José Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
La instrucción
escolar, la preparación que se entrega a los alumnos en las aulas, obedece a
planes estructurados desde las más altas esferas de la política educativa. Y
más aún, la instrucción escolar que se imparte en México, atiende a dictados de
fuerzas ajenas a nuestra realidad nacional, como son la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE por sus siglas, así como muchos
otros indicadores internacionales que han marcado el rumbo en políticas
educativas.
Sin embargo, no por
el hecho de ser extranjero algo ha de funcionar y menos aún, resulta ser la
panacea para todos los males. Para nuestros próceres, los que ahora están en el
poder y que han estado los últimos veinticinco o treinta años, todo lo que
viene de fuera es mejor que lo nuestro.
Cierto, algunos hijos
de México salieron a estudiar al extranjero en sus años mozos y aprendieron
otras culturas, otras formas de vida y escenarios distintos. Pero el mal no es
privativo de nuestro país y para muestra, baste y sobra decir que apenas ayer
cinco de noviembre de 2016, Francia anuncia que volverá al sistema tradicional,
al antiguo, de enseñanza, regresándole su vigor y fuerza a las materias que se
habían eliminado de la currícula: etimologías, civismo, lectura y redacción,
comprensión lectora, ética y cosas así. Claro, ahora vuelven por sus fueros los
concursos de lectura en atril, de velocidad lectora y de comprensión. Algo que
los que dirigen las políticas educativas en el país no conocen y nunca han
conocido.
Y para no ir muy lejos
quiero comentar con usted algunas experiencias de los últimos días, algo
cercano, para que esté usted en posibilidad de comprender mi dicho.
Acudo a una notaría
pública, negocio de años, a realizar un trámite y cuando veo lo que están
haciendo, me dio pena ajena. Aquello era una porquería de escrito, lleno de
errores de ortografía y al señalarlo, me dicen: ─En el juzgado lo corrigen…
Ese creer que siempre
habrá alguien más que se encargue de corregir los yerros de uno, es parte del
problema que nos aqueja. Aun cuando sea tarea del juzgado revisar la redacción
de un escrito, quien lo hace es responsable de que esté bien hecho.
Mas, ¿cómo es posible
pedirle a alguien que no sabe hacer una cosa que la haga bien? Hace poco, en
clase, encargué a mis alumnos un ensayo, pero antes pregunté si sabían hacer
ensayos. La respuesta sonó así, como obvia y con suficiencia: ¡claro, profe!!
Cuando comencé a
recibir los trabajos, empezaron los problemas. Al hablar con ellos, me dijeron:
─es que usted está calificando algo que nadie nos ha explicado nunca. Y tuve
que comenzar desde el principio, a explicar qué es un ensayo y cómo se hacen.
Y les comento que
reviso ortografía, redacción, originalidad, concordancia y todo eso que viste
un escrito. De inmediato surgen las preguntas: ¿qué significa cada una, profe?
Es increíble
encontrar gente a nivel licenciatura o posgrado, que acentúan examen porque
suena fuerte la a. Ignoran por completo la regla de ortografía, pero la culpa
no es de ellos, es del sistema que omitió enseñar esa parte. Y la culpa más
bien, es del sistema social, como la muerte del angelito.
Ahora hay que luchar
por brindarle a los jóvenes la posibilidad de salir adelante, con las
herramientas que necesitan para esta modernidad que ya es el presente. Son
nuestro futuro. Hay que apoyarlos.
Vale la pena.
Me gustaría conocer
su opinión.
José Manuel Gómez
Porchini
Orgullosamente
mexicano.
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