José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
En
los últimos días he tenido conocimiento de dos asuntos distintos, de dos
empresas distintas con visiones diferentes de manejar los temas que les atañen
y vengo a platicárselo a usted, para que esté enterado de lo que vengo haciendo
y de cómo manejan sus asuntos los que tienen buen nombre y los que van en
picada.
Hace unos
días me contactó vía telefónica una joven profesionista de este Monterrey tan
sufrido y me dijo que quería que le elaborara su demanda. Obvio, le pregunté
quién la recomendó, de qué se trata y todo lo necesario para saber con quién
estoy negociando y además, para saber qué tipo de asunto es el que le molesta.
Y empieza su
narración, ya instalados en las cómodas poltronas del Club en el que recibimos
a los clientes: −Mire, yo
empecé a laborar para la compañía (me reservo el nombre, pero es de las más
serias y formales de Monterrey) el día 20 de marzo pero me explicaron que por
necesidades del servicio mi contrato sería de una outsourcing. Y lo acepté y me
dieron mi número de empleado, mi tarjeta de control de acceso a las
instalaciones del Corporativo en la Colonia del Valle y a la planta en Santa
Catarina y todo lo relativo a mis funciones. Empecé a viajar, dentro y fuera
del país, hablo varios idiomas, en fin, todo muy bien. Al mes, cuando se venció
el contrato, me dieron otro por tiempo indefinido de la outsourcing en la
inteligencia que la Compañía, la real, la poderosa, habría de contratarme de
planta en cuanto llegara la autorización de oficinas centrales, lo que a la
postre no sucedió nunca.
Un día, hace
apenas una semana, llegó el jefe directo, obvio, de la Compañía y le dijo a mi
cliente: −Tus
servicios ya no son necesarios, por lo que te agradezco el tiempo que
colaboraste con nosotros.
Fue todo.
Así de fácil y así de simple. No hubo oficio dando razones ni hubo una
retroalimentación de las razones de por qué quedó fuera de la Compañía. Saliendo
el jefe directo, entra el empleado de la outsourcing y le dice: −Te vamos a pagar tus partes proporcionales, los salarios
pendientes, lo que se te deba… firma aquí. –Pero, balbuceó mi cliente, ahí dice que renuncio y yo no estoy
renunciando… −firma o no
te toca nada, eso es nada más de trámite.
Cuando llegó
a su casa y analizó lo que había hecho, se puso en contacto con un abogado que
le dijo: −Tienes
derecho a la indemnización constitucional porque fuiste corrida del empleo por
decisión del patrón sin que hubiera una causa justificada. Y ahí es donde fue a
buscarme. Elaboré la demanda, preparé todo, incluyendo horas extras, primas y
todo lo que se me pudo ocurrir, claro, fiel a mis principios, usando siempre
cifras reales.
Pero me
quedó la sensación de que algo no estaba bien y platiqué con mi cliente: −En mi opinión, es un despido injustificado sin más ni más.
Sin embargo, según yo La Compañía es de los pilares de Monterrey, todavía tiene
mucho prestigio y hasta donde sé, es formal en sus tratos, ¿quieres que la
vayamos a ver? Accedió y acudimos a buscar al Director General de Recursos
Humanos de la Compañía, con corporativo en la Del Valle y todo eso. Pero no
estaba y nos recibió una muchacha, joven como mi cliente, dispuesta y con
clase, a quien le empecé a platicar la razón de nuestra visita. De pronto, se
dirigió a mi cliente y empezó a hacerle cuestionamientos directos: − ¿Cuál era tu puesto de trabajo? ¿Dónde estaba tu
oficina? ¿Quién era tu jefe directo? Y cosas así, como para corroborar la
veracidad de nuestra información.
Antes de entrar, le expliqué a mi cliente la
cantidad a la que tenía derecho, legalmente, por el despido de que fue objeto.
Pero también le dije que en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, tienen
la costumbre de realizar un convenio siempre que exista sacrificio para ambas
partes, por lo que existe la norma no escrita de que el obrero debe aceptar
entre el 75 y el 80 por ciento de lo que realmente le correspondería. Lo
entendió, cuando le dije las cantidades y le expliqué: arriba de esta cantidad,
acepte. Abajo, no.
