José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Hace escasos días, semanas tal vez, me enteré de la
existencia de Uber, la empresa dedicada a proporcionar servicio de transporte
terrestre de pasajeros a precios módicos. Fue de manera casual, pues vi que uno
de mis contactos en Facebook comentaba que estaba él en el aeropuerto de
Guadalajara, Jalisco, batallando para llegar a su destino, pues los taxistas
tenían un plantón para protestar.
Entonces publicó en su cuenta que deberían inventar
un servicio de taxis por internet, que lo pidieras y te lo mandaran en minutos
y te llevaran a tu destino de buen grado. De inmediato le contestaron: ya
existe. Es una APP y nada más necesitas descargarla y listo. Felicitó en la red
a los inventores y todos contentos.
Me quedó la curiosidad y lo compartí. Casi de
inmediato me empezaron a decir que en efecto, existe y es real. Te inscribes,
anuncias tu tarjeta de crédito, proporcionas ciertos datos básicos y a partir
de ese momento puedes empezar a disfrutar del servicio de UBER.
Si se fija con detenimiento, no dice S.A. ni S.C.,
ni ninguna otra de las formas conocidas de negociaciones comerciales, pues al
parecer, no está constituida así.
Y entonces me vino a la memoria la historia del
papá de un muy querido amigo mío, que desde siempre fue dueño de taxis: tenía
trabajadores, inscritos en el seguro social, con sueldos formales y con la
responsabilidad de ser empresa. Claro, a cada rato se ponchaban las llantas, se
quedaban tirados, bueno, les pasaba… ¡todo! De pronto un día y alentados por el
gobierno y por los medios de comunicación a ser “emprendedores”, los
trabajadores del volante decidieron que ya no serían más empleados del papá de
mi amigo y decidieron lanzarse como “freelancer”,
es decir, trabajadores libres.
Ahora, les renta los taxis y ya no son sus
trabajadores, sino que ahora tienen una “alianza estratégica”. Ya no se ponchan
las llantas y si acaso ocurre, él ya no se entera. Se los entregan siempre
limpios o ya no se los vuelven a rentar. No son sus trabajadores, ya no les
paga el seguro social y ellos, como trabajadores por su cuenta, no tienen
derecho a seguridad social. Por supuesto, eso al gobierno no le interesa, al
fin y al cabo es un contrato de carácter privado, es decir, un acuerdo entre
pares y por ende, la voluntad de las partes es ley suprema. El Estado no recibe
impuestos, no cobra cuotas de seguridad social, los trabajadores no tienen
derecho a servicio médico y el día que algo les sucede o cuando se vuelvan
viejos, van a voltear a ver al Estado con ojitos tristes y éste algo habrá de
hacer…
Regresando a Uber, es un acuerdo entre particulares
en el que uno, dueño del carro, se pone a disposición de la empresa, la que se
encarga de conseguir los clientes, direccionarlos y ya. Es todo, así, casi
facilito.
Claro, la empresa para poder laborar, tiene
trabajadores. En el caso de Uber, anuncia que tiene aproximadamente 850
trabajadores, con un universo de valor de cuarenta mil millones de dólares.
Para que tenga usted un referente, General Motors tiene un valor de sesenta mil
millones de dólares con doscientos mil empleados, con salarios y por los que
paga seguridad social e impuestos. Uber no tiene esos costos.
Un grupo de emprendedores, Uber, decide crear una
aplicación para utilizar el servicio de taxi. La gente se entusiasma y hay
muchos que se suman, de tal manera que ha crecido exponencialmente. Cada día se
suman más interesados en el proyecto y todos ganan. Usted solo requiere tener
un carro, ponerse en contacto, ofrecer sus servicios y tras una breve
investigación, ya puede ser llamado. Usted como cliente solo tiene que ofrecer
su tarjeta de crédito como referencia, darse de alta como cliente y listo, ¡a
utilizar el servicio!
Hasta ahí, todo es maravilloso. Sin embargo, los
taxistas tradicionales pagan por el costo del taxi, pagan impuestos, tienen
seguridad social, cubren seguros más altos precisamente para protegerlo a
usted, tramitan licencias especiales, consiguen las autorizaciones y todo lo
que implica estar dentro de la ley. Y la ley tiene una razón de ser, el
espíritu de la ley, dicen los que saben de eso. Para proteger el servicio que
brindan los abogados, los médicos, dentistas y muchos más, el gobierno exige un
título profesional. Para proteger la seguridad del público, en el caso de los
taxistas, el gobierno exige una licencia especial y que se cubran ciertos
requisitos. La gente de Uber no existe para el gobierno. No paga impuestos, no
tiene licencias, no tramita permisos, no identifica sus taxis.
Los trabajadores del volante que están con Uber
están desdeñando su propia seguridad social. Uber ha sido causa de problema en
muchos países, al grado que ya ha sido proscrita o prohibida en España,
Alemania, Holanda y Francia, precisamente por no pagar impuestos, ocultar que
prestan el servicio público de transporte de pasajeros, no cubrir seguridad
social y otras linduras. No necesita usted buscar mucho. En internet aparece
toda la información que le he proporcionado. No incluyo los enlaces pero con
gusto los podrá usted encontrar en mi página de Facebook y en mi cuenta de
Twitter @ppporchini
Es decir, si lo que hace Uber es un “trato entre
particulares” ajeno al gobierno, para evitar todo tipo de control, entonces
mañana saldrá una aplicación en internet que sea “trato entre particulares”
para vender alcohol, drogas, sexo, títulos profesionales, puestos públicos y
todo lo que se pueda usted imaginar, al fin y al cabo el gobierno solo estorba…
Ahora bien, es la realidad ya. Es el futuro ahora.
¿Se puede detener? No. ¿Qué se puede hacer? Tener un control sobre ese tipo de
empresas. ¿Cómo? Está mi propuesta de seguridad social, que permite
precisamente el control fiscal y laboral de las empresas y el pago de
impuestos, de manera futurista. ¿Se puede implementar? Si. Lo único que se
necesita es que exista la voluntad política.
Es el futuro ahora. Son los nuevos modelos de
negocios que no podemos ignorar. Cerrar los ojos es suicida. Adelantarnos es lo
correcto. Ahí está la propuesta sobre la mesa. Modelo Uber, con taxis baratos,
trabajadores sin derechos y gobiernos sin impuestos; modelo G.M. que es de
principios del siglo pasado (1908) y que ya ha quedado rebasado: y, la tercera
opción, la seguridad social indirecta, el modelo que he venido proponiendo y que
tiene como efecto colateral un control de gastos y un aumento en la recaudación
de impuestos, todo gracias a la tecnología: mi propuesta y Uber.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario