José Manuel Gómez Porchini / México debe
salir adelante
Las empresas, esos entes que se anuncian como “personas
morales” pero que ni son personas (a poco una empresa tiene cara o piernas o
algo como persona, ¿verdad que no?) ni mucho menos, morales, (se ha sabido de
cada atrocidad cometida por las empresas en contra de los trabajadores, que
podrán tener y ser todo, menos morales), al momento en que requieren que sus
trabajadores aprendan una técnica nueva o a hacer algo para lo que no están
preparados, de inmediato buscan la manera de que sus empleados aprendan eso
nuevo.
Sin embargo, a pesar de que sí existe, es la excepción y
no la regla.
Por eso, lo que el empleado hace es inscribirse en una
escuela que conozca o domine el arte, ciencia u oficio de que se trate, para
así, cubrir las expectativas del patrón. A veces, solo a veces, la escuela sí conoce
lo que promete dominar y entonces, el trabajador adquiere la pericia necesaria
para hacer lo que el patrón requiere.
Sin embargo, no siempre el obrero tiene los tiempos
disponibles ni la facilidad de acceder a los cursos que ofrece la escuela. Y
ahí es donde aparece lo que ahora está en boga: los cursos en línea o no
presenciales.
Se les llama así porque su principal característica es que
están en una de las múltiples plataformas educativas que ahora existen, ya
gratuitas, ya onerosas, ya restringidas o abiertas a todos, etc.
En una materia en línea, el docente “postea” (inflexión de
post, término anglosajón que significa “pegar o dejar colgado”) un comentario
en la plataforma y entonces, los alumnos, cuyo número solo es acotado por la
cantidad que se inscriba, empiezan a dejar comentarios respecto al “post”
original hasta que ya nadie recuerda el sentido original del tema a discusión…
y así, se va perdiendo el aprendizaje en un mar de información.
Claro, el trabajador (que ahora desempeña el papel de
alumno) tiene interés en acreditar las materias en línea y busca en la red, en
sus libros, entre sus amigos, la respuesta a las interrogantes que “cuelga” el
“facilitador” (antes maestro) sin lograr encontrarla, pues como que esos
facilitadores lo que buscan en “dificultar” el proceso enseñanza-aprendizaje.
He podido participar en los foros de discusión de varias
materias, he visto cómo el “facilitador” formula una pregunta que poco o nada
tiene que ver con el tema y lanza el reto: ¿qué relación existe entre el tema a
estudiar y esto que les planteo? Claro, empiezan primero los más osados a
aventurar respuestas que de inmediato son desechadas. Y así, hasta que el
maestro dice: lo único que quería es demostrarles su capacidad de buscar algo
que no existe. Para mí, eso es frustrante.
Luego, vienen los exámenes. Te dicen que debes conocer la
lectura (¡así dicen!) que postearon en el link, y la pregunta es: en el texto
El Principito, en el tercer renglón del cuarto párrafo de la hoja cuatro, ¿es
sí o es no lo que está escrito?
Claro, usted que leyó el texto pero no se lo aprendió de
memoria, no va a adivinar la respuesta y entonces, su calificación llegará
solamente a nivel menos que aprobatorio. Es decir, usted quedará reprobado.
El truco viene cuando el alumno conoce la tecnología y
tiene a su disposición varias computadoras. Ahí, al momento va a saber que
mientras en una máquina va dando respuesta a lo que plantea el maestro, en otra
va a tener expuesto el texto para localizar las respuestas.
De nueva cuenta, el que tenga mayores “habilidades” para
hacer las cosas de la manera fácil, habrá de progresar. El que intenta
resolverlo solo con respuesta formal va a sentir la desesperación de no
encontrar las respuestas y obvio, fracasará.
Ahí es donde mi queja surge. Por la forma en que están
planteados los cursos en línea, se requiere pericia al máximo en manejo de
computadoras, tiempo libre sin límites, un gusto total por intervenir en
pláticas ajenas y, por supuesto, que la opinión que los demás pueden dejar de
ti, carezca de relevancia. Así y solo así, puede alguien participar con interés
en esa aventura.
Si carece de esos atributos y usted lleva su curso porque
lo obligaron en la empresa, lo entiendo. No necesito agregar más.
Me gustaría conocer su opinión. Vale la pena.
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