José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Mucho se ha comentado que tal vez, solo
tal vez, el problema de México no sean sus gobernantes sino, sus habitantes y
tal vez, solo tal vez, tengan razón. En efecto, el mexicano promedio no lee, no
le gusta saber ni conocer de los problemas de su entorno, acepta lo que le
dicen, sobre todo, lo que los medios de comunicación le entregan ya digerido,
incluidos análisis y comentarios de fondo y por lo tanto, se muestra incapaz de
tener su propia opinión de ningún problema.
Se dice y con mucha razón, que educar un
mexicano cuesta tan solo el valor de la cuota de ingreso a Estados Unidos, pues
al cruzar el puente le bajan al radio, se abrochan los cinturones de seguridad,
no rebasan los límites de velocidad, no tiran basura en las calles y se guardan
de cometer delitos u ofensas, como se llaman allá, pues saben que existe la ley
y que no tiene contemplaciones.
Ese mismo mexicano guarda la basura para
tirarla por la ventanilla tan pronto cruza el puente de regreso a México, como
quita a sus hijos del volante del vehículo al cruzar al lado americano, pues
bien sabe que allá, los policías no son tan fácil presa de sus dádivas.
Ahora, en nuestra patria se han dado una
serie de “cambios estructurales” como han dado en llamarle los que por eso
reciben un sueldo o “chayote” y también, los que están obligados a ello por
carecer de libertad de palabra al estar sujetos a una relación laboral formal
que los obliga.
Sin embargo y vistos desde la barrera,
en efecto los cambios se han dado en lo más profundo de los cimientos de lo
jurídico, de lo constitucional y también, en las leyes que afectan a la vida en
común de los mexicanos.
Falta difusión, cierto, pero también,
falta interés de los ciudadanos por enterarse de las cosas de la polis. Y no solo eso, falta también, que
exista la voluntad de querer cambiar uno para que cambie México.
Hoy tuve el privilegio de asistir a
realizar unas compras a un mercado tradicional en Monterrey, de esos mercados
que han invadido no solo las banquetas, sino también las calles y que se han
adueñado de todo en varias manzanas a la redonda. Hablo del Mesón Estrella, muy
cercano al Mercado Juárez y en donde coexisten cientos de locatarios, de más o
menos fortuna.
Estuve con uno de ellos que me dio una
nueva respuesta de por qué no le interesa mi propuesta de seguridad social. Se lo
voy a explicar.
Entré al negocio, una casa solariega, de
las que algún día tuvieron saraos de aquellos que en los que se echaba la casa
por la ventana, de esas fiestas de lujo que aún se dan, pero entre quienes
sabrán de todo, menos de penurias económicas. La casa, ya medio en ruinas, con
los pisos muy maltratados, toda llena de elotes y calabazas y tomates y
cebollas y todo lo que se vende en un mercado. Ahí, entre verduras, estaba el
dueño, un hombre de mediana edad y que él busca borrar toda huella de su paso
por la vida, para no dejar huella.
El dueño del negocio se ve cansado, de
esos que se encorvan como para detener muerte y enfermedades, pero con ganas de
que lleguen. Le pregunté que cómo pensaba afrontar las nuevas disposiciones
fiscales y me contestó, seguro de sí mismo, que tenía contador encargado de
eso. ¿Y las facturas, a quién las va a hacer? Pregunté y me dijo: con que haga
una factura mensual en la que englobe todos los tickets de venta diarios es
suficiente, nos dijeron en el SAT y los contadores. Tenemos todo en orden, me
dijo con voz de suficiencia.
Pero, ¿y la nómina? ¿La va a timbrar?
Si, ya tengo el sistema. Tengo todo listo, no sé cómo le van a hacer los demás,
porque yo sí estoy preparado, fue su respuesta.
Entonces le pregunté si tiene seguridad
social y dijo no. Ahí fue donde dije: ¿Si el gobierno federal le diera una
tarjeta tipo cliente frecuente para que la usara cada vez que paga algo que
tenga IVA y el equivalente a 3 puntos de
IVA se fuera a una cuenta de ahorros a su nombre, para tener derecho a pensión
y a servicio médico, le interesaría? Su respuesta, tajante, fue: no.
Pregunté la razón de su respuesta y me
dijo: Porque nos van a controlar más. El gobierno se va a enterar de lo que
gasto y entonces sí, nos van a poner más controles y nos van a meter al bote.
Reviré: Pero… usted está en orden, me acaba de decir… y volteó a verme y con
una mirada de complicidad me dijo: al gobierno nada más le decimos de poquitos
ingresos… si no, ¡imagínese cómo nos iría!
Es un mexicano que piensa que pagando
poquitos impuestos, engañando al Estado, defraudando al gobierno, las cosas van
a mejorar. Tiene dinero y se nota. Pero por eso lo tiene: por corrupto. Así,
cuando llegan los inspectores, tiene para darles a todos. No importa de qué
dependencia sean, para todos hay.
Y no, ni le va a decir al Gobierno
cuánto vende, ni va a permitir que sepa nadie cuánto gasta ni le interesa tener
una pensión. Prefiere seguir igual, al cabo ya ve usted cómo son rateros los
del gobierno.
Me gustaría conocer su opinión. Vale la
pena.
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