sábado, 4 de abril de 2015

La tecnología y el derecho del trabajo




Un día, allá por 1877, se inventó el fonógrafo y entonces el hombre logró conservar para siempre la voz y a partir de ese momento, los cantos, los coros y las grandes arias, óperas, discursos y las canciones de moda. Así surgió la industria que movía grandes fortunas y que usaba como medio el disco. Hubo estilos, colores, tamaños, formatos pero siempre el mismo concepto.

A mediados de los ´60s aparecieron los formatos de casete y 8 pistas que se instalaron en los automóviles, cambiando para siempre los discos, pues se les anunció su desaparición.

Sin embargo, el formato para reproducir música seguía siendo el mismo: grabar el sonido, utilizar un reproductor más o menos caro o sofisticado y obvio, se crearon grandes colecciones.

De pronto apareció la informática, las computadoras con todo lo que ellas son y aparecieron también, los “puertos”, las memorias USB, la reproducción sin tocar el reproductor y otros cambios fundamentales.

Hoy vivimos en un mundo en el que gracias a la tecnología para tener todos los discos de todos los cantantes, lo único que necesitamos es tiempo, pues todo está en la red. Cambió el formato, cambió la necesidad y cambió la forma de hacer negocios.

En tanto, en materia de trabajo, los últimos tres o cuatro mil años había sido lo mismo: un poderoso que somete a un débil y lo convierte en esclavo. Puede comercializarlo sin pena y así fue válido para el derecho, para la sociedad y para todos.

De pronto, a fines del siglo XVII, cuando aparece la Revolución Industrial, que el Renacimiento está a todo lo que da, cuando los pensadores opinan que el hombre debería ser libre, que la esclavitud no es buena y cosas así, empiezan los cambios. Y los países se hacen independientes y empiezan a abolir la esclavitud y luego, a exigir un trato justo, un salario decente, una jornada humanitaria y otros conceptos muy elevados en materia de derecho laboral.

Y aparece en escena Otto Von Bismark e inventa la seguridad social y así ha estado desde sus leyes de 1893, 1896 y otras más, hasta la actualidad.

Pero la tecnología no se ha detenido y por el contrario, todos los días aparecen cosas nuevas, formatos nuevos y realidades distintas.

Y si bien es cierto que el derecho laboral es joven y dinámico, tendrá no más de doscientos años, de pronto pareciera que es un viejo anquilosado incapaz de responder a los retos de la modernidad.

Así como hubo quién apostara en el sentido de que jamás nadie desplazaría al fonógrafo, así ahora hay gente que piensa que la relación laboral como la conocemos es la única válida y así debe quedarse.

Sin embargo, la tecnología avanza y el derecho no. Ahora tenemos unas reformas que permiten contratación por horas y otras cosas que podrían significar un retroceso, pero en realidad, el derecho lo que hizo fue tan solo alcanzar a los tiempos. Y sin embargo, va atrás, muy atrás.

De pronto la gente no quiere quedarse muchos años con el mismo patrón, es decir, no les interesa la estabilidad en el empleo, como tampoco quieren un horario fijo y exigen sus propias jornadas que son totalmente ajenas a lo que conocemos como “jornada de trabajo”. Tal vez para usted y para mí, acostumbrados a la realidad que conocemos, no puede haber otro tipo de jornada, pero para quien es capaz de crear lo que el patrón necesita en un rato, con habilidades ignotas y con técnicas desconocidas para los mortales, es lo más lógico del mundo.

Así, de pronto tenemos a los “freelancers” que van por la libre sin tener un patrón fijo o tenemos empresas que han cambiado la realidad empresarial: el mayor productor de contenidos del mundo, Facebook, no publica una sola línea; la empresa más importante en transportación de pasajeros, Uber, no es dueña de un solo taxi; así podríamos seguirle hasta el infinito.

Ya nada es igual, ya las cosas no son como antes. Pero el derecho obrero sigue igual, arcaico, anquilosado, recargado en una pared, moribundo, sostenido con algunos masajes directos al corazón por uno de sus más importantes pilares: el sindicato, que ahora pareciera ser la única causa de sus males.

Mientras languidece el derecho laboral, maltrecho en un rincón, la pobre seguridad social ha hecho mutis y ya se acostumbró a ser violada todos los días: las empresas del gobierno, las garantes y ejemplo de la forma de hacer la vida, utilizan outsourcing y evaden impuestos, seguridad social, derechos de los trabajadores y todo lo que usted quiera.

Es decir, el panorama se ve espantoso a corto plazo. Los sindicatos están ciertos de que se les ve como un estorbo y en efecto, lo son. Pero sin sindicatos no habría derechos laborales. Caramba, estamos en un aprieto.

Si volteamos a ver al fonógrafo y cómo la industria de la música ha evolucionado desde no existir apenas en 1877 y hasta llegar a Spotify, pasando por Napster y otros, así debería ser el derecho.

Cierto, la industria de la música ha cambiado y ha reconocido y aceptado los cambios. La ciencia del derecho no ha variado un ápice los postulados maravillosos que nos legaron los grandes gurúes del derecho laboral y por lo tanto, estamos en condición de inamovibles.

Por mientras, la realidad social ha mutado las formas totales de las relaciones laborales. Lo que antes eran discos de 78 o 33 revoluciones y luego, de formato chico y 45 R.P.M., luego fueron casetes y ocho tracks y ahora memorias, chips y Spotify. En materia laboral el formato de ocho horas no ha variado ni tampoco las semanas cotizadas ni el salario diario o las vacaciones y aguinaldos.

Si todo está mal, la seguridad social, la hermana pobre, la pariente abandonada del Derecho Social, está peor. Nadie quiere pagar un Instituto Mexicano del Seguro Social hostil y agresivo en sus cobros, reacio a prestar servicios y lento, tardado pero inseguro a la hora de brindar atención. De hecho, la principal causa de cierre de las empresas es el altísimo costo de la seguridad social. Conste, existe generalizada la costumbre de defraudar a la seguridad social inscribiendo a los trabajadores con un salario menor al real; evadiendo pagos; “cortando” el servicio por temporadas y otras linduras. Y sin embargo, el IMSS es el principal prestador del servicio y por ende, requiere con urgencia dinero y de ahí su voracidad para cobrar.

El planteamiento entonces será: ¿Qué cambios se debe hacer en la legislación para adecuar el derecho a la realidad?

De entrada y con la finalidad de terminar esta nota, le digo: ya están las propuestas necesarias en mi blog, suficientes incluso para ganar una candidatura política, pero presentarlas juntas es mi compromiso para la siguiente semana.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.



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