No existe rúbrica para la vida.
José Manuel Gómez Porchini / México debe
salir adelante
La palabra rúbrica, que yo siempre relacioné y entendí como lo hacen el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y cualquier otro
diccionario, aún de medio pelo, ha cambiado, según nuestros genios en
educación, de ser: rúbrica: (Del lat. rubrīca,
der. de ruber, rojo). 1. f.
Rasgo o conjunto de rasgos de forma determinada, que como parte de la firma
pone cada cual después de su nombre o título, y que a veces va sola, esto es,
no precedida del nombre o título de la persona que rubrica; a como lo
entienden Wikipedia, rincón del vago y otras páginas poco confiables de
internet: Una rúbrica es un conjunto de
criterios y estándares, generalmente relacionados con objetivos de aprendizaje,
que se utilizan para evaluar un nivel de desempeño o una tarea.
Ahora, en materia de educación, rúbrica son el conjunto de
instrucciones para desarrollar un trabajo y los alumnos piden que la rúbrica
sea lo más claro posible, que abarque todo para así, no cometer errores. Tal vez,
tengan razón, pues siempre es maravilloso saber a qué atenerte cuando te
encargan una cosa, pero no siempre tiene uno las instrucciones a la mano y lo
más grave, la vida no viene con rúbrica.
Acabo de tener el privilegio de estar con educadores de
primer nivel y en la mesa, surgieron los comentarios acerca de nuestros alumnos
y cada uno, así los sentí, trató de demostrar que los suyos eran los mejores. Claro,
yo también así lo dije.
Uno de los comentarios que más me impactó fue cuando un
maestro comentó que ahora los muchachos quieren rúbrica para todo y yo, con
cara de conocedor, empecé a opinar. Sin embargo, cuando explicó que había
pedido un trabajo y les aclaró que no había más información que el nombre del
tema, los alumnos se sintieron perdidos. Les ayudó, les dio parámetros (que
ahora se llaman rúbrica) y lograron terminar su trabajo. Sin embargo, el día de
la clase les cambió las reglas y ahí fue cuando se dio cuenta que ninguno pudo
entregar el tema desarrollado. Es decir, mientras le proporcionas al alumno barandales
que le permitan sostenerse, puntos de apoyo para mover el mundo y un soporte
suficiente, hacen todo. Pero la realidad, la vida de verdad, la que está atrás
de la puerta esperándonos para hacernos sufrir, esa no tiene rúbrica ni te
permite ensayar el tema y mucho menos, te concede segunda o tercera
oportunidad. La vida es cruel y más, cuando egresas de una institución de
educación superior con grado de licenciatura, especialidad, maestría o
doctorado y de pronto, te das cuenta que no eres capaz de sacar la vida
adelante, a pesar del título que te avala como “experto”.
La verdad, los alumnos ahora han aprendido que todo viene
con instructivo, con manual del usuario y así han manejado su vida y sus
problemas. Insisto, la realidad no tiene instructivo y los problemas de la vida
no son todos iguales ni pueden manejarse por catálogo.
Comentaron y yo también lo recordé, aquellos exámenes
maravillosos, orales, en los que el maestro tenía la más amplísima facultad de
interrogar sobre cualquier tema de la materia. Ahora, se ha ido acotando de tal
manera que el maestro solo puede preguntar “de lo que está subrayado”.
Jamás un maestro me entregó un cuestionario para estudiar,
ni mucho menos me desarrollaron “mapas mentales” ni me dieron una rúbrica de
cómo redactar un tema. Le daban a uno el nombre del tema y a darle, a inventar
todo usando los conocimientos previos.
Por eso hoy si no le explicas al alumno de manera
detallada cómo quiere uno la tarea, el estudiante se ve perdido. Por eso,
cuando egresan, al enfrentar problemas reales que no vieron con rúbrica en el
salón, sienten que el mundo ha terminado.
Ahora dicen que al alumno hay que darle armas para la
vida. Que hay que hacerlo competente. ¿Cómo va a lograr ser competente si no es
capaz de resolver un problema sin la fórmula en la mano?
En la creatividad, en el ingenio, en la libertad para
generar pensamiento está el futuro de México. No lo sujetemos con unos
paradigmas caducos, con unos parámetros ya abandonados, con una rúbrica que no
sirve. Démosle al joven la posibilidad de ser y hacer las cosas por sí mismo,
la libertad de cometer lo que algunos denominan errores que produce esa
enfermedad a la que le dicen “juventud” y que se cura con los años, pero que es
la fuente de los grandes cambios, porque el joven no conoce el sabor de la
derrota ni tampoco está en su diccionario la voz “no puedo”.
No debemos negarle a México la opción de salir adelante.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
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