José Manuel Gómez Porchini / México debe
salir adelante
Errare humanum
est, sed perseverare diabolicum
Somos seres humanos y estamos expuestos al error. Errar es
humano pero perseverar en el error es diabólico. San Agustín así lo hizo saber y
Séneca ya lo había manejado antes. El problema del error es perseverar en él,
no que exista.
De hecho, uno de los métodos más conocidos para avanzar de
la humanidad es el de error-acierto. Y es del que más se aprende. Mientras uno
no haya tenido la oportunidad de conocer el error, no podrá saber que está
haciendo bien las cosas.
Así sucede con los profesionales en las diversas áreas del
saber humano. La que usted quiera, está expuesta al error. El del ingeniero o
arquitecto tiene como consecuencia que la obra se cae, pero se pierden pesos. A
veces, cuando ya hay gente en el área, se pierden vidas, pero generalmente solo
es dinero el que se pierde. Y prestigio, claro.
Cuando el error es del abogado, aparece lo que en derecho
se llama “suplencia de la queja deficiente” y que en lo personal he denominado
“de la
incapacidad de los abogados”,
que no es más que la oportunidad de que la autoridad subsane el error cometido
por el autor del escrito, que generalmente es un abogado aun cuando a veces,
puede ser el propio litigante quien lo haya redactado. De todas maneras, que en
la radicación aparezca que la autoridad ha enderezado la demanda por el error
de quien la presentó o que en la sentencia aparezca la frase “supliendo la
deficiencia de la queja”, deberían de ser motivos para suspender la licencia
para ejercer del abogado.
En el caso de los contadores, se equivocan y mientras Hacienda
o el seguro o los demás que nos cobran a los mortales no se den cuenta del
error, pueden presentar una declaración complementaria “espontánea”, es decir,
sin que haya mediado requerimiento y ¡listo! Error corregido. Aquí no ha pasado
nada.
Sin embargo, a los médicos no se les concede oportunidad
de una corrección espontánea extemporánea, es decir, una “segunda oportunidad”
como en la escuela, ni tampoco tienen la “suplencia de la deficiencia del
conocimiento”, pues a la hora de la cirugía, cuando los ayudantes son simples
observadores sin derecho a opinar y el galeno es visto casi como un dios, no
hay a quién preguntarle si va bien el corte, si lo que se está haciendo es
correcto o si lo que se hizo fue lo mejor. Ni habrá tampoco quién entre a
enmendar la plana cuando las cosas ya están hechas.
Hace apenas dos o tres días tuve conocimiento de la
noticia de que un grupo de médicos de Guadalajara fueron acusados de cometer… ¿Homicidio?
¿Asesinato? Fueron culpados por el padre de un menor que murió.
Entiendo perfectamente el dolor del padre, tanto, que no
existe una palabra que defina a quien ha perdido un hijo. A quien pierde a sus
padres, se le llama huérfano. Al cónyuge, se le denomina viudo o viuda, según
sea el caso. Pero cuando falta un hijo… es tanto el dolor que nadie se ha
atrevido a ponerle nombre a ese estado de desesperanza total. Entiendo al
padre.
Ahora bien, los códigos, es decir las leyes vigentes,
tienen tipificados los delitos cometidos por profesionales. Que el prevaricato y
cosas así, como también la iatrogenia se castiga. La mala praxis es penada.
¿Pero quién y cómo determina que existe o existió ese error o mala práctica?
En todo caso, dicen los cánones que teniendo el motivo
tenemos al asesino. En el caso de un menor que es atendido por profesionales de
la salud cuya función es apoyar la vida, no privarla, que buscan cómo ayudar,
no cómo perjudicar, no vamos a encontrar un motivo para cometer el delito, es
decir, para encuadrar la conducta típica antijurídica que la ley requiere para
que existan el delito y el delincuente.
Que el delito es culposo y no doloso. Hay que aclarar que
culposo es cuando no existe la voluntad de cometer el daño o el hecho y de
todos modos sucede y se es responsable y que doloso es cuando el hecho o la
conducta se realiza con pleno conocimiento de causa de lo que va a suceder y a
veces, el hecho de que no suceda es ajeno a la voluntad del, ahora sí,
delincuente.
Pero al del delito culposo no podemos llamarlo así,
delincuente, con esa facilidad. Si, existe el delito, pero no la intención. Y
hay muchas causas por analizar en torno a cada hecho en particular. No se puede
juzgar con ligereza y aseverar sin más que éste o aquél son responsables
“porque así me dijeron”. No señores, ya no más en nuestro México ha de darse
ese tipo de situaciones.
Tal vez, solo tal vez y lo dejo aquí asentado para casos
futuros, el problema de fondo sea la educación. La forma, medios, métodos y
políticas que se han seguido en México en educación o más bien, en la
instrucción formal, la de las escuelas y universidades, que la educación se
aprende en casa.
Y dejo también, la viñeta que el gran Quino realizara
utilizando la frase: errare humanum est.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
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