El reto de ser
Abogado en el Siglo XXI
Palabras ante alumnos
de la
Universidad Miguel
Alemán, Campus Matamoros.
11 y 12 de julio de 2016
Sr.
Lic. y Profr. Roberto Ramírez Ramírez,
Rector
de la Universidad Miguel Alemán
Sr.
Lic. Adán Pérez García,
Vicerrector
División Matamoros;
Sr.
Lic. Raúl Gudelio García,
Sr.
Lic. Arnaldo Mercado Mansur
Distinguidos
miembros de la Mesa de Honor
Amigos
todos:
Es para mí un honor muy
señalado estar en mi tierra, en mi Matamoros Querido, ante tan dilecto
auditorio con el único propósito de transmitirles lo que la vida me ha
permitido aprender y entender lo que significa el Reto de ser Abogado en el
Siglo XXI.
De la lectura que hicieron
de mi carrera de vida no aparece que aquí en mi tierra sembré y coseché
algodón, que aré con tractor la tierra para arrancarle sus frutos y que aquí
abrevé la inmensa mayoría de mis conocimientos. Que aquí vendí revistas y tuve
oportunidad de hacerme a la mar.
Aquí estudié primaria,
secundaria y preparatoria. En aquellos años no había escuelas de derecho y debí
partir a otras tierras a estudiar. Quería ser abogado como mi padre y lo he
logrado, participando activamente como funcionario público, pues he sido
Visitador de Juzgados del Supremo Tribunal de Justicia de Tamaulipas; en la
vida del foro, como abogado de Petróleos Mexicanos; en la academia, como
miembro de número de la Academia Mexicana de Derecho del Trabajo y de la
Previsión Social; en el espacio social como Presidente del XIX Consejo
Directivo del Colegio de Abogados de Monterrey, en el periodo 2013-2014; en la
doctrina, como autor de varios libros y muchos pero muchos ensayos de variados
temas que he tenido la fortuna que me publiquen diversos medios. Pero no ha
sido gratuito. El costo ha sido la capacitación constante y la búsqueda siempre
de otros escenarios, el trabajo intenso y sobre todo, la pasión por hacerlo. Es
lo que me mueve a estar frente a ustedes.
Aquí comienza la historia de
lo que vengo a platicarles: El reto de ser abogado en el siglo XXI. ¿Qué se
necesita? ¿Qué debe saber? ¿Cuáles han de ser sus fortalezas? ¿Qué habilidades
específicas requiere?
Y nos regresamos en el
tiempo y hasta las Institutas de Gayo,
que fue quien estableció, entre los romanos, lo que se debería enseñar en las
escuelas de derecho:
Libro I: nociones generales sobre justicia,
derecho y sobre gentes.
Libro II: sobre las cosas, maneras de
adquirirlas, testamentos, legados y fideicomisos.
Libro III: herencias, abintestato y
sucesiones universales, y de las obligaciones que surgen contratos o cuasi
contrato.
Libro IV: obligaciones generadas en el
delito, cuasidelito y las acciones en general.
Allá en el siglo II de
nuestra era, Gayo como jurista estableció el orden en que se debería impartir
el derecho en las universidades y así se quedó, más por costumbre que por
necesidad. Y las escuelas y facultades así lo siguieron considerando hasta
nuestros tiempos, si acaso, agregando materias nuevas o temas ignotos.
Ahora, dieciocho siglos
después, pareciera que las universidades buscan cómo cambiar sin encontrar la
forma de hacerlo, pues se pierden entre lo que requieren los clientes, las
empresas que “compran” al producto que egresa de las escuelas de toda índole,
entre ellos, ustedes; con las necesidades de sus propios “clientes”, que son
los alumnos de las escuelas de derecho y de las demás materias o
especialidades.
Y de pronto surge alguna
escuela que agrega a la currícula la enseñanza de otro idioma o también, la que
imparte clases de Tecnologías de la Información o aquella que busca la
especialización en temas muy exactos: derecho notarial; derecho electoral; empresarial
y muchos más.
Sin embargo, no es saber un poco
más que los demás de un tema en especial lo que hace a un abogado el líder
social que siempre ha debido ser, ni tampoco lo que marca la diferencia.
