México es un país que está conformado por jóvenes, pues los muchachos con edades de 14 a 30 años, constituyen poco más del 30% del total de nuestra población, es decir, son más de treinta y un millones de jóvenes en edad de trabajar y lamentablemente, sólo el 44% de ellos cuenta con un empleo formal, según el INEGI, entendiendo por empleo formal aquél donde los inscriben en un sistema de seguridad social y obtienen las prestaciones de ley.
Sin embargo, la inmensa mayoría obtiene medios de subsistencia, incluyendo el empleo informal o la propia delincuencia.
El tema hoy y desde hace mucho, es la forma de lograr incorporar al mercado laboral a los muchachos que van egresando de las universidades o peor aún, a aquellos que simplemente van cumpliendo la edad necesaria para integrarse como fuerza de trabajo y están obligados a contribuir con el sustento de una casa que no les corresponde, dado que no es la suya y en la que sí tienen compromiso, pues los que están ahí son sus padres, hermanos y demás familia, que necesitan esos pesos para completar la comida.
El reto es encontrar la forma de obtener los miles o millones de puestos de trabajo que se requieren. Ahí es donde entre todos, podemos ser la diferencia.
La primera pregunta es: ¿se debe distinguir a los jóvenes por el simple hecho de ser jóvenes? Es decir, ¿se les deben dar oportunidades distintas a las de los demás, porque son jóvenes?
La respuesta es fundamental. Si decimos que sí, entonces necesitaremos etiquetar a todos y obtener puestos de trabajo para jóvenes, para mujeres, para hombres, para viejitos, para abandonados, para solteros, para casados, para altos, para bajitos y nunca acabaríamos de clasificar a la gente, pues siempre habrá un nuevo criterio de clasificación, a cual más subjetivo o carente de seriedad.
Entonces, si decimos que no, vamos a enviar a los muchachos, sin experiencia, a una jungla de concreto y tiempos, en la que no existe compasión, a que aprendan una forma de vida que produce úlcera, alta presión arterial y termina por matar a quienes así se desarrollan.
Luego, si no puede ser ni una ni otra opción, ¿entonces qué debemos hacer?
Vamos por partes:
Si ya sabemos que en México somos poco más de 106 millones de habitantes, de los cuales, poco más de cincuenta millones está en edad económicamente activa y sólo alrededor de doce o trece millones tienen una relación laboral formal y cada día se pierden puestos de trabajo, ¿cómo vamos a revertir esa tendencia?, ¿cómo vamos a incorporar a los jóvenes?, ¿dónde vamos a darles la oportunidad de que hagan por la vida?
Hecho ese preámbulo, vengo a exponer ante Ustedes una forma distinta de hacer la vida laboral, que va a ser la constante en el futuro y que desde ya ha de implementarse en México, por el bien de los mexicanos todos.
En la actualidad, un empresario para poder contratar a un trabajador, ha de inscribirlo en el Seguro Social, Infonavit, Fonacot, en cursos de capacitación, ha de manejar la seguridad e higiene en el trabajo so pena que de no hacerlo, o paga multas o estará obligado a dar mordidas.
Algunos empresarios hacen todo en orden. Qué bueno. Felicidades. Otros, sólo dan dádivas a los malos funcionarios pero igual deberán inscribirlos.
Sin embargo, los costos adicionales al sueldo del trabajador son altos y tienen una gran repercusión para el patrón, aunado a que en caso de separación del obrero, existe un costo alto, altísimo, derivado de los montos a que llegan las demandas laborales por salarios caídos o simplemente, por aplicar la ley correctamente, que exige pagar prima de antigüedad aún a los que se portan mal, tres meses de salario así hayan trabajado quince días únicamente y muchos otros costos indirectos por tener un trabajador.
De hecho, la intención del actual gobierno fue brindar facilidades para los patrones y que pudieran otorgar lo que llamaron “el primer empleo”, ofreciendo unos apoyos a los empresarios que de tan tortuosos, se quedaron en el intento y no lograron la aprobación de nadie: ni de los obreros ni de los empresarios ni de los sindicatos. Fue una medida destinada al fracaso.
Lo que hoy pongo ante Ustedes, es una forma distinta: Se trata de manejar un sistema de seguridad social tan amplio como para toda la población, que se maneje de manera paralela a los sistemas formales que dependen del empleo.
En éste, cualquiera, debe poder tener acceso a una forma decente de ganarse la vida, de tal manera que pueda llegar a su casa con dinero, que pueda recibir un salario que le sirva para vivir y que sienta que sus esfuerzos son recompensados y son útiles.
La propuesta consiste en que la totalidad de la población, sin importar edad, sexo, condición social o cualquier otra forma de etiquetar a las personas, tenga acceso a una forma de identificación que le sirva para ser titular por sí y ante sí de su propia seguridad social, que bien puede ser una tarjeta deslizable con banda magnética.
O también, un dispositivo electrónico con código de barras o cualquier otra forma que pueda utilizarse para garantizar que las operaciones de compraventa que realice una persona, se registren y le permitan acceder a dos o tres puntos del equivalente del valor del IVA, lo que servirá como sustento para brindarles la seguridad social.
Un joven que llega a solicitar un empleo, normalmente no está capacitado para desempeñarlo ni tiene la disponibilidad de tiempo suficiente para convertirse en un empleado de tiempo completo, pues ha de seguir estudiando. La consecuencia es que el patrón no lo contrata, simple y sencillamente y si lo llega a hacer, le paga sueldos muy bajos derivados de su escasa preparación y ya no tendrá nunca ese joven la opción de seguir preparándose para la vida.
En cambio, si cada uno es titular de su seguridad social, si es el primer empleo del joven, si no es de tiempo completo, si sólo es por temporadas y no constituye la única fuente de ingresos de la familia, podemos y debemos crear y modificar las leyes que sean necesario para permitir que ese joven y ese patrón puedan tener una relación ganar-ganar.
El Instituto Mexicano del Seguro Social, principal garante pero no el único de la Seguridad Social en México está saturado, rebasado por sus necesidades y sin mecanismo alguno que permita que la inmensa mayoría de quienes utilizan sus servicios, le retribuyan algo, lo que sea, por sus esfuerzos.
Se plantea la posibilidad de que quien solicite los servicios del sistema de salud del Gobierno, que será distinto del Instituto Mexicano del Seguro Social, haya de cubrir un costo, simbólico la mayoría de las veces, pero suficiente para que quien lo reciba, sepa que está ejerciendo un derecho y no que está recibiendo una limosna que lo ofende a él y a quien la brinda.
Con esta propuesta, el joven, dama o caballero, podrá obtener del patrón no una inscripción en el Seguro Social y por ende, tampoco en el Infonavit, pero sí, podrá estar seguro de que sus esfuerzos le permiten hacer la vida.
Si Usted sabe, como patrón, que con pagar diez o veinte pesos diarios por cada joven que esté con Usted, en jornadas de cuatro horas o por el periodo vacacional o en turnos quebrados o en alguna de las modalidades que ahora existen de hecho, no de derecho, Usted ha quedado sin ninguna otra responsabilidad, pues el Estado como garante de la Seguridad Social la asume, Usted podrá iniciar muchos negocios.
Si al tiempo, dos años por ejemplo, su empresa se fortalece, entonces iniciará la migración de sus empleados al Seguro Social y les permitirá tener una forma distinta, tradicional, de seguridad social, pero la nueva, la que proponemos, jamás se perderá y será adicional a la de los sistemas formales, será para la totalidad de la población y le permitirá obtener siempre, pensión y servicio médico al llegar a la edad en que realmente los necesita, por el sólo hecho de haber vivido en México.
Es cuestión de incluir un nuevo párrafo a la Constitución, de modificar algunas cuantas leyes y lo más importante, es cuestión de querer.
