"La memoria del corazón elimina los
malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos
sobrellevar el pasado." de mi admirado... Gabriel García Márquez. Tomado
del muro de Facebook de Lily Vendrell.
Hoy, andando en el ciberespacio, me encontré en el
muro de Lily, la frase que adorna esta nota. Y empezó mi mente a divagar y a
tomar conciencia que, efectivamente, la memoria es selectiva.
Existen pasajes de la vida de cada uno que en
público no quisiéramos reconocer, pero que en privado lamentamos. Como también,
detalles nimios que a nuestros propios ojos, constituyen el verdadero alter ego
que nos ha permitido cruzar los tiempos y salir indemnes.
Lo cierto, es que tanto la memoria real, la del
cerebro, la que registra todo lo que sucede, bueno o malo, como la memoria del
corazón, la que nos acerca en los tiempos y las distancias a quienes queremos o
sentimos la necesidad de querer, van siendo selectivas y dejan sólo lo bueno a
la mano y lo demás, lo que no sirve, lo que hace daño, lo que frena el
crecimiento como personas, lo van dejando en lo más oculto, en el fondo del
arcón de los recuerdos, donde nadie puede entrar a hurgar nunca pues lastiman
la realidad actual como lastiman las situaciones presentes.
Los recuerdos buenos, los que hacen llevadera la
vida, los que nos arrancan un suspiro al traerlos a la mente son los que nos
permiten olvidar lo que lastima, lo que duele y que si los tuviéramos presentes
siempre, harían imposible la vida.
El bebé contento, el padre amoroso, el beso y la
bendición de la madre que nos despide desde la puerta, la comida con los
compañeros del salón, las salidas en grupo y luego, de parejitas hasta alcanzar
el amor de la vida, que cuando logra durar, es maravilloso, pues muchas veces
dura más el noviazgo que el matrimonio, esos son recuerdos de los buenos.
Ese matrimonio malogrado, es parte de los recuerdos
que se tienen que olvidar. Un día estuve con una muy querida amiga y le
pregunté por su marido, mi amigo de siempre. Su respuesta me asustó, me dejó
sin habla: murió… ¿cómo, cuándo? Fue mi pregunta, azorado… la respuesta fue
peor: para mí, está muerto el desgraciado.
Hoy, sé que quien murió, fue ella. Mi amigo sigue
vivito y coleando y cuando puede, se porta mal y se acuerda de todo lo que
hizo…
Por eso he considerado que es maravilloso que la
memoria nos permita eliminar los malos recuerdos. Por supuesto, que los gratos
sean mejores cada día.
Sin embargo, lo mejor, para mí, es seguir creando
cada día nuevos recuerdos que valgan la pena.
Me gustaría conocer su opinión.
José Manuel Gómez Porchini.
Director General
Calmécac Asesores Profesionales S.C.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Me gusto mucho tu relato
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