domingo, 5 de julio de 2015

Los maestros en México



 
José Manuel Gómez Porchini / México debe salir adelante   

Cada día y más cuando uno tiene interés en el tema, se da cuenta que aparece una nueva nota que va en detrimento de los maestros. Cada día es una nueva falta que les encontraron, o es un nuevo plantón o también, por qué no, una nueva denuncia en su contra. La imagen de los maestros está por los suelos. Ese es el primer punto.

Otro punto importante es que se debe hacer distinción entre los maestros. Por ejemplo, yo soy maestro y a mucho orgullo, pero no tengo grupo de primaria ni de secundaria. Vamos, yo nunca he juntado valor para pararme frente a un grupo de adolescentes de preparatoria que están con los ímpetus desatados y que no respetan a nadie… bueno, a casi nadie. Muchos maestros de nivel bachillerato toman té de tila antes de entrar al grupo…

Ahora bien, las maestras de jardín de niños, esas muy guapas, que son las primeras que trata el infante, también son humanas. Crecen en años, en peso, en achaques y al llegar a los cincuenta o tal vez antes o un poco después, pero no mucho, son totalmente incapaces de atender al niño de cuatro o cinco años que llora desaforado, que se tira en el piso porque así se lo permiten los padres, que se caen y necesitan con urgencia un beso para recuperar la vida o tragedias así… son nuestras maestras y tienen problemas.

El de primaria, que cuando es de institución oficial ubicada en buena zona y con director o directora con enlaces en las esferas de mando, no batalla para conseguir muchas cosas. De hecho, se dan el lujo de participar en concursos de todo tipo y lo hacen con destreza. Generalmente de ahí es de donde surgen los niños con premios. Claro, como maestro es un gran orgullo.

Cuando el maestro de primaria es un “maestrito de pueblo”, con todas y cada una de las debilidades y fortalezas que narra Abraham Rivera en su tan sentido poema, que espero pueda usted disfrutar del enlace que aparece abajo, no tiene más ilusión que pagar de su propio peculio los gastos, esperando algún día ser recompensado. Ahí es cuando la vocación cuenta y mucho.

Los de secundaria, que además de la escuela normal han de tener especialización en algún área: matemáticas, física, química, ciencias sociales, inglés o qué se yo, esos son de un nivel más alto y en teoría ganan mucho más. Sin embargo, la realidad es que su salario se fue quedando rezagado hasta el momento en que dejó de ser referente para acreditar que ser maestro es tener un buen modo de ganarse la vida. Incluso, me han pedido que se establezca que la manera de determinar qué es la clase media y cuáles son los requisitos para manejarla, es tomando en consideración el salario de un maestro. Si no fuera porque es un sueño que podría ser realidad, movería a risa, pero de esa burlona, de la que ofende.

Ya hablamos de los maestros de bachillerato. Quedamos los de licenciatura y posgrados. Los que nos interesa el país y queremos seguir participando. Obvio, para poder impartir clase en licenciatura, las universidades que más o menos se respetan buscan maestros de edad, que tengan obra publicada y que tengan grados académicos. Las que solas se denigran, contratan recién egresados para que los salarios sean menores. Eso, cuando los maestros tienen título. Muchas veces ni a título llegan.

Y sigo. Usted es catedrático universitario, publica un libro cada año, escribe treinta o cuarenta notas o ensayos de temas de su materia por año, acude a no sé cuántos congresos y reuniones académicas pero usted no tiene una carga académica de veinte horas frente a grupo y por lo tanto, no puede ser elegido como investigador de Conacyt ni de ningún grupo de apoyo. No. En cambio, usted es amigo de un director de escuela, le asignan la carga pero es otro el que la imparte y obvio, ahí tiene usted los apoyos por veinte, treinta o muchos miles de pesos más al mes.   

Y no es lo mismo ser catedrático en las universidades que están en los primeros lugares, que pertenecer a una que le descuenta la seguridad social pero no lo inscribe ante el seguro. Y los hay.

