A Cecilio Rocha, mi compañero y amigo de muchos
años. No importa que sea de otra generación…
José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
A lo largo de los tiempos, el hombre,
tan dado a clasificarlo todo, ha dado nombre a las generaciones cuando de algún
modo destacan en la vida.
Antes que otra cosa, se impone describir
el significado de generación y para ello, nos remitimos a lo que el crítico
alemán Julius Peterson señala para hablar de generación literaria: “Nacimiento
en años poco distantes; Formación intelectual semejante; Relaciones personales
entre ellos; Participación en actos colectivos propios; Existencia de un
“acontecimiento generacional” que aglutine sus voluntades; Presencia de un
“guía”; Rasgos comunes de estilo (“lenguaje generacional”); Anquilosamiento de
la generación anterior”.
Sin embargo, no hemos de constreñirnos a
tratar el mundo literario. Vamos por las generaciones de seres humanos que con
sus actos han cambiado el rumbo de la vida en la tierra. Se debe aclarar que se
incluye a la mayoría de un grupo, pues siempre habrá quienes sean la excepción
que confirma la regla.
Un grupo de poetas, dramaturgos y
literatos que mucho hacía por destacar, entre los que se encontraba Hemingway,
fueron llamados como “La Generación Perdida”, en alusión a que ninguno de ellos
parecía sentar cabeza y que solo eran buenos para la charla, la sobremesa y la
amistad. Pero cambiaron al mundo.
Inmediatamente después de esa
“Generación Perdida”, aparecen los que recibieron por nombre “La Generación
Grandiosa”, que gozaron de “La Belle
Epoque” y que se distinguieron por su enorme capacidad de producción, tanto
literaria como artística, escultura, pintura y todas las demás expresiones.
Pero la Gran Guerra, como se conoció
también a la Primera Guerra Mundial trajo modificaciones en los patrones de conducta
y a los nacidos entre 1925 y 1945 se les llamó “La Generación Silenciosa”.
Estudiaron, acataron todo tipo de instrucciones, como no, si de niños aprendieron
que desobedecer implicaba ser alcanzados por una bala. Sufrieron en silencio y
entendieron que el mundo era un lugar como la antigua Esparta, donde se imponía
el deber al placer.
A ellos, la generación de nuestros
padres, sigue en la que me tocó nacer: Los
Baby Boomers, llamados así porque al momento en que se controlaron las
grandes guerras, inicia una explosión demográfica de tal magnitud que le da
nombre a la generación. Además, crearon un “boom” o una explosión que todo lo
criticó. Se da para los nacidos entre 1946 y 1965. Fueron los veinte años que
cambiaron de un mundo casi manual y rústico, a las exquisiteces de la
refinación. Dejaron de usar el sostén, que fue un símbolo de opresión para las
mujeres; les tocó iniciar la era del consumo y por supuesto, las protestas y la
vida de los hippies; conocieron de cerca el despertar de la sexualidad tan
reprimida y probaron todo tipo de drogas. Con todo ello, de esta generación
destacan los grandes pensadores que tanto cambio han dado a la situación actual
y por supuesto, los idealistas que criticamos la forma de ser del mundo. Por
supuesto, ahí están James Bond, Mauricio Garcés, El Santo y todos los que
encarnaron el ideal de caballero, atento y valiente que se buscaba. El ser
humano capaz de todo, que era una de las características de esa generación.
Como los tiempos han avanzado a
velocidades vertiginosas y cada día marcan una nueva distancia de todo lo
anterior, de pronto surge la llamada Generación X, que abarca de mediados de
los años 60s y hasta 1982, que representa la transición tecnológica. Son
creativos, impacientes, abandonando todo tipo de límites en lo moral y por
supuesto, carecen de héroes como a los que estábamos acostumbrados. Sus ideales
no son en blanco y negro, pues se encuentran matizados de tal manera que a
quienes más respetan, son a quienes más problemas han tenido: Bill Clinton,
Madonna, Michael Jackson y por supuesto, las caricaturas de los Simpson,
contestatarias como el que más.
Llega en seguida la llamada Generación
Y, llamada también “Millennials”, los
“nativo digital”, que al momento de nacer ya todo era cibernético. Teléfonos
celulares, hornos de microondas, televisión de plasma, computadoras personales
y por supuesto, los jueguitos: Mario Bros, Sonic y todo lo que gira en su
alrededor. Son los nacidos de 1982 a 1992 y que llegaron a la mayoría de edad
en el año 2000. Se distinguen por usar más el lado derecho del cerebro, por ser
multitareas, manejan redes sociales y saben muchas cosas. Comprenden los
límites del planeta y apoyan a Lisa Simpson en sus luchas ecológicas.
A pesar de que los de la Generación Y apenas
rondan los treinta años, ya nació la más reciente de las generaciones: La
Generación Z o Generación Einstein, nacidos entre 1993 y 2000. Se comunican por
redes sociales y ya no usan antiguallas como el teléfono o el tocadiscos,
vamos, ya ni los C.D. pues ahora todo es vía internet.
La esperanza del mundo, que ni los Baby
Boomers ni los anteriores logramos componer, es que estas nuevas generaciones
comprendan el futuro que les espera si no cambian las tendencias hacia un mejor
camino.
Lo más grave es que en todas y cada una
de esas generaciones, ha destacado un pensamiento que afecta a la humanidad: si
mis padres no me lo dieron a mí, yo se los doy a mis hijos. Y así, de pronto
tenemos que ya se le conoce como “generación blandita” a la suma de las últimas
generaciones. Aquellos que no son capaces de soportar un fracaso, pues de
inmediato entran en crisis. De pronto sabemos que los alumnos, que están
acostumbrados a que los padres les resuelvan todo en la vida, en posgrado son
capaces de pedirle a su mamá que vaya a hablar con el maestro para que les
ponga diez, pues es lo que sienten que merecen.
O también, los casos de los
profesionistas que el día que tienen un descalabro o problema en su trabajo, en
lo que hacen, no son capaces de sobreponerse y abandonan a la primera de
cambios la lucha. Se dejan derrotar, se declaran vencidos pues no tienen el
entusiasmo que nace de la voluntad de salir adelante.
Esa “generación blandita” ya está entre
nosotros y, de hecho, es la que ya comienza a regir los destinos del país.
Ojalá yo esté equivocado.
Me gustaría conocer su opinión.
Vale la pena.
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