Como todas las historias, debo empezar por el principio, para que Usted, mi querido lector, pueda saber lo que trato de contar.
Un día, uno de mis hijos llegó diciendo que Sir Paul McCartney se iba a presentar en la Ciudad de México, que ya casi era un hecho y que deberíamos de ir. Obvio, como mi esposa es fanática de los Beatles, de inmediato dijo que sí.
Dado que no había fecha definida ni nada en concreto, aquella plática quedó como algo futuro e incierto de improbable realización.
A los cuantos días nuestros dos hijos llegaron diciendo que ya había fecha, lugar y todo y que la venta de boletos se abriría en dos o tres días. Claro, para comprarlos se requería tarjeta de algún banco de esos que por todo cobran y bueno, se hizo el trámite. Mis hijos dijeron que ellos nos invitaban. Así, yo sólo pagaría minucias: boletos de avión, hotel, comidas y esas cosas de gorras, camisetas, tazas y todo lo demás. ¿Qué podía hacer? Casi era parejo.
Se compraron los boletos y se hicieron los ajustes necesarios. Creo que los únicos que se quedaron sufriendo fueron el grupo al que no pude darles clase el jueves. ¡Son tan animosos! Prometo resarcirles ese tiempo.
Básicamente, la ilusión mayor ha sido de Daniel para que su mamá vaya a ver a Sir Paul McCartney.
A mí, en lo personal, me parece un excelente artista pero hasta ahí. Nada de ir a verlo a un estadio lleno y lloviendo y esas cosas. José, va a todas, con tal de que hagan ruido.
Pero todo se cumple y llegó el momento de ir. Pedí en Facebook apoyo para buscar un hotel cercano al lugar del evento, el Foro Sol y me recomendaron el Hotel Grand Prix.
Se compraron los boletos, hice la reservación del hotel y se consiguieron los pasajes de avión.
Y llegó la fecha esperada. El Hotel, mucho mejor de lo que esperábamos. ¡Excelente! No les digo que se los recomiendo pues luego van a pensar que tengo comisión o que me dieron descuento, pero la verdad, un hotel muy cómodo, accesible y práctico.
Eso sí, me dijeron que estaba a dos minutos del evento y tal vez si fueran tiempos de Ana Guevara y ella corriera, porque yo, hice como media hora. Por supuesto, nos detuvimos en todos los puestos informales a enterarnos a la perfección de los precios para al final, darnos cuenta que manejan precios uniformes, casi como controlados y ya no hay tanto regateo.
Ahora bien, le comento casi en privado y sólo a Usted, que yo estoy en contra de los vendedores de artículos piratas, pues los originales deben tener los privilegios que corresponden. Pero a la hora de ver las camisetas, las gorras, las tazas y todo lo “auténtico” comparado con lo pirata, la diferencia era sólo en precio y punto de venta, pues en lo demás, no se podía encontrar diferencia alguna. Y eso sí, hasta tres o más veces el precio de los “originales” que los de los piratas.
Creo que si el artista y su gente buscaran obtener una ganancia decente, algo justo, podrían dar costos apenas superiores a los de los vendedores informales y así, acabar con esa práctica ilegal e indebida pero que en nuestro México, pareciera que nos obligan las autoridades…
Pero bueno, entramos, nos acomodamos y empezó la música de fondo y la gente a corear el nombre de Paul. Hasta creo que todos hablaban inglés.
Y empezó el concierto y el artista, Sir Paul McCartney, haciendo un esfuerzo por hablar en español. Vaya, se notó que se preparó para lo que vino a hacer y por eso, ha permanecido en lo más alto de la popularidad desde hace cuarenta años. Todo un profesional y debe serlo, para seguir como va.
Las canciones, las que canté junto con casi sesenta mil personas más ahí en el Foro Sol, idénticas a las que oía de niño: Obladi, Oblada, Something, Let it be y muchas, muchas más… todas maravillosas.
Mi esposa y mis hijos, como niños chiquitos. Gritando y cantando a todo pulmón, con alegría y muy contentos. Vale la pena.
La salida… cuestión de que entren sesenta mil almas en tres o cuatro horas a un local y luego, trate de sacarlos en diez minutos. ¡Aquello era el acabose!
Pero entre todas las fallas de logística que están esperando causar una tragedia como la de cualquier palenque de Guadalupe, me llamó la atención sobremanera lo separado del mundo de los mortales que se hallaba un camión de una universidad privada, que debería ser ejemplo de buena crianza, de altos valores y de atención, pero que su empleado y por ende parte de la universidad, atacó, sí, atacó a la multitud con su camión como si fuera ariete de guerra y salió en medio de rechiflas. Como si estuviera muy buena su imagen ahorita…
Pero bueno, pelillos a la mar y llegamos de nuevo al hotel, ahora sí, muy cercano. Cena como los ángeles y a dormir.
Por la mañana, la agenda incluía visita a Bellas Artes, estancia en el Castillo de Chapultepec, recorrido por los pasillos de las estrellas y cosas así, que se convirtió en unas quesadillas de huitlacoche y otras de champiñones, con unas tortas a reventar y la parafernalia de la Ciudad de México. ¡Va el golpe! ¡Va el golpe! Preciosa…
De regreso al aeropuerto por cortesía del hotel y llegar a Monterrey, donde fuimos recibidos por los sucesos del día. O sea, ya estábamos en casa…
Daniel, feliz. La mamá, feliz. José y yo, gozando el viaje y el folclor de la ciudad más grande del mundo y además, la capital del país.
Sir Paul McCartney, se retiró a dormir no sin antes decirle a los asistentes: ¡Gracias, chilangos! Y mi pregunta: ¿A ver, por qué a él no le reclamaron?
