La mujer, más que jugar un papel, ha jugado un
trapo en la historia de la humanidad. Mafalda, de Quino.
En los albores de la sociedad, según los que saben, la estructura social giraba en torno a las mujeres y se denominaba matriarcado, pues la mujer era la que se encargaba del orden del conglomerado social, que era la familia básica.
Sin embargo, en algún momento el hombre se dio cuenta que era más fuerte que las mujeres y empezó a relegarlas, pues alegaba que no podían ir de caza, que no servían para la pesca y además, como resultaban embarazadas, eran inservibles para las labores del campo y todo lo que solía hacer el hombre.
Y así empezó el problema que a la fecha, aún no tiene solución. Me refiero a la discriminación de las mujeres en la sociedad actual o más bien, debería decir en las sociedades actuales pues en todas las latitudes se da el mismo fenómeno: la mujer no tiene más valor que el de ser el medio de reproducir la especie.
Sin embargo, con conocimiento de causa puedo decir que he tenido la suerte de conocer hombres y mujeres muy brillantes, capaces, con voluntad de hierro y con arrestos como de legión romana como también he conocido hombres y mujeres incultos, altamente inciviles, groseros y además, sin pizca de cultura o educación. Es decir, los ropajes intelectuales que visten al ser humano nada tienen que ver, a mi juicio, con la cuestión de género y sí, mucho, con la actitud de las personas.
Entre los griegos, los papeles en teatro que correspondían a mujeres, los realizaban los jóvenes, pues con sus cuerpos de efebos o mancebos válidamente podían adoptar el papel de la mujer, máxime que el timbre de voz aún no ha cambiado en el adolescente.
Lo anterior implica que ni siquiera el papel que le corresponde por derecho propio a la mujer, se le permitía representar.
El oscurantismo, la Edad Media, llevó hasta límites insospechados la discriminación de la mujer al permitir y propalar la creencia de que el hombre era superior, lo que puede observarse en las conductas y lineamientos dictados por quienes manejaban la vida toda.
Sin embargo, empezaron las dudas, los cuestionamientos, el no creer como verdad sabida lo que se les decía y obvio, empezó la duda metódica, el confrontar todo lo que se sabía y someterlo al tamiz de buscar si será cierto, si será válido, si será real.
Esa duda ha sido el motor de los grandes cambios en el ser humano. Ese cuestionar todo, ese dudar de todo, incluido lo que está escrito, es lo que ha llevado al hombre a las alturas en que hoy se encuentra. Obvio, hombre y mujer son dos partes del mismo binomio y por ende, no debería haber diferencia ni discriminaciones entre ellos.
Hombre y mujer, alguna vez fueron niños, por más que algunos ya hace mucho lo hayamos superado.
En homenaje a ese binomio hombre-mujer mujer-hombre, como los dos polos que por fuerza se requieren para hacer la vida, en reconocimiento a esos niños y niñas que alguna vez fuimos, debemos pugnar por eliminar todo tipo de discriminación de los niños, de las mujeres, de los seres humanos que por cualquier razón, social, cultural, étnica, racial, religiosa o cualquier otro medio de etiquetar a las personas, resultan ser diferentes a nosotros.
Son cosas muy distintas que alguien sea diferente a que alguien sea mejor.
La diferencia de calidad la encontramos en la actitud, en los sentimientos, en el coraje por hacer la vida, no en el color de ojos ni en el bronce de la piel. Tampoco en los pesos que sólo sirven para comprar cosas que la gente vende, no lo que la gente tiene.
Lo que el ser humano tiene y lo hace diferente de los demás: dignidad, honestidad, solidaridad y amor, no se venden ni por kilos ni por metros ni en litros. Se regalan. Por eso, los que sólo saben comprar las cosas, no ganárselas, no entienden el valor de actuar con el corazón.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
La nota es buenisima, Felicidades Mtro. José Gómez. Ya que inndica la marcada etiqueta que hay entre la vestidura de un hombre y la vestidura de la mujer, y que como ciudadanos de una comunidad debemos de empezar a valorar. Será una tarea ardua pero bien Vale la Pena, como dice el maestro. En hora buena. Jesús Vallejo
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