Viene ahora la parte en que
platico cómo comienzo mis clases: llego, saludo, me presento, explico las
políticas del curso y cuando ya ha quedado todo claro, pregunto en términos
generales: ¿saben leer y escribir? Aclaro, además de clase en licenciatura
tengo el privilegio de impartir cátedra en posgrado y la pregunta es la misma.
Y como ustedes, se revuelven en los asientos, se ríen como nerviosos y
contestan, seguros de ustedes mismos: ¡claro profe! Estamos en licenciatura o
posgrado, según sea el caso.
Y voy de uno por uno: usted
¿qué ha leído, aparte de sus libros de la escuela? La respuesta, por lo
general, es un: no me gusta leer; o, estoy leyendo un libro de superación
personal; y raro, muy raro el que me dice que ha leído más de tres libros. Y
luego sigue lo de escribir: entiendo que no ha leído mucho. Lo entiendo. Ahora,
¿qué ha escrito? Es decir, ¿qué tiene publicado? Lo de Facebook y Twitter no
cuenta. La respuesta en el 99% de los casos es: nada.
Y voy con el siguiente y el
siguiente hasta que termino.
Ahora sí, ya aclarado que no
saben leer ni escribir, comenzamos.
Esa había sido mi
metodología y a partir de esta plática la voy a modificar. Voy a hacer una
pregunta más. ¿Sabe usted hablar? Espero las carcajadas como respuesta y luego,
los voy a pasar al frente a que defiendan un tema cinco minutos.
Esa es una de las
habilidades principales de los abogados del siglo XXI. El manejo de la
expresión oral. Y para poder decir un discurso válido, lógico, es necesario
tener un bagaje cultural amplio que soporte a quien habla.
Y ahora les comento otra de
las cosas que hago en el salón de clase: por lo general todos han llevado el
libro de Don Eduardo García Máynez, el de Introducción al Estudio del Derecho,
que como materia es “el coco” para muchos estudiantes y la razón es que no
pueden comprender lo que el libro dice precisamente por su falta de cultura
general.
En el Capítulo I, punto 1,
en los primeros tres renglones, dice:
1. JUICIOS
ENUNCIATIVOS Y JUICIOS NORMATIVOS.- ¿Qué es el derecho? He aquí lo primero que
el estudioso se pregunta, al hollar el umbral de la ciencia jurídica.
Con eso es suficiente.
Ahora, de manera sucinta y en este prolegómeno, les pregunto a ustedes: ¿Qué
quiere decir hollar? ¿Umbral? ¿Sucinto? ¿Prolegómeno?
Ahora existen los aparatos
esos que ustedes usan desde el día que nacieron y por eso los llaman
“nativo-digitales”. Ustedes pueden preguntarle a Google por el significado de
cada una de las palabras que no entendieron y van a haber avanzado. Hace muchos
años, cuando comencé a dar clases, allá por 1994, ni existía Google ni disco
duro ni Windows ni nada de eso, así que mis alumnos llegaban a clase con
diccionario en mano a partir de la segunda sesión.
Sigue sucediendo, pero ahora
traen teléfonos, tabletas, computadoras y están conectados al RAE y demás
fuentes de información.
Lo primero que necesitan es
leer y mucho. Cuando hayan terminado un libro, comenzar el segundo de
inmediato, antes de que su cerebro se dé cuenta que pudieran ir a jugar
Nintendo.
Ya que leyeron mucho, es
decir, unos cien libros por año, que son como ocho al mes o dos por semana,
algo fácil, comienzan a redactar. Escriban su ida al cine, qué encontraron en
el libro, cómo les parece su estancia en la universidad y vayan buscando su
propia identidad: procuren ser positivos, propositivos, no ofender, respetar el
derecho, la moral y las buenas costumbres y así, haciendo todo eso, todavía
tienen oportunidad de decir muchas cosas.
