domingo, 1 de junio de 2014

Los cursos en línea




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante      


Las empresas, esos entes que se anuncian como “personas morales” pero que ni son personas (a poco una empresa tiene cara o piernas o algo como persona, ¿verdad que no?) ni mucho menos, morales, (se ha sabido de cada atrocidad cometida por las empresas en contra de los trabajadores, que podrán tener y ser todo, menos morales), al momento en que requieren que sus trabajadores aprendan una técnica nueva o a hacer algo para lo que no están preparados, de inmediato buscan la manera de que sus empleados aprendan eso nuevo.

Sin embargo, a pesar de que sí existe, es la excepción y no la regla.

Por eso, lo que el empleado hace es inscribirse en una escuela que conozca o domine el arte, ciencia u oficio de que se trate, para así, cubrir las expectativas del patrón. A veces, solo a veces, la escuela sí conoce lo que promete dominar y entonces, el trabajador adquiere la pericia necesaria para hacer lo que el patrón requiere.

Sin embargo, no siempre el obrero tiene los tiempos disponibles ni la facilidad de acceder a los cursos que ofrece la escuela. Y ahí es donde aparece lo que ahora está en boga: los cursos en línea o no presenciales.

Se les llama así porque su principal característica es que están en una de las múltiples plataformas educativas que ahora existen, ya gratuitas, ya onerosas, ya restringidas o abiertas a todos, etc.

En una materia en línea, el docente “postea” (inflexión de post, término anglosajón que significa “pegar o dejar colgado”) un comentario en la plataforma y entonces, los alumnos, cuyo número solo es acotado por la cantidad que se inscriba, empiezan a dejar comentarios respecto al “post” original hasta que ya nadie recuerda el sentido original del tema a discusión… y así, se va perdiendo el aprendizaje en un mar de información.

Claro, el trabajador (que ahora desempeña el papel de alumno) tiene interés en acreditar las materias en línea y busca en la red, en sus libros, entre sus amigos, la respuesta a las interrogantes que “cuelga” el “facilitador” (antes maestro) sin lograr encontrarla, pues como que esos facilitadores lo que buscan en “dificultar” el proceso enseñanza-aprendizaje.

He podido participar en los foros de discusión de varias materias, he visto cómo el “facilitador” formula una pregunta que poco o nada tiene que ver con el tema y lanza el reto: ¿qué relación existe entre el tema a estudiar y esto que les planteo? Claro, empiezan primero los más osados a aventurar respuestas que de inmediato son desechadas. Y así, hasta que el maestro dice: lo único que quería es demostrarles su capacidad de buscar algo que no existe. Para mí, eso es frustrante.

Luego, vienen los exámenes. Te dicen que debes conocer la lectura (¡así dicen!) que postearon en el link, y la pregunta es: en el texto El Principito, en el tercer renglón del cuarto párrafo de la hoja cuatro, ¿es sí o es no lo que está escrito?

Claro, usted que leyó el texto pero no se lo aprendió de memoria, no va a adivinar la respuesta y entonces, su calificación llegará solamente a nivel menos que aprobatorio. Es decir, usted quedará reprobado.

El truco viene cuando el alumno conoce la tecnología y tiene a su disposición varias computadoras. Ahí, al momento va a saber que mientras en una máquina va dando respuesta a lo que plantea el maestro, en otra va a tener expuesto el texto para localizar las respuestas.

De nueva cuenta, el que tenga mayores “habilidades” para hacer las cosas de la manera fácil, habrá de progresar. El que intenta resolverlo solo con respuesta formal va a sentir la desesperación de no encontrar las respuestas y obvio, fracasará.

Ahí es donde mi queja surge. Por la forma en que están planteados los cursos en línea, se requiere pericia al máximo en manejo de computadoras, tiempo libre sin límites, un gusto total por intervenir en pláticas ajenas y, por supuesto, que la opinión que los demás pueden dejar de ti, carezca de relevancia. Así y solo así, puede alguien participar con interés en esa aventura.

Si carece de esos atributos y usted lleva su curso porque lo obligaron en la empresa, lo entiendo. No necesito agregar más.

Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.



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