José
Manuel Gómez Porchini / México
debe salir adelante
Aeroméxico,
la compañía de aviación que sigue siendo mexicana, al parecer, impidió el
ascenso a siete indígenas oaxaqueños por su vestimenta. Por cierto y aquí entre
nos, déjeme decirle que muchas veces los trajes de nuestros indígenas, son
mucho más caros que la ropita que utilizamos los citadinos que sí sabemos
vestirnos.
Después
de ese primer párrafo plagado de yerros, voy a tratar de explicar a usted, mi
querido lector, que ni Aeroméxico es propiedad de mexicanos, pues sus activos
están en bolsa de valores y por tanto, son propiedad de holdings que carecen de patria, como le digo que la nota “siete
indígenas oaxaqueños” per se, es una
frase lapidaria y discriminatoria.
En
efecto, usted no dice: “venían cuatro nativos de Texas” ni tampoco: “Eran unos
ciudadanos de Chihuahua”. Usted no los califica de entrada y eso fue lo que
hicieron, tanto la gente de Aeroméxico como los medios de comunicación,
incluyendo a los principales comentaristas.
Decir
“siete indígenas oaxaqueños” es etiquetar, a
priori, a una persona con una calidad y hacer todo lo posible para que no
pueda quitarse el estigma.
Los
mexicanos del norte del país, se distinguen por ser altos y las más de las
veces de tez blanca. Los mexicanos del sur y centro del país son más bien
bajos, de piel morena y risa cantarina, con un gran bagaje cultural
prehispánico que adorna sus formas de vida casi hasta el infinito.
En
alguna ocasión tuve oportunidad de ir con mi padre a Milpa Alta, la Delegación
Rural del Distrito Federal, donde él tuvo el privilegio de ser Delegado
Político hace muchos ayeres, a saludar a un amigo de mi papá. Lo fuimos a
buscar a la labor y ahí lo encontramos: las manos callosas, el rostro curtido
por el sol, trabajando la tierra para obtener los frutos que le da a sus hijos.
Y
recuerdo perfectamente que nos invitó a su casa y yo, para ese entonces
estudiante de secundaria, vecino de Tamaulipas, pensé para mis adentros: ¿qué
puede ofrecernos un campesino a nosotros, que vivimos en la frontera y
disfrutamos de todos los satisfactores? Craso error. Aquél campesino era abogado,
por mi padre me enteré era Juez y además, un hombre de fortuna y bienes,
repartía su tiempo entre su casa en Europa y la de Milpa Alta. Sus estudios
entre las universidades de aquellas tierras y la UNAM. ¡Y nos recibió a
nosotros! En ese momento cambió mi perspectiva, de pensar que le hacíamos un
favor a darme cuenta que la facha no hace al hombre. Ahora creo que ese era el
mensaje que me quiso dar mi padre.
Y
claro, ya en el interior de su casa nos ofreció las mejores viandas, los caldos
escoceses más finos y tequila que aún no he podido probar mejor.
Luego,
con los años, pude ver los letreros que decían: No nigers, no greasers,
haciendo alusión a la gente de color en Estados Unidos, los primeros y los
últimos, los greasers, a los
mexicanos. Y supe y sentí el dolor de saber que no puedes entrar a un negocio
por no ser igual que ellos.
Y
conocí lo que ahora se llama la otredad Los otros. Saber que nosotros estamos
bien y ellos, los otros, están mal. No importa que los otros sean oaxaqueños, o
indígenas, o chaparros, o altos, o morenos, o cualquier otro estigma que se
quiera imponer a la gente.
La
única diferencia está en la educación, en la forma de tratar a los demás y ahí,
los mexicanos, estamos muy atrasados, vamos con muy malas calificaciones pues
no hemos aprendido que lo que cuenta, no está en la ropa que usamos ni en el
color de la piel. Está en los sentimientos, en la educación y en el respeto a
la diversidad.
Y
por mientras, nuestros próceres de la comunicación le dan vuelo a la nota:
Aeroméxico no deja subir a siete indígenas oaxaqueños… qué les costaba decir:
Una compañía transnacional impide el acceso a siete ciudadanos de México.
¿Verdad que se oye distinto?
Me
gustaría conocer su opinión. Vale la pena.
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