José Manuel Gómez Porchini / México debe
salir adelante
Desde
los primeros días de la carrera a los abogados en ciernes se les explica la
diferencia que existe entre el derecho público y el derecho privado. El primero
es aquél en el que el Estado interviene en su carácter de Estado, ordenando y
haciendo que sus determinaciones se cumplan de manera coercitiva. El privado se
da entre pares, entre personas, físicas o morales que ante la ley tienen el
mismo peso. Ahí no existen diferencias.
Por supuesto,
ahora sabemos que también existe el derecho social, que se ocupa de proteger a
los desvalidos y de cuidar de la parte débil en la relación procesal: obrero y
campesino principalmente, pero también, de la situación procesal de los sujetos
del derecho social y en la cúspide, la reina de las prestaciones laborales: la
seguridad social que se identifica con las pensiones.
Otto Von Bismark
fue el primero, entre 1883 y 1889, en dictar leyes que permitieran a los
trabajadores optar por alcanzar una pensión, y al tiempo, muchos países se han
sumado a estos beneficios. México no habría de ser la excepción y así ha sido
desde el 19 de enero de 1943 en que nace oficialmente el Instituto Mexicano del
Seguro Social y cuyo funcionamiento formal es a partir del 01 de enero de 1944.
A ese inicio
formal, de parte de los estados, de otorgar seguridad social, de pronto una
serie de particulares, de los de derecho privado, comenzaron a tomar por su
cuenta la osadía de brindar seguridad social, como si fueran el estado y el
resultado fue un rotundo fracaso. Empresas capitanas quebraron de manera
estrepitosa.
Es decir, debe
existir una línea muy clara, definida, entre lo que es objeto y sujeto del
derecho público, lo relativo a las funciones del Estado como tal, con lo que
compete a la iniciativa privada, que son los comerciantes y la sociedad en
general y, por otra parte, lo que protege y tutela el derecho social, encargado
entre otras cosas, de brindar seguridad social, es decir, pensiones y servicio
médico.
Cuando de pronto
encontramos a sujetos de derecho público, es decir, del Estado, haciendo
funciones de empresario privado… o cuando vemos a los particulares ofertando
funciones restringidas, restringidísimas al Estado, como la impartición de
justicia, que ahora está al mejor postor (siempre, pero antes no parecía) o
cuando los entes sociales tienen más dinero que los propios capitalistas, es
que algo está fuera de orden.
Y es entonces
cuando analizamos la realidad de México, nuestro tan afligido país y
descubrimos que muchos de nuestros gobernantes se han dedicado a la rapiña con
gran entusiasmo, recordando la expresión aquella de que “México es el cuerno de
la abundancia” y así, han buscado cómo obtener ganancias y para ello no han
vacilado en poner a la venta parques, plazas, jardines, empresas primarias y
productivas de gobierno, nuestra propia soberanía nacional, aquello por lo que
tanta gente derramó sangre y lágrimas. Si los obreros que aparecen retratados
en Viento Negro, la película que narra cómo se gestó el nacionalismo de
Ferrocarriles Nacionales de México, que ahora, ya vendido, tienen un nombre
extranjero que suena a grupo musical de los setentas… o cuando sabemos que lo
que fuera monopolio del Estado, como la telefonía, ahora es la base de la
fortuna del hombre más rico del mundo… o cuando sabemos que están a punto de
desmantelar la seguridad social para ofrecerla en bandeja a plata a los
particulares que, sin conocer del negocio y solo porque ven unos cuantos pesos,
piensan que montando clínicas se van a hacer millonarios… o como cuando el oro
negro deja de ser importante para los políticos y solo sirve como moneda de
cambio para obtener recursos, para ellos… no, ya no para el país. Es una
lástima y una vergüenza lo que están haciendo con México.
Usted y yo
tenemos la obligación moral de conseguir que los cerdos que ya desplumaron el
Águila, antes altiva, ahora boca bajeada; aquellos que son más rastreros que la
serpiente que por eso se distingue pero en su medio natural y no, como los que
para elevarse en la escala social, necesitan arrastrarse frente al poderoso,
humillando siempre al que menos tiene.
Esos cerdos que
con las ropas y el cuerpo manchados de sangre, de nuestros propios hermanos,
siguen ofreciendo a quien pasa frente a ellos, los jirones que aún quedan de
nuestra patria, según aparece en el cartón que magistralmente creara
especialmente para esta nota mi dilecto amigo Julio Castillo y que aparece al
inicio, engalanando el texto. El águila parece pollo, la serpiente cuelga ya
exánime y los nopales, ese fruto de la tierra de México, su orgullo, cada día
parece más lastimado.
Me gustaría
conocer su opinión.
Vale la pena.
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