La semana pasada
concluimos la nota con la siguiente interrogante: ¿Qué cambios se deben hacer
en la legislación para adecuar el derecho a la realidad? Y a eso nos vamos a
dedicar en la presente nota.
El derecho
laboral, que no del trabajo como ya hemos comentado, ha tiempo quedó obsoleto.
Las figuras señeras de las relaciones laborales se perdieron en el tiempo y
ahora ya no funcionan más. Es decir, debemos recomenzar casi de cero.
Las definiciones
ciertas: patrón, trabajador, jornada de trabajo, subordinación y pago, ya no
son como las aprendimos y las hemos venido enseñando. Ahora patrón es el amigo
que nos invita a colaborar con él, en una empresa sin forma ni estructura y de
pronto, como emprendedores, ya están manejando millones con una idea que tal
vez llevaron a clase como proyecto y ya es una realidad. A ese patrón no se le
pueden aplicar los requisitos del artículo 132 de la Ley Federal del Trabajo,
pues no es esa la estructura. El trabajador es ahora un amigo, un conocido a
quien se le hace entrega de un dossier
y sale a vender, a buscar contactos, a hacer amarres y de pronto logró colocar
un pedido que va a mantener ocupada a la compañía los siguientes dos o tres
años. Y él va a cobrar por cada operación, pero ya no va a hacer nada.
La jornada de
trabajo, esa de siete de la mañana que inicia con el silbato de la fábrica y
hasta las tres o cuatro de la tarde, ya no existe. Para empezar, las distancias
y los medios de transporte ahora son tan distintos que muchas veces requieres
dos o tres horas para llegar al centro de trabajo. Así no funciona, por lo que
ahora la entrada es más o menos como a las ocho de la mañana y sales cuando
consideres haber terminado, sin que tenga que ver con las ocho horas de la ley.
Por tanto, habrá jornadas de cuatro o cinco horas como habrá de doce o catorce
o más horas de trabajo. ¿Horas extras? Vamos, si la corte ha dicho que si
puedes ver la televisión no necesitas horas extras…
El último de los
elementos que configuran la relación laboral: la subordinación a cambio de un
salario. Ya no existe así. Ahora resulta que contratas a alguien para que haga
un trabajo y decide hacerlo desde su casa “porque así es más cómodo” o buscan
cualquier otra razón de peso pero lo cierto es que el obrero aquél que temblaba
a la voz del capataz ya no existe. Tampoco existe el capataz que ponía a
temblar a todo mundo. Las normas de trato, los manuales de derechos humanos, la
posibilidad de ser exhibido en las redes sociales, todo, ha contribuido al
cambio total de paradigmas.
El bastión más
importante del obrero, la seguridad social, la posibilidad de mantener la
capacidad de ganancia cuando los años o las enfermedades hayan minado las
fortalezas, está en riesgo de muerte.
El IMSS ha buscado
la manera de mantenerse vigente y los que lo han manejado, la única solución
que encuentran es aumentar las cuotas.
Los demás
organismos de seguridad social van cavando sus propias tumbas ante la realidad
innegable de que actuarialmente, arrojar el peso de la seguridad social en un
solo sector, los integrantes de la relación laboral formal, patrón y
trabajador, es insostenible.
Lo interesante
será encontrar la fórmula que permita que los trabajadores, no necesariamente
los empleados, puedan disfrutar legalmente de lo que perciben, con todos los
beneficios de una relación laboral formal como ahora la conocemos.
Y procedo a
ilustrar: un ama de casa, un trabajador eventual, un profesionista
independiente, los tres, son ejemplo de la gente que trabaja y contribuye al
engrandecimiento del país. Pagan impuestos, todos lo hacemos, pero no obtienen,
en lo personal, absolutamente nada. Un obrero o un empleado de una negociación
o del gobierno, tiene un salario por el que le descuentan impuestos, IMSS,
Infonavit, Fonacot y todo lo que usted guste. Sin embargo, patrón y trabajador,
en eso de las “estrategias fiscales” inventadas por el gobierno, ahora ya no es
empleado de quien lo manda sino de una “Outsourcing”
que lo explota al máximo a ciencia y complacencia del gobierno y obvio, de los
patrones.
¿Qué beneficio
existe para el obrero que lo dé de alta formalmente? Ninguno. Piensa que no se
va a enfermar, que nunca se va a jubilar y que no es justo que le descuenten
tanto para el pésimo servicio que otorga el IMSS.
Y una gran
mayoría piensa así y por lo tanto, el deporte nacional pareciera la
“defraudación a la seguridad social”, pues para no pagar tanto, se da de alta
al obrero con un salario menor al real y todos contentos. Eso, cuando se le da
de alta, que reitero, ocurre en aproximadamente diecisiete millones de
mexicanos cuando los que laboran para otra persona somos poco más de sesenta
millones. Es decir, la población económicamente activa es mucho mayor que el
número de inscritos en la seguridad social.
Y claro, si el
Seguro Social tiene que atender con lo poco que le cobra a diecisiete millones
a un total de casi sesenta millones, incluyendo esposas, hijos y padres, por
supuesto que no le alcanza ni le alcanzará nunca y cada día será peor, por más
que suban las cuotas.
Aquí es donde
reitero la propuesta que ante usted mi caro lector he venido haciendo valer.
Que todos y cada uno de los mexicanos seamos titulares de nuestra propia
seguridad social mediante el pago de un impuesto indirecto que no se siente y que
sí será capaz de brindar seguridad social a toda la población.
Es decir, si como
están las cosas ahora se le permite al patrón dar de alta a trabajadores
mediante el pago de cuotas sencillas ante el IMSS y no con toda la parafernalia
que actualmente existe, si para estar dentro de la ley y ser un trabajador
formal lo único que requieres es pagar con IVA lo que compras, la población
buscará la forma de hacerlo, de pagar el impuesto de aportación de seguridad
social indirecto, IASSI como lo he llamado, de manera que se vayan generando
derechos frente al Estado como garante de la seguridad social, pero también,
para cada uno por el solo hecho de ser mexicanos.
Es buscar una
solución ganar-ganar, que permita proteger al obrero y también, que busca la
manera de conseguir que el país sea más productivo. Una solución que a todos
favorece y a nadie lastima.
Cierto, quien más
pague tendrá mejor seguridad social. Eso es cierto. Pero también, hay que
puntualizar que será delito utilizar dinero de la empresa para hacer compras y
pretender que los puntos del IASSI se adjudiquen al comprador, persona física.
Ya está desarrollado, lo único que falta es la voluntad política para hacerlo
realidad.
Me gustaría
conocer su opinión.
Vale la pena.
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