sábado, 27 de febrero de 2016

México, país en venta




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

Desde los primeros días de la carrera a los abogados en ciernes se les explica la diferencia que existe entre el derecho público y el derecho privado. El primero es aquél en el que el Estado interviene en su carácter de Estado, ordenando y haciendo que sus determinaciones se cumplan de manera coercitiva. El privado se da entre pares, entre personas, físicas o morales que ante la ley tienen el mismo peso. Ahí no existen diferencias.

Por supuesto, ahora sabemos que también existe el derecho social, que se ocupa de proteger a los desvalidos y de cuidar de la parte débil en la relación procesal: obrero y campesino principalmente, pero también, de la situación procesal de los sujetos del derecho social y en la cúspide, la reina de las prestaciones laborales: la seguridad social que se identifica con las pensiones.

Otto Von Bismark fue el primero, entre 1883 y 1889, en dictar leyes que permitieran a los trabajadores optar por alcanzar una pensión, y al tiempo, muchos países se han sumado a estos beneficios. México no habría de ser la excepción y así ha sido desde el 19 de enero de 1943 en que nace oficialmente el Instituto Mexicano del Seguro Social y cuyo funcionamiento formal es a partir del 01 de enero de 1944.

A ese inicio formal, de parte de los estados, de otorgar seguridad social, de pronto una serie de particulares, de los de derecho privado, comenzaron a tomar por su cuenta la osadía de brindar seguridad social, como si fueran el estado y el resultado fue un rotundo fracaso. Empresas capitanas quebraron de manera estrepitosa.

Es decir, debe existir una línea muy clara, definida, entre lo que es objeto y sujeto del derecho público, lo relativo a las funciones del Estado como tal, con lo que compete a la iniciativa privada, que son los comerciantes y la sociedad en general y, por otra parte, lo que protege y tutela el derecho social, encargado entre otras cosas, de brindar seguridad social, es decir, pensiones y servicio médico.

Cuando de pronto encontramos a sujetos de derecho público, es decir, del Estado, haciendo funciones de empresario privado… o cuando vemos a los particulares ofertando funciones restringidas, restringidísimas al Estado, como la impartición de justicia, que ahora está al mejor postor (siempre, pero antes no parecía) o cuando los entes sociales tienen más dinero que los propios capitalistas, es que algo está fuera de orden.

Y es entonces cuando analizamos la realidad de México, nuestro tan afligido país y descubrimos que muchos de nuestros gobernantes se han dedicado a la rapiña con gran entusiasmo, recordando la expresión aquella de que “México es el cuerno de la abundancia” y así, han buscado cómo obtener ganancias y para ello no han vacilado en poner a la venta parques, plazas, jardines, empresas primarias y productivas de gobierno, nuestra propia soberanía nacional, aquello por lo que tanta gente derramó sangre y lágrimas. Si los obreros que aparecen retratados en Viento Negro, la película que narra cómo se gestó el nacionalismo de Ferrocarriles Nacionales de México, que ahora, ya vendido, tienen un nombre extranjero que suena a grupo musical de los setentas… o cuando sabemos que lo que fuera monopolio del Estado, como la telefonía, ahora es la base de la fortuna del hombre más rico del mundo… o cuando sabemos que están a punto de desmantelar la seguridad social para ofrecerla en bandeja a plata a los particulares que, sin conocer del negocio y solo porque ven unos cuantos pesos, piensan que montando clínicas se van a hacer millonarios… o como cuando el oro negro deja de ser importante para los políticos y solo sirve como moneda de cambio para obtener recursos, para ellos… no, ya no para el país. Es una lástima y una vergüenza lo que están haciendo con México.

Usted y yo tenemos la obligación moral de conseguir que los cerdos que ya desplumaron el Águila, antes altiva, ahora boca bajeada; aquellos que son más rastreros que la serpiente que por eso se distingue pero en su medio natural y no, como los que para elevarse en la escala social, necesitan arrastrarse frente al poderoso, humillando siempre al que menos tiene.

Esos cerdos que con las ropas y el cuerpo manchados de sangre, de nuestros propios hermanos, siguen ofreciendo a quien pasa frente a ellos, los jirones que aún quedan de nuestra patria, según aparece en el cartón que magistralmente creara especialmente para esta nota mi dilecto amigo Julio Castillo y que aparece al inicio, engalanando el texto. El águila parece pollo, la serpiente cuelga ya exánime y los nopales, ese fruto de la tierra de México, su orgullo, cada día parece más lastimado.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

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