viernes, 15 de junio de 2012

De la admiración




Admirar algo o alguien significa darle valor. Otorgarle un valor que tal vez sea superior al que realmente tenga o que tal vez, en nuestra ignorancia, no alcancemos a valorar en su totalidad. Lo cierto es que cuando admiramos algo, le reconocemos cualidades que en nuestro fuero interno sabemos que a nosotros nos costaría mucho esfuerzo alcanzar.

Se puede admirar un carro, un edificio, una persona, un amigo, nuestros padres, un trabajo realizado o casi cualquier cosa. Sin embargo, se debe tener cuidado en saber cómo y por qué estamos admirándolo.

Muchas veces, de la admiración puede llegar a surgir un sentimiento más fuerte: amistad entre iguales, entre compañeros de escuela, de trabajo, de vida o más aún, el amor de pareja.

Y de hecho, el niño empieza la vida admirando lo que hacen sus padres. Para el niño, su papá es quien todo lo puede y su mamá, está seguro que puede resolver cualquier problema. La vida, muchas veces, se encarga de destruir esas imágenes. En otros casos, las va reforzando.

Por eso quiero platicar hoy con usted, mi querido lector, de la admiración que he sentido por algunas personas que han marcado mi vida de manera definitiva: mis padres, mi esposa y mis hijos.

Carlos Gómez Sánchez, Profesor de Educación Primaria Titulado, Licenciado en Derecho egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, funcionario público, ranchero, vendedor de revistas y periódicos, amigo de mucha gente y sobre todo, mi Padre, fue para mí, la figura que pude admirar desde niño. Lo veía yo firme, seguro de sí mismo, capaz y decidido, conocedor del derecho al grado que tuve oportunidad de ver cómo acudían a consultarlo gente que luego supe eran dueños de fortunas, con amplios conocimientos, como gente del pueblo y a quienes mi Padre siempre trató de igual manera: a todos con respeto pero también, con cordialidad.

Murió hace muchos años que a mí, me siguen pareciendo fue ayer. Pero dejó en mí, su imagen, su recuerdo y la admiración que siempre le he tenido por su forma de ser, su bonhomía y su integridad de valores. Tal vez por la admiración que le tengo, nunca he logrado hacer fortuna mal habida, pero sí, he tratado de seguir enalteciendo su nombre.

Mi Madre, María Guadalupe Porchini Galván, que ya cumplió 60 años de haber terminado su carrera profesional de Químico Farmacobiólogo, cuando las mujeres no acostumbraban estudiar carrera profesional. Una mujer de gran sensibilidad, acostumbrada a los desvelos a favor de quien lo necesite, pronta para acudir en auxilio de los demás y que tiene como frase aquella que dice: “Que mi cansancio a otros descanse”. Es mi Madre y con eso digo todo. Además, me regaló una tardes de estudio escuchándola tocar piano que ojalá todos pudieran crecer en un ambiente así. Entre libros, piano, camaradería y muchos amigos.

Al ir haciendo la vida, como todos los que un día somos estudiantes, conocí mucha gente. A algunos los admiré, pero no lo suficiente para establecer más relación que la de amigos. Y de hecho, sigo admirando a mis amigos, pues algo bueno tienen para que quiera estar con ellos: el valor de su charla, los alcances de su inteligencia, la importancia de sus actos o algo positivo. La gente que fastidia, la que lastima el espíritu y molesta de solo verla, no puede ser admirada ni la buscas para agregarla a tu círculo de amigos.

Pero un día, cuando entré a hacer mi servicio social, conocí a una muy guapa muchacha, digna de admiración por su físico. Sin embargo, lo que más me llamó la atención y lo que más le admiré, fue su forma de ser, su coraje en la vida por hacer las cosas bien, su disposición a defender lo suyo y la ternura que la cobija cuando ha de mostrar su lado amable. Obvio, la admiración creció y ya estamos a punto de cumplir 25 años de matrimonio con mucho amor.

Y cada día le admiro más su entrega, su forma de ser y su deseo de que las cosas se hagan bien, que no existan injusticias y que se viva en un ambiente que para muchos, es una verdadera utopía pero que en casa, es la realidad de todos los días.

Tina, mi esposa, desde niña quiso ser maestra y terminó la carrera de Licenciado en Letras Españolas, en la que aprendió a disfrutar de la lectura, del conocimiento, del pensamiento y del valor de las propuestas, de las ideas y todo lo que implique crecer como persona. Debo aclarar que su forma de ser, sus modos y tratos, los obtuvo en su casa, con sus padres, que le han dado las herramientas de vida necesarias para hacer las cosas bien. Viene de buena estirpe.

Llegaron los hijos. José Manuel y Daniel Ernesto. Los conozco cada día menos pero los admiro cada vez más. Han ido haciendo su vida en casa, con la libertad de actuar conforme a sus criterios pero con la responsabilidad que sólo la seguridad de su valer y su valía puede brindarles. El mayor, ya traductor, con título y todo, que busca su segunda carrera y no sé cuántos diplomados y cursos adicionales. El menor, a punto de terminar de Sociólogo, con excelentes calificaciones y que ha mostrado su lado increíblemente humano al cuidar con una entrega total a Miel, primero y hoy, a Marx. De ambos, cada día me doy cuenta que saben mucho más que yo. Estudian, aprenden, conocen y manejan temas que en mi vida soñé que existían siquiera. ¿Cómo no he de admirarlos? Por supuesto, en esa admiración está cimentado el amor de padre.

En casa las pláticas, las discusiones, que a veces sí hay, giran en torno a temas de cultura. Nunca con la ofensa que agravia y menos, con la descalificación que lastima. Por eso, cuando la encuentro en alguien, de inmediato lo retiro, pues no es la forma correcta de tratar a la gente.

Y admiro a mis alumnos. ¡Claro que los admiro! Los veo haciendo tareas, buscando respuestas y me veo en lo mismo. Un día fui joven y fui alumno y veo que tienen mayor disposición que la que tuve yo en el estudio. Por eso tengo tanta confianza y tanta fe en que México debe salir adelante. Tiene a la mejor gente y es digna de admiración.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com 

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