La joven encargada de Recursos Humanos le ofreció
un peso debajo de lo que habíamos hablado, así que lo aceptó. Más vale un mal
arreglo que un buen pleito. Pero nos aclaró la de RRHH que esa compañía de
outsourcing ya había tenido varios problemas, que hacían las cosas de manera…
¿desaseada? Y por lo tanto, que habrían de prescindir de sus servicios. Y sí,
la verdad, le van a pagar todo lo que le corresponde, bueno, menos una pequeña
rebaja, sacando la cara la Compañía por la empresa esa de outsourcing que no
está capacitada para manejar personal y ni siquiera, para atender a alguien.
La otra cara de la moneda se la comento brevemente.
Una empresa con varios establecimientos, todos con más de cien trabajadores,
les descuenta a sus empleados lo correspondiente a impuestos y seguridad
social, es decir, Infonavit e IMSS, como lo hace cualquier otra empresa. La
diferencia es que ésta, no lo entera a las autoridades y se queda con el dinero
que descuenta y además, no da de alta a los trabajadores ni ante el IMSS ni
ante el Infonavit ni tampoco paga los impuestos correspondientes, mucho menos lo
relativo a impuestos sobre nóminas o cualquier otra contribución a su cargo.
Despide un día a un trabajador con más de
diecisiete años de servicios sin aviso de rescisión, sin darle razón por
escrito de la separación y sin que haya habido ninguna causa real. Claro, le
expedía recibos, cartas de recomendación con membrete de la institución,
oficios de felicitación firmados por el propietario de la empresa y muchas
otras formas de acreditar el salario, la antigüedad, la relación laboral y todo
lo que ha de acreditarse en juicio. En este caso, lo que molestó al empleado
fue el procedimiento para la baja, ofensivo y muy mal hecho.
Cuando viene a verme, le ofrezco igual, ir a
platicar con el dueño de la empresa y lo acepta, pero no nos recibe. Bueno, se
presenta la demanda, se notifica como debe de ser y ¡no contesta!
Acuden abogados a nombre del propietario persona
física, pero nadie a nombre de la empresa, persona moral, como tampoco lo hace
nadie a nombre de quien resulte responsable… acuden el IMSS y el Infonavit,
pues también los demandé. Los que conocen de asuntos laborales sabrán que una
demanda no contestada es una demanda perdida para el patrón. El abogado a
nombre de la persona física contesta mal y no ofrece pruebas, ni objeta las
ofrecidas por nosotros.
En este
asunto, el laudo que se dicte va a reconocer la relación laboral de más de
diecisiete años, el derecho a inscripción extemporánea ante los institutos de
seguridad social, IMSS e Infonavit y luego, por la edad de mi cliente, habrá de
ordenarse la pensión por invalidez, pues su avanzada edad y su estado de salud
así lo ameritan.
Claro, el
IMSS otorgará la pensión pero va a ir en contra de la institución al cobrarle
cuotas omitidas, recargos, actualizaciones y demás por poco más de diecisiete
años en el caso de mi cliente, pero… ¿le irá a seguir el seguro con los demás
trabajadores de la institución?
Ahora bien,
trato de negociar con el patrón por conducto de sus abogados y me informan que
se niega a recibirnos, que no puede atendernos y nos manda ofrecer una migaja, una
cantidad inferior que a la muchacha del caso anterior, que duró en el puesto
menos de un año. Aquí hablamos de un cargo directivo, de más de diecisiete años
de servicios, de omisiones graves en los pagos de seguridad social y de
impuestos en general y muchas cuestiones más.
Usted, mi
querido lector, ¿cómo reaccionaría? ¿Deberá negociar mi cliente con la
institución o seguir el trámite hasta que cobre todo y las autoridades se vayan
en contra del patrón, aun cuando se acaben la fuente de trabajo?
Me gustaría
conocer su opinión. Vale la pena.
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