De alumnos de
excelencia
José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Un día de 1994, es decir, hace ya 20
años, estando en Ciudad Victoria, Tamaulipas, mi esposa me pidió que fuera a
cubrir a un maestro de derecho que había dejado la clase y al principio, me
negué. Sin embargo fui y me gustó. La clase era de derecho pero para no-abogados.
Entre ellos, tuve de alumno a uno que ya ha sido diputado federal dos veces y
tiene un altísimo cargo en el Gobierno Federal y afortunadamente, me sigue
tratando y muy bien.
Al tiempo cambié mi lugar de residencia
a Reynosa, y en 2001 me invitaron a participar como maestro en el Instituto
Internacional de Estudios Superiores, IEES, que iniciaba la carrera de Derecho
y tuve el honor de ser el primero en impartir clase, pues por mi trabajo
solamente podía acudir a la de las siete de la mañana, a ninguna otra hora
podía ir.
Ese fue mi primer grupo formal de
derecho, de alumnos que querían ser abogados y que por lo tanto, podía yo
exigirles que aprendieran todo lo que marcaba el temario. Me gustó mucho ese
grupo y siempre los he llevado conmigo, en mis mejores recuerdos y en un muy
especial lugar de mis afectos.
Fui a la fiesta de cuando Arturo cumplió
18 años y le llevé a regalar un libro, no podía llevar otra cosa. Su papá,
espléndido anfitrión, nos invitó cena de lujo con los mejores vinos a los padres
de familia que asistieron y a mí.
Luego fui a los 18 de Raúl con otro
libro y de los demás, a cada uno su libro. Creo que nunca he vuelto a fiestas
así.
Están retratados en mi casa, comiendo
carne asada.
De entre ellos había una muchacha, por
cierto cercana al Rector de la Universidad, el Lic. Rosendo, que no dejaba
hablar a los demás, que todo quería saber y que todo preguntaba. Ella es quien
motiva hoy estas letras.
A ella y al grupo completo les dediqué
las líneas que aparecen más abajo.
Hoy tiene un nuevo cargo oficial que
mucho le honra y más, a quienes la hemos tratado y sabemos de su afán de saber.
Si hubiera más mexicanos como Adriana,
México sería distinto.
La
satisfacción del deber cumplido.
El símil es
maravilloso. Al menos así lo siento.
Imaginemos a
un grupo de niños de seis o siete años, campiranos, para quienes es su primer
día de escuela. Niños que no tuvieron kindergarten o como se diga. Niños de
verdad, reales, no de los güeritos que aparecen en los comerciales de
televisión. Imaginemos ese primer día de clases.
Los niños,
llorando y clamando por sus madres, cerreros, indomables, hoscos, hostiles y la
maestra o el profesor, frente a ellos, tratando en vano de hacer que se
sienten, tratando de calmarlos, tratando de explicarles que no les va a hacer
mal alguno.
Imaginémoslo.
Ahora, días
después, imaginemos al mismo grupo. Imaginemos que entra “La Señorita
Directora” al salón sin avisar. Los niños a una voz, con potencia entonan:
“Buenos Díiiias, Señorita Directora”. Ella, con gesto adusto (no tiene otro),
se dirige al titular y le pide que muestre los avances del grupo. El Maestro le
dice: escoja Usted y formule la pregunta que guste. Claro, el Maestro por
dentro, está temblando. Sólo lo soporta la seguridad de que ha venido dando lo
mejor de sí a sus alumnos.
Los mismos
niños que lloraban por sus madres, ahora, unos cuantos días después, voltean a
ver a “La Señorita Directora” directamente a los ojos, atentos y ella, suelta
la pregunta, casi a bocajarro y podría decirse que hasta con mala intención: -
Usted, Mónica, dígame las vocales, c o m p l e t i t a s....-
Mónica lo
hace. Más que decirlas, las canta, como le enseñó el Profesor, como se debe
hacer. A, e, i, o, uuuuu.
El Maestro,
henchido de orgullo, pero sin demostrarlo, les dice a sus niños una vez que se
ha ido “La Señorita Directora”: - estuvo bien, pero debemos practicar un poco
más, para demostrarnos que podemos hacer las cosas bien. Él sabe que ganó una
batalla, pero aún no gana la guerra. Le queda, eso sí, la satisfacción del deber
cumplido. Aún no inventan otro modo de llamar a eso que se siente por dentro
cuando haces bien las cosas.
Hasta aquí,
la imaginación.
Va ahora, la
realidad.
Hace dos
semanas y media, aproximadamente, me estrené como Profesor. El nivel,
Universidad. Primer semestre. Pasé a un alumno al frente, a leer del texto
oficial de clase y la inmensa mayoría no entendieron las palabras del autor.
Les empecé a explicar, palabra por palabra. Tal vez con más paciencia que
conocimientos. Tal vez con más ganas, que cualquier otra cosa.
Tuve que
salir de la ciudad y para no perder la clase, les dejé un examen. El examen es
real, es formal, son los temas marcados, íntegros, para la primera Unidad.
Obvio, yo no lo apliqué. Quien lo hizo es Maestra de gran renombre, Maestra con
todas sus letras y eso me garantiza que fue examen individual y no colectivo.
Anoche, a la
carrera, me puse a revisarlos. El primero fue de una alumna que siempre quiere
participar y a quien ya le tuve que decir que deje intervenir a sus compañeros.
El examen fue perfecto. No me causó sorpresa alguna. Luego, otros, de quienes
no logro asociar las caras con los nombres. Salieron muy bien. Repentinamente,
me di cuenta que sólo había puesto cienes. Cuando terminé de calificar el
último de los exámenes, ya estaba seguro que tenía puros alumnos de excelencia.
El valor que
practicamos, juntos, mis alumnos y yo, se llama “LA SATISFACCIÓN DEL DEBER
CUMPLIDO”.
¿Cómo
quieren que me sienta? ¿Cómo quieren que se sientan los muchachos?
Si hoy fuera
mi último día de clases, si no volviera a ver al grupo, que aún no identifico,
si hoy muriera, me quedaría, para siempre, la satisfacción del deber cumplido.
Y esa, es por dentro. Es mía.
Reynosa,
Tamaulipas, madrugada del viernes 24 de agosto de 2001.
José Manuel
Gómez Porchini
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
Referencia a fuentes:
Siempre y en todo momento es bueno buscar gente que tenga los mismos intereses
ResponderEliminarque uno. Es por ello que llegué a tu lugar y me parece que tus artículos son excelentes.
No deseo sonar halagador pero la verdad creo que posees potencial
al redactar. Me gustaría que tuvieras luego la oportunidad de revisar algunos artículos que he
escrito por mi cuenta. La verdad es que no se si son tan buenos como los tuyos pero intento hacer algo al respecto.
Que bien es encontrarte en internet y espero que prosigas
escribiendo que por acá ya cuentas con un fan.
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