domingo, 14 de agosto de 2011

Revendedores y Justin.




A pesar de que no es el tipo de música que me gusta, debo reconocer que Justin Bieber tiene una gran aceptación entre el segmento de las jovencitas. Definitivamente, es un gran éxito comercial. No se puede negar.

A tal grado llega su triunfo, que ahora que ha anunciado que habrá de presentarse en este Monterrey tan lastimado, resulta que cientos de muchachas acudieron a querer comprar un boleto para su único concierto en esta ciudad y no fue posible, pues en minutos apareció el letrero de “localidades agotadas”. Eso es el éxito en pleno.

Todo sería maravilloso, pero resulta que al momento siguiente aparecieron a la venta boletos para dicho concierto en manos de revendedores. Es decir, las mamás y las casi niñas que estuvieron por un día completo haciendo fila para adquirir sus lugares no lo lograron y los revendedores, sin aparecer ante el público, acapararon los mejores y la mayoría de las localidades.

Claro, para que un revendedor pueda adquirir un boleto sin hacer fila, sin acudir al centro de venta, quiere decir que tuvo apoyo y ayuda desde el interior de la empresa que expende los lugares. Además, esas personas deben contar con la protección y amparo de las autoridades competentes pues de otro modo no se explican las señoras que sus criaturas no hayan conseguido los dichosos boletos y ahora, en la reventa, los encuentren al doble o casi al triple del valor original.

El negocio es grande. Muy grande y debe dar para todos. Al menos, así lo estiman los que manejan los eventos en Monterrey, pues no importa que sea Justin o Rata Blanca o cualquier otro ídolo el que se presente, o simplemente los juegos de cada semana de Tigres y Rayados, los boletos están en manos de revendedores.

Es increíble que ninguna autoridad se entere o tenga noticia de los revendedores y todo mundo, excepto la autoridad, sabe que afuera de los estadios de fútbol están los revendedores, que por supuesto, no le ofrecen venderle un boleto, le ofrecen comprarle uno a Usted, que al momento de hacerles caso, de inmediato le ofrecen lugares de todo tipo: que de lujo, que en galería o gayola, que con derecho a saludar a los artistas y cosas así.

Claro, ahora que se presenta el ídolo del momento, Justin Bieber, los boletos han alcanzado un precio fuera de toda proporción. Seis mil pesos por un lugar en la parte alta, cuando su valor original apenas rebasaba los trescientos pesos, es un verdadero atraco. Y las madres los han pagado para complacencia de sus hijos.

Es un todo lo que está mal. Primero y como principal responsable, la autoridad que no cumple su obligación. Segundo, la gente de la empresa que vende los boletos. Que frente a la gente que está haciendo fila permita que lleguen individuos a la taquilla, sin formarse y sin hacer fila, a comprar cantidades inmensas de boletos, cuando según tienen normas restrictivas de venta, es un favoritismo que se presenta más bien, a pensar en un contubernio. Tercero. Los padres de familia que, sabiendo que sus finanzas no son boyantes, permiten que su niñito o niñita gaste lo del mes, según el Secretario Cordero, seis mil pesos, para comprar un boleto y poder ver, de lejos, a quien ya ha sido considerado como uno de los peores artistas de la Unión Americana. Conste, nunca lo he oído.

Creo que elevar tan alto a una persona, con todo lo que ello implica, incluyendo dormir haciendo fila para comprar un boleto en una cantidad tan fuera de orden, está mal. No es correcto, no al menos según las normas que aprendí en casa. ¿Usted, qué piensa al respecto?

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.

Mexicano.


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