La Madre es la figura que sin hacer aspavientos, sin recurrir a truco alguno, tiene ganado el corazón de sus hijos desde el primer día. Y claro, resulta más que lógico, si es la Madre la que está con ellos, la que los cuida, la que convive el día entero, la que se desvive por crearles un mundo feliz, por hacerles una realidad que les permita crecer y encarar la vida, a pesar de que muchas veces la Madre deja la vida en el intento.
Como uno no es más que lo que ha vivido, que lo que ha sido, que lo que tiene, para hablar de las Madres, así, en términos generales, voy a particularizar en una que conozco.
Tina, mi esposa, es Madre de dos hijos maravillosos, nuestros hijos, que siempre han sabido que tienen quien los defienda: “-Dime la verdad para saber cómo voy a defenderte-” es la frase con que siempre los ha alentado a obrar con rectitud, pues así los ha defendido sin necesitar nunca mis esfuerzos como abogado. ¿Qué mejor abogado que una Madre en defensa de su crío?
La Madre es capaz de atender las necesidades de sus hijos, desde conseguir la pizza que el niño pide gritando auxilio, hasta encontrar el collarcito para la muchacha que cumple años, lo que, obvio, el hijo pide a las once de la noche para entregarlo a las siete de la mañana. Uno no es capaz de resolver un problema de esa magnitud.
He tratado también, de inculcarles que a su Madre habrán de respetarla, pues aún cuando las discusiones en casa “–Mamá, tú no te sabes las letras-” con todo y su título de Licenciada en Letras Españolas, empezaron cuando apenas iniciaban párvulos, no es lo mismo hacer valer un derecho, que a veces no se obtiene, a ser grosero.
Y mis hijos han aprendido a respetar y valorar a su Madre siempre, no sólo cuando la sociedad de consumo y la mercadotecnia nos inducen a crearles un día para vender cosas que la Madre ni quiere, ni necesita ni le sirven, cuando lo mejor sería que en todas partes, los hijos respetaran y valoraran a sus madres todos los días, que entendieran que vale más, mucho más un abrazo cuando la tienes cerca o una llamada para hacerle saber que vas bien, que pretender seguir un ritual impuesto por gente extraña.
Hoy, Día de la Madre, a todas las Madres del mundo, que algo les dio Dios que las hace especiales para sus hijos, les envío un muy caluroso abrazo.
Elevo mis oraciones por las Madres que sufren por el hijo preso, por el hijo ausente, por el descarriado, por el enfermo, por el que tiene un dolor, que las Madres preferirían, siempre, sufrirlo ellas que ver a sus hijos sufrirlo.
Por supuesto, de manera especial, a las Madres, que han estado muy cerca de mi vida: Doña Elisa, la Madre de Tina, que siempre está dispuesta a atendernos, sobre todo a mis hijos, que la ven como un puerto seguro y, claro, mi Madre, que sigue siendo la más bonita del mundo, según yo, pues para cada hijo su Madre ¡es la mejor del mundo!
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Como uno no es más que lo que ha vivido, que lo que ha sido, que lo que tiene, para hablar de las Madres, así, en términos generales, voy a particularizar en una que conozco.
Tina, mi esposa, es Madre de dos hijos maravillosos, nuestros hijos, que siempre han sabido que tienen quien los defienda: “-Dime la verdad para saber cómo voy a defenderte-” es la frase con que siempre los ha alentado a obrar con rectitud, pues así los ha defendido sin necesitar nunca mis esfuerzos como abogado. ¿Qué mejor abogado que una Madre en defensa de su crío?
La Madre es capaz de atender las necesidades de sus hijos, desde conseguir la pizza que el niño pide gritando auxilio, hasta encontrar el collarcito para la muchacha que cumple años, lo que, obvio, el hijo pide a las once de la noche para entregarlo a las siete de la mañana. Uno no es capaz de resolver un problema de esa magnitud.
He tratado también, de inculcarles que a su Madre habrán de respetarla, pues aún cuando las discusiones en casa “–Mamá, tú no te sabes las letras-” con todo y su título de Licenciada en Letras Españolas, empezaron cuando apenas iniciaban párvulos, no es lo mismo hacer valer un derecho, que a veces no se obtiene, a ser grosero.
Y mis hijos han aprendido a respetar y valorar a su Madre siempre, no sólo cuando la sociedad de consumo y la mercadotecnia nos inducen a crearles un día para vender cosas que la Madre ni quiere, ni necesita ni le sirven, cuando lo mejor sería que en todas partes, los hijos respetaran y valoraran a sus madres todos los días, que entendieran que vale más, mucho más un abrazo cuando la tienes cerca o una llamada para hacerle saber que vas bien, que pretender seguir un ritual impuesto por gente extraña.
Hoy, Día de la Madre, a todas las Madres del mundo, que algo les dio Dios que las hace especiales para sus hijos, les envío un muy caluroso abrazo.
Elevo mis oraciones por las Madres que sufren por el hijo preso, por el hijo ausente, por el descarriado, por el enfermo, por el que tiene un dolor, que las Madres preferirían, siempre, sufrirlo ellas que ver a sus hijos sufrirlo.
Por supuesto, de manera especial, a las Madres, que han estado muy cerca de mi vida: Doña Elisa, la Madre de Tina, que siempre está dispuesta a atendernos, sobre todo a mis hijos, que la ven como un puerto seguro y, claro, mi Madre, que sigue siendo la más bonita del mundo, según yo, pues para cada hijo su Madre ¡es la mejor del mundo!
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
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