Yo comencé por obligación a
escribir. Necesitaba redactar mi tesis de grado y si bien para entonces ya
había escrito muchos ensayos, nunca había hecho nada dirigido al público. Pero
me armé de valor, encontré un tema que me interesaba, del que ya sabía y casi
sin sentirlo se dio mi primer texto. El día que lo presenté en mi Alma Mater,
la Universidad Autónoma de Nuevo León, una reportera del periódico El Porvenir de
allá de Monterrey, me pidió que escribiera para ellos. Y lo hice durante más de
ocho años. Y solos se fueron dando más medios en los que se reproducen mis
notas y los libros se fueron sumando hasta llegar al más reciente que apenas
será presentado en unos días más: Ensayos de Derecho Laboral.
Por cierto, debo decirles
que otro de los elementos de que debe estar constituido el jurista de la nueva
centuria, es la modestia. Claramente recuerdo que llegué a la Asamblea de la Academia
Mexicana de Derecho del Trabajo y de la Previsión Social, donde tengo el honor
de ser miembro de número, con mis libros bajo el brazo, a exponerlos a la vista
crítica de mis colegas. Y junto a mí estaba un hombre entrado en años, sentado,
muy quieto y se dio la plática: ¿Cómo está, jovencito? Mire, le dije, ¡ya tengo
publicados seis libros! Y él me contestó, despacito: lo felicito. Yo tengo 99
libros publicados. En ese momento lo único que yo pedía era que me tragara la
tierra. Estaba frente al decano de la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional Autónoma de México, Don Rubén Delgado Moya.
Pero no soy yo el tema. Lo
que quiero dejar claro es que ustedes, para ser competitivos en el nuevo siglo
que ya lleva 16 años, es que deben saber hablar, leer y escribir con
suficiencia, que deben conocer la forma de expresarse de manera clara, concisa
y aguda, para poder actuar ante el nuevo sistema de justicia que ahora permea
en el país.
Los juicios orales es lo
actual, es lo que ya es el presente y ustedes son los actores que los van a
utilizar. ¿Y cómo van a hacerlo si carecen de habilidades de expresión oral?
¿Cómo van a sobresalir en un mundo tan competido como es el derecho y cualquier
otra carrera, si no tienen lo que sus maestros les ofrecen?
Aquí está la Sala de Juicios
Orales recién inaugurada. Está a sus órdenes. Es para ustedes. Pero necesitan
saber qué van a hacer en ella.
Necesitan demandar de sus
maestros les transmitan la forma de obtener el conocimiento. Hace mucho entendí
que son cosas distintas el conocimiento y el pensamiento.
Ustedes pueden tener las
mejores enciclopedias del mundo, dos o tres computadoras con todo el saber
humano, la colección de libros más impresionante pero si no saben cómo
utilizarlas, de nada les van a servir.
Ustedes necesitan aprender a
pensar, a actuar por su cuenta, a descubrir el conocimiento mediante el
pensamiento lógico, armando los silogismos que se utilizan para tener una
estructura mental que sea capaz de explicar lo que quieren decir. Y por supuesto,
tener como respaldo el conocimiento que en la escuela y en los libros han
adquirido.
Muchas de las peores
situaciones que en mi vida jurídica he tenido, las he resuelto más con sentido
común, con conocimientos generales que con manejo legal. El derecho se siente,
es de sentimiento y la gente, aun cuando no tenga instrucción escolar, sabe si
algo le favorece y cuándo no.
Y viene a mi mente el
problema de Antígona, que va por el derecho natural de sepultar a sus muertos,
en contra del derecho positivo que le prohibía hacerlo. Espero que la duda de
saber quién fue Antígona los lleve a descubrir uno de los mejores textos de la
literatura universal. Es una de las tragedias de Sófocles y narra cómo se
enfrentan el derecho natural contra el derecho positivo.
Hasta la fecha, sigue vivo
el conflicto y a ustedes les corresponde tomar partido. El que ustedes quieran,
pero háganlo con entusiasmo, con determinación y con la ilusión de demostrar
que pueden cambiar las cosas.
Así ha cambiado ahora el
sistema jurídico en México por la intención de nuestros gobernantes de cambiar
nuestro sistema de derecho, de inmutable tradición romanística, por uno de
corte inglés, uno que sigue al Common Law,
que si bien es válido en otras latitudes, en nuestra patria aún no tiene carta
de naturalización y es desconocido para la inmensa mayoría.