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
Un día, uno de mis hijos llegó diciendo que Sir Paul McCartney se iba a presentar en la Ciudad de México, que ya casi era un hecho y que deberíamos de ir. Obvio, como mi esposa es fanática de los Beatles, de inmediato dijo que sí.
Dado que no había fecha definida ni nada en concreto, aquella plática quedó como algo futuro e incierto de improbable realización.
A los cuantos días nuestros dos hijos llegaron diciendo que ya había fecha, lugar y todo y que la venta de boletos se abriría en dos o tres días. Claro, para comprarlos se requería tarjeta de algún banco de esos que por todo cobran y bueno, se hizo el trámite. Mis hijos dijeron que ellos nos invitaban. Así, yo sólo pagaría minucias: boletos de avión, hotel, comidas y esas cosas de gorras, camisetas, tazas y todo lo demás. ¿Qué podía hacer? Casi era parejo.
Se compraron los boletos y se hicieron los ajustes necesarios. Creo que los únicos que se quedaron sufriendo fueron el grupo al que no pude darles clase el jueves. ¡Son tan animosos! Prometo resarcirles ese tiempo.
Básicamente, la ilusión mayor ha sido de Daniel para que su mamá vaya a ver a Sir Paul McCartney.
A mí, en lo personal, me parece un excelente artista pero hasta ahí. Nada de ir a verlo a un estadio lleno y lloviendo y esas cosas. José, va a todas, con tal de que hagan ruido.
Pero todo se cumple y llegó el momento de ir. Pedí en Facebook apoyo para buscar un hotel cercano al lugar del evento, el Foro Sol y me recomendaron el Hotel Grand Prix.
Se compraron los boletos, hice la reservación del hotel y se consiguieron los pasajes de avión.
Y llegó la fecha esperada. El Hotel, mucho mejor de lo que esperábamos. ¡Excelente! No les digo que se los recomiendo pues luego van a pensar que tengo comisión o que me dieron descuento, pero la verdad, un hotel muy cómodo, accesible y práctico.
Eso sí, me dijeron que estaba a dos minutos del evento y tal vez si fueran tiempos de Ana Guevara y ella corriera, porque yo, hice como media hora. Por supuesto, nos detuvimos en todos los puestos informales a enterarnos a la perfección de los precios para al final, darnos cuenta que manejan precios uniformes, casi como controlados y ya no hay tanto regateo.
Ahora bien, le comento casi en privado y sólo a Usted, que yo estoy en contra de los vendedores de artículos piratas, pues los originales deben tener los privilegios que corresponden. Pero a la hora de ver las camisetas, las gorras, las tazas y todo lo “auténtico” comparado con lo pirata, la diferencia era sólo en precio y punto de venta, pues en lo demás, no se podía encontrar diferencia alguna. Y eso sí, hasta tres o más veces el precio de los “originales” que los de los piratas.
Creo que si el artista y su gente buscaran obtener una ganancia decente, algo justo, podrían dar costos apenas superiores a los de los vendedores informales y así, acabar con esa práctica ilegal e indebida pero que en nuestro México, pareciera que nos obligan las autoridades…
Pero bueno, entramos, nos acomodamos y empezó la música de fondo y la gente a corear el nombre de Paul. Hasta creo que todos hablaban inglés.
Y empezó el concierto y el artista, Sir Paul McCartney, haciendo un esfuerzo por hablar en español. Vaya, se notó que se preparó para lo que vino a hacer y por eso, ha permanecido en lo más alto de la popularidad desde hace cuarenta años. Todo un profesional y debe serlo, para seguir como va.
Las canciones, las que canté junto con casi sesenta mil personas más ahí en el Foro Sol, idénticas a las que oía de niño: Obladi, Oblada, Something, Let it be y muchas, muchas más… todas maravillosas.
Mi esposa y mis hijos, como niños chiquitos. Gritando y cantando a todo pulmón, con alegría y muy contentos. Vale la pena.
La salida… cuestión de que entren sesenta mil almas en tres o cuatro horas a un local y luego, trate de sacarlos en diez minutos. ¡Aquello era el acabose!
Pero entre todas las fallas de logística que están esperando causar una tragedia como la de cualquier palenque de Guadalupe, me llamó la atención sobremanera lo separado del mundo de los mortales que se hallaba un camión de una universidad privada, que debería ser ejemplo de buena crianza, de altos valores y de atención, pero que su empleado y por ende parte de la universidad, atacó, sí, atacó a la multitud con su camión como si fuera ariete de guerra y salió en medio de rechiflas. Como si estuviera muy buena su imagen ahorita…
Pero bueno, pelillos a la mar y llegamos de nuevo al hotel, ahora sí, muy cercano. Cena como los ángeles y a dormir.
Por la mañana, la agenda incluía visita a Bellas Artes, estancia en el Castillo de Chapultepec, recorrido por los pasillos de las estrellas y cosas así, que se convirtió en unas quesadillas de huitlacoche y otras de champiñones, con unas tortas a reventar y la parafernalia de la Ciudad de México. ¡Va el golpe! ¡Va el golpe! Preciosa…
De regreso al aeropuerto por cortesía del hotel y llegar a Monterrey, donde fuimos recibidos por los sucesos del día. O sea, ya estábamos en casa…
Daniel, feliz. La mamá, feliz. José y yo, gozando el viaje y el folclor de la ciudad más grande del mundo y además, la capital del país.
Sir Paul McCartney, se retiró a dormir no sin antes decirle a los asistentes: ¡Gracias, chilangos! Y mi pregunta: ¿A ver, por qué a él no le reclamaron?
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
José Manuel Gómez Porchini.
Comentarios: jmgomezporchini@gmail.com
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