José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Todo empezó
con la charla entre amigos. Estábamos tratando de encontrar el fondo, la raíz
del problema de México –claro, más
de dos mexicanos juntos siempre buscan la causa de todos los males− cuando las voces fueron culpando al gobierno, a la
sociedad civil, a los trabajadores, a los sindicatos, a los patrones, a cada
uno de los grupos organizados de la sociedad y por último, no faltó el que
culpara al destino. Ahí, entre todas voces, fuimos encontrando que si el niño
está de cerillo en la tienda enorme, es porque su padre no tiene un buen
empleo. Que sí el maestro no puede con lo que se le encarga, es porque no
existe control en lo que el patrón pide. Que el político roba para garantizar
su futuro. Y así, hasta que empezamos a hablar del tema que con usted he
comentado y que más me apasiona: la seguridad social.
¿Cuánto vale
la seguridad social? ¿Cuál es el precio justo que se debe pagar por ella? ¿Por
qué el patrón no quiere cumplir y por qué el empleado la busca con denuedo?
¿Qué es y para qué sirve la seguridad social? Fueron algunas de las preguntas
en la mesa. Y empecé a contestarlas, tal como lo he platicado con usted.
Son cosas
muy distintas el valor y el precio de la seguridad social. Para el obrero que
pierde íntegra su capacidad de ganancia, para el padre de familia que muere y
deja una esposa e hijos, saber que tiene como respaldo a una institución que lo
va a proteger, es una seguridad personal que no tiene precio, así sea que la
pensión resulte raquítica o que los servicios no sean tan buenos como uno
quisiera. Esos ya son problemas nimios que se pueden resolver.
Lo cierto es
que tener la seguridad de que la familia estará protegida por una institución,
le brinda al empleado la tranquilidad de poder hacer la vida y de buscar cómo
hacer más.
Lo malo es
que todo cuesta y esa seguridad, esa protección no habían de ser la excepción. Un
empleado que ingresa a laborar y cotiza, digamos, veinte años, de pronto pierde
su capacidad de ganancia, que es el bien jurídico a tutelar y entonces,
requiere el seguro que está contratado para resarcir esa pérdida: el seguro
social o más bien, la seguridad social en alguno de sus exponentes.
Y claro,
como en todo juego económico, quien más paga más recibe. Y así, si el empleado
estuvo inscrito con altos salarios, su pensión será con esa largueza. Por el
contrario, si el patrón lo inscribió con el mínimo, la pensión será en
proporción, es decir, respetando el porcentaje que del salario le corresponde y
cuando apenas es el mínimo, queda muy lejos de representar un salario decente,
como pide la Organización Internacional del Trabajo, mejor conocida como O.I.T.
Pero no solo
el obrero que está en la escala más baja de los salarios es el que recibe la
peor pensión. Eso también le sucede al obrero que, habiendo percibido un buen
salario, mucho más allá del salario mínimo, labora para un patrón que no quiso
pagar más de seguro social y por lo tanto, lo inscribe con el mínimo, a
sabiendas que el día que quede incapacitado por riesgo profesional o que
alcance el derecho a una pensión, lo hará con una ínfima parte de lo que
debería corresponderle. Es un descarado fraude a la seguridad social pero en
México, el seguro social, las autoridades del trabajo, los patrones y los
sindicatos, lo conocen a la perfección y lo admiten sin reticencia.
Por otra
parte, si usted es un patrón, que tiene a tres, cinco o más trabajadores y
trata de ser honesto y cumplir como debe de ser, va a reportarle al seguro
social los salarios reales de sus trabajadores. Ahí van a aparecer varios
problemas: 1.- No son deducibles de impuestos, especialmente I.V.A.; 2.- Se
ubica en una tasa muy alta; 3.- El costo por trabajador es altísimo.
Soluciones:
buscar una outsourcing que absorba el costo de los empleados, −claro, ese ente los inscribe sin piedad en el tabulador
más bajo− o pagar seguridad social al menor
costo y por tanto, a precios no reales.
