las que el Poder Público ha determinado como que no son bien vistas, ha sufrido en carne propia la muerte de sus menores.

Si entre los que se dedican a actividades ajenas o diversas a las que el derecho positivo permite prende la furia cuando alguien lastima a su familia, imagínese Usted, mi querido lector, cómo puede estar la sociedad del Norte de la República y tal vez, de México todo, ahora que se sabe que los que asesinaron a unos niños en los brazos de su madre fueron hombres hechos y derechos, mayores de edad que sabían perfectamente lo que estaban haciendo y que por error, así lo quiere creer la sociedad, masacraron a unos menores.

Imagínese cómo puede responder la sociedad ahora que los más altos funcionarios han decretado que ese asesinato se debió a “falta de capacitación”, cuando quien lo cometió es un militar en ejercicio de sus funciones.

Algo debe hacer el gobierno para restañar esa afrenta a la sociedad civil. A la Sociedad que sin tener apellido rimbombante o de los que aparecen en las revistas del corazón, sí participan en el día a día de la forma de hacer a México, de la Sociedad que actúa en silencio, al parecer, pero que va guardando las ofensas para hacerlas valer cuando corresponde.

Lo mejor que pueden hacer, los del gobierno, es ofrecer una disculpa, reconocer su error y dejar en paz y a salvo a quienes no participan del carácter de enemigos de ese gobierno.

Lo demás, no alcanzo a comprenderlo.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com


1 comentario:

  1. Maestro. José, su publicación es muy acertada, en el México del hoy se esta viendo vulnerada la justicia social, gracias al mal actuar de nuestros Gobernantes. Esperemos y que todo esto se termine pronto, no podemos seguir viviendo en la incertidumbre.

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