domingo, 21 de agosto de 2011

La huelga de los futbolistas españoles.


La huelga de los futbolistas españoles nos demuestra que no importa el nivel salarial. Si recibes un pago por la prestación de un servicio, eres trabajador y por tanto tienes derechos a los que no se debe renunciar, aunque los patrones y algunos desclasados opinen lo contrario.
Pablo Franco. Tomado de su muro de Facebook el domingo 21 de agosto de 2011 a las 20:24.

De pronto el fútbol irrumpió en mi vida por todos lados. Que los sub 17 ya mero, que los sub 20 casi, que los sub no se qué sí, que en Torreón balazos, que en España están en huelga, que llegó Salcido y muchas notas más.

Lo cierto es que, a pesar de que en lo particular no sea yo fanático del deporte de las patadas, pues prefiero aquellos que conocí mejor desde niño, como el béisbol, muchas de las notas tienen su razón de ser.

Los deportistas mexicanos de conjunto, que ha sido nuestro principal problema, parece que empiezan a creer en ellos mismos y ahora sí, han empezado a ganar. No se puede todo, todo el tiempo, pero ya han ganado y eso, les va dando confianza. Es un círculo virtuoso, pues si nunca ganas, no te sientes confiado, en cambio, cuando ya has ganado y lo puedes volver a hacer, tu mente sabe que es una realidad y así actúa, con espíritu de triunfador.

Lo de Torreón, ver a la gente corriendo entre balazos, sabiendo que cada juego es costumbre que haya el ruido de los disparos, que la gente pareciera estar acostumbrada a escucharlos, causó sorpresa a nivel mundial y en México, pareciera ser la gota que ha de derramar el vaso. Ojalá sea el detonador que faltaba.

Pero lo más interesante son los jugadores españoles. Si Usted, mi querido lector, recuerda, los beisbolistas en Estados Unidos de manera frecuente van a huelga, pues exigen mejores salarios. Ahora, los españoles hacen lo mismo y conste, sus salarios están por los cielos. Digo, así podría contestar un dueño de empresa pero en realidad, lo que piden es lo justo y voy a tratar de explicarme.

Si el equipo en que juega es pobre, no tiene recursos ni seguidores, no produce utilidades, los salarios serán ínfimos y sólo que el dueño insista en mantener vivo al equipo podrá seguir. En caso contrario, es un equipo que se vende y cambia de sede para, con otro nombre, otros patrocinadores y otros dueños, con otra mística, tratar de hacer algo.

En cambio, si el equipo es de medio pelo y produce, digamos, un millón de pesos, conste, son cifras hipotéticas, el dueño deberá tomar lo que necesita para pagar sus gastos, doscientos mil pesos, lo de la publicidad, que es de lo más caro, otros doscientos mil y los seiscientos mil que sobran, serán para sus utilidades y los salarios de los jugadores. Que él recoja la tercera parte de lo producido, trescientos mil pesos y todavía le quedan otros trescientos mil para repartir a los jugadores a guisa de salarios. Se completa el millón y todos contentos. El dueño gana lo justo por su inversión, que para eso es y los jugadores obtienen un buen salario.

Lo interesante es que, cuando todos saben y conocen esas cuentas, de pronto se enteran que el dueño o la empresa subió los ingresos de un millón a cien millones y sus gastos no cambiaron. Es decir, siguió gastando doscientos mil en publicidad y trescientos mil en salarios de los trabajadores o jugadores. Pero él, se llevó los noventa y nueve millones de diferencia. Lo que pasa es que contrató barato a alguien que se hizo muy famoso y todos van a verlo y a comprar cosas de él.

Ahí es donde el dueño, si fuera humano, si fuera justo, si fuera un poco inteligente, buscaría compartir sus ganancias para que sus empleados estuvieran a gusto y contentos con él, como lo han hecho muchos patrones a lo largo de los tiempos. El problema es cuando todos se enteran de las nuevas condiciones y en público, el dueño dice que no puede.

Ahí, cuando les regatean todo tipo de ayuda, cuando les niegan el aumento que solicitan sabiendo el obrero que el patrón cuenta con los recursos para hacerlo, es cuando la lucha de clases anunciada hace mucho se torna una realidad y entonces, los sentimientos se desbordan.

De pronto, ver en televisión a los grandes beisbolistas o a los jugadores de fútbol, hablando a favor de su movimiento de huelga, como que causa un poco de escozor, pero en realidad, como bien lo indica el Lic. Pablo Franco, si recibes un pago por la prestación de un servicio, eres trabajador.
                                                                                  
Y los trabajadores se identifican como clase, así sea sólo en eventos infaustos. Los trabajadores se unen, se arropan unos con otros y se protegen, como lo han hecho a lo largo de todos los movimientos obreros en todos los tiempos y en todas las latitudes.

Sólo se necesita que empiece uno, para que los demás lo sigan.

Ahora, vamos a llevar este mismo ejercicio a México como país. Sólo se necesita que empiece uno, para que los demás lo sigan.

¿Qué nos hace falta? ¿Más muertos, más balas como en Torreón, más huelgas, más hambre? La verdad, me da miedo imaginar las respuestas.
                                                   
Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com        


2 comentarios:

  1. Muy acertado, como siempre maestro. Muy agradecido por la referencia.

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  2. Maestro:

    Sin duda, el fenómeno del fútbol en México lindo y herido es apabullante por si mismo. Ahora con hechos como el de Torreón da que bastante para pensar y reflexionar. ¿Fue sólo un distractor? ¿la seguridad está a la altura? ¿qué fue realmente lo que pasó?. En fin.
    Respecto a España, en los últimos tiempos nos hemos dado cuenta que se han convertido en un ejemplo de cómo podemos actuar para defender nuestros derechos.
    ¡Despierta México!

    Saludos.

    Mtra. Bárbara Cabrera

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