José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante
Hablar de
los yerros de la justicia se me antoja tarea fácil. ¡Hay tanta tela de dónde
cortar! Los que ya suman algunos años como quien escribe, han de recordar que
en 1988 hubo un golpe de estado a la entonces Suprema Corte de Justicia de la
Nación y por tal motivo, se redujo de 21 a 11 el número de ministros de la
Corte y se crearon los Tribunales Colegiados. Aumentó en cantidad pero se
redujo y sustancialmente la calidad de los impartidores de justicia.
Se
crearon así, como de la nada, lo que ahora el poder judicial presume en
televisión: que son más de novecientos jueces y magistrados los que se encargan
de dar certeza jurídica a los ciudadanos.
Y
entonces voltea uno a ver las resoluciones de esos novecientos y también, las
de los jueces y magistrados de los poderes judiciales de los estados. Aprende
uno que lo más efectivo, además de formular el escrito respectivo, es prenderle
una veladora a nuestro santo preferido; ir a bailar a Chalma; probar el conjuro
del Chamán o de plano, buscar un poderoso para que sea nuestro padrino.
Y
comienzo: presenté una demanda, de esas de jurisdicción voluntaria que en
lenguaje común significa que no tengo enemigo al frente y que solo quiero
acreditar un hecho. El juez ordena la ratificación de los tres actores que yo
llevo y también, de cuatro que se quedaron del acuerdo de donde hicieron copy-paste para dictar mi acuerdo. Es
decir, quedaba yo obligado a llevar a ratificar a mi gente, los que me estaban
pagando y además, a cuatro personas de las que solo tenía el nombre pero no
ningún otro dato. Cuando fui a decirle al secretario, la respuesta fue: ─Así
está el acuerdo. Claro, entré a hablar con el juez y se quiso disculpar,
alegando que lo hizo un meritorio y como esos no cobran, pues no son
responsables. Me pidió que promoviera para eliminarlos del acuerdo y no pasa
nada. Y sí pasó. Fueron tres días hábiles perdidos para que me dictaran el
acuerdo. Tres días perdidos, cuando tienes los tiempos justos.
En otra
ocasión, fui con el actuario a notificar a una empresa. Obvio, el fedatario
público hizo todo, yo solo proporcioné los medios de conducción. Hizo la
diligencia de la que por supuesto, no me dio copia. Pasaron unos días y vía WhatsApp se dirigió conmigo a
preguntarme en qué fecha habíamos notificado. Le dije la fecha y me comentó,
todo se quedó grabado en mi celular, que los demandados querían copia de la
notificación y que la iba a volver a hacer. Y lo hizo, pero les regaló dos días
más. Claro, usted y yo sabemos que ese error fue meramente involuntario.
En otro
asunto, el juez antes de radicarlo, ordena se encuentre al demandado y gira
oficios de localización. Y comienzan a llegar las respuestas: las de los
oficios tradicionales que yo llevé y las de los electrónicos que ellos
enviaron. Cuando voy al juzgado a revisar cuántas respuestas hay, me encuentro
con que en mi expediente, el que tiene número, nombre de partes, actuaciones,
reconocimiento de personalidad pero no está radicado, tiene agregadas las actas
de emplazamiento de otros dos expedientes diversos. Claro, al ir a quejarme y
pedir que las eliminen pues según yo los abogados de esos asuntos han de estar
buscando sus actas, me contestan así, con un dejo de aburrimiento: eso es
responsabilidad de los de la unidad de medios de comunicación, no de nosotros.
Allá presente su queja.
O cuando
la justicia federal determina que las obligaciones entre patrones, como una
venta de acciones de empresas o una sustitución patronal, deben ser
responsabilidad y carga de la prueba del obrero, cuando toda la jurisprudencia
dice lo contrario. Me imagino que como el asunto el juez lo vio sencillo, se lo
encargó al meritorio en turno, quien utilizó palabras que ha visto pero que no
sabe que significan. Al menos así sentí, pues no encontré ilación entre lo que
dijo y lo que quiso decir, entre los considerandos y los resolutivos. Pero
bueno, es un juez federal y está investido de todo el saber humano.
Y así
podría irme hasta el infinito reseñando yerros judiciales. Si entre los
médicos, los errores tienen nombre: iatrogenia, entre los abogados, ¿cómo les
debemos decir? No, así no. Es contrario a la moral, a las buenas costumbres y
al derecho.
Me
gustaría conocer su opinión.
Vale la
pena.
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