lunes, 1 de julio de 2013

La carrera magisterial.


José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante              


 

Entre los maestros existe la obligación de estarse preparando, de continuar con la educación día a día como un requisito para conservar el empleo. Y claro, son los depositarios de nuestros hijos y como mexicanos, esperamos que nuestros maestros sean los mejores del mundo.

Sin embargo, no siempre ha sido así y la verdad, como que antes los maestros tenían más libertad de acción, más posibilidad de hacer las cosas y ahora, se ven de pronto comprometidos en asuntos que van más allá de lo que es válido pedirle como tarea a un ser humano y eso, es parte muy importante de las protestas, las quejas y los problemas del magisterio.

Me explico. Crecí en familia de maestros y siempre he sabido que se deben hacer las “sábanas”, nombre común que se le da a la planeación académica que ha de presentarse ante los superiores con relación al curso que va a impartirse. Y claro, como en todas las demás carreras, los maestros han de partir de reglas claras y así, deben preparar sus estrategias de enseñanza.

Lo importante debe ser la clase, no la “sábana”. Ésta es solamente un mecanismo de apoyo, nunca el protagonista de la historia.

El maestro además, ha de guardar evidencias de lo que hace, para acreditar que lo que aparece en la planeación didáctica (la “sábana”, ¿se acuerda?) en realidad se llevó a la práctica y así, podemos cerrar el ciclo: una planeación, la implementación de lo planeado y, la evidencia de lo que se hizo.

El problema ahora es que las autoridades educativas en el país como que no le tienen confianza a los maestros (que son sus empleados) y cada día les dejan una nueva tarea: evidencia de la clase, evidencia de que entregó la evidencia, evidencia de que conservó la evidencia de que entregó la evidencia y así, hasta el infinito, pues mientras existan funcionarios sin cerebro pero con derecho a exigir un sello en los papeles, cada día habrá más exigencias.

Los maestros ahora lo que hacen es buscar la forma de llenar la papelería interna de la Secretaría de Educación de cada Estado y van perdiendo el interés por los alumnos, que al fin y al cabo solo son el elemento necesario para poder llenar las evidencias que les exige la secretaría, ya no lo importante de la función del maestro.

Y claro, para poder llenar los absurdos, la secretaría les exige a sus empleados que cursen la llamada “barrera magisterial”, que no es otra cosa que una supuesta especialización en las diversas materias, pero que en realidad es una traba más para impedirles o negarles o los incrementos salariales o las posibilidades de mejores estadíos de trabajo.

Y los maestros van y estudian y presentan los exámenes de los múltiples cursos que han recibido y por supuesto, no pasan. Aquí toma valor mi tesis de que el maestro está para enseñar, no para reprobar. ¿Qué caso tiene que yo como maestro tenga un grupo en el que todos reprueben? ¿Eso que demuestra: que soy muy bravo para calificar o que soy muy bruto para enseñar? Digo, si mis alumnos no logran comprender lo que trato de explicar, el que está mal soy yo. Y así está la secretaría. Sus alumnos (los maestros) reprueban de todas, todas. Perdón, omití mencionar que los amigos de los directivos sí aprueban, no sé por qué. Tal vez ellos sí estudien bien.

Lo cierto es que la cosa esa llamada “carrera magisterial” es tan solo el petate del muerto con que han traído los últimos años a los maestros de la ceca a la meca y así, no les resuelven sus exigencias. Claro, no han cumplido con sus estudios…

Lo que también es cierto, es que he tenido oportunidad de platicar con varios doctores en educación, de esos que ahora son la panacea de todos los males y la verdad, no rebuznan solo porque no dan el tono, la incompetencia ya la tienen.

El Maestro ha de ser un ejemplo en la sociedad, un faro que guíe a alumnos y padres de familia, un factor importante en la comunidad y no, un empleado mal pagado repleto de cargas imposibles de cubrir. Lo que viven los maestros actualmente, es un “bullying” o más bien, dado que es en el trabajo, debe ser “mobbing laboral” por parte de la Secretaría de Educación en todos los niveles.

Y claro, el hilo se revienta por lo más delgado. Si el maestro no tiene condiciones dignas de trabajo, si está siendo acosado por el patrón, si su salario no ha tenido un real incremento en los últimos veinte años, lo cierto es que ahí tenemos un foco rojo que en cualquier momento va a detonar. Es más, creo que como en seis o siete Estados ya lo hicieron. Faltan los demás. ¿Cuándo cree usted que empezarán los problemas en esos?

Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.

 

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