En términos generales, los maestros, los que se paran frente a grupo están mal pagados. Ahí aplica el principio mexicano aquél de: “haces como que me pagas y hago como que trabajo”. Sin embargo, la realidad es que al maestro, al de preescolar, al de primaria, al de secundaria, a todos, en el afán de que los directivos justifiquen los sueldos de ensueño que perciben, les han cargado cada día más la mano, solicitando evidencias, listas de cotejo, coevaluación y muchas cosas más. Y claro, el maestro, que precisamente por ser maestro piensa, pues son los obreros más politizados del país, precisamente por pensar, se dan cuenta que algo anda mal. Por más que les dicen que hay que hacer un esfuerzo, el maestro ya lo hizo frente a grupo y no es posible pedirle más.

Ahora se le pide que sea parte de las escuelas de tiempo completo, que según son la solución a todos los problemas del país en materia de educación. Y vamos a los hechos: la escuela no tiene aire acondicionado; no tiene buenos servicios sanitarios; carece de bardas perimetrales; y, por supuesto, no tiene dinero para pagar la comida de los niños. Las madres de aquellos que sí tienen dinero van y les llevan de comer. Ahí se está de nuevo ante la brutal discriminación. El que tiene come y el que no… se espera a llegar a su casa, donde saldrá a buscar la comida de él y de sus hermanos. Esa es la realidad de México. La realidad que nuestros funcionarios no conocen.

Claro, cuando se gestó el sindicato, cuando se hicieron los primeros movimientos, el país era otro, las circunstancias distintas y todo era diferente. No es lo mismo López Mateos que Peña Nieto, a pesar de venir del mismo rumbo.

Ahora el sindicato, aquél aguerrido que consiguió los beneficios para los trabajadores, los ha entregado en bandeja de plata a la administración para hacer lo que a ésta le plazca. Y ellos necesitan que el obrero-maestro gane menos. Y además, que sean menos. Ya son muchos. Necesitan costar menos dinero. Y las conquistas obreras que lograron, como vacaciones, aguinaldos, jubilaciones y todo eso, lo ideal sería quitárselas… al cabo que ni se van a dar cuenta.

Los maestros por regla general saben leer y escribir. Saben decir discursos y saben hablar en público. Por regla general, conocen su materia y además, conocen otras más. Habrá alguno que ignore la o por lo redondo, pero la regla general es que sí sabe. El problema ya lo apuntó Albert Einstein: todos somos ignorantes, lo bueno es que no todos ignoramos lo mismo. Es decir, no se puede hacer un examen tipo para el maestro de la sierra de Chihuahua y tratar de que lo conteste también el de Alvarado, Veracruz. Que no es lo mismo Ocosingo que Tula. Es más, si le preguntamos a más de un funcionario, no va a conocer dónde quedan esos pueblos.

Lo que se debe buscar en México es la manera de completar lo que no sabemos, no de destacar lo que ignoramos. Si nos dedicamos a exhibir a los demás, pronto México no tendrá quien quiera seguir dando clases.

Y los maestros conocen la historia y las leyes. Y saben que cuando los contrataron les dieron unos lineamientos y el patrón, el gobierno, estableció directrices para desempeñar el trabajo. Ahora, de manera unilateral, el gobierno, el patrón, las está cambiando. Está eliminando lo que tanta sangre y pleitos costó. ¿Qué van a hacer los maestros? Lo que están haciendo. Están enojados, están dolidos y no entienden razones.

El gobierno debe buscar la manera de hacer que los “cambios estructurales” que busca, se apliquen de manera en que todos salgan lo menos afectados posible. No es válido lastimar a un gremio así.

Cuando un enfermo es diagnosticado de cáncer, como el cuerpo social de los maestros, se deben buscar todo tipo de medidas para salvarlo, pero nunca, se debe buscar la muerte del enfermo. Y pareciera que es lo que se busca. Las medidas que se han adoptado, así pareciera.

Yo le apuesto a un país que busque soluciones, no a uno que genere conflictos. Yo confío en la buena voluntad de los maestros, pues los conozco, pero habrá que ver las cartas con que juega el patrón, que es el gobierno.

Me gustaría conocer su opinión.

Vale la pena.






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