El problema que ha quedado resuelto desde el punto
de vista económico, sin embargo tiene aún varios problemas. Legalmente
cualquier abogado puede acreditar el salario real y entonces, habrá problemas para
el patrón. Ahí está una falla. El empleado que se sabe dependiente de una
outsourcing sabe que lo están explotando y no le es leal ni a la cosa esa ni a
la empresa en la que presta sus servicios. Empero, la Corte ya ha resuelto el
sentido de que el patrón que recibe los servicios del obrero será el que pague
las responsabilidades, no el que lo tiene contratado. Eso al parecer no lo han
visto ni algunos patrones ni muchos contadores y abogados que siguen
recomendando contratar outsourcing. Por mí, desde el punto de vista que me
representan clientes a los que les ganamos siempre, está bien, pero en plano
general, desde la óptica del México que buscamos, eso está mal.
Pero además, desde el punto de vista ético, moral,
de valores, que no forzosamente han de ser religiosos, pero que en todo caso
estos aplican a la perfección, siguiendo al Papa León XIII con su encíclica
Rerum Novarum, la situación en México está mal. En efecto, buscar la forma de pagar
poco o de no pagar la seguridad social es ajeno a un recto proceder y por lo
tanto, contrario a la moral, a la decencia, a las buenas costumbres, a la ética
y a los valores.
Pero es demasiado caro lo que se paga al Instituto
Mexicano del Seguro Social y muy poco lo que de él se recibe, en términos
absolutos. Entonces, ¿qué se debe hacer? ¿Cómo podemos bajar el costo de la
seguridad social de tal manera que sea accesible pero que brinde la real
protección que se busca?
Esa es nuestra propuesta. Esa es la opción que
desde hace tiempo venimos haciendo valer y que ahora está en sus manos.
La seguridad social es tan importante y de tan gran
valor para la sociedad toda, que descansar su costo en solo un sector, por
importante que sea éste, es un error. Y así ha sido desde siempre: la seguridad
social la cubre el sector productivo: empleadores y empleados, amén del
gobierno, pero cubre a un muy amplio sector de la sociedad.
En números, tenemos que el más reciente reporte del
IMSS indica que ya son 18 millones de asegurados y que cubre a casi sesenta
millones de mexicanos. Paga la tercera parte de los que reciben beneficios. Así,
nunca le va a alcanzar al IMSS.
Pero además, tenemos que somos casi 120 millones de
mexicanos, es decir, de alguna manera la mitad no está protegida con el seguro
que representa la seguridad social. Ese es otro de nuestros grandes problemas.
La propuesta que presentamos es que cada mexicano
sea titular por sí y ante sí de su propio sistema de seguridad social, que
existan una cuenta por cada persona, de manera que todos y cada uno seamos
beneficiarios de la seguridad social, es decir, del derecho a servicio médico y
pensión, por el solo hecho de ser mexicanos. Para ello, el gobierno será
responsable de entregar a cada uno una tarjeta “Cliente Frecuente” que cuando
se realice una operación de compra, que esté gravada con I.V.A., el equivalente
a tres puntos del I.V.A. sea para el titular de la tarjeta y lo demás, para el
gobierno. Así, tendremos 120 millones de inspectores fiscales revisando que las
operaciones queden registradas y también, que van a buscar siempre las empresas
que ofrezcan la seguridad y la garantía de estar dados de alta ante la
Secretaría de Hacienda.
Por cada punto de I.V.A. que se obtenga en favor de
las personas, serán aproximadamente cien mil millones de pesos que estarán en
favor de brindar seguridad social. Es dinero suficiente para otorgar las
pensiones que faltan y más aún, para garantizar las de aquellos que ya tienen
los requisitos pero carecen de fondos.
Lo invito a que analice la propuesta de seguridad
social que pongo en sus manos y si le es posible, a que la comparta. Algún día
llegará a quien tenga la voz suficiente para hacerla valer en nuestro México y
entonces, podremos cambiar el derrotero que se ve en lontananza.
Me gustaría
conocer su opinión.
Vale la
pena.
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