Están ustedes donde se
enseña lo que sigue. Están en el umbral de hollar el conocimiento jurídico en
todas sus fases pero para ello, necesitan estar dotados también de una amplia,
muy amplia cultura general que los soporte en su actuar y en su decir.
Y claro, para poder manejar
las técnicas de litigación oral que ahora se necesitan, ustedes deben pedir,
solicitar, exigir a su escuela clases de oratoria. Y vamos a suponer que la
escuela se niega. Ustedes solos pueden comenzar con un club de oratoria, en el
que vean a grandes oradores en sus discursos más famosos, que vean la defensa
que hace del acusado el abogado Atticus Finch en la película “Matar a un
ruiseñor” basada en el tan premiado libro de la escritora estadounidense Harper
Lee. No les puedo contar la historia pero vale la pena.
Así como ese, hay muchos
casos famosos de oratoria jurídica en películas. Véanlas y sean oradores.
Aprendan las técnicas del arte excelso de la oratoria. Sean el abogado que el
siglo XXI requiere: uno con cultura, con expresión oral, con conocimientos
jurídicos y sobre todo, que tengan siempre presente que de nada sirve todo eso,
si no existe congruencia entre lo que dicen y lo que viven: honestidad e
integridad.
Necesitan tener valores y
esos vienen con ustedes desde casa. Es muy difícil mas no imposible cambiarlos.
Si ustedes sienten que de lo que aquí van aprendiendo existe riña con lo que
han vivido en su casa, ahora tienen la oportunidad de razonar lo que esperan de
la vida, lo que quieren para ustedes y para su patria y cuando lo tengan claro,
cuando hayan marcado fijo su rumbo, síganlo. Tengan siempre en mente que los
mejores valores que pueden asumir son honestidad en su actuar, calidad en su
trabajo, compromiso en lo que hacen y asumen, pensamiento crítico para entender
lo que está ante ustedes, lealtad con su familia, amigos, ciudad, país y por
supuesto, con sus clientes y respeto por ustedes mismos y su entorno.
Nada es más grato a los ojos
de los demás que estar frente a una persona de la que sabemos de antemano cómo
va a responder, pues conocemos los valores de que está forjada.
Ya con lo que expuesto, solo
resta responder de manera puntual cada una de las interrogantes planteadas al
inicio de esta charla:
Ante el reto de ser Abogado
en el Siglo XXI, ¿Qué se necesita? ¿Qué debe saber? ¿Cuáles han de ser sus
fortalezas? ¿Qué habilidades específicas requiere?
1.- Necesita entender que
ser Abogado es un compromiso moral inmenso, que ser representante de los
derechos, del patrimonio, de la honra, de la libertad de una persona, es un
privilegio del que siempre debemos sentirnos orgullosos y así hemos de
demostrarlo, precisamente con nuestra forma de vida, con nuestras acciones.
2.- Debe saber que todo el
conocimiento jurídico que existe para nada sirve si no está en él el
pensamiento creativo, la capacidad de transformar ese saber en acciones que
permitan cambiar el rumbo de los acontecimientos para donde el Abogado quiere,
que debe pensar siempre en el peor escenario y transformarlo para que sea el
óptimo, buscando siempre crear la verdad que el juzgador ha de reconocer como
válida, con respeto a la verdad histórica y con la intención de favorecer sus
pretensiones.
3.- Sus fortalezas serán el
estudio constante, el pensamiento creativo, la pasión por su carrera y la
emoción y entusiasmo que depositan en lo que hacen.
4.- Sus habilidades
específicas han de ser la habilidad para afrontar los retos, la capacidad de
cambiar la historia acorde a sus necesidades, la posibilidad de expresar de
manera lógica y coherente su pensamiento de tal manera que su palabra sea
reconocida como verdad y su intención como justa, a pesar de las vicisitudes de
la vida. Hay que recordar que el acero se forja en la fragua a golpes y que
solo así adquiere la firmeza necesaria para quedar bien templado.
Concluyo agradeciendo su
paciencia y con el reto de demostrar que lo que dije no ha caído en el vacío:
espero preguntas, muchas preguntas de ustedes. Son jóvenes y tienen la emoción
por descubrir el mundo.
Estoy a sus órdenes.
Me gustaría conocer su
opinión.
Vale la pena.
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