Podremos eliminar de una vez y para siempre, la pobreza alimentaria en México.
Es cuestión de que Usted y yo queramos y logremos hacer que los legisladores también quieran. Es por México.
Vale la pena.
Me gustaría conocer su opinión.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Sin embargo, la inmensa mayoría obtiene medios de subsistencia, incluyendo el empleo informal o la propia delincuencia.
El tema hoy y desde hace mucho, es la forma de lograr incorporar al mercado laboral a los muchachos que van egresando de las universidades o peor aún, a aquellos que simplemente van cumpliendo la edad necesaria para integrarse como fuerza de trabajo y están obligados a contribuir con el sustento de una casa que no les corresponde, dado que no es la suya y en la que sí tienen compromiso, pues los que están ahí son sus padres, hermanos y demás familia, que necesitan esos pesos para completar la comida.
El reto es encontrar la forma de obtener los miles o millones de puestos de trabajo que se requieren. Ahí es donde entre todos, podemos ser la diferencia.
La primera pregunta es: ¿se debe distinguir a los jóvenes por el simple hecho de ser jóvenes? Es decir, ¿se les deben dar oportunidades distintas a las de los demás, porque son jóvenes?
La respuesta es fundamental. Si decimos que sí, entonces necesitaremos etiquetar a todos y obtener puestos de trabajo para jóvenes, para mujeres, para hombres, para viejitos, para abandonados, para solteros, para casados, para altos, para bajitos y nunca acabaríamos de clasificar a la gente, pues siempre habrá un nuevo criterio de clasificación, a cual más subjetivo o carente de seriedad.
Entonces, si decimos que no, vamos a enviar a los muchachos, sin experiencia, a una jungla de concreto y tiempos, en la que no existe compasión, a que aprendan una forma de vida que produce úlcera, alta presión arterial y termina por matar a quienes así se desarrollan.
Luego, si no puede ser ni una ni otra opción, ¿entonces qué debemos hacer?
Vamos por partes:
Si ya sabemos que en México somos poco más de 106 millones de habitantes, de los cuales, poco más de cincuenta millones está en edad económicamente activa y sólo alrededor de doce o trece millones tienen una relación laboral formal y cada día se pierden puestos de trabajo, ¿cómo vamos a revertir esa tendencia?, ¿cómo vamos a incorporar a los jóvenes?, ¿dónde vamos a darles la oportunidad de que hagan por la vida?
Hecho ese preámbulo, vengo a exponer ante Ustedes una forma distinta de hacer la vida laboral, que va a ser la constante en el futuro y que desde ya ha de implementarse en México, por el bien de los mexicanos todos.
En la actualidad, un empresario para poder contratar a un trabajador, ha de inscribirlo en el Seguro Social, Infonavit, Fonacot, en cursos de capacitación, ha de manejar la seguridad e higiene en el trabajo so pena que de no hacerlo, o paga multas o estará obligado a dar mordidas.
Algunos empresarios hacen todo en orden. Qué bueno. Felicidades. Otros, sólo dan dádivas a los malos funcionarios pero igual deberán inscribirlos.
Sin embargo, los costos adicionales al sueldo del trabajador son altos y tienen una gran repercusión para el patrón, aunado a que en caso de separación del obrero, existe un costo alto, altísimo, derivado de los montos a que llegan las demandas laborales por salarios caídos o simplemente, por aplicar la ley correctamente, que exige pagar prima de antigüedad aún a los que se portan mal, tres meses de salario así hayan trabajado quince días únicamente y muchos otros costos indirectos por tener un trabajador.
De hecho, la intención del actual gobierno fue brindar facilidades para los patrones y que pudieran otorgar lo que llamaron “el primer empleo”, ofreciendo unos apoyos a los empresarios que de tan tortuosos, se quedaron en el intento y no lograron la aprobación de nadie: ni de los obreros ni de los empresarios ni de los sindicatos. Fue una medida destinada al fracaso.
