Hoy me cambié de casa.
La inundación estuvo de la
patada. Eran las tres de la mañana y el agua alcanzaba un metro en la planta
baja.
Fue horrible.
Temprano, conseguí que me
ayudaran a cambiarme.
Los camiones estaban llenos
y yo no tenía la más remota idea de a dónde habría de cambiarme.
Me encontré esta casa. La
administra un amigo de la infancia. Me dio facilidades. Era lógico, para qué si
no son los amigos?
Cansado, muy cansado, entré
a bañarme. Y fue entonces cuando los vi.
Pequeños, de no más de medio
centímetro. Colgando del techo del baño. Delgaditos. Con movimientos como de
gusanos.
Pero yo supe I N M E D I A T A M E N T E lo que eran. Y los empecé a atacar, aún
sabiendo que la humanidad perdería, para siempre, la oportunidad de analizar
esos seres diminutos.
Pero carajo, Y O
estaba muy cansado.
Percibí su angustia, pues
siempre se da cuenta uno cuando hace mal, pero mi miedo fue mayor que mi
inquietud científica. Y, además, yo no soy un científico. Nunca lo he sido.
Pero supe quiénes eran. Y ése fue mi problema.
¿Cómo le explico al mundo
que esos pequeños seres eran verdaderos extraterrestres?
¿Cómo se los digo?
José Manuel Gómez Porchini
Ciudad Victoria, Tamaulipas,
a treinta y uno de agosto de mil novecientos noventa y cinco.
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