Se han hecho varias modificaciones a la Ley Federal del
Trabajo que, en la práctica, a nada nuevo conducen. No cambian a favor de los
trabajadores los derechos que ya deberían ser conquista y por supuesto, mucho
menos protegen a quienes no tienen una relación laboral formal.
En efecto, a pesar de que la ley lleva por nombre “Ley
Federal del Trabajo”, a quienes protege es a quienes tienen una relación
laboral formal y por ende, son empleados y gozan de los privilegios de tener un
patrón que cubre los requisitos de la ley laboral. Es decir, que deberían
inscribirlos en el Instituto Mexicano del Seguro Social, brindarles los
derechos establecidos como son aguinaldo, vacaciones y muchos más.
Sin embargo, la propia ley permite y autoriza que los
trabajadores domésticos, los comisionistas y muchos más queden fuera de la
seguridad social y en consecuencia, carecen de los privilegios de un empleo
formal.
De hecho, los profesionistas independientes, que pagan
impuestos y contribuyen al crecimiento del país, carecen de seguridad social.
Igual sucede con los trabajadores eventuales, como pueden ser los artistas,
pintores, actores y actrices de cine, radio y televisión y muchos más que
trabajan, pero no tienen un patrón definido que los inscriba en un sistema de
seguridad social.
Es decir, el problema a resolver no es si para despedir a
un empleado se le deba avisar por correo electrónico o mediante oficio por
conducto de la Junta de Conciliación y Arbitraje; como tampoco lo es si las
horas extras se pagan al doble o al triple. La gente quiere garantía de que lo
que está haciendo es válido para forjarse un futuro, para garantizar su
capacidad de ganancia cuando sus fuerzas mermen y por supuesto, saber que habrá
una manera para tener acceso a servicio médico cuando lo necesite.
Por su parte, el gobierno no cuenta con los recursos para
garantizar a la población abierta esa seguridad social. De hecho, no existe la
infraestructura necesaria para atender a la población del país.
Los patrones, por su parte, lo que piden es la posibilidad
de trabajar pero hacerlo con la tranquilidad de que su esfuerzo y sus afanes no
se pierdan en gastos conexos a las relaciones laborales.
De ahí surge la propuesta de que cada mexicano, de que
cada uno, sea titular por sí y ante sí de su propia seguridad social, ya no
teniendo como base o fundamento una relación laboral formal, pues ante los
cambios tecnológicos y de situaciones de vida que existen, ahora es posible
crear un nuevo sistema.
En efecto, la propuesta que pongo en sus manos es que se
brinde a cada mexicano una tarjeta que pueda ser utilizada en cada operación
gravada con IVA, de manera que el equivalente a tres puntos de IVA se apliquen
a favor del titular de manera que en la cuenta que se abra para tal fin, se
abonen esos tres puntos y así, poder garantizar la seguridad social de la
totalidad de los mexicanos.
Cuando compre una empresa o persona moral de derecho
privado, los tres puntos se aplicarían a favor de la misma pero solo para pagar
impuestos, de manera que ya no fuera un sacrificio para las empresas el pago de
sus obligaciones fiscales.
Cuando compre el gobierno, los tres puntos se aplicarían
en una cuenta concentradora que serviría para garantizar la seguridad social de
quienes nunca compran, de quienes ya tengan la edad necesaria para tener
derecho al beneficio y para cubrir los gastos de administración de la entidad
que haya que crearse para tal efecto.
En pocas palabras, en México está la posibilidad real de
modificar, para bien, la forma de llevar a cabo las relaciones laborales. Que el
cambio a la Ley Federal del Trabajo sea para proteger a todos los que realizan esfuerzos
físicos y no solo a quienes tienen un empleo formal.
México puede ser el primer país en brindar seguridad
social a toda la población. Es solo cuestión de querer. El mecanismo está
disponible y está a sus órdenes.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez
Porchini.
Director General
Calmécac Asesores
Profesionales S.C.
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