martes, 11 de junio de 2019

Fibras sintéticas y naturales




José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante

Hay en el mundo una creciente tendencia a generar menor contaminación. La gente busca cómo hacerle para que los desechos, lo que ya fue utilizado, cause menos problemas al medio ambiente.


Y sí, existe una guerra frontal en contra de los plásticos. Botellas de agua, envases de refresco, arillos de bebidas, bolsas de supermercados y otros contaminantes han sido blanco de ataques frontales de la sociedad, en especial, de los miembros de redes sociales con gran influencia entre los demás.

Sin embargo, hace unos días me hacían una observación, por cierto, muy válida: nadie está atacando a las prendas de vestir que contienen derivados de petróleo. Le aclaro, por si usted no tenía el dato, que el nilon o naylon, proviene del petróleo y obtuvo su popularidad al ser un material que puede convertirse en telas que, con su integración, ya no requiere planchado.

Desde tiempos inmemoriales, el vestido del ser humano ha provenido de pieles y al tiempo, de hilar algodón, sedas, lana de borrego; fibras de coco, henequén, lino, cáñamo y muchas más. Vale la pena recordar a la lechuguilla, llamada también ixtle, que fue una industria completa en la zona del Cuarto Distrito en Tamaulipas, pues crece con poca agua, soporta la sequía y tiene un sinfín de utilidades: medicinales, químicas y para la elaboración de hilos.  Sin embargo, han pasado a la historia pues tanto para teñirlas como para moldearlas, se requiere mayor esfuerzo que con las fibras sintéticas.

Ahora, que ya está de moda ser “amigable” con el planeta, comienzan los principales diseñadores a regresar a las fibras naturales como expresión de buen gusto.

Jamás una tela de material sintético, va a tener la frescura del algodón; nunca unos hilos sintéticos podrán igualar la suavidad de la seda; cualquier plástico es menos resistente que un cabo de ixtle. No hay material sintético que alcance el valor de un petatillo de oro, tejido en filigrana.

Esto último lo descubrieron quienes atracan barcos en los muelles. Los cabos de plástico, por más gruesos y de mayor cantidad de hilos que tengan, al reventarse el primero, los demás siguen casi de inmediato y se pierde la cohesión, llevando la cuerda a romperse. En cambio, un mecate de ixtle soporta mucho más y cuando se va reventando uno, los demás siguen con la función de mantener unido el cabo, como si la naturaleza quisiera enseñarnos que sabe hacer las cosas mejor que el hombre. 

En consecuencia, lo que ahora se impone es regresar a lo básico, a lo que la madre naturaleza nos brinda y buscar la lana de las ovejas, la seda de los gusanos, el ixtle de la lechuguilla y las redes de palma. Son más frescas, aguantan más y son muy bonitas. Claro, a veces no tienen los destellos de las fibras sintéticas, pero recuerde usted que lo natural no contamina.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.

José Manuel Gómez Porchini