José Manuel Gómez Porchini / México debe
salir adelante
Justicia es un
término subjetivo, es decir, algo que no se puede medir ni pesar ni contar. Es
algo que se siente, que no puede describirse más que con la expresión: “se hizo
justicia”.
La forma de
administrarla y de impartirla, de tratar de dar a cada quien según sus
necesidades, es lo que puede medirse: tiempos, calidad, calidez, estilo,
precisión, certeza y muchas variables más.
Actualmente y
todavía, la forma en que los gobernados acuden a los tribunales: federales,
locales, del poder judicial, del poder administrativo y que resuelven en forma
de juicio y todas las demás formas en las que se pretende dar a cada quien lo
suyo, es función de la autoridad, es decir, del Estado y no de particulares.
Aclaro: muy pronto y en algunas áreas ya, la justicia será impartida por
particulares.
Sin embargo, con
la idea que aprendiera en casa que dice: “Piensa mal y acertarás”, he pensado
que de manera deliberada alguien ha permitido que los jueces, magistrados y
personal de apoyo en juzgados, juntas, tribunales de toda índole y en suma,
todos quienes deben impartir justicia, sean cada día menos capaces. Ahora voy a
sostener y demostrar lo que digo.
Un día, hace
muchos años, comencé mis periplos por tribunales de todo tipo y ahí aprendí que
los secretarios sabían todo y por consecuencia, jueces y magistrados sabían
mucho más. Y lo demostraban en sus acuerdos, en sus escritos, en sus
sentencias. Verdaderos poemas, odas a la verdad y la justicia.
De pronto, los
tribunales federales comenzaron a multiplicarse en forma exponencial y de ser
21 ministros y unos cuantos jueces y magistrados antes de la reforma de 1988, ahora
anuncian con bombo y platillo en televisión abierta que son más de 900 jueces y
magistrados quienes velan por la correcta impartición de justicia. Mi pregunta
es: ¿Esos 900 estarán realmente capacitados o simplemente los fueron eligiendo
entre los menos malos?
En materia local,
cada cambio de presidente de tribunal del estado tiene como consecuencia que
los jueces pidan su honroso retiro, con unos cuantos años de servicio o sean
separados de manera vergonzosa… o también, que se les pensione con haberes de
miseria cuando no son gratos al gobernador y demás séquito que los acompaña. He
sabido de casos de magistrados que han tenido que litigar su pensión ante
múltiples tribunales simplemente porque ninguno ha querido asumir la
competencia… muestra clara de que no saben lo que hacen o de que sabiéndolo, se
prestan a malas prácticas.
Y ya en lo
cotidiano, en lo de casa, en lo de todos los días, quienes presentamos escritos
ante los tribunales, juntas, juzgados, Tribunales Agrarios y demás, vivimos con
el temor de que el acuerdo que dicten conserve parte del “machote” que
utilizaron y entonces, debemos promover para que corrijan su acuerdo y eliminen
lo que “se les olvidó borrar”, o que escriban así: “ce tiene al promobente ecsiviendo el ezcrito
de referensia...” Créame, así he visto los acuerdos.
O
cuando la autoridad dice: “Es que no sé cómo se hace” y entonces, debe uno
esperar seis meses en lo que aprende… o el caso aquél en que te reconocen
personalidad en el auto de radicación, es decir, desde que comienza el asunto,
actúas a nombre de la actora casi un año y de pronto la autoridad ordena que
vayan el poderdante, los testigos y tú a ratificar la carta poder, para
reconocerte la personalidad… ¡habrase visto!
También
cuando la autoridad califica de “libelo” tu escrito y tienes que ir, en vía de
revisión, a explicarle que libelo significa escrito que denigra, que ofende,
que humilla… y también, que ahora por extensión, ignorancia y desconocimiento
del tema, algunos abogados y también, algunos diccionarios, lo han convertido
en sinónimo de escrito, pero para mí, sigue siendo el texto con que el marido
repudia a la esposa, hablando mal de ella.
En
fin. Existen mil ejemplos más pero no quiero aburrirlo. Solo le pido que como
yo, ayude a construir una mejor manera de impartir la justicia.
Me gustaría
conocer su opinión.
Vale la pena.
Ilustración: Julio Castillo. 2016.
Ilustración: Julio Castillo. 2016.
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