Lo que hoy pongo ante Ustedes, es una forma distinta: Se trata de manejar un sistema de seguridad social tan amplio como para toda la población, que se maneje de manera paralela a los sistemas formales que dependen del empleo.
En éste, cualquiera, debe poder tener acceso a una forma decente de ganarse la vida, de tal manera que pueda llegar a su casa con dinero, que pueda recibir un salario que le sirva para vivir y que sienta que sus esfuerzos son recompensados y son útiles.
La propuesta consiste en que la totalidad de la población, sin importar edad, sexo, condición social o cualquier otra forma de etiquetar a las personas, tenga acceso a una forma de identificación que le sirva para ser titular por sí y ante sí de su propia seguridad social, que bien puede ser una tarjeta deslizable con banda magnética.
O también, un dispositivo electrónico con código de barras o cualquier otra forma que pueda utilizarse para garantizar que las operaciones de compraventa que realice una persona, se registren y le permitan acceder a dos o tres puntos del equivalente del valor del IVA, lo que servirá como sustento para brindarles la seguridad social.
Un joven que llega a solicitar un empleo, normalmente no está capacitado para desempeñarlo ni tiene la disponibilidad de tiempo suficiente para convertirse en un empleado de tiempo completo, pues ha de seguir estudiando. La consecuencia es que el patrón no lo contrata, simple y sencillamente y si lo llega a hacer, le paga sueldos muy bajos derivados de su escasa preparación y ya no tendrá nunca ese joven la opción de seguir preparándose para la vida.
En cambio, si cada uno es titular de su seguridad social, si es el primer empleo del joven, si no es de tiempo completo, si sólo es por temporadas y no constituye la única fuente de ingresos de la familia, podemos y debemos crear y modificar las leyes que sean necesario para permitir que ese joven y ese patrón puedan tener una relación ganar-ganar.
El Instituto Mexicano del Seguro Social, principal garante pero no el único de la Seguridad Social en México está saturado, rebasado por sus necesidades y sin mecanismo alguno que permita que la inmensa mayoría de quienes utilizan sus servicios, le retribuyan algo, lo que sea, por sus esfuerzos.
Se plantea la posibilidad de que quien solicite los servicios del sistema de salud del Gobierno, que será distinto del Instituto Mexicano del Seguro Social, haya de cubrir un costo, simbólico la mayoría de las veces, pero suficiente para que quien lo reciba, sepa que está ejerciendo un derecho y no que está recibiendo una limosna que lo ofende a él y a quien la brinda.
Con esta propuesta, el joven, dama o caballero, podrá obtener del patrón no una inscripción en el Seguro Social y por ende, tampoco en el Infonavit, pero sí, podrá estar seguro de que sus esfuerzos le permiten hacer la vida.
Si Usted sabe, como patrón, que con pagar diez o veinte pesos diarios por cada joven que esté con Usted, en jornadas de cuatro horas o por el periodo vacacional o en turnos quebrados o en alguna de las modalidades que ahora existen de hecho, no de derecho, Usted ha quedado sin ninguna otra responsabilidad, pues el Estado como garante de la Seguridad Social la asume, Usted podrá iniciar muchos negocios.
Si al tiempo, dos años por ejemplo, su empresa se fortalece, entonces iniciará la migración de sus empleados al Seguro Social y les permitirá tener una forma distinta, tradicional, de seguridad social, pero la nueva, la que proponemos, jamás se perderá y será adicional a la de los sistemas formales, será para la totalidad de la población y le permitirá obtener siempre, pensión y servicio médico al llegar a la edad en que realmente los necesita, por el sólo hecho de haber vivido en México.
Es cuestión de incluir un nuevo párrafo a la Constitución, de modificar algunas cuantas leyes y lo más importante, es cuestión de querer.
Podremos eliminar de una vez y para siempre, la pobreza alimentaria en México.
Es cuestión de que Usted y yo queramos y logremos hacer que los legisladores también quieran. Es por México.
Vale la pena.
Me gustaría conocer su opinión.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
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