Domingo por la noche y aún no termino la nota de la semana
para enviarla a quienes la publican. Vamos, como no está lista todavía, es
obvio que tampoco yo he podido publicarla en mi blog México Debe Salir
Adelante.
Empiezo a buscar, desesperado, apoyo como queriendo que
alguien me diga: Aquí está la nota ya hecha… pero no, eso no va a suceder y no
tengo otra salida que ponerme a escribir.
Busco entre las notas que he alguna vez hice y que no se
publicaron… encuentro una que me parece muy interesante y al buscarla, como le
hago con los trabajos de los alumnos, copiando una cadena de palabras y
pegándola en un buscador de internet… aparece ya publicada, a mi nombre, en
varios medios. ¡Ni modo! Otra solución fallida.
Es decir, tengo que escribir algo original, no puedo usar
lo que alguna vez escribí y tampoco va a venir nadie a hacer el trabajo que me
corresponde.
Ojalá pudiera transmitir este sentimiento, esta seguridad
a los alumnos a quienes a diario veo y con quienes tengo la fortuna de convivir
en diversas universidades.
Que el ser uno el autor del texto, el que sea, es un
orgullo suficiente para poder salir a la calle con la mirada en alto, como
esperando que la gente pase y nos reconozca diciendo: ahí va el autor de la
nota aquella, muy interesante.
No es cierto, la gente no lo detiene a uno para hacerle
ese tipo de comentarios pero de repente sí suceden casos que exceden lo
anecdótico y entran a los terrenos de los hechos ciertos que permiten sentirse
satisfecho con lo que se está haciendo.
Ya sea escribir un pequeño ensayo, como ser parte de la
redacción total de un libro o escribir para participar en un concurso, el texto
que se produce es suficiente para ser el motor de vida que permite buscar
mejores horizontes.
Saber que se puede aspirar a algo más, a dirigir un club
deportivo, a los compañeros de salón o a un grupo de profesionistas, es un
compromiso que permite que la gente consiga su mejor esfuerzo, que como seres
humanos busquemos siempre lo mejor. Y ese esfuerzo es el que busco día a día
con las notas que pongo en sus manos.
Que me permiten tener el diálogo directo, que son
bastantes para saber que alguien está interesado en lo que escribo y que mi
compromiso no se agota en enviar un texto.
Que usted, mi querido lector, confía en que lo que pongo
en sus manos es original, que usted sabe que no lo he defraudado y ese
conocimiento, es el que me obliga a seguir buscando el perfeccionamiento día a
día.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez
Porchini.
Director General
Calmécac Asesores
Profesionales S.C.
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