José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Los
años, nada más los años me han dado experiencia, pues el tiempo es el único
maestro que imparte clases sin dejar más tarea que la que uno quiere tomar. Y
así, he aprendido que hay cosas que se deben hacer y que otras, han de quedar
alejadas de los afanes diarios.
Hoy, de nuevo estoy a cargo de una oficina pero con
una diferencia substancial, infinita, definitiva, con los demás puestos que he
desempeñado y que se aparta de lo hecho en los demás en que laboré a lo largo
de los años. Soy el dueño del negocio y el personal a mi cargo son gente que
conozco y a quienes invité a trabajar y les he brindado mi confianza. Además,
está mi hijo Daniel conmigo, lo que para mí es un motivo de especial alegría y
José y Tina me apoyan en todo.
Y claro, mientras que yo hace rato rebasé los
cincuenta años, los muchachos apenas frisan los veintitantos.
Y empieza la serie de razones para que estén
conmigo: Daniel es mi hijo y es primer lugar de su generación. Egresado de
Filosofía y Letras, de la carrera de Sociología, es un muchacho que sabe
infinidad de cosas, que todo se le ocurre y que alega que quien debe estar con
él, es el personal de seguridad de la oficina. Por si usted no lo sabe, el
personal de seguridad es Marx, el Cocker Spaniel que ya tiene tres años en
casa, que ya acusa los estragos de la vejez pero que en cuanto ve a Daniel, le
hace fiestas al por mayor. Tose y parece viejito desahuciado, pero nos dice el
veterinario que ya se está curando…
Eso sí, Marx sigue sufriendo con las campanas de la
iglesia del barrio. Su pleito es definitivo. Total. Suena la campana y Marx
aúlla, entre dolor y queja ideológica. Aún no descubro la verdadera razón.
Jesús Vallejo, el Lic. Vallejo de Querétaro, el
chaparrito, dicho sea con afecto y nunca con otra intención, además de ser
abogado, miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de
la Previsión Social, miembro destacado del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C., columnista regular en Poder Ciudadano de Querétaro, con
estudios de posgrado en Alcalá de Henares, España, ahora es Coordinador de la
Zona Norte de los Egresados del INAP de España, imparte cátedra en posgrado y
se da tiempo para participar en campañas políticas y aconsejar a quien acude en
su búsqueda. Claro, después de terminar de redactar demandas y acudir a
presentarlas. Lo que lo distingue es que no conoce, no entiende el significado
de “no” ni de “no se puede”. Para él, todo es posible.
Francisco Alan Yáñez, a quien conocí cuando apenas
iría en segundo o tercer semestre de la carrera de derecho, ha sido siempre el
primer lugar de su salón. Claro, con el tiempo, resultó ser el primer lugar de
su generación y uno de los alumnos más dedicados que he tenido oportunidad de
conocer. Se enoja por todo. Hasta parece que se va a quedar intrincado cuando
un juez no hace lo que quiere o cuando no dictan los acuerdos a su modo. Ahí es
donde mis años de experiencia sirven para calmarlo. Mañana que aprenda a
recibir los golpes de la vida con una poquita más de calma, sin perder el
coraje, será el mejor abogado de esta tierra.
Josué S. Cisneros también fue mi alumno y obvio,
también es excelente. Es el más nuevo en la oficina y los otros, Daniel, el
Lic. Vallejo y Alan, ¡hasta parece que se lo van a acabar! Pero en verdad, se
han portado de manera excepcional, compartidos y brindándose en todo, sin
reticencia alguna y con la afabilidad que proporciona el saber que nada te
puede lastimar.
Y José mi hijo mayor, que si bien tiene carga
académica en diversas universidades, atiende los asuntos que le corresponden en
la oficina sin queja alguna y eso sí, soltando unas carcajadas que bueno, hasta
parece que algo malo están haciendo.
Y Lázaro, que colabora con nosotros desde su
trinchera, en cuanto llega se relaja y cambia su gesto por uno de amabilidad
que permite descubrir que se siente a gusto en la oficina.
Marco Guerrero, nuestro diseñador, a pesar de sus
muy pocos años ha demostrado una calidad increíble en sus trabajos. Y fue mi
alumno y pude saber que es excelente. Es el autor del logo de la empresa que adorna esta nota y ha ilustrado nuestros cursos.
Nuestra alianza estratégica (así le llaman ahora a
eso de trabajar juntos) con Editorial Elsa G. de Lazcano, de Lidia y Omar
Lazcano, que más que socios de negocios son nuestra familia, va viento en popa.
Y creo que así es como debería estar toda oficina o centro de trabajo. Entre
palabras de aliento, voces de apoyo y estímulos de todo tipo. Que para obtener
buenos resultados, no se requiere el látigo, pues aprendí en casa que logra más
una gota de miel que un tarro de hiel.
Y si, la oficina es un lugar en el que da gusto
estar, a pesar de que se tiene que trabajar. Ahí, el trabajo más que cualquier
otra cosa, toma la verdadera dimensión que le corresponde: una bendición para
hacer la vida.
Me gustaría
conocer su opinión. Vale la pena.
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