José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Ha sido motivo de grandes debates y de días y
noches de desvelo, que a los maestros los sometan a una certificación a la que
se han negado por principio y por sistema. Sin embargo, bien visto, certificar
a quien cumple una función debería ser lo correcto, lo lógico y lo natural. Por
ende, deseable que los funcionarios públicos, incluidos los maestros, deban ser
certificados. Para que una norma sea válida y sea aceptada por la sociedad,
debe estar revestida de las características propias de la norma: general,
universal, abstracta, impersonal y demás.
Es decir, si ha de certificarse a alguien, que sea
a los funcionarios públicos. A todos. Y ahora sí, si todos son sometidos al
escrutinio de quien tenga facultades para ello, México deberá cambiar.
El problema empieza cuando comencé a preguntar si
es válido certificar a los funcionarios. Primeras respuestas: a los poderes
judicial y legislativo, no, pues son ajenos… caramba, ¿ajenos a qué? Yo le
pregunto a usted: ¿Ha tenido problemas, retrasos, yerros, fallas, en la
impartición de justicia? Si usted cree que tenemos los mejores juzgadores,
hágalo saber. Si usted cree que la inmensa mayoría de quienes deben resolver
los problemas de la sociedad no saben lo que están haciendo, también, hágalo
saber.
Es proverbial que se presentan las promociones ante
juzgados, juntas y tribunales y cuando no las pierden (─le encargo otra copia
de traslado pues no la encontramos…) cometen errores al dictar los acuerdos. Lo
puedo decir con conocimiento de causa que en asuntos sin contrario al frente,
he debido promover cuatro o más veces para lograr un acuerdo, pues en el
juzgado se les queda parte del acuerdo anterior, se les olvida acreditar
personalidad, no anotan los datos de la notificación o miles de cosas más que
pueden suceder. Para uno, es pérdida de tiempo y muchos corajes. Para ellos…
para ellos no pasa nada, pues son “La Autoridad”.
De los diputados que conoce… ¿usted estima que han
hecho bien su tarea? ¿Considera que deben ser capacitados para el cargo? ¿Serán
buenos para dormir?
Y ahora sí, ya superados los otros dos poderes,
vamos con el poder ejecutivo. De presidente de la república o gobernador para
abajo. ¿Cree usted que tenemos a los mejores hombres de México en esos cargos?
¿Podría buscarse mejores servidores públicos?
Si usted contesta que sí a cualquiera de las
interrogantes anteriores, los funcionarios públicos van a empezar a temblar
mucho más que los maestros, pues la inmensa mayoría de los maestros sí saben lo
que tienen que hacer, pero ya no aguantan las exigencias del sistema.
Ahora, que a los que siempre piden cosas absurdas
del sistema, se les pida que acrediten su capacidad para desempeñar el puesto,
más de uno va a renunciar, más de uno va a pedir su separación anticipada pues
no conocen lo que deberían ni saben hacer aquello que se supone es su obligación.
Un grupo de legisladores ha pugnado por la
certificación de quienes atienden asuntos relacionados con la vida, la honra,
la salud y el patrimonio y claro, en su lógica, para ellos es lo mismo a la
hora de capacitarse el abogado, el médico, el arquitecto que el masajista, el
peluquero y quien pinta las uñas. Cada arte, profesión u oficio es muy digno per se y cada uno tiene sus propias
aristas, pero no es válido pretender certificar igual a tan disímbolas profesiones.
Claro, la población y así lo he percibido, pide que
primero sean certificados los legisladores que han de resolver el futuro de los
mexicanos y así, a bote pronto, preguntan: ¿cómo es posible que La Corcholata
vaya a dictar la forma en que debo hacer mi vida?
En los puestos de gobierno, de todo tipo, quedan
los amigos y preferidos del gobernante, no los más capaces. El resultado es que
la camarilla en el poder dicta las reglas a su modo y a eso nos obligan a
todos. Ya no debe ser válido, ya no debe permitirse por la gente que cada
gobernante destruya lo hecho antes para hacerlo a su modo.
México ya no está para estar perdiendo tiempo. Se requieren
funcionarios que, además de bien intencionados, honestos y con espíritu de
servicio, sepan hacer las cosas. De gente buena que no da una estamos hartos,
como estamos hartos de bandidos que no hacen nada por la gente y sí por su
bolsillo.
Pero usted tiene la última palabra. Opine y será
